Columna Poliédrica
El imaginario colectivo costarricense está plagado de paradojas, la mayoría de ellas artificiales y construidas por los grupos que tienen el poder ideológico. Se trata de ideas de carácter instrumental que son utilizadas a conveniencia, ello según el contexto y la circunstancia concreta que en un determinado momento se le presente a estos grupos.
Al costarricense le han metido en la cabeza que Costa Rica es un país pacífico. Usualmente, quienes hacen esta afirmación, la fundan en el hecho que somos un país sin ejército y que no nos involucramos en conflictos con otros países; sin embargo, si observamos lo que sucede a lo interno de Costa Rica, veremos que de pacífico no tiene nada: asesinatos, conflictos a lo interno de las familias, violencia en las calles, en fin, la evidencia muestra que no somos una sociedad pacífica.
El uso instrumental de la idea de Costa Rica como un país de paz se hace cuando el conflicto es de carácter social y atenta contra los grupos dominantes en lo político, ideológico y económico. En otras palabras, se usa la idea de la paz cuando hay protestas, huelgas y demás acciones de carácter social; allí, justo allí, es cuando se habla de la cultura de paz, que determinados actos van en contra del ser costarricense y todo ese discurso retórico que ya todos conocemos.
En ese sentido, en relación con las paradojas, nos interesa en este principio de año analizar una de las más perjudiciales, una que nos ha hecho mucho daño como sociedad. Se trata de una que por un lado considera al tico como inepto, bruto, incapaz de hacer los que hacen habitantes de otros países y que, por otro lado, plantea que el costarricense tiene las aptitudes y actitudes para fungir como mano de obra de las empresas transnacionales más connotadas y enfrentar los retos de la sociedad contemporánea.
Esta paradoja se instrumentaliza a partir de un discurso ideológico que gira alrededor del modelo económico que se ha establecido en los últimos treinta años. La idea central que han posicionado en el imaginario colectivo tico es la siguiente: El costarricense es incapaz de hacer las cosas que se requieren a lo interno de nuestra sociedad, pero sí es capaz para fungir como mano de obra de la inversión extranjera que llega a Costa Rica.
Veamos ejemplos concretos, ya que ellos siempre permiten una explicación más clara de lo que queremos decir. Los costarricenses de la actualidad y en concreto, las personas relacionadas con la construcción de obras, al decir de estos agoreros, son incapaces de edificar un Estadio Nacional y por eso hay que traer a los chinos para que lo hagan; sin embargo, en el pasado, hubo ticos que creyeron en sus capacidades y construyeron obras de infraestructura más complejas como la planta hidroeléctrica de Arenal o la de Cachí.
La idea que nos han metido en la mente es que somos ineptos para construir una “carretera” como la de Ciudad Colón-Orotina y por eso debemos traer a un grupo español para que lo haga. Sin embargo, en el pasado hubo compatriotas que hicieron obras viales, bien hechas y que están en funcionamiento como: la autopista General Cañas, la Próspero Fernández, la Florencio del Castillo, la Saopín y otras muchas que podríamos mencionar sin problema.
Esta ideología tan perjudicial ha llevado a que el tico, constantemente, reniegue de sus capacidades y considere que no podemos hacer las cosas que requiere el país. Esta idea ha permeado todas las actividades, siendo una de las más relevantes la relacionada con el fútbol; en efecto, se dice que es necesario un director técnico extranjero para que la Selección Nacional de Fútbol masculina pueda jugar bien, en otras palabras, ningún tico tiene las capacidades que sí poseen, al pensar de estos señores, un argentino, brasileño, colombiano, etc.
No obstante, cuando se trata de mano de obra para las empresas extranjeras, ahí sí somos capaces. El costarricense sí puede diseñar procesadores electrónicos para la firma Intel, sí puede hacer investigación para las transnacionales en el área de los fármacos o de la biotecnología; empero, según esta ideología, no puede diseñar dispositivos para mejorar los procesos productivos internos o desarrollar variedades de cultivos que le permita al productor nacional una mejor eficiencia productiva.
Nos han metido en la cabeza que lo extranjero es mejor que cualquier cosa que nosotros podamos hacer en Costa Rica. Según estos grupos, los ticos sólo servimos para ser empleados de los inversores extranjeros y somos tan ineptos que requerimos de su ayuda para poder resolver los problemas que nos atañe a nosotros; dicho de manera diáfana, los estadounidenses, europeos, japoneses, chinos, etc., sí pueden; los latinoamericanos, los africanos y demás países pobres, no pueden, son estúpidos, son ineptos, son incapaces.
A los que ganan con el modelo económico imperante les interesa que esta idea se mantenga. Ellos reciben dinero por la inversión extranjera que viene al país y para ello requieren de costarricenses que laboren en estas empresas, es decir, nada diferente de lo que sucedía con las empresas bananeras o de palma africana, lo único que ha cambiado es la actividad, pero el tico sigue siendo un empleado de las empresas transnacionales.
