La construcción social de la realidad (según Berger y Luckmann, 1972) trata de demostrar que toda la realidad social no es otra cosa que una construcción de la misma sociedad. El hombre mismo es quien construye su propia naturaleza, él es el que se produce a sí mismo y esa construcción será, por necesidad, siempre una empresa (construcción) social. La construcción social de la realidad puede tener diferentes disciplinas que la estudien, principalmente nos quedamos con el que le da la sociología, aunque si es cierto que numerosos autores han trabajado sobre este hecho; destacamos a dos conocidos como Sartre, o Nietzsche, entre otros muchos.
La sociología del conocimiento define la visión intersubjetiva de la realidad del entorno cultural y ecológico como una construcción donde median entre la percepción y la representación de los objetos de referencia, un conjunto de elementos. En el proceso de construcción social de la realidad la cotidianidad tiene el papel primario indudablemente.
Por ello se concretan las acciones, incidentes, y accidentes del ser y el existir. «Lo cotidiano se instituye a través de un conjunto de comportamientos, emociones, rituales, que acompañan el día a día de los diferentes sectores constitutivos de la trama social. La realidad de la vida cotidiana se comparte con otros, siendo la situación «cara a cara» la más importante de las experiencias de interacción social y del que derivan todas las demás situaciones de interacción.
En esta situación el otro es completamente real. Esta presencia puede ser próxima o remota y varía de acuerdo a la «distancia» que se vaya tomando del otro. En uno y otros casos, el otro es perfectamente real aunque llegue a constituir algo tan lejano y anónimo como lo que se denomina «opinión pública».
Entonces, la realidad social de la vida cotidiana es aprehendida en un continuum de tipificaciones que se vuelven progresivamente anónimas a medida que se alejan del «aquí» y «ahora» de la situación «cara a cara».
En un polo están los otros con los que interactúo intensamente y en el otro polo hay abstracciones sumamente anónimas que por su misma naturaleza nunca pueden ser accesibles a un «cara a cara». En este tono, la estructura social la estructura social es un elemento esencial de la realidad de la vida cotidiana.
Pero interpretar la realidad social de un país como el nuestro y las subculturas existentes en él, no es asunto fácil, pues la mayoría del pensamiento ha sido de importación, no generado conforme las realidades propias. Somos esclavos de un globalismo cultural, que le hecho un enorme daño a nuestro país.
La incapacidad para ver el mundo desde nosotros mismos ha sido cultivada sistemáticamente en nuestro país. Los agentes de la superestructura cultural, la «intelligentzia» que se estableció en el país luego de las graduales derrotas nacionales frente a los intereses imperialistas, determinó una mentalidad que enseña a pensar el mundo desde afuera. Es decir, desde una óptica que nada tiene que ver con una concepción realmente costarricense, sino basada en los parámetros culturales impuestos por el imperio, sus valores mercantilistas y consumistas, y el culto a la mediocridad de las masas, para su fácil manipulación. Esta es una realidad no siempre comentada de la globalización cultural, además de la económica y de las comunicaciones.
De las sucesivas realidades económicas nacionales emerge la patología intelectual de nuestros teóricos: El hombre de nuestra cultura o, mejor dicho, de nuestras academias intelectuales, no ve los fenómenos locales directamente desde una concepción teórica propia, sino que intenta interpretarlos a través de su reflexión en un espejo ajeno, a diferencia del hombre común, que guiado por su sentido práctico ve el hecho y trata de interpretarlo sin otros elementos que los de su propia realidad. Esta deformación mental de los cultos es típica en todos los países coloniales, incluso en la concepción moderna de colonialismo, y esto es lo que explica, entre otras cosas, el divorcio entre la mentalidad foránea de los letrados y el sentido realista de los iletrados.
La expresión «posición nacional» admite, por ello, bastante latitud, por lo que se le recomienda a los gobernantes que hay que desligarse de las meras doctrinas políticas nacionalistas para adoptar una línea política que obligue a pensar el destino del país en vinculación directa con los intereses de las masas populares.
Lo cual no supone ni una doctrina económica o social, ni mucho menos una doctrina institucional, pues todas son contingentes al momento histórico y sus condiciones. Por el contrario, supone un lugar dentro de la estructura social que permite articular la formación intelectual con las condiciones sociales concretas de los sectores populares, la fusión de la teoría y la práctica.
Desde que los estudios marxistas sobre hegemonía y superestructura cultural durante la década del 30 y 60, que se llevaron a cabo en otros países menos atrasados intelectualmente que el nuestro, comenzaron a enfatizar el valor de lo popular en el análisis social, cultural e ideológico, algunos intelectuales de la ciencia social en América Latina comprendieron que desde los espacios institucionales y académicos era insuficiente establecer una interpretación concreta de los fenómenos populares, lo cual llevó a pensar sobre la necesidad de vincularse directamente con estos sectores, distanciándose de la «intelligentzia colonial» inserta en los ámbitos académicos.
