«Angels can fly because they can take
themselves lightly.”
G. K. Chesterton.
Como he mencionado en otros collages de citas, a lo largo de los últimos años he saboreado varias obras del sociólogo, jurista y filósofo mediterráneo: Eligio Resta, de quien tuve conocimiento gracias a un artículo suyo titulado El tiempo y el espacio del jurista, publicado en el libro: Democracia, Justicia y Dignidad Humana. Homenaje a Walter Antillón Montealegre (Compilado por Juan Marcos Rivero Sánchez y Javier Llovet Rodríguez, Editorial Jurídica Continental, Costa Rica, 2004). En ese sugestivo texto Resta expone varios temas relacionados con los retos de quien se dedica a la actividad jurídica y, al final, nos recuerda que en 1919, terminada la Primera Guerra Mundial, Hans Kelsen escribió un estupendo ensayo sobre pacifísmo jurídico “…en el que teoriza para el jurista una ‘tarea infinita’ que consiste en desmantelar la soberanía de los Estados, es decir, la pertenencia a la tierra, al territorio, que hace que las fronteras sean esas formas que no pueden ser superadas”. A lo anterior, Resta agrega que la tecnología está trabajando en ese sentido y abriendo algunas canteras kelsenianas que son como una apuesta o un desafío que debemos aceptar “conservando una visión libre, pero, como se dice, prudente, dirigida al universalismo de los derechos contra los egoísmos de tantas pequeñas patrias”.
En ese mismo artículo, Resta nos recuerda al filósofo Gottfried W. Leibniz y su ars combinatoria, referida a esa virtud especial que logra conservar unidos distintos planos y que las diferencias sean compatibles, así como relacionar universos lógico-lingüísticos distintos “Su capacidad consiste en cruzar los diversos planos de la vida; y, por ello constituye hoy día el amplio terreno sobre el cual se puede descifrar la identidad múltiple, inconexa, compuesta por varios ‘yo’ divididos”.
Según explica Resta, ese arte combinatorio también puede considerarse el terreno en el que podríamos incluso recomponer verdaderas ‘divergencias’, de manera que, aplicando el ars combinatoria “Un razonamiento debe reunir muchos lugares, muchos tiempos, diversos códigos: es una bella metáfora del problema moderno de la Hermenéutica, y no ha faltado quien ha querido ver en el ars combinatoria una dimensión moderna de Dios”; y, más adelante, el mismo autor mediterráneo nos recuerda que Leibniz, en uno de sus discursos, explicaba que “…también el jurista debe construir orden en las cosas, debe establecer conexiones, dar sentido a universos variados. No es casual, pero viene dicho sólo incidentalmente, que la palabra ‘orden’, ordenamiento, frecuente en el léxico jurídico, proviene del arte textil (la urdimbre), que es actividad de reconducción de los hilos aislados dentro de un diseño complejo”.
Y aunque mis collages de citas no pretenden ser jurídicos, en el estricto sentido de la palabra, reconozco que este asunto del ars combinatoria me fascinó desde la primera vez que lo leí, al punto que uno de ellos, que hice en honor a Eligio Resta y al querido jurista Juan Luis Arias (1941 – 2011), que lleva por título, precisamente: Ars combinatoria.
Pues bien, adivinase: este collage no es la excepción. Aquí, como lo indico en el título, quiero combinar lo que, a grandes rasgos, he aprendido sobre el tema del re-sentimiento, haciendo un recorrido por los libros y autores que más claridad me han ofrecido al respecto, y me encantaría que me acompañés en este viaje literario en el que espero mostrarte algunos puntos de vista sobre el tema y, de paso, me propongo realizar algo de divulgación cultural de obras en las que se ha tratado hasta el fondo.
Retomando el hilo de la narración, te cuento que lo segundo que leí de Eligio Resta fue su introducción al libro ¿Por qué la guerra? (Editorial Minúscula, Barcelona, 2001), bellamente escrita, que recopila el profundo diálogo entre Sigmund Freud y Albert Einstein con respecto a ese asunto que no pierde actualidad. A dicha obra me he referido en otras ocasiones pero, como ahora quiero hablar del re-sentimiento, me parece importante citarla de nuevo para incluir estas palabras de Freud: “Las modificaciones psíquicas que acompañan a la evolución cultural son notables e inequívocas…Sensaciones que eran placenteras para nuestros antepasados nos resultan indiferentes o aun desagradables; el hecho de que nuestras exigencias éticas y estéticas ideales se hayan modificado tiene un fundamento orgánico. Entre los caracteres psicológicos de la cultura, dos parecen ser los más importantes: el fortalecimiento del intelecto, que comienza a dominar la vida pulsional, y la interiorización de las tendencias agresivas, con todas sus consecuencias ventajosas y peligrosas”. ¿Por qué la cita? porque creo que el re-sentimiento es uno de los principales detonantes de la guerra en cualquiera de sus formas: desde las más sangrientas, primitivas y crueles, hasta las más diplomáticas llevadas a cabo a través de sutiles y refinados intercambios de palabras en una discusión dizque amigable.
Parafraseando a Freud, creo que la evolución cultural nos llevará a la interiorización de nuestras tendencias agresivas, lo que traería consecuencias ventajosas, pero también peligrosas, si no aprendemos a metabolizar esas tendencias violentas; y por eso me parece importantísimo tratar de comprender cómo funciona el re-sentimiento, porque siento que aprender a liberarnos de esa oscura fuerza sería un avance evolutivo importante. Pero sigamos adelante a ver si logro explicarme mejor ¿de acuerdo?.
