Después de Semana Santa (que, por cierto, de “santa” tiene bien poco) ameritan unas cuantas reflexiones con relación a nuestro comportamiento. Y si queremos hacer una escena de lo que acontece solamente recordemos lo que sigue.
Borracheras, esposas apaleadas, niños accidentados, ancianos abandonados en el hospital geriátrico mientras la familia vacaciona en la playa (con el riesgo de que se haya dado una dirección y un teléfono falso como referencia por si acaso se solicita su retiro del nosocomio); religiosidad de mentirillas, majaderos disfrazados de soldados romanos y otros personajes evangélicos durante las procesiones en el colmo del paroxismo exhibicionista, atracones de mariscos y peces (bien acompañados de cerveza o algo más fuerte, por supuesto), desaparición de las calles de la fuerza pública aunque ello no se nota mucho, porque de hecho siempre son como invisibles, o al menos no se encuentran cuando uno los necesita, subidas de azúcar por la ingesta exagerada del dulce de chiverre en sus diversas modalidades, salas de emergencia de hospitales llenas de pacientes, playas atiborradas de personas y de basura, lugares para comer sin suficiente oferta y si la tienen a precios exagerados, y así cientos de cosas más.
Todo lo anterior contrasta con el mensaje del agitador político y social de hace dos mil años, que fuera crucificado por los romanos a pedido de los sacerdotes judíos en Jerusalén.
Las enseñanzas de Jesús no se han seguido según lo que él dijo. Esto nos lleva a suponer que tampoco se ha entendido quién fue en realidad. Más del 80% de su vida no consta en las Escrituras ni en el Nuevo Testamento. Predicó para todos, fue portador de un mensaje sublime, para nuestra evolución. Vino como ejemplo para facilitarnos la vida, esto no se ha cumplido.
Jesús fundó su imperio espiritual basado en el amor. El impacto de su vida y enseñanzas es incalculable. Trató de purificar el corazón de los hombres.
Prometió que quien siguiera su mensaje, haría las cosas que él hizo y más, pero ¿dónde está la prueba de que esto suceda hoy? ¡En ninguna parte!
El símbolo religioso más importante de la religión que posteriormente ciertos seguidores crearon para usufructuar su mensaje es una persona clavada en un instrumento de tortura. No es extraño que este sistema considere bueno al sufrimiento, y se crea que complace a Dios. Esto no es de Dios. Nos hemos habituado al modo en que solemos pensar acerca de Dios idealizando el sufrimiento, la muerte y siendo pecadores, pues aprendimos que él murió para salvarnos del pecado. Esto se ha mantenido más de 2.000 años, y es difícil pensar en él de otra forma.
No hay registro de su vida ni datos sobre su altura, peso, color del pelo y ojos ni detalles de su niñez. Dónde estuvo y qué hizo entre los 12 y 30 años, época que recibe el nombre de «años perdidos de Jesús»
Él fue un maestro, y también un sanador, curaba enfermos con solo rozarlos, obró milagros, resucitó muertos y fue el Mesías de los judíos. Pero la enseñanza ocupó la mayor parte de su misión. En los sitios a donde iba, asombraba su doctrina y la autoridad con que enseñaba y, sin embargo, no se incluye una palabra de las que dijo. No hay constancia de que él haya escrito algo que, sin duda, debió hacerlo.
El hallazgo de una biblioteca gnóstica en Nag Hammadi, Egipto, por un campesino árabe, en 1945, sugiere que los primitivos cristianos poseían escritos y tradiciones sobre la vida y enseñanza de Jesús, más amplio y diverso que los del Nuevo Testamento.
Jesús no llegó formado como ser divino. Él se preparó para su ministerio, viajó a Oriente se perfeccionó en la «palabra divina» y estudió las leyes de los grandes Budas. En 1884, el periodista ruso, Nicolás Notovich, publicó el primer libro, «La vida desconocida de Jesucristo». Allí afirmaba que al viajar por Ladakh (pequeño Tíbet) a fines de 1887, encontró una copia de un antiguo manuscrito budista que explicaba dónde estuvo Jesús esos 18 años: India, el Tíbet y Egipto. Los investigadores Nicolás Roerich y Swani Abhedananda, tradujeron los textos.
La narración que habla de Issa (Jesús) salta al año 13, época en que debía tomar esposa. Pero él tenía otros planes. Abandona en secreto la casa familiar y se une a una caravana de mercaderes, toma la ruta hasta Bactra, va hasta Kabul, y se establece entre los jaínos. Tenía 14 años. Su fama se extiende y los jaínos le piden quedarse. Cruza India hasta Juggernaut. Los sacerdotes blancos de Brahma le dan la bienvenida, le enseñan a leer y entender los Vedas, el idioma pali, a curar y exorcizar. Fue estudiante humilde, pero entra en conflicto con los brahmanes (sacerdotes) y kshatriyas, (guerreros), por enseñar las Escrituras a las castas inferiores. Huye hacia los Himalayas, en Nepal.
