Seyne-les-Alpes (Francia), 26 mar (dpa) – En el Ayuntamiento de la localidad francesa de Seyne-les-Alpes el teléfono no deja de sonar. «Vale, le pongo en la lista». Los habitantes de la pequeña localidad de 1.500 habitantes en los Alpes franceses no dejan de llamar para ofrecer sus casas para acoger a la gente que llega de Alemania, España u otros países: los familiares de las víctimas.
Un signo de solidaridad con quienes han perdido a sus seres queridos en el accidente del avión de la aerolínea alemana Germanwings el martes, en el que murieron 150 personas.
Seyne-les-Alpes se encuentra a unos 15 kilómetros de las escarpadas montañas en las que se estrelló el Airbus A320 que cubría el vuelo de Barcelona a Düsseldorf.
Los familiares de las víctimas son esperados en el municipio, que no dejan de sobrevolar los helicópteros. En el polideportivo situado a las afueras se ha levantado una especie de capilla, un refugio de silencio y de luto. Los gendarmes franceses vigilan la calle y controlan el acceso. «La calle está cerrada», se limitan a decir. Nadie debe interrumpir el luto.
También 200 periodistas de numerosos países viajaron a lugar.
La gente de la localidad está muy afectada y ofrece lo que puede de corazón. «Incluso aunque no conocía a nadie, sencillamente es terrible», cuenta Marie-Therese Jean.
En el lugar del accidente las fuerzas de rescate trabajan recuperando posibles indicios y restos mortales. Fotografían y colocan banderitas en el suelo. Esta mañana los helicópteros que despegaron de Seyne-les Alpes llevaron a los en torno a 70 investigadores y efectivos especiales de rescate de montaña al lugar del accidente, una zona de muy difícil acceso.
Las condiciones en las que trabajan son muy difíciles. «Es muy empinado y resbaladizo», cuenta el jefe de las fuerzas de rescate de montaña, Olivier Cousin. «Es peligroso, uno se puede caer». Por eso su gente se encarga de asegurar con cuerdas a los investigadores que bajan a la montaña.
La mayoría de expertos de aviación que buscan indicios del accidente y también la segunda caja negra, aún desaparecida, no tienen experiencia en montaña. Y menos aún los forenses y expertos que comenzaron la recuperación de los restos mortales de las víctimas. Para ellos, ese trabajo supone una enorme prueba de resistencia física y psíquica. Cuando alguien no puede más es relevado y en caso necesario recibe asistencia psicológica.
Aunque en lo alto de la montaña no hay hielo, los efectivos llevan crampones y picahielos, que les aseguran una mejor sujeción y previenen resbalamientos.
Pero los helicópteros también constituyen un peligro, cuyos rotores pueden arremolinar piedras o trozos de metal y herir a los rescatistas. Por eso no aterrizan, o lo hacen sólo a una distancia considerable del lugar del accidente.
«Hoy es un día de prueba», explica Cousin. «Debemos probar a cuántos efectivos podemos llevar a la zona». Cousin procede de Briançon, a unos 4.000 metros de altura, por lo que conoce bien los secretos de la montaña.
Los restos mortales de las 150 víctimas mortales no serán llevados previsiblemente a Seyne-les-Alpes, sino a otro lugar para seguir siendo analizados. Sin embargo, no está claro cuándo podrán recuperarse todos los cuerpos. «No tenemos ni idea de cuánto se tardará en llevar los restos al valle».