Lo siguiente que leí de Eligio Resta me permitió iniciarme (autodidácticamente) en la comprensión del idioma italiano, y ese es un plus que le agradezco a sus obras: Le stele e le masserizie. Paradigmi dell’osservatore (Laterza, Bari, 1997), y aquel otro libro titulado: Il diritto fraterno (Laterza, Bari, 2005). Además, para mi deleite, también tuve la oportunidad de saborear unas hermosas videoconferencias grabadas por este autor para la Università Telemàtica Internazionale….¡toda una invitación a viajar por el Mediterráneo y su rica cultura filosófica, jurídica y literaria!. Si lográs encontrar esas conferencias en Internet, verás cuántas inquietudes y deseos de seguir profundizando más y más te provocarán los temas ahí planteados. O, al menos, eso fue lo que me sucedió a mi, porque tantas referencias a autores, libros e historias que desconocía despertaron mi curiosidad y ganas de continuar embarcada en este viaje de aprendizaje y descubrimiento que, afortunadamente, continuó con la llegada de más libros; entre ellos: La certeza y la esperanza: Ensayo sobre el derecho y la violencia (Paidós, Barcelona, 1995), donde se leen estos párrafos que quiero resaltar: “Para ser realmente derecho, el derecho deberá diferenciarse de la violencia; si, en cambio, termina por asemejarse demasiado al objeto que pretende regular y de cuyo distanciamiento nace la posibilidad misma de la diferencia, sólo será otra forma de violencia […] La apuesta por la diferencia del derecho en relación con la violencia es, como sugería H. Kelsen, también la apuesta por su pacifísmo. Si la apuesta por la diferencia del derecho respecto de la violencia se perdiera irremediablemente, habría que comenzar a apostar por una nueva diferencia respecto del derecho: por otro pacifísmo”.
Y destaco esas frases porque siento que resumen algunos de los temas tratados por Resta a lo largo de sus obras: la violencia y sus ambivalencias miméticas, pero también el pacifismo y las alternativas de observación y auto-observación que nos permiten metabolizar tanto la violencia interna como la externa, lo que nos ayuda a arribar a nuevos enfoques y salidas al eterno problema al que Resta le dedica otro de sus artículos titulado, precisamente: La violencia ‘soberana’’, publicado en un libro que disfruté muchísimo y que me permitió leer otros artículos y puntos de vista de excelentes juristas como Luigi Ferrajoli, Stefano Rodotá, Héctor Silveira Gorski, Tamar Pitch, Roberto Bergalli, Wold Paul, Encarna Bodelón González, etcétera.
Ese libro al que hago referencia en el párrafo anterior, lleva por título ‘Soberanía: un principio que se derrumba’ (Compilado por Eligio Resta y Roberto Bergalli, Paidós, Barcelona, 1996). Y, para dejar patente, una vez más, que la violencia y su phármakon –o sea: el remedio para interrumpir la ambivalente mímesis de la violencia–, son temas fundamentales a los que Resta le ha prestado no poca atención a lo largo de sus obras, también podrías leer estos otros libros que sólo te menciono por si no sabías de su existencia y para dejar constancia de que disfruté y aprendí muchísimo con su lectura, ya que me permitieron navegar por otros mares en busca de soluciones alternativas: L’infanzia ferita (Laterza, Bari, 1998); Le regole della fiducia (Laterza, Bari, 2009); Marciare per la pace: Il mondo non violento di Aldo Capitini, (Edizioni Plus. Pisa University Press, Pisa, 2007); escrito por Eligio Resta en compañía de Alarico Mariani Marini; y, por último, pero no menos importante: Diritto vivente (Laterza, Bari, 2008), dedicado a Marghi, con estas hermosas y dulces palabras: “Questo libro, infine, che, sia pure per alcuni aspetti specifici, parla della vita è dedicato a chi ha condiviso intensamente con me una vita, tra noi, felice.”
¿Por qué te cuento todo esto? Pues, porque me parece importante dejar constancia de que, fue leyendo estas obras, como despertó en mi un interés cada vez más creciente por temas indiscutiblemente relacionados con el Derecho, entre ellos: la violencia, la guerra, pero también el pacifismo, la fraternidad… y el re-sentimiento; palabra que escribo con ese guión en el medio porque deseo recalcar, tal como lo hace el mismo Eligio Resta en algunas ocasiones, que el re-sentimiento es precisamente ese sentir y re-sentir, o sea, volver a sentir una y otra vez, un hecho esecífico que nos duele y consideramos injusto. Y también porque reconozco que hasta que vi expuesta la cuestión del re-sentimiento en las obras de ese mediterráneo, no se me había ocurrido pensar que se trataba de algo fundamental para el Derecho.
Como explica Resta en La certeza y la esperanza “…desde su punto de vista histórico, el derecho representa en la Tierra el intento de eliminar el ressentiment de una vez por todas, lo cual se convertirá muy pronto en motivo literario recurrente…A pesar de los ‘resentidos’, es precisamente en el derecho donde se concreta la lucha ‘contra’ los sentimientos reactivos, esto es, la guerra contra ellos de parte de ‘potencias activas y agresivas que usaban en parte su fuerza para imponer freno y medida al desenfreno de pathos reactivo, y para obligar a llegar a un acuerdo’ […]. Interrumpir la mímesis: lo contrario de lo que quiere toda venganza […] Por esta razón, advierte Nietzsche, los Estados de derecho son siempre estados excepcionales, instrumentos de una ‘mayor unidad de potencia’.” … ¡Y vaya si hay que tener una mayor unidad de potencia para poder poner límite al re-sentimiento y la venganza propia o ajena!.
