HORA CERO
“Noches tropicales de Centroamérica,
Con lagunas y volcanes bajo la luna
Y luces y palacios presidenciales,
Cuarteles y tristes toques de queda.
“Muchas veces fumando un cigarrillo
he decidido la muerte de un hombre”,
dice Ubico fumando un cigarrillo…
Mientras el entonces presentador radial y destacado académico, sociólogo y poeta chileno Bernardo Beco Baytelman corría con su micrófono, tratando de entrevistar a Ernesto Cardenal, en los jardines del viejo Pedagógico de la Universidad de Chile, gritándole a voz viva: “poeta”, “poeta”… no puedo sino recordar que yo, por mi parte, no lograba salir de la inmensa y asombrosa alegría de haber escuchado, apenas hacía unos minutos, la exposición y el recital de aquel bardo nicaragüense que, ya por entonces, se había convertido en objeto de mi juvenil admiración. La verdad es que no puedo precisar ahora, después de varias décadas transcurridas, la fecha en la que ocurrió la primera y la única vez que tuve un encuentro visual con aquel poeta de boina y barba blanca, granadino de buena cepa, llamado Ernesto Cardenal(Granada,1925), un hecho que estuvo acompañado de emoción por la emotiva lectura a viva voz de algunas de sus obras, por parte del autor, quien en estos días del año 15 del nuevo siglo, se apresta cumplir los noventa años, en medio de la nostalgia de quienes hemos sabido apreciar no sólo su prolífica obra literaria, sino también su participación en la vida cívica de su hermoso y sufrido país, aunque también se trata de un aniversario presidido por la alegría de que todavía permanezca entre nosotros, dándonos luz con sus valiosas y enérgicas tomas de posición u opiniones valientes, acerca de los más diversos temas, como es el caso de la presunta construcción de un canal en Nicaragua, por parte de una empresa china, la que se ha convertido en una grave amenaza ambiental para todo el istmo centroamericano, algo así como una réplica del vergonzoso Tratado Bryan Chamorro, firmado hace un siglo. Su compromiso revolucionario de ayer es el mismo de siempre, sin importar quienes encarnen las acciones de los poderes fácticos, aunque adopten el disfraz de revolucionarios.
Lo que sí es cierto, de toda certidumbre, es que tales sucesos acontecieron en un viejo auditorio del Pedagógico, de la por entonces Sede Oriente de la Universidad de Chile, en el barrio o comuna santiagüina de Macul, en realidad Ñuñoa, allá por el mes de noviembre de 1971, en medio de una de las primaveras más inolvidables de toda mi vida y cuando me resonaban en la mente los versos de poemas como Hora O, Oración por Marilyn Monroe, el Estrecho Dudoso y otros, que conocíamos a partir de la lectura reciente, apresurada y entusiasta que habíamos realizado poco tiempo atrás. Hoy, en medio de este presente que se disuelve a cada instante, no me queda sino recordar con emoción y una cierta nostalgia también al Beco Baytelman, hombre alto y emotivo, que nos deleitaba todas las noches con sus lecturas en la Radio de la Universidad de Chile, especialmente con el cuento de medianoche que mi mujer y yo esperábamos con ansia hasta esa hora, alegrándonos mientras escuchábamos la letra de una canción que decía “Blanca corría la luna y yo corría tras ella…”, una especie de leitmotiv con que se anunciaba la lectura tan esperada de uno de esos cuentos, no importa si eran de Cortázar, García Márquez o alguno de los grandes narradores estadounidenses o europeos. Por cierto que Beco Baytelman, aquel lejano interlocutor de Ernesto Cardenal, falleció prematuramente en el exilio, en México durante el año de 1982, mientras en estos días su recuerdo acudió vivamente dentro de los pliegues de nuestra a veces infiel memoria, sobre todo por su condición de hombre apasionado por la cultura, en medio de las tragedias que nos trajo aquella asonada militar del 11 de septiembre de 1973, la que terminó por lanzarlo lejos de los lares que lo vieron nacer. Su recuerdo nos acompañara por siempre.
Todavía puedo sentir las vibraciones y el entusiasmo del público sentado en el auditorio del Pedagógico, conformado principalmente por estudiantes chilenos y de otras nacionalidades que nos habíamos agrupado en ese sitio. Algunos de aquellos poemas de Cardenal, en especial Hora Cero, eran verdaderos murales, donde las características del despliegue de los elementos de toda una saga, se daba cuenta de las inmensas tragedias vividas por los pueblos de la América Central, a lo largo del siglo anterior. El entreguismo de los gobernantes liberales y conservadores a las grandes empresas bananeras, las diversas invasiones y ocupaciones de los distintos países, por parte del imperialismo yanki y la lucha contra su secuela de dictaduras sanguinarias desfilan por allí, dentro de un extenso texto.
“Su cara era vaga como la de un espíritu,
Lejana por las meditaciones y los pensamientos
Y seria por las campañas y la intemperie.
Y Sandino no tenía cara de soldado,
sino de poeta convertido en soldado por necesidad,
y de un hombre nervioso dominado por la serenidad.
Había dos rostros superpuestos en su rostro:
Una fisonomía sombría y a la vez iluminada;
Triste como un atardecer en la montaña
Y alegre como la mañana en la montaña”(ibidem)
Nuestro contacto con Solentiname, un itinerario esencial del autor que más nos ocupa en estos días, fue un hecho reciente gracias al granadino, de grata memoria, José Roberto Pacheco Aguilar(1948-2011), quien nos llevó a conocer y a disfrutar de aquellas islas situadas en medio de la serena y hermosa inmensidad del lago Cocibolca, hace apenas unos pocos años, acercándonos in situ a las utopías y ensueños del autor del Evangelio de Solentiname, pero también de obras como La Revolución Perdida que es también la tercera parte de sus memorias, las que han venido siendo publicadas a lo largo de la última década, en las que nos llama a la reflexión, y sobre todo, a mantener viva la esperanza que siempre será revolucionaria. ¡Salud poeta Ernesto Cardenal en este su noventa aniversario!
Rogelio Cedeño Castro es Sociólogo Universidad Nacional de Costa Rica
Hace apenas un lustro le celebramos con alborozo y admiración el hecho de que alcanzara a cumplir sus noventa años, el poeta se había convertido en nonagenario, mientras sus versos y sus textos poéticos seguían ( y siguen) tan jóvenes y tan frescos e inspiradores como en los momentos en que los escribió, ahora cuando han pasado cinco años nos llega la noticia de que Ernesto Cardenal se nos va, aunque la verdad es que queda muy vivo e inquietante en nosotros, quien para muchos amantes de la literatura fue el último de los tres grandes poetas de Granada.Ernesto Mejía Sánchez y Carlos Martínez Rivas ya habían emprendido ese viaje en la barca que nunca ha de tornar (Antonio Machado), algunos amigos habían departido con ellos en los intersticios de la vieja bohemia josefina, en un San José más humano y amistoso que se nos fue, de manera irremisible. Cuando Ernesto Cardenal cumplió sus noventa años le dediqué estas líneas bajo el título LOS NOVENTA AÑOS DE ERNESTO CARDENAL, hoy lo despido leyendo su poesía de la que tanto disfruté cuando muy joven, allá en Santiago de Chile, como también adentrándome en las páginas de los tres tomos de sus memorias que nos dejó. No se si alcanzó a escribir alguno más, el tiempo lo dirá.
Sin palabras, estimado Rogelio. Un bello recuerdo, un justo homenaje.