En Egipto aborda progresivamente cada uno de los 7 templos, sellos o chakras. En cada lugar debía pasar pruebas. Al fin llega a su tierra natal a los 29 años, con un ideal poderoso: que la humanidad sea libre y todo esto es que él pudo hacer la humanidad también.
El Dr. J.K. Elliott, del Departamento de Teología y Estudios Religiosos de la Universidad de Leeds, escribió un artículo publicado en The Times, Londres (10 Septiembre, 1987) titulado “Checking the Bible’s Roots” (Verificando las raíces de La Biblia). En el mismo sostiene que:
“Más de 5000 manuscritos contienen todo o parte del Nuevo Testamento en su idioma original. Estos van del siglo II de nuestra era hasta la invención de la imprenta. Se ha estimado que no hay dos de ellos que coincidan en todos sus puntos. Inevitablemente, todos los documentos manuscritos están sujetos a contener errores accidentales en su copiado. Sin embargo, en las obras teológicas vivas no ha de sorprendernos que se introduzcan cambios deliberados para evitar o alterar palabras que el copista consideró poco firmes. También existió una tendencia de los copistas de agregar glosas explicativas. Es más probable que los cambios deliberados se hayan introducido en las primeras etapas antes de que se estableciera el estatus canónico del Nuevo Testamento”.
El autor prosiguió explicando que:
“ningún manuscrito contiene el texto original en su totalidad y sin modificar”, y que “uno no puede elegir ninguno de esos manuscritos y confiar exclusivamente en su texto como si fuera el monopolio de las palabras originales de los autores originales”.
Más adelante agregó:
“Si uno sostiene aún más allá que el texto original ha sobrevivido en algún lugar entre los miles de manuscritos existentes, uno se ve obligado a leerlos todos, unir de manera sistemática las diferencias entre ellos, y luego evaluar, variante por variante, cuáles son los manuscritos que tienen el [texto] original y cuáles los secundarios. Tal perspectiva ha amilanado a muchos estudiosos bíblicos que se han conformado con remitirse a los textos impresos de épocas anteriores, en los cuales sólo se utilizó la evidencia de algunos manuscritos favoritos. Aún muchas de las recientes ediciones impresas del Nuevo Testamento Griego, y las traducciones modernas basadas en él, siguen esta práctica de construir el texto sobre la estrecha base de que es poco probable que sea original en su totalidad”
Otra forma de ver este asunto es expresar que lo que, en un principio, fue el mensaje de un Mesías que concretaba sus promesas en un reino mesiánico y que fracasó muriendo en la cruz por un delito de sedición, se transformó -por mediación de sus discípulos y, especialmente, por ciertos movimientos de tipo pagano-cristiano que surgieron a raíz de la muerte de Jesús- en un mensaje de victoria a base de inventar la idea de que Jesús expió voluntariamente y sacrificó su vida para redimir el pecado de los demás.
Ésa es la religión que predicó e impulsó Pablo de Tarso que era mitad judío-mitad pagano. Él alteró por completo el mensaje inicial y lo que fue un discurso fracasado, lo transformó en victorioso. En las seis epístolas auténticas del Corpus Paulino se construyó el dogma cristiano que recrea la monarquía divina, la reconversión de Jesús en hijo de Dios, lo cual no tiene nada que ver con la aventura histórica de Jesús. Estoy convencido de que Jesús de Nazaret existió, dejando a un lado los testimonios históricos, hay un hecho muy claro; no es lógico que cuatro evangelistas se peleen durante un siglo, como quien dice, para descubrir al pueblo judío que el Mesías no tenía por qué ser el vencedor, sino que podía ser sacrificado como cualquier humano. Nadie pelea o propone debates sobre algo que no existe.
No importa lo que Usted crea, al Jesús Mesías o al Jesús sedicioso y fracasado como tal, no importa su religión y la forma de ver a este importantísimo personaje de la historia, al cual le han tratado de quitar su naturaleza humana, nacionalidad, rasgos humanos, transformándolo en un ser divino al mejor estilo de las mitologías mediterráneas de su tiempo. Lo importa, lo único importante, es el mensaje de paz, amor, reconciliación, desprendimiento de lo material, conducta irreprochable en lo personal, y todas las demás facetas implícitas o expresas en su discurso.