Pero además con esta cita introduzco a otro autor que conocí gracias a las obras de Eligio Resta: Federico Nietzsche, escritor del que tanto he aprendido y al que malinterpreté muchísimo al principio, porque me había dejado llevar por pre-juicios sobre su pensamiento; y fue gracias a las positivas referencias sobre Nietzsche, que nos ofrece Resta en sus obras, como decidí leer sus libros directamente; y luego no tuve más remedio que escribir mi Palinodia a Nietzsche, donde me disculpo y trato de saldar las cuentas con tan grande filósofo europeo.
Reconozco que con unas cuantas citas no podré dejar clara la complejidad y riqueza de análisis que hacen Nietzsche y Resta con respecto al tema del re-sentimiento; para ello, lo mejor que puedo hacer es remitirte a la lectura directa de sus obras; sin embargo, aquí me interesa dejar patente que el re-sentimiento y en particular la reacción de las personas re-sentidas, es uno de los fenómenos fundamentales que debe enfrentar y limitar cualquier persona, pero también todo ordenamiento jurídico que pretenda evolucionar hacia el cosmopolitismo pacifista.
Por un momento dejo a un lado a Nietzsche y retomo los libros de Resta, para contarte que en Le stelle e le masserizie. Paradigmi dell’osservatore, encontré algo que me pareció esencial para comprender cómo funciona el re-sentimiento en mi misma y en las demás personas –pero también para analizar si esa destructiva y paralizante fuerza está presente en cualquier discurso, diálogo o grupo social–. A grandes rasgos resumo diciendo que la persona re-sentida se detiene inmóvil en un tiempo preciso en el que el re-sentimiento ha tenido razón de producirse y por eso mismo detiene también el tiempo de su identidad. Como explica Resta:
”Inimitabile la riconstruzione che ne fa Canetti all’interno del gioco tragico di potere e sopravvivenza. L’esempio potrebbe essere quello significativo della differenza tra il risentito – o chi perdona ad altri per barattare obbedienze – e chi perdona perché ha la capacità di elaborare il propio sé dentro una storia di percepzione di ingiustizie che si sono consummate nel tempo, senza concedere ipocritamente e senza barattare nulla. La differenza è tra chi si ferma immobile ad un tempo in cui il risentimento ha avuto ragione di prodursi e, per questo, ferma il tempo della sua identità e chi interrompe col perdono l’ interruzione del tempo”.
Tomando en cuenta la cita anterior me parece importante que, a la hora de observar los comportamientos propios y ajenos, nos preguntemos: ¿a cambio de qué perdonamos un hecho que nos pareció injusto? Porque si perdonamos a cambio de nada nos soltamos de las cadenas que nos mantienen inmóviles en el tiempo en que el re-sentimiento tuvo lugar y también liberamos a la persona de la que habríamos deseado vengarnos por la supuesta injusticia. En otras palabras, más que de perdón aquí podríamos hablar de un sincero olvido de la afrenta y hasta de eso que llaman conceder ‘la gracia’.
Respecto de lo anterior, me resultó muy esclarecedor lo que cuenta Nietzsche en Genealogía de la moral (Porrúa, México, 2004): “…el hombre del resentimiento no es ni franco, ni ingenuo, ni leal consigo mismo. Su alma ‘bizca’, su espíritu ama los rincones, los fuegos fatuos y las puertas secretas; allí es donde él encuentra ‘su’ mundo, ‘su’ oscuridad, ‘su’ descanso; sabe guardar silencio, no olvidar, esperar, empequeñecerse provisionalmente, humillarse”. Y al comparar estos comportamientos con los de una persona que no guarda re-sentimientos, sigue diciendo Nietzsche: “…el mismo resentimiento, cuando se apodera del hombre noble, se acaba y se agota por reacción instantánea, por lo que no ‘envenena’; además, en casos muy numerosos, el resentimiento no estalla completamente, mientras que en los débiles y en los impotentes será inevitable”.
Y en su poema Así habló Zaratustra (Aguilar, Buenos Aires, 1958), el mismo Nietzsche llama a las personas resentidas corazones de tarántula porque estima que el re-sentimiento es como el veneno de ese peligroso animal que deja su costra negra alrededor de la picadura y su veneno hace bailar a las almas re-sentidas y las transforma en seres deseosos de venganza. Luego, volviendo a Genealogía de la moral, el autor se refiere a las personas que logran librarse del re-sentimiento con estas palabras: “…éste es el signo característico de las naturalezas fuertes, que se encuentran en la plenitud de su desarrollo y que poseen una superabundancia de fuerza plástica, regeneradora y curativa, que llega hasta hacer olvidar. (Un ejemplo, de este género, tomado del mundo moderno, es Mirabeau, quien no tenía la memoria de los insultos, de las infamias que se cometían con él, y quien no podía perdonar, únicamente porque…olvidaba). Un hombre así se desembaraza, de una sola sacudida, de mucha roña que otros conservan definitivamente: sólo aquí es posible el verdadero ‘amor a sus enemigos’, suponiendo que sea posible sobre la tierra”.
En otras palabras, quien re-siente ni es libre ni quiere vivir entre libres, porque la persona que perdona a cambio de algo –y peor aún, si perdona a cambio de obediencia–, en el fondo no ha perdonado realmente y lo que busca es erigirse en el o la pre-potente de turno, como llama Eligio Resta a quien sube al poder haciendo concesiones hipócritas e intercambiando perdón por obediencia en un juego mimético y ambi-valente que no se interrumpirá mientras una de las partes no logre cultivar la ‘superabundancia de fuerza plástica, regeneradora y curativa, que llega hasta hacer olvidar’, y que permite trascender el conflicto perdonando a cambio de nada.