A estos grupos les interesa que los ticos no realicen su propia infraestructura y que sean los extranjeros quienes la desarrollen. Sobra decir que ese interés está lleno de jugosas comisiones y de ahí que haya contratos de obra pública que presentan cláusulas abusivas contra el Estado costarricense; dicho de otra manera, dichas cláusulas son posibles a partir del interés que tienen los involucrados en la adjudicación del contrato a una determinada empresa extranjera, eso es así, la mayoría lo sabemos, pero el problema está en poder probarlo jurídicamente.
Los costarricenses podemos ser dueños de nuestro propio destino, tenemos la capacidad de hacer de nuestro país una mejor sociedad para la mayoría de la población. No se trata de aislarnos y no fijarnos en lo que hacen en otras latitudes, tampoco de negarnos a la cooperación externa y a los desarrollos que se han hecho en las diferentes ramas del saber; de lo que se trata es de retomar la idea de nuestros abuelos de depender de nosotros mismos, de hacer las cosas que ellos fueron capaces de hacer y para ello sobra capacidad en Costa Rica.
No estamos abogando por un nacionalismo enfermizo, estamos diciendo que es necesario revertir una ideología que ha sido nefasta para la sociedad costarricense. Basta con comparar los índices de desarrollo humano de la Costa Rica que va de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días; la creciente inequidad de nuestra sociedad tiene su base en este tipo de ideología y sólo con costarricenses convencidos de sus capacidades y de su responsabilidad con sus compatriotas, será posible construir un destino mejor para nuestros descendientes.
El destino lo construimos las personas de carne y hueso. No depende de la providencia, ni del azar o de lo que piensen en otras latitudes, tiene que ver con lo que pensemos nosotros y en los objetivos que nos fijemos como nación; todos los que reproducen el discurso de la incapacidad del tico tienen que ser combatidos sin descanso, es necesario que cojamos las riendas de nuestro destino y posicionar en el imaginario colectivo que la capacidad del tico no tiene límites.
Feliz año 2015 para todos los ticos, especialmente, a los que creen en Costa Rica y en los costarricenses. Fuerza a todos los que sueñan con un país en que el máximo de personas tengan sus necesidades satisfechas y puedan desarrollar todo su potencial para el desarrollo de sus habitantes.
(*) Andi Mirom es Filósofo
Excelente artículo! Concuerdo 100% con el autor. Casi que en todos los países que no son parte del primer mundo, la mentalidad de sus ciudadanos es auto-destructiva, producto de las horribles tácticas sicológicas a las que son sometidos por sus correspondientes clases dominantes, medios de comunicación y entretenimiento. Por desgracia, el daño sicológico causado en Costa Rica es pavoroso: buena parte de la sociedad nuestra padece de un grave complejo de inferioridad. Con todo, hay que ser optimista y soñar que un buen día, la mayoría de nosotrosde entenderemos que también somos seres humanos, ni mayor ni menor que los que viven en otras latitudes. Esta mentalidad derrotista no nos deja avanzar en la dirección correcta y facilita el trabajo de los que nos han estado saquendo por décadas.
muy bonito el artículo, pero esa «mentalidad derrotista» que usted llama, la tienen ustedes también los «académicos» y se la resetan a los profesionales a través de su sistema educativo. Los académicos y profesores incentivan esta mentalidad derrotista al asumir actitudes hacia los estudiantes que incitan al fracaso. Por ejemplo, sin poner en duda el hecho de que debe haber rigor en los cursos: cuantas veces ve profesores planear cursos con el afan de «derrotar» a los estudiantes y hacer que se queden? Cuantas veces ustedes los docentes contribuyen a generar derrotismo al propiciarlo en el sistema educativo? Cuando califican a los estudiantes «con sangre en el ojo»? Si si, ya sé, el cuento es que «la vida no es justa» y bla bla bla. Otro ejemplo claro: las veces en que en ciertas carreras tecnicas los «profesores» en «investigadores» se «guardan» sus cosas para no enseñar a nadie, propiciando la ignorancia e incentivando que ciertos individuos se «apropien» del conocimiento ganado para poder beneficiarse exclusivamente de ello? A mucho profesor allí le gusta crear un muro entre él y el estudiante, no lo invita a «sentirse igual» y por ende idenfiticado con su quehacer. La universidad son cuatro años de propaganda inculcándole al estudiante que él es el inferior y el profesor «el superior»….pués claro!!! Salen a la calle a seguir buscando a «su superior». La universidad es solo un subconjunto de esos defectos que usted critica, allí verá uno, en la universidad, esas mismas patologiías, solo que disfrazadas de una coraza de rigor y oficialidad.