Pero hoy, el comportamiento de los cristianos durante la semana en que se recuerda su crucifixión, se parece más a la bacanales de Heliogábalo que al seguimiento de su mensaje.
Alfonso J. Palacios Echeverría
Jesus de Nazareth Dijiste: «Mi reino no es de este mundo» (Jn 18,36), y sin embargo, tus máximos representantes han sido desde hace siglos monarcas de un reino. Y lo remachabas diciendo: «Si mi reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que yo no fuese entregado a los judíos.». Tú reino, Jesús de Nazaret, no fue de este mundo, pero el de tus representantes sí. Hasta hace muy poco han tenido ejércitos que han combatido por ellos y por defender sus posesiones terrenales; y sus soldados no eran simbólicos y «de carnaval» como son en la actualidad los de la guardia suiza en el Vaticano, sino que eran con mucha frecuencia fanáticos voluntarios o feroces mercenarios que en ocasiones realizaron matanzas que hubiesen avergonzado a cualquier tirano.El suyo es un reino con palacios y museos; un reino con embajadores, con recaudadores de impuestos, con códigos de justicia y con penalidades para aquellos que no cumplan las leyes; un reino con bancos y con banqueros tramposos y avaros —aunque estén ordenados in sacris— a los que no les importa en qué invierten el dinero del reino, con tal de que produzca buenos dividendos; un reino en donde no sólo se politiquea internamente en los palacios vaticanos, sino que se lleva la política y las influencias a todos los otros Gobiernos en donde hay súbditos cristianos; un reino en donde por siglos se cobraron tributos directos —yendo contra lo que tú habías dicho— y en donde en la actualidad se cobra por los servicios espirituales que se prestan. Los bautizos, las misas, los entierros y las bodas tienen tarifas como en cualquier oficina del gobierno. Tu reino espiritual, Jesús de Nazaret, tus representantes lo han convertido en un reino de este mundo. Si eres Dios, ¿no pudiste preverlo? Tan en serio han tomado su papel de reyes y de señores de este mundo que desde muy temprano en la historia se preocuparon de agenciarse territorios arrebatándoselos a las buenas o a las malas a otros reyes y señores más débiles que ellos. Nuestro catolicísimo Felipe II tuvo que hacerle la guerra a uno de ellos(Paulo IV), que quiso usurparle sus posesiones en Italia; y si nos pusiésemos a enumerar todas las guerras que tus representantes, grandes y pequeños, han hecho con el único objeto de conseguir o de defender tierras y ciudades, no terminaríamos.¡Qué mal ejemplo, Jesús de Nazaret, han dado tus pontífices a lo largo de la historia! ¿Cómo no los asististe de una manera especial, tal como lo habías prometido, para que respetasen tu voluntad y no hiciesen caricatura o burla de tus palabras?Dijiste: «Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo tienen nidos, pero el hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Lu 9,58). Tus representantes están muy lejos de imitar tu ejemplo en cuanto a vivienda. No sólo los pontífices romanos han vivido siempre en suntuosas mansiones, sino que hasta los cientos de obispos de todo el mundo distan mucho de no tener dónde reclinar la cabeza.Y esto se ha hecho tan común y normal que sus moradas se llaman ordinariamente «palacio episcopal».Hace ya veinte años, y refiriéndome a esos personajes bíblicos, medio políticos medio obispos, llamados nuncios, escribí en mi libro Mi Iglesia duerme:«Recuerdo la mala impresión que me llevé cierto día que con gran sacrificio por parte mía acudí al nuncio de Su Santidad, residente en una capital distante,para exponerle ciertos graves problemas que afectaban a toda una diócesis. Su excelencia me recibió entre mármoles, y para estar a tono con el entorno, con una frialdad marmórea me permitió exponerle mis argumentos… Pero donde más visiblemente muestran los nuncios su alejamiento de la realidad cir-cundante es en su manera de vivir. Aparentemente tienen la idea de que si no
