WASHINGTON/MOSCÚ (dpa)31 Dic – La dependencia de Rusia es, desde hace años, una espina clavada en el orgullo de Estados Unidos como potencia espacial, pues la NASA necesita desde 2011 las cápsulas rusas Soyuz para el transporte de sus astronautas. Y, teniendo en cuenta que le cuesta más de 50 millones de dólares por vuelo, la situación supone, además, un problema para los presupuestos de la agencia espacial.
«La nación más importante del mundo no debería depender de ningún otro país en materia espacial», subraya siempre que puede el administrador de la NASA, Charles Bolden. Ahora, por fin, hay una fecha en el horizonte: a partir de 2017, la NASA volverá a tener transbordadores propios para sus misiones. Aunque, al contrario de lo que ocurría hasta ahora, no será la agencia la que los desarrolle.
Según se anunció ya en septiembre, las compañías estadounidenses Boeing y SpaceX recibirán en total 6.800 millones de dólares (unos 5.200 millones de euros) para el desarrollo de nuevos transbordadores. Boeing está considerado un socio con experiencia acreditada, mientras que SpaceX, fundada en 2002 por el empresario Elon Musk, es un ambicioso nuevo competidor. Así, a largo plazo, la NASA podría ampliar su tripulación -ahora de seis miembros- a bordo de la Estación Espacial Internacional, y aumentar sus investigaciones.
Ninguna de las dos compañías arranca de cero. Boeing llama a su transbordador «CST-100», mientras que el de SpaceX es «Dragon V2». La posibilidad de elegir entre dos ofrece a la NASA mayor espacio para sus astronautas y más seguridad en caso de que algo se torciera durante el desarrollo o en las pruebas. Como sucedió el pasado otoño (boreal), cuando explotó nada más despegar la nave «Cygnus», de la compañía estadounidense Orbital Sciences. Pocos días después, murió un piloto en un vuelo de prueba del «SpaceShipTwo».
Pese al golpe, la NASA se ahorra costes y capacidades con esta «privatización parcial», y además, espera abrirse a una nueva área: el turismo espacial. Por ejemplo, en cada uno de los vuelos de Boeing o SpaceX podría ir un pasajero externo, que pagara su caro billete al espacio. No obstante, la agencia estadounidense se guarda para ella un prestigioso proyecto: el transbordador «Orion», que llevará a cabo misiones «aún más ambiciosas», como explicó Bolden. «Enviar a personas a Marte».
Despedirse del servicio de taxi-espacial que lleva a cabo Soyuz es desde hace tiempo un objetivo prioritario para la NASA, pero probablemente la crisis ucraniana aceleró este año los planes. Ya en abril, la NASA paralizó en parte su cooperación con Rusia debido a «la permanente violación de la soberanía ucraniana y su integridad territorial». «El espacio es ahora más solitario», comentaba la revista «Time». No obstante, el principal proyecto entre ambas potencias, la ISS, se mantuvo.
Rusia, por su parte, mira con alegría y escepticismo al mismo tiempo los ambiciosos planes de la NASA. Y es que aunque transportar a astronautas estadounidenses le reporta millones, la agencia rusa Roskosmos siempre ha advertido de lo negligente que resulta depender de un único transbordador. «Sin Soyuz, todos tenemos un problema», afirma Olag Ostapenko.
Además, el país más extenso del planeta hace tiempo que tiene otros retos en el horizonte: enviar una misión humana a Marte. Ostapenko cuenta con que un desafío histórico semejante sólo puede hacerse con socios como Estados Unidos, Europa y la potencia espacial emergente China. En este punto, la NASA se ha mostrado precavida, pero Ostapenko es optimista. «Estados Unidos se dará cuenta de que nadie puede enviar solo a seres humanos en un viaje de ida y vuelta a Marte», afirma.