Los peores enemigos de la administración del Estado son la ignorancia y la mediocridad, sea cual sea el poder: legislativo, ejecutivo o judicial. Y qué decir de aquellos órganos como el Tribunal Supremo de Elecciones, la Contraloría General de la Republica, y la Fiscalía General de la República, que aunque forman parte del tinglado gubernamental, cuentan con cierto grado de autonomía, lo que las hace doblemente responsable de sus actos.
Y digo esto porque la ignorancia y la mediocridad son la causa evidente de al menos dos fenómenos nefastos: el despilfarro de los fondos públicos en aventuras descabelladas de caprichos políticos o gremiales, o como caldo de cultivo para toda clase de perversidades, pues ambas son el fundamento de la corrupción.
Pero cuando el mediocre o el ignorante enquistado en la administración pública obedecen a lineamientos partidarios, en el sentido de boicotear desde dentro de las organizaciones los mejores esfuerzos y las más loables de las intenciones, el daño es aún peor, pues además es intencional.
La mediocridad puede ser uno de las tantas formas de existir (vicios) que nos lleven a perder el camino. El hombre mediocre es incapaz de usar su imaginación para concebir ideales que le propongan un futuro por el cual luchar.
El mediocre es dócil, maleable, ignorante, un ser vegetativo, carente de personalidad, contrario a la perfección, solidario y cómplice de los intereses creados que lo hacen borrego…. Vive según las conveniencias y no logra aprender a amar. En su vida acomodaticia se vuelve vil y escéptico, cobarde. Los mediocres no son genios, ni héroes ni santos.
Un hombre mediocre no acepta ideas distintas a las que ya ha recibido por tradición, sin darse cuenta de que justamente las creencias son relativas a quien las cree, pudiendo existir hombres con ideas totalmente contrarias al mismo tiempo. A su vez, el hombre mediocre es sinónimo de envidia, intenta opacar desesperadamente toda acción noble, porque sabe que su existencia depende de que otros no sean reconocidos y que no se pongan por encima de sí.
Mediocres y rastacueros, pareja malsana y desgraciadamente más generalizada que el mismo cáncer… ¿Por qué? Sencillo: pues el cáncer no es contagioso, la mediocridad sí lo es, el cáncer te acerca a las personas buenas, la mediocridad las aleja, en fin la cadena puede ser tan larga como nuestra capacidad para crear analogías. “El cáncer mata a las personas en forma individual, la mediocridad las mata en forma colectiva”.
La mediocridad para lo único que sirve es para destruir; demuele la iniciativa, la motivación, las buenas intenciones, el deseo de superación, el amor, la creatividad, en fin destruye el espíritu y la moral de las personas. Corroe las relaciones interpersonales, crea tensiones, desafectos, descontentos, desconfianzas, divisiones y agravios. El mediocre mira de qué lado se vive mejor.
Muchas veces me he preguntado cómo accede el mediocre al poder y creo que se debe por saber representar una personalidad que no es tal, por su doble moral, por su poder de desdoblarse en lo que no es, por la adulonería, por saber lograr el ascenso y desplegar su total realidad. Su propósito verdadero no es el éxito colectivo, es el individual, posee en verdad un profundo sentimiento de aversión al cambio, no cuestiona el estatus quo, no contradice el escalón superior, pero desea lograrlo. Posee grandes reservas de envidia, rencor, autosuficiencia, menosprecio al otro, sin olvidar que no pocas posiciones están ocupadas por personas que le tienen miedo al talento a pesar de que pretenden dar la imagen contraria.
El mediocre por lo general actúa solapadamente y recurre a la manipulación de subalternos, consejeros, homólogos y hasta sus propios jefes, “medran con torpes intrigas de antecámara” a fin de lograr manejarlos y ponerlos en función de intereses malsanos. El mediocre es un manipulador por excelencia!
