sábado 9, noviembre 2024
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Fundamentalismo político/religioso norteamericano y costarricense

A lo largo de su historia de los Estados Unidos de Norteamérica se han formado movimientos que, al menos implícitamente, contradicen algunos de los principios básicos del liberalismo originario de esa nación. Uno de ellos, notorio y patente, es la mezcla del fundamentalismo cristiano protestante y la política interior y exterior de ese país, fenómeno que se trasladó hacia América Latina en la segunda mitad del siglo XX.

Diversas investigaciones concluyen que dentro del mundo occidental cristiano de Norteamérica se generó una corriente religiosa que cobró fuerza con mayor evidencia en el ámbito ideológico y político: el fundamentalismo cristiano.

Mientras los seguidores de esta corriente afirman buscar regresar a los orígenes de la iglesia cristiana primitiva, en realidad sostienen ideas completamente nuevas, sobre todo al mezclarse con el pensamiento político occidental. Al no tener un fundamento teológico o filosófico real, los grupos fundamentalistas cristianos, particularmente los fundamentalistas protestantes, mormones y católicos, llegan al grado de ser parodias de las iglesias cristianas anteriores.

Al rechazar el modernismo y todo lo que este implica para la religión y la cultura, los cristianos fundamentalistas sólo logran el atraso social y cultural, perjudicando la libertad e ignorando la diversidad social de la que ellos mismos son parte. Esto puede verse en la historia de estos grupos, la cual ha dado lugar al papel que cada uno juega en la sociedad actual.

Sin embargo, ello no ha sido impedimento para que en ese país y dentro de esa forma de pensar, se den los crímenes más horrendos, las desviaciones más asombrosas, la deshumanización más despreciable y el materialismo más aberrante.

En el siglo pasado, el más sobresaliente de estos movimientos señalados es esa forma de conservadurismo político-religioso que, en la sociedad norteamericana, ha creado un verdadero paraguas autolegitimador.

Ya desde la mítica fundación nacional, aquellos peregrinos que desembarcaron en las costas de Nueva Inglaterra confirieron un clima religioso que nunca dejará de filtrarse hasta en los pronunciamientos supuestamente más secularizados. Para un sector considerable de la población blanco-protestante americana, los Estados Unidos constituyen una nación bendecida o apadrinada por Dios.

Desde esta perspectiva, la historia americana se identifica con la suerte de un grupo anglosajón y protestante que ha sido visitado (amenazado) por sucesivas minorías contra las que ha ido edificando distintas formas de nacionalismo político-religioso. Frente al mundo moderno y al progreso plural y cosmopolita preconizado en la Constitución, este discurso paranoico ha ido denunciando y, en ocasiones, interrelacionando a ilustrados, darwinistas, positivistas, masones, judíos, católicos, comunistas, homosexuales y feministas, desde el mismo plano moralizante y puritano que emerge de una lectura unidireccional y prejuiciada del texto bíblico.

El fundamentalismo cristiano como se conoce hoy en día surgió entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX entre los cristianos evangélicos de Norteamérica y el Reino Unido. No era un movimiento unificado, pero sí una corriente de pensamiento que reaccionaba agresivamente en contra de la teología liberal de diversas iglesias luteranas, buscando activamente el reconocimiento de ciertas ideas que ellos consideraban fundamentales para la fe cristiana.

Estas ideas eran la infalibilidad de la Biblia, la doctrina de la Sola Escritura que dice que la Biblia cristiana es el único libro con la verdadera palabra de Dios, la virginidad de María en el momento del nacimiento de Jesús, la expiación de los pecados de la humanidad por medio de la muerte de Jesucristo, la resurrección física de Jesús al tercer día de su muerte y el regreso inminente de Jesucristo para el Juicio Final.

Aunque estas ideas iniciaron como fundamentos de diversas ramas de iglesias protestantes, las reformas a la Iglesia Católica durante los Concilios Ecuménicos Vaticano I y II en 1869 y 1962 llevaron a que disidentes conservadores también formaran grupos fundamentalistas católicos. De la misma manera, cuando el gobierno de Estados Unidos puso condiciones como la abolición del matrimonio plural a los mormones de Utah para que esta región se convirtiera en estado de la Unión Americana, disidentes conservadores formaron sus propias comunidades fundamentalistas, la más famosa siendo la comunidad del Rancho YFZ en Eldorado, Texas (BBC News, 2006).

Aunque así lo parezca, el movimiento fundamentalista no tiene ningún fundamento filosófico o racional para estas ideas; simplemente han seleccionado ciertos preceptos que elevan a absolutos en su discurso.

Los fundamentalistas cristianos protestantes, quienes están mayormente concentrados en los Estados Unidos, comenzaron dedicándose a esparcir su opinión sobre la interpretación correcta de la Biblia y la fe cristiana entre el resto de la sociedad. Posteriormente, aprovechando la libertad de expresión otorgada por su democracia federal, sus ideas se politizaron gradualmente hasta formar gran parte de lo que hoy se conoce como la Extrema Derecha Americana. Esta facción de opinión extremadamente conservadora, mayormente identificada con el Partido Republicano de Estados Unidos, se dedica activamente a luchar en contra de asuntos considerados de alta importancia por la agenda liberal estadounidense, por ejemplo: los derechos reproductivos, el aborto, la eutanasia, la educación sexual, el evolucionismo darwiniano en la educación básica, la igualdad de género, las medidas de prevención ecológicas, el concepto de “Estado benefactor”, etcétera. Su mismo rechazo por cualquier idea moderna hace que defiendan ideas como el creacionismo, la educación sexual que sólo habla de abstinencia sexual, el derecho a la vida de los fetos por encima del de sus madres, el papel “fundamental” de la mujer como ama de casa y la ignorancia sistemática sobre los métodos anticonceptivos.