Por cierto que Niestzsche también llama esclavas a las personas re-sentidas, y me parece que ése es un buen término a utilizar, porque quien re-siente es un ser humano que queda inmovilizado, fijado en el tiempo, y, aunque en apariencia pueda seguir con su vida; en el fondo se trata de un ser encadenado… como Prometeo antes de adquirir su libertad. Esto lo explica Eligio Resta a lo largo de toda su obra en esas bellas páginas donde nos habla de la para-noia versus la meta-noia, pero, una vez más, es un asunto que preferiría leyeras directamente en sus libros.
Por todo lo anterior, otra característica de quienes re-sienten es que: ‘En todas sus reivindicaciones resuena la venganza, en cada uno de sus elogios hay algo que hace daño; ser jueces es para ellos el colmo de la dicha’, como claramente lo expresa Nietzsche en Así habló Zaratrustra. Y Resta agrega lo siguiente en este largo fragmento tomado de La certeza y la esperanza:
”Lo que el resentimiento de Nietzsche fustiga con más fuerza no es tanto su hybris como el que sean secretamente vengativos: ‘por eso desgarro vuestra tela, para que la rabia os haga salir de vuestro agujero de mentiras y surja vuestra venganza detrás de vuestra palabra justicia’.
Sacar a la luz los escondrijos, mostrar el sentido de su justicia como venganza ‘particular’ – habría dicho Hegel–, descubrir el rostro de ‘verdugo y de sabueso’ de quien se erige en juez: éste es para Nietzsche el antídoto al ‘fariseísmo sin poder’. Pero su suspicacia aún habrá de producir más frutos.
El entusiasmo de la venganza es lo que impulsa a la autoproclamación como ‘buenos y justos’; ‘queremos vengarnos e injuriar a todos los que no son nuestros iguales’ es lo que prometen los ‘corazones de tarántula’. Y la conclusión: ‘desconfiad de todos aquellos en quienes el instinto de castigar se muestre pujante’; y aún: ‘desconfiad de todos aquellos que hablan constantemente de su justicia’…La mímesis entre la enfermedad y su cura es demasiada o demasiado violenta; en ella falta medida, ‘legalidad’. Los corazones de tarántula no son ‘los predicadores de la igualdad’, sino ‘los predicadores de su propia igualdad’. Lo que quieren es que la justicia sea sólo esto: ‘que el mundo se llene con los temporales de nuestra venganza’. ”
Para ilustrar esta crítica que hacen Nietzsche y Resta a las personas re-sentidas, y secretamente vengativas, que en el fondo no perdonan y detienen su identidad en un tiempo específico de su vida, se me ocurren de inmediato varios ejemplos literarios tomados de otro autor al que me complace mucho introducir.
Me refiero a Daniel Gallegos Troyo: novelista y dramaturgo, co-fundador de la Escuela de Artes Dramáticas de la Universidad de Costa Rica y persona que ha tenido el privilegio de estudiar en grandes ciudades como New York –en el Actors Studio y nada menos que con Lee Strasberg–, Paris y Londres, por citar algunos de los lugares en los que ha tenido la oportunidad de vivir este artista cosmopolita.
Aquí hago una digresión para contarte algo que muchas personas no saben: antes de dedicarse a la dirección, enseñanza y escritura de obras de teatro y novelas, Daniel Gallegos estudió Derecho y culminó esa profesión con un post-grado en la Universidad de New York. Y este es un dato que deseo resaltar porque he notado que, en la mayoría de sus obras, existe un tema recurrente: el poder y sus patologías; que es precisamente de lo que te hablo aquí, porque dentro de las patologías del poder se encuentran el re-sentimiento y el secreto deseo de venganza.
Por razones de espacio no puedo hacer referencia a la riquísima trayectoria de este escritor, ni citaré la enorme cantidad de premios y reconocimientos que ha merecido su obra tanto en Costa Rica como en otros países. Baste decir que quienes hemos tenido el privilegio de saborear sus novelas, y leer o ver representadas su obras de teatro, sabemos de la riqueza de contenidos y del gran refinamiento, agudeza y crítica visión de mundo que nos regala. En otras palabras, parafraseando a Nietzsche, tanto en sus obras de teatro como en sus novelas, Daniel Gallegos desgarra la tela para hacer salir a las personas re-sentidas y vengativas de su agujero de mentiras.
Así, por ejemplo, puedo contarte que en Los Profanos (Ed. Costa Rica, San José, 1983), se aprecia el tema de la rebeldía representada por jóvenes que no se conforman con vivir bajo las reglas hipócritas que les impone una sociedad enferma y re-sentida que pretende obligarlos a obedecer costumbres y valores caducos que coartan la libertad y espontaneidad de los protagonistas.
En La Colina, (Ed. Costa Rica, San José, 1969), observamos la hipocresía y los re-sentimientos puestos en acción en el ámbito religioso, contrastados con esa espiritualidad “imbuida de una profunda piedad humana y de un sentimiento religioso auténtico, sin mixtificaciones ni supersticiones”, como resume la contratapa del libro.
Otra de las obras de la que podría extraer temas relacionados con la patología del poder, ejercido a través de la manipulación que realizan las personas re-sentidas, es La Casa (Ed. Costa Rica, San José, 2006), drama teatral que, de manera sutil y sin grandes aspavientos, muestra el ambiente de asfixia y opresión que puede imperar en un espacio –social o familiar–, si no se respeta la libertad de sus integrantes. O, para decirlo con su prologuista Jorge Charpentier “La Casa es una obra que rescata el sentido de respeto por la libertad dentro del grupo social… Lo contrario es convertir la casa en casa-cárcel y a sus habitantes en víctimas que tardíamente deben huir hacia alguna ciudad desconocida, que si bien les permitirá espacios diversos y mayores, también los cargará de malsana nostalgia y orfandad no buscada. La casa es además la denuncia de cómo todo poder fundado en la ignorancia de quiénes son los otros, convierten en condena y soledad la compañía”.