Un ejemplo clarísimo de ello es como, dentro de la academia y concretamente en el campo de las ciencias económicas, se depende de la producción norteamericana de textos, y muy raramente de obras europeas, generando una dependencia tecnológica absurda. Y lo peor de todo es que las traducciones a nuestro idioma de las obras norteamericanas llevan, por lo general, anos de distancia, al punto de que cuando se utiliza acá un texto traducido, es muy probable que las propuestas contenidas hayan sido refutadas o desacreditadas.
Y cuando algún despistado logra producir un texto de considerable valía, los colegas se encargan de desacreditar la obra, con argumentos realmente sorprendentes, pero por lo absurdos.
Pero las consecuencias del divorcio entre el trabajo intelectual y las condiciones concretas de clase obedecían a causas sociales más profundas que la mayoría de los teóricos no supieron (o no quisieron) combatir y transformar, es decir, las causas estructurales de los lugares ocupados en el campo intelectual desde posiciones pequeñoburguesas.
Fue entonces cuando las mismas ataduras ideológicas que parecían combatir terminaron finalmente por reproducir las formas de colonialismo mental, en tanto no existió un cambio radical de posicionamiento teórico-social que rompiera con aquella superficialidad del pensamiento. Así, la intención de compatibilizar el análisis concreto con la formación del conocimiento cayó en una desviación no menos equívoca al pretender reconocer las pautas de desarrollo popular desde un punto de vista ajeno a sus especificidades.
En medio de este marasmo, los medios de comunicación masiva adquirieron una importancia inusitada en la construcción de las estructuras sociales en nuestro país. Y para ello habría de decir algunas cosas.
Los estudios sobre el papel de los medios de comunicación en el proceso de socialización han hecho énfasis, históricamente, en la reconstrucción del proceso mediante el cual el individuo modifica sus representaciones de la realidad a partir de la recepción de discursos mediáticos. Los medios ponderan diversos aspectos de la realidad directa e indirectamente experimentada, devienen escenarios de diálogo y discusión social, instrumentos de legitimación y socialización de contenidos, generadores de conocimiento, referentes en el mundo cotidiano a la vez que instituciones socializadoras con fuertes implicaciones en el ámbito cognitivo y socio-afectivo dada su capacidad para agendar sentidos que re-producen y significan la realidad social.
De ahí el poder simbólico que se le atribuye a los medios de comunicación y que siguiendo a Thompson (1998:17) remite fundamentalmente a su capacidad de intervenir en el transcurso de los acontecimientos, para influir en las acciones de los otros y crear acontecimientos reales. De tal manera que transforman la organización espacial y temporal de la vida social e implican la creación de nuevas formas de acción e interacción, nuevos tipos de relaciones sociales y nuevas maneras de relacionarse con los otros y con uno mismo, disociadas de la co-presencia o de las interacciones cara a cara. Los medios de comunicación masiva influyen en una pluralidad de ámbitos o dimensiones del mundo de la vida cotidiana: las prácticas sociales, la ideación, el mundo onírico, el hacer y el pensar, y los procesos simbólicos-culturales que generan son no sólo reflexivos sino constitutivos de la construcción de la realidad.
En el mundo de vida cotidiana, constituido por el conocimiento funcional de las realidades y las prácticas, rituales y procesos preceptuales y de apropiación cultural que en él se establecen, la institución de los medios de comunicación masiva se muestra íntimamente relacionada con los procesos de producción, reproducción y distribución del conocimiento.
Los contornos del espacio simbólico en el que vivimos se nos revelan, justamente, a través de los medios de comunicación masiva que permiten la integración y dan coherencia a los contenidos socialmente relevantes en alusiones significativas a las prácticas inherentes al mundo social. Los medios no son hegemónicos en la producción de posibilidades o alternativas de adquisición del conocimiento pero si constituyen una plataforma de puesta en común de la experiencia y el conocimiento fragmentado, creando un terreno idóneo para la producción y reproducción del discurso social.
Así pues, imagine Usted, lector, el papel que ha desempeñado la prensa influenciada por las fuerzas de la globalización, en la construcción de nuestra anti cultura nacional, para hacernos esclavos del consumismo y de las ideas políticas del imperio, así como de las orientaciones económicas que siguen los transitorios gobernantes que henos tenido, ninguno de los cuales se ha atrevido a dar un golpe de timón importante. Y lo peor de todo es que, por los vientos que soplan, tampoco este gobierno, en el que la gran mayoría de los ciudadanos puso sus esperanzas, tomara decisiones trascendentes. Romperán el círculo vicioso de un desarrollo socio cultural viciado, pues son también víctimas y producto de los dictámenes imperiales, que no son solamente políticos, sino financieros, y que dictan el futuro de las naciones a su antojo y conveniencia.
Alfonso J. Palacios Echeverría
otro colonialismo bastante explicito