Históricamente, el mundo va encontrar en los Estados Unidos de Norteamérica el caso de fundamentalismo religioso más acentuado de la humanidad. Estos fundamentalistas que tienen sus orígenes en los grupos más atrasados del protestantismo europeo, acusan a los islámicos de fundamentalistas pero son los únicos que en sus billetes verdes colocan la frase: «In God we trust» (confiamos en Dios). La invocación de la fe para fines de dominación y uso del poderío político-militar es uno de los principios fundamentales de la corporación militar que gobierna al pueblo de los EE.UU. de Norteamérica, en ello radica lo que significa el fundamentalismo religioso del imperio y del cual acusan a otros países.

Para comprobar los elementos fundamentalistas de la política norteamericana, citemos algunos voceros de estas premisas; George Washington el llamado padre fundador, afirmó en su discurso inaugural: «ningún pueblo como los Estados Unidos debe agradecer la mano invisible que conduce los asuntos de los hombres». Nótese acá, el carácter escolástico de las primeras palabras del llamado “libertador norteamericano”; mientras que su sucesor John Adams señaló: «no cesa de considerar la fundación de Norteamérica como una obra de la providencia”. El también Presidente de los norteamericanos Thomas Jefferson recalcó la tesis de que su pueblo es «el pueblo elegido por Dios» para gobernar los destinos del mundo. Estos fundamentalistas han utilizado el pretexto de la defensa de la democracia y la libertad para colonizar pueblos, invadir naciones y someter a bloqueos a aquellos países que no se someten a su proyecto fundamentalista y hegemónico.

Esta tendencia la vimos reflejada en tiempos contemporáneos en la guerra de Vietnam, momento en el cual el Cardenal Spellman arzobispo de Nueva York fue a Saigón para decirle a los soldados yanquis lo siguiente: «ustedes son los soldados de Cristo”, y en su nombre asesinaron a una cantidad incalculable de hombres, mujeres y niños en uno de los episodios más vergonzosos que registra la historia reciente.

De acuerdo a las investigaciones realizadas por el filósofo francés Roger Garaudy, en su libro Breve Historia de los Estados Unidos, esta situación no ha cambiado mucho desde los preceptos fundamentalistas de los fundadores hasta nuestros días. El fundamentalismo sigue siendo la visión retrógrada que continúa primando en la política de Washington hacia el mundo: «… el lenguaje no ha cambiado desde Washington a Obama, Norteamérica sigue según los oligarcas que la dirigen, no ha cesado en ser el brazo armado de la providencia divina».

Entonces valdría la pena preguntarse, lejos de la polémica si se comparte o no la visión de los yihadistas del denominado Estado Islámico (armado por los mismos norteamericanos para desestabilizar la zona del mal llamado Oriente Medio) ¿Quién es más fundamentalista?

Resulta interesante reflexionar un poco sobre ello y la forma y manera en que el fundamentalismo cristiano protestante penetró nuestra sociedad costarricense, impregnando luego el católico, y posteriormente su utilización por los políticos criollos, como reconocimiento a una realidad social que debía aprovecharse para la obtención de votos en las elecciones o el apoyo popular para ciertas decisiones gubernamentales. Es decir, no solamente copiamos ciertas manifestaciones culturales norteamericanas en nuestra forma de vivir cotidiana, unas buenas y otras malas, sino que copiamos también las manifestaciones fundamentalistas que son propias de mentes estrechas e ignorantes.

Muchos políticos latinoamericanos y muy particularmente los costarricenses son conscientes del poder social de la religión, y así, el fundamentalismo religioso cristiano sigue ejerciendo en América Latina una influencia política gigantesca. No es claro si estos movimientos políticos se toman en serio la religión, o la utilizan (y los votos de sus miles de seguidores) como un fenomenal capital electoral. Lo que sí es claro es que en la mayoría de los países de América Latina, la laicidad absoluta del Estado es solo una formalidad que no se ve reflejada ni en el comportamiento de sus políticos ni en el de quienes los eligen democráticamente. Tal vez tenía razón el escritor y filósofo español Miguel de Unamuno, cuando decía –curiosamente defendiendo no a la religión sino a la política– que “querer separar la religión de la política es una locura tan grande o mayor que la de querer separar la economía de la política”.

Mientras esta situación perdure, ni en los Estados Unidos (como lo vemos en las noticias que de allá provienen) han de prosperar las medidas tendientes a una mayor justicia social (legalización de inmigrantes, seguro de salud generalizado y otras), ni en Costa Rica sucederá el milagro de lograr, al fin, un Estado laico (somos el hazmerreír mundial en este campo), o las libertades civiles para personas practicantes de la diversidad sexual, o la fecundación in vitro, para poner algunos ejemplos.

Nuestro fundamentalismo, a la tica, es realmente un esperpento de proclividad y oportunismo político, de ignorancia generalizada y de manipulación de las masas más desposeídas de conocimientos y criterios liberadores de la esclavitud mental a postulados nunca comprobados. De la misma forma que la inmensa masa de norteamericanos ignorantes y cautivos del consumismo más aberrante, se dejan conducir por el despeñadero que los conduce a aceptar las aberraciones de sus gobiernos.

Alfonso J. Palacios Echeverría

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5 COMENTARIOS

  1. fundamentalistas religiosos o filosofastros libertinos que promueven la cultura de la muerte (aborto, homosexualidad)…quizás los fundamentalistas sean el MENOS MALO de los dos males.

    • Que mas cultura de la muerte que las guerras promovidas por USA y apoyadas por los fundamentalistas evangelicos o ese consumismo materialista y antiecologico.

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