Los efectos de las acciones implementadas por gente mediocre son frecuentemente nuestra actual realidad. Tenemos que luchar por cambiar sino las consecuencias serán peores que las actuales.
Por supuesto, no todas las personas son iguales, una gran parte actúa dentro de los límites de lo que llamaría estándar, los hay también ejemplares, pero existe una realidad oscura, de la que no siempre nos gusta hablar, que se sufre cotidianamente y que evidencia lo mediocre. Existen individuos que sólo buscan mantener el statu quo y evitar cualquier tipo de opinión contraria a su labor sin importar consecuencias. Desgraciadamente, en una época de crisis como la actual, muchas actitudes basadas en el poder de la mediocridad, el miedo, la vida fácil y acomodaticia son demasiado frecuentes. La transparencia es una de las mejores recetas para combatirlas. Y si esto no ocurre se podrá seguir humillando y manipulando a las personas, se les podrá incluso apartar de sus funciones y seguirá triunfando la mediocridad que tanto daño nos hace, tanto a nivel personal como al social
El mediocre existe bajo cualquier “formato”, no es un tipo estándar en la sociedad, existe por doquier y en cualquier estrato, estamento, sector, pero mientras más poder acumula es más perniciosa su acción.
Escribió José Ingenieros hace más de 100 años que “…la mediocridad es moralmente peligrosa y su conjunto es nocivo en ciertos momentos de la historia: cuando reina el clima de mediocridad” “Aunque aislados no merezcan atención, en conjunto constituyen un régimen… Subvierten la tabla de los valores morales, falseando nombres, desvirtuando conceptos: pensar es un desvarío, la dignidad es irreverencia…, la virtud una estupidez”.
Uno de los métodos preferidos del mediocre es crear estados de opinión sobre las personas a su alrededor, un manipulador por excelencia que busca establecer marginaciones, y ascender, con sus “refinados” métodos, según el clásico cuento de la serpiente!
Entonces duele ver cómo después de constantes esfuerzos, de batallar intenso, de hacer caminos con valor e inteligencia, estamos asediados de una costra malsana de burócratas, oportunistas, corruptos y rastacueros que hacen perder confianza, así como ideales que se nos van como agua entre los dedos. Sí, duele… duele ver esos enanos éticos.
Por ello, no me extraña que el esfuerzo del Ministerio de Hacienda para economizar sumas astronómicas en alquileres y la dispersión de su personal a través de toda la ciudad, cayera frente a las observaciones de la Contraloría General de la Republica. En parte podríamos argumentar mediocridad en el personal que elaboró los procesos internos indispensables para el proyecto, pero no deja de ser tentador el pensar que, desde dentro, boicotearon el esfuerzo, por la sencillísima razón de que los alquileres de los innumerables edificios alquilados favorecen a personas vinculadas con el Partido Liberación Nacional, que practicó durante años estos instrumentos para favorecer a allegados y correligionarios.
Soy un mal pensado, lo admito, pero ello me sirve para estar atento a las múltiples manifestaciones de la mediocridad criolla. En parte para reírme de la estulticia generalizada en todos los órganos del Estado, en parte para llorar por el ridículo que hacemos ante nosotros mismos.
De allí la importancia de la formación en Administración Pública de funcionarios y empleados, pero a ello me referiré más adelante, pues es un tema de importancia que requiere algunas reflexiones.
Alfonso J. Palacios Echeverría
Que hay mediocridad,la hay ,de arriba abajo y de abajo arriba
Don Alfonso , ya veo como ha cambiado el orden de cosas a esta altura de la administracion..segun su opinion la mediocridad es el mayor enemigo del gobierno, eso incluye a antiguos empleados y por supuesto que a los nombrados nuevos , comenzando por el fulgurante elemento elegido por la sociedad impregnada de mediocres..a esta altura por primera vez en sus comentarios , no es el pln el responzable de la mejenga que estamos todos los costarricenses siendo testigos.