Los efectos nocivos y paralizantes del re-sentimiento en personas que, aunque en apariencia sigan adelante con sus vidas han detenido su identidad y han quedado fijadas en un tiempo preciso en el que el re-sentimiento ha tenido razón de producirse, se ven reflejados también en esa interesante y rica novela titulada Punto de referencia (Ed. Costa Rica, San José, 2000), inspirada, a su vez, en su obra de teatro que lleva el mismo título (Editorial Costa Rica, San José, 1984). En ambas se muestra la huella indeleble que marca a los dos hombres y a la mujer que son parte de una hermosa relación vivida por los protagonistas durante su juventud; nexo que queda detenido en el tiempo, como punto de referencia que los personajes recuerdan a lo largo de sus vidas. Ahí vemos cómo el re-sentimiento les impide, por mucho tiempo, volverse a reunir y continuar con su entrañable amistad del principio.
Por supuesto que no te voy a contar el desenlace; más bien, te invito a leer esa refinada trama para que descubrás cómo se resuelve el tema del re-sentimiento, y también porque te aseguro que su lectura te permitirá saborear el aire de una época a través de la música, la literatura, la filosofía y las ideologías que imperaban en aquellos años; así como otros detalles significativos que nos sirven de puntos de referencia para comprender la vida y el ambiente de sus protagonistas.
Otro drama en el que uno de los personajes queda herido por esa agridulce mezcla de re-sentimiento y nostalgia por las posibilidades perdidas, se dibuja en Tiempo diferido, esa obra de teatro que Daniel Gallegos escribió especialmente para la actriz Haydeé De Lev “…como muestra de mi respeto, cariño y admiración. También para celebrar la colaboración que hemos vivido y tenido en estos caminos del arte”; bella dedicatoria que podrás leer en la edición que salió publicada junto con su obra Punto de referencia, ambas bajo el título Juegos con el tiempo (EUNED, San José, 2008). Por cierto que en Tiempo diferido, encontré esta aguda frase: “Recordar es un poco caminar al borde del abismo”, lo que me parece muy oportuno tener en cuenta, no sólo por lo fácil que resulta caer en el abismo del re-sentimiento cuando evocamos, sino también por todos los posibles significados que se le pueden dar a la tentación del recuerdo y a los motivos que nos llevan a rememorar; porque… ¿estarás de acuerdo conmigo en que no siempre recordamos para re-sentir lo doloroso o lo que, según nuestro punto de vista, ha sido injusto? Quiero decir que también podríamos recordar los momentos felices, ésos que no provocan resentimientos ni secretos deseos de venganza sino, más bien, dulces sensaciones y deseos agradables; pero, como éste no es el tema en desarrollo, lo dejo hasta ahí…¡aunque sería tan lindo volver, volver, volver… a esos felices momentos!.
Pero mejor sigamos con otros ejemplos literarios tomados de esas obras donde resulta patente la perspicaz mirada de Daniel Gallegos y la disección del re-sentimiento y del deseo de venganza, donde sus protagonistas muestran un pujante deseo de castigar y, parafraseando a Nietzsche, de que el Mundo se llene con los temporales de su venganza. Este tema lo podrás apreciar en El séptimo círculo (Ed. Costa Rica, San José, 1982), drama de teatro en el que, una vez más, vemos enfrentadas, en un conflicto mimético y ambi-valente, a dos generaciones: jóvenes versus adultos mayores…y viceversa.
Como habrás advertido, El séptimo círculo hace alusión a La Divina Comedia de Dante, pues es en ese círculo del infierno donde Dante ubica a las almas de las personas violentas; o sea, de quienes experimentan placer con la violencia ‘per se’, ignorando que “Del resto si sa che il ‘violento’ è un soggetto che ha una carente elaborazione del sé, cosi come il ‘perdente’ è facilmente disposto a imputare a paranoici complotti ed a oscuri accerchiamenti la causa del propio insuccesso (lo stile paranoico in politica è ben noto). Il narcisismo della cultura contemporanea è anche questo”, como explica Eligio Resta en Le stelle e le masserizie. Paradigmi dell’osseratore.
Otra de las obras de Gallegos que describen la para-noia o fijación en un tiempo preciso de quien re-siente, se titula: Ese algo de Dávalos (Ed. Costa Rica, San José, 1967), de la que te puedo contar que Ricardo Dávalos es un gran pintor en la cima de su fama; pero que, sin embargo, todo su esfuerzo, toda su obra, todo su éxito, se ha nutrido del re-sentimiento y de su secreto deseo de venganza contra la gente que, según su percepción, cometió injusticias contra él. Personas que, desde su punto de vista, trataron de destruirlo arrancándole lo mejor de sí, o sea, las partes de sí mismo que perdió en su camino hacia la fama. Y, aunque dice haber superado a esas personas a quienes no respeta y de las que se divierte a su costa, en el fondo el re-sentimiento de Dávalos –ese seguir fijado en las supuestas humillaciones producidas contra él mientras trataba de ascender–, provoca en la mayoría de personas que están a su alrededor el mismo efecto re-sentido. Por eso, quienes observamos la obra vemos que entre los personajes se da aquello que dice Nietzsche: ‘en todas sus reivindicaciones resuena la venganza, en cada uno de sus elogios hay algo que hace daño; ser jueces es para ellos el colmo de la dicha’, y tanto Dávalos como su séquito de admiradores y detractores perpetúan, de manera muy refinada, esa mímesis que no se interrumpe porque las partes en juego son incapaces de salirse de la ambi-valencia… del mutuo re-sentimiento.. Ninguno de los personajes es lo suficientemente grande como para perdonar, e incluso, ir más allá, y otorgar la gracia del olvido a las afrentas del pasado. Ninguno, salvo Angela, quien decide amar a Dávalos sin esperar nada a cambio, y eso le permite trascender la situación y liberarse del re-sentimiento sin desear ninguna venganza. Algo así como lo que lograba hacer Mirabeau, según nos contaba Nietzsche.
