En el pasado mes de noviembre varios medios de comunicación nacional anunciaron con bombos y platillos el avance en el Congreso de un proyecto de ley que pretende adicionar un nuevo capítulo sobre salud sexual y salud reproductiva a la Ley General de Salud.
Sobre esta noticia, quisiera referirme al enfoque que le dan los medios y cómo tales perspectivas promueven, en última instancia, estereotipos basados en prejuicios moralistas que lo único que consiguen es el estancamiento del país en el reconocimiento de los derechos de las mujeres costarricenses.
El proyecto de ley del que se habla, además de aprobar el uso de una pastilla que se encuentra en la lista oficial de Medicamentos Esenciales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y tiene registro sanitario en más de 100 países, en su mayoría “desarrollados”, y con los mejores índices económicos y humanos a nivel mundial; también incluye otros aspectos como por ejemplo: la definición de la palabra “salud” no en términos de ausencia de enfermedad, sino como bienestar físico, psicológico y emocional. Asimismo, incorpora el derecho de las personas a vivir su sexualidad de manera libre e informada, y a la posibilidad de tener acceso a servicios de salud sexual y reproductiva especializados, como también los tienen los países desarrollados, a los que tanto aspiran ser todos estos diputados que se llaman “liberales”, incluidos los diputados religiosos que viven pactando con otros partidos políticas de índole neoliberal.
Si bien el hecho noticioso y de debate en torno a la noticia es por el uso de la píldora del día después o por la interrupción del embarazo en casos en los que exista peligro para la salud de la mujer (reconocido actualmente en nuestro código penal en el artículo 121), pedirle sólo la opinión sobre el tema a diputados quienes –evidentemente– están cegados por una “verdad” sustentada en preceptos religiosos y doctrinales es disminuir la importancia que tiene el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, los cuales son reconocidos por la Institución Internacional más importante y grande del mundo, que nació después del autoritarismo más catastrófico del Siglo XX, (la II Guerra Mundial) para que estas ideologías totalitarias no se repitan. Me refiero, y no por casualidad, a la Organización de las Naciones Unidas.
Enfocar el debate solamente a enfrentar el dogma religioso contra el pensamiento secular y científico, es continuar con una discusión que no lleva a ningún lugar y que no favorece al desarrollo del país, puesto que los argumentos religiosos son dogmas y como tales, no tienen en sí mismos espíritu democrático. Con esto, lo que quiero decir es que reducir este tema a la opinión de personas que juegan a la democracia pero profesan discursos que políticamente se acercan a discursos como los de Pinochet o Franco en su momento, es retroceder en la consolidación de democracias modernas y en la aspiración que ha tenido Costa Rica siempre en ser un país democrático y respetuoso de los derechos humanos.
Para hacer democracia hay que respetar las diferencias, tanto de pensamiento como de ejercicio, en esto consiste como bien lo señaló Voltaire “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.
Yo no creo que la Biblia tenga todas las respuestas, y mucho menos estoy de acuerdo con todos los casos de pedofilia que han salido a la luz dentro de la Iglesia Católica, – sólo por poner un ejemplo-, pero no por eso ando haciendo campañas para cerrar iglesias. A usted persona lectora, política o periodista no le estoy pidiendo que se meta en la cabeza de una mujer que decide tomar una píldora, el día después que tuvo una relación sexual ya sea con su marido, su novio, su amigo, un desconocido o incluso un violador, debido a que en ese momento de su vida no ve viable la posibilidad de ser madre –sus razones tendrá y no es a usted a quien le toca juzgarlo, más aún si usted se considera cristiano–. Lo que sí le pido es que respete y les garantice a sus compatriotas un bien y un servicio de salud, esté usted de acuerdo o no con este servicio. ¿Por qué, en lugar de segregar y juzgar, no hacemos un esfuerzo por construir un país realmente democrático?
Ana Lucia Fernández
Candidata a Dra. en Socióloga. Universidad Libre de Berlín, Alemania.