imitan, aunque en tono menor, la pompa vaticana, no pueden representar eficientemente a la Santa Sede.Los representantes del «siervo de los siervos de Dios» (y ya va siendo hora de que o hacemos verdaderos muchos de estos motes que usan en la Iglesia o los borra-mos para siempre) tienen un automóvil tan bueno como el de cualquier embajador, se visten más llamativamente que cualquier embajador, viven en un palacio mejor que el de la mayoría de los embajadores y son huéspedes distinguidos de cuanto cóctel, inauguración, fiesta patria o aniversario de alguna importancia se celebre. Sus apariciones entre la gente humilde son mucho más parcas, ya que los pobres y aun la gente de clase media no suelen esta renvueltos en grandes protocolos de Estado y no suelen celebrar aniversarios como no sean los de sus incoloras vidas o los de sus difuntos.»Dijiste también: «No toméis oro ni plata ni cobre, ni tengáis dos túnicas ni sandalias…» (Mt 10,10). Tus obispos no tienen sandalias; tienen zapatos con hebillas plateadas o doradas, que lucirían ridículas en los pies de cualquier otro ciudadano. Y tus cardenales no sé si tienen dos túnicas, pero en la que hasta hace poco tenían lucían una grotesca cola ¡de hasta ocho metros de largo! ¿No los veías tú desde el sagrario, en donde dicen que estás de cuerpo presente, avanzar pomposamente como pavos reales por la nave central de sus respectivas catedrales, arrastrando tras de sí aquel ínclito apéndice, aquella sacra trapería roja que resume toda la mundanidad y toda la ridiculez de las cortes renacentistas y dieciochescas? ¿No te cogían ellos poco después en sus manos al celebrar la misa? ¿Por qué nunca le dijiste nada a alguno de ellos acerca de la burla que suponía el representarte a ti y vestir de aquella manera? No sólo una burla a ti y a tus palabras, sino una provocación y un insulto para los miles de sus «ovejas» que viven en la miseria o pasando estrecheces.Dijiste: «Cuando seáis invitados a un banquete no ambicionéis los primeros puestos…»A tus representantes parece que les gustó lo de los banquetes, porque ¡cuánto han banqueteado! Y no sólo como invitados de los ricos y poderosos, sino que ellos mismos han organizado banquetes con frecuencia y no han invitado a ellos a los pobres y mendigos tal como tú le dijiste al fariseo que te invitó a comer:«Cuando des una comida o una cena no llames a tus amigos o a tus hermanos y parientes ni a tus vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los cojos y a los lisiados y ciegos, y serás dichoso porque no te pueden corresponder y así se te corresponderá en la resurrección de los justos» (Lu 14,12-14). Tus representantes han invitado repetidamente a los poderosos para politiquear,a los ricos para tratar de finanzas y a los parientes para hartarse.A modo de anécdota, permítame el lector que transcriba una nota tomada de mi libro El cristianismo, un mito más: «He aquí lo que se consumió en la boda de una sobrina del Papa Juan XXII (1316-1334): ocho bueyes, 55 carneros, cuatro jabalíes, 200 capones, 690 pollos, 580 perdices, 280 conejos, 40 codornices, 37 patos, 50 palomas, dos grullas, dos faisanes, dos pavos, 292 aves menores,3.000 huevos, variedad abundante de pescado, 2.000 manzanas y peras, 4.000 panes y unos 2.000 litros de vino. Total, que las bodas de Camacho fueron un asco.» ¡Todo esto pagado con las limosnas y contribuciones de los católicos humildes de toda Europa!¿Y los pobres de los que tú tanto hablabas? Para los pobres, Juan XXII reservótus bienaventuranzas, que también están en el evangelio.Decididamente tus representantes dan la impresión de haberlo leído sólo para hacer caricatura de él. Tu entrada en Jerusalén, días antes de la pasión, la hiciste solemnemente, como una gran excepción en tu vida, cabalgando sobre una humilde asna. En el caminar y el viajar, tus pontífices, desde muy temprano en la historia, se olvidaron de los asnos y de las ramas de árboles y de las vestiduras humildes.Su viajar fue siempre pomposo y lleno de ostentación. Desde los enjaezados corceles blancos de los Papas de la antigüedad, escoltados por miles de jinetes y llevados de la brida por algún rey o emperador, hasta los opulentos palios, las alfombras principescas, las sillas «gestatorias», las carrozas adoseladas, los asientos ad hoc en los aviones y los «papa móviles» de nuestros días hay un gran trecho que tus representantes han caminado «sin volver la vista atrás» y sin preocuparse de que tales poses van contra el espíritu de lo que tú habías predicado con el ejemplo cuando casi descalzo caminabas con tus apóstoles los polvorientos caminos de Judea y Samaría.¡Qué lejos queda la humilde asna que te sirvió de vehículo en tu entrada en Jerusalén! ¿Cómo los has dejado que hagan por tanto tiempo caricatura de lo que tú predicaste? ¿Cómo no has defendido a tus fieles de sus mundanidades y de sus falaces enseñanzas? ¿Cómo te has desinteresado tanto de tu Iglesia, a la que prometiste asistencia perpetua hasta el fin de los tiempos? ¿Cómo no has cumplido tu palabra dejando que tus representantes en cuanto a vestimenta y modo de vivir se convirtiesen en una caricatura de lo que tú fuiste?
Salvador Freixedo… ex Jesuita del vaticano durante 40 años