¿Otro ejemplo?…¡aqui va!: en Expediente Confidencial (Tinta en Serie, San José, 2010), Daniel Gallegos realiza la disección del re-sentimiento; pero esta vez expresado en el ámbito de la política. Y no está de más contarte que el libro en el que se publicó esa obra de teatro trae un epígrafe de Macbeth que dice: ‘When our actions do not, our feers do make us traitors’. ¿Que por qué le doy especial importancia a ese epígrafe? bueno, porque si ya leíste Expediente Confidencial, recordarás que el protagonista de la obra ejemplifica muy bien lo que Nietzsche llama los hombres del resentimiento, o también: los corazones de tarántula, porque el protagonista ha llegado a ser nada menos que el Presidente de una República, pero todo su camino hacia la cumbre lo recorrió sin perder su secreto deseo de venganza contra las personas que, según su miope punto de vista, lo humillaban o lo hacían sentirse inferior porque era un campesino…con medios económicos, pero campesino al fin de cuentas.
El protagonista de Expediente Confidencial expresa su fijación y para-noia con estas claras palabras: ‘El resentimiento es una fuerza poderosa que nunca se erradica, porque lo nutre siempre el recuerdo de la humillación. Es una llaga que nunca logra sanar’. Y las preguntas que me surgieron en cuanto leí esa frase fueron ¿es esto cierto? ¿acaso no hay personas que con su ejemplo han demostrado que el re-sentimiento se puede superar sin pedir obediencia ni servilismos a cambio?.
De hecho, ya sabemos que un ejemplo de esas personas que logran sanar la llaga del re-sentimiento nos lo ofreció Nietzsche en la figura de Mirabeau. Y Daniel Gallegos, a la par de los personajes resentidos, nos regala también algunos paradigmas literarios de seres que logran superar el re-sentimiento.
Uno de esos bellos ejemplos lo encontramos en su deliciosa novela La Marquesa y sus tiempos: memorias de una sibila (Alfaguara, Costa Rica, 2014). No te voy a contar los pormenores del argumento ni la maravillosa manera de viajar por el tiempo que utiliza la protagonista. Baste con decirte que uno de los personajes explica, casi al final del relato que, gracias a la Sibila: “En concreto, mi vida de relación también dejó de ser un balance de contabilidades. Ni el amor ni la amistad pueden sobrevivir de esa manera. Con Tishina aprendí el valor de dar, sin esperar retribución. El goce de dar y recibir ha de ser también espontáneo e inocente. La entrega en cualquiera de las dos formas no tiene condiciones, si hay confianza se pierde el miedo…miedo a la traición o a la incomprensión”. Pero si te parece que el anterior ejemplo es demasiado literario, y si el Conde de Mirabeau, citado por Nietzsche, te resulta muy lejano en el tiempo; me gustaría recordarte un caso bastante contemporáneo: Nelson Mandela.
En su autobiografía titulada: El largo camino hacia la libertad (eBook, Aguilar, Madrid, 2012), encontrarás a un ser humano que evolucionó de los re-sentimientos y deseos de venganza más violentos y primitivos hasta comprender que esa actitud no haría otra cosa que mantenerlo en el círculo vicioso de la venganza y la violencia ambi-valente. Mandela logró cultivar esa ‘superabundancia de fuerza plástica, regeneradora y curativa, que llega hasta hacer olvidar’, de la que nos habla Nietzsche y fue lo suficientemente visionario para comprender que sólo superando el re-sentimiento podía moverse, seguir adelante y lograr su objetivo: la integración o incorporación de las partes segregadas.
No, no estoy diciendo que su tarea fue sencilla ni que su labor está concluida, lo que digo es que Mandela trabajó en ese sentido y dio los pasos que estuvieron a su alcance para que otras personas continúen transitando ese largo camino hacia la libertad. Con su ejemplo demostró que es posible evolucionar hacia la fraternidad y libertad para los pueblos.
Por cierto que la edición en inglés titulada Long Walk to Freedom: The Autobiography of Nelson Mandela (Ebook, Hachette, New York, 2008). viene acompañada de un bello prólogo escrito por Bill Clinton, quien nos relata algunas de sus conversaciones con Mandela; entre ellas ésta: “…’When you’re young and strong,’ he told me, ‘you can stay alive on your hatred. And I did, for many years’”. Pero en algún momento, aún estando en prisión, Mandela tomó conciencia de que ese no era el camino hacia la libertad y decidió no seguir encadenado al re-sentimiento. Líneas abajo Clinton agrega: “In another conversation I said, ‘Tell me the truth. When you were leaving prision after twenty-seven years and walking down that road to freedom, didn’t you hate them all over again?’ And he said, ‘Absolutely I did, because they’d imprisoned me for so long. I was abused. I didn’t get to see my children grow up. I lost my marriage and the best years of my life. I was angry. And I was afraid, because I had not been free in so long. But as I got closer to the car that would take me away, I realized that when I went through that gate, if I still hated them, they would still have me. I wanted to be free. And so I let it go”.
Y más adelante el mismo Mandela escribe: “To make peace with an enemy one must work with that enemy, and that enemy becomes one’s partner”. ¿No has leído ni tenés deseos de saborear la autobiografía de Mandela? Entonces me tomo la libertad de recomendarte esa hermosa película titulada: Invictus, dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Morgan Freeman y Matt Damon. En ella verás las acciones que llevó a cabo Mandela en su cruzada a favor de la incorporación e integración de las dos partes enfrentadas por la segregación racial.
Llegados a este punto, repito: si el ejemplo de Mirabeau te suena demasiado lejano en el tiempo y la historia de Mandela, a pesar de ser contemporánea, te parece extraña a tu realidad cotidiana, te propongo meditar sobre otro campo en el que muchos hombres y mujeres estamos trabajando, día a día, para liberarnos del re-sentimiento que por milenios ha provocado otro sistema de segregación tan nefasto como el apartheid: me refiero al patriarcado.
Pasar del derecho del padre a un derecho sorofraterno no es fácil, como lo explica Eligio Resta en su libro Il diritto fraterno, de donde tomo esta cita que explica una alternativa para desviar la mirada del código del amigo-enemigo y buscar otros caminos hacia la libertad. Dice Resta: “…il diritto fraterno è un diritto giuratto insieme da fratelli, uomini e donne, con un patto in cui si ‘decide di condividere’ regole minime di convivenza. Dunque è convenzionale, con lo sguardo rivolto al futuro. Il suo opposto è il ‘diritto paterno’, che è il diritto imposto dal ‘padre signore della guerra’ su cui si ‘deve’ soltanto giurare (ius iurandum). La coniuratio dei fratelli non è contro il padre, o un sovrano, un tirano, un nemico, ma è per una convivenza condivisa, libera dalla sovranità e dall’ inimicizia”. Claro que la cita anterior no es suficiente para resumir todos y cada uno de los puntos con los que Resta nos explica este Derecho alternativo que “È la scommessa di una differenza rispetto agli altri codici che guardano alla differenza tra amico enemico”; pero al menos deseo que permita abrir nuevas puertas porque, como espero haber dejado claro en otros de mis collages, antes de ser feminista me considero humanista y estoy convencida de que superar los re-sentimientos causados por el patriarcado, y lograr la integración de hombres y mujeres, es de vital importancia para seguir avanzando en nuestro largo camino hacia la libertad.
Y aqui me parece de lo más oportuno citar los últimos párrafos de El segundo sexo (Ed. Cátedra, Madrid, 2005), de Simone de Beauvoir: “…’La relación inmediata, natural, necesaria, del hombre con el hombre, es la relación del hombre con la mujer’, dijo Marx…No se puede expresar mejor. En el seno del mundo dado le corresponde al hombre hacer triunfar el reino de la libertad; para lograr esta victoria suprema es necesario, entre otras cosas, que más allá de sus diferenciaciones naturales, los hombres y las mujeres afirmen sin equívocos su fraternidad”.
Para ampliar este tema se me ocurre compartir con vos algunos párrafos de un divertido e inteligente artículo publicado por Alma Delia Murillo de la Cruz, escritora que conocí gracias, una vez más, a la recomendación de Yadira Calvo, quien me envió un texto de esa autora. Su manera ligera e irreverente de escribir me gustó lo suficiente como para sentir curiosidad de buscar otras de sus publicaciones, que se encuentran fácilmente en Internet. Así, en este artículo que lleva por título: Reivindicando al macho mexicano, nos dice Alma Delia Murillo:
“Parto de la base de que sin sentido del humor es imposible trascender la existencia y los prejuicios. La inteligencia se manifiesta en la capacidad de reirse hasta de los arquetipos más intocables como dios, padre o madre. La psique evoluciona cuando se cuestionan las figuras de autoridad. En otras palabras, si no nos pitorreamos de cuanto podamos, nos llevará la chingada. Y más en estos tiempos posmodernos donde la sobada apertura mental de la que tanto nos vanagloriamos nos impide decir lo que pensamos sin parecer políticamente incorrectos. Y a la chingada hay que ir por voluntad o por amor, no por ser incapaces de reírnos de la vida.”
Como ves, con deliciosa ligereza de ánimo empieza el artículo de esa escritora que nos propone otro punto de vista para ir superando re-sentimientos y mostrar que la convivencia, sin secretas venganzas, también es posible entre hombres y mujeres. Pero, sigamos con Alma D. Murillo: ”Y así como en la Edad Media sólo por nacer mujer se nacía bruja, puta o hija del Diablo; ahora pareciera que sólo por ser hombre se es cabrón, infiel y violento. Yo me pregunto ¿y la evolución apá? No es muy de avanzada responder a un cliché con otro, al machismo con el feminazismo…Luego el único que sale perdiendo es el amor y esa sí que es una tragedia de consecuencias devastadoras. Tan bonito que es darse cariño entre hembra y macho, y que conste en actas que no descalifico las otras preferencias pero como ésta es la mía, es de la que hablo.”
Si, sí, lo reconozco, hago todas esas citas para llegar a ese punto en el que, una vez más, me da por escribir sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Pero es que estimo importantísimo que abandonemos ese apartheid entre los sexos provocado por tantos milenios de patriarcado y por fin nos vayamos comprendiendo, así que te propongo acompañarme un poquito más leyendo lo que dice Alma D. Murillo:
”En este siglo de antiheroes, antivalores y segmentos de consumidores disfrazados de tribus urbanas, quizá nos vendría bien volver a mirarlo todo con una mirada elemental: se trata de la naturaleza humana. Los hombres y las mujeres no somos iguales ni lo seremos nunca, y cuánto me alegro. Sostengo que el camino a la evolución está en cultivar las diferencias, no en insistir en mutilarnos para pasarnos a todos por la tabla rasa de la igualdad” .
La autora sabe perfectamente que no faltará quien le reclame por afirmar que hombres y mujeres no somos iguales, así que se apresura a pedirnos calma y a dejar claro que ella no defiende la violencia…¡ni menos el feminicidio!. Y, a propósito de aclaraciones, espero que no haga falta dejar constancia de mi férrea creencia en la importancia de seguir buscando igualdad de oportunidades y en que los derechos humanos sean inclusivos para hombres y mujeres por igual; pero también creo que eso es una cosa muy diferente a la pretensión de mutilarnos para terminar igualándonos a costa de las preciosas diferencias que nos distinguen. Aclarado lo anterior, sigo con Alma D. Murillo:
”Pero insisto: si somos capaces de reírnos ya la chingamos. La mejor manera de debilitar un prejuicio es burlándonos de él, sobre todo si es tan dañino como los roles femeninos y masculinos preconcebidos, limitantes”. Y en este punto no puedo dejar pasar la oportunidad de contarte una bella anécdota que leí en la autobiografía de Mandela, porque ilustra mucho de lo que quiero decirte con toda esta perorata.
Cuando Mandela tenía diecisiete o dieciocho años, no se menciona la fecha exacta, fue matriculado por su tutor en una escuela secundaria y el día que iniciaron las clases estrenó su primer par de botas “Nunca me había calzado unas, y andaba como un caballo recién herrado. Hacía un ruido terrible al subir las escaleras y estuve a punto de escurrirme varias veces”. El mismo Mandela nos cuenta que al entrar haciendo semejante ruido en el salón de clase, observó a dos jóvenes mujeres que se reían de él y una comentó en voz alta, de manera que todo el grupo de estudiantes pudiera escucharla: ‘Ese campesino no está acostumbrado a ir calzado’, la otra compañera se puso a reir mientras a él se le nubló la vista de ira y vergüenza.
Luego, Mandela nos dice de la joven mujer que lo llamó campesino y se burló de él: “Ella se llamaba Mathona y era una listilla. Aquel día juré no hablarla jamás, pero al irse desvaneciendo mi humillación (y al irme acostumbrando a llevar botas) llegué a conocerla. Se convirtió en mi mejor amiga en Clarkebury. Fue mi primera amiga de verdad, una mujer con la que me relacionaba de igual a igual, en la que podia confiar y con la que podia compartir secretos. En muchos aspectos, ella fue el modelo de todas mis relaciones posteriors con las mujeres. Era capaz de sincerarme y confesarle debilidades y miedos que jamás podía haber compartido con un hombre.”
Esa divertida anécdota, llena de ternura, que empieza tan mal y termina tan bien, demuestra que esta fuerza podeosa que se llama re-sentimiento y que se nutre del recuerdo de la humillación es una llaga que sí se logra sanar; muy al contrario de lo que afirmaba el protagonista de la obra de teatro Expediente Confidencial. Por supuesto que para lograrlo hace falta cultivar la “superabundancia de fuerza plástica, regeneradora y curativa, que llega hasta hacer olvidar”, de la que nos habló Nietzsche y que he citado repetidas veces, a lo largo de este collage, por estimarla de vital importancia.
En el fondo de todo este asunto me parece fundamental tener presente la graciosa y aguda frase de G. K. Chesterton que leiste en el epígrafe: “Angels can fly because they can take themselves lightly”, y conste que ese enunciado me gusta no porque crea en ángeles, con o sin alas, sino porque me parece que Chesterton tenía razón cuando comprendió que a los seres humanos nos iría mejor si aprendemos a tomarnos más a la ligera pues, como nos recuerda Eligio Resta en alguno de sus libros: ”Las cosas hay que tomarlas muy en serio…pero también hay que aprender a relativizarlas”. Y la ligereza, desde mi punto de vista, nos da alas para superar los re-sentimientos, así como cualquier secreto deseo de venganza, tal cual lo mostraron Mirabeau y Mandela, en su largo camino hacia la libertad.
En fin, siento que para avanzar hacia el cosmopolitismo sorofraterno y continuar esa ‘tarea infinita’ que nos planteó Hans Kelsen, con respecto a trabajar en favor del pacifismo jurídico; e incluso, para intentar el ars combinatoria del que hablaba Gottfried Leibniz, es fundamental empezar con las relaciones hombre-mujer y luchar por superar los re-sentimientos individuales y colectivos; de manera que aprendamos a perdonar sin pedir nada a cambio y olvidando cualquier secreto deseo de venganza. Con esa actitud, talvez hasta podríamos entusiarmar a otras personas para que se sumen en este largo camino hacia la libertad de la Humanidad.
Creo que algo así nos propone la autora mexicana que escribió su reivindicación del macho, porque ella, como antes Freud, tiene confianza en la evolución y en la cultura. Por eso, al final de su artículo nos anima con estas palabras que hago mías, también para concluir: “Así que mujeres y hombres, hembras y machos, muchas y mochos, esto es lo que pienso: se trata de seguir aprendiendo y de seguir intentando el amor. Y no arribemos a la desesperanza porque como dice el bolero de Álvaro Carrillo: ‘Un poco más y a lo mejor nos comprendemos luego’”.
Nuria Rodríguez Gonzalo es Abogada