miércoles 11, septiembre 2024
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¿Realmente nos comunicamos?

Cuando hayan transcurrido los suficientes decenios de este siglo, las futuras generaciones nos llamaran las de la “cabeza gacha”, para no decir que somos una paradoja absurda. Pues aunque nunca antes en la historia de la humanidad había existido una facilidad de comunicación como la que disfrutamos hoy en día, a través de teléfonos y computadoras que hace escasamente treinta años hubieran sido un sueño irrealizable, de hecho estamos menos “humanamente comunicados”. Y lo de la cabeza gacha tiene que ver con el que en las calles, en los medios de transporte público, en los centros comerciales, en los negocios, restaurantes y cafeterías, la gente anda teléfono en mano y con la cabeza baja, sumidos en una actitud de comunicación/incomunicación asombrosa. No son conscientes de lo que les rodea, excepto a nivel instintivo, para no tropezar y caer al suelo, sino que esta concentrados en el aparatico que llevan en mano, haciendo quien sabe qué.

Hemos caído en la trampa que nos vendieron los productores de instrumentos tecnológicos de comunicación, haciéndonos creer que nos comunicamos más entre todos, cuando en realidad pocas son las verdaderas conversaciones llenas de comunicación entre personas, cálidas y sujetas todas a los matices del estar frente “al otro”. Se ha reducido el espacio y el tiempo, se ha eliminado el calor humano de la verdadera comunicación, y se ha glorificado la tecnología, haciéndonos creer que lo que sirve para las actividades empresariales, por ejemplo, lo es también útil para la intercomunicación personal.

La aceptación de la importancia de la comunicación en la sociedad global, que es la que estamos experimentando en la actualidad, ha permitido caracterizar a la época como la sociedad de la información, aun cuando no siempre apreciada como una relación social, sino en ocasiones vista como si estas relaciones fueran un resultado del uso de los medios, por ello se ha asociado con el auge de los negocios, el crecimiento y poder global. Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son privilegiadas en las tendencias contemporáneas, por haber revolucionado los medios a velocidades crecientes de procesamiento y la trasmisión de datos en el espacio planetario en tiempo real.

Esta característica ha contribuido a conformar la creencia de una comunicación asociada con la trasmisión de palabras, mensajes, signos, etc., sin embargo el sólo uso de los medios, es una comunicación aparente, dado que la comunicación supone una interacción social, no está supeditada a los medios, por el contrario, son esas relaciones las que subordinan el uso de los medios de comunicación.

La comunicación como manifestación de las relaciones entre personas, es compleja y está condicionada por la naturaleza y peculiaridad históricas de cada contexto social. En este sentido, reviste formas y contenidos múltiples, de ninguna manera reducida a la trasmisión de palabras, mensajes o símbolos y menos aún puede ser simplificada al uso de determinados medios o instrumentos para la comunicación.

Por otro lado, la sociedad capitalista ha articulado la sociedad y el mundo en un proceso político, donde lo económico ha sido el vehículo para integrar trabajos y clases sociales, el cual alimenta la omnipotencia del poder sobre la sociedad global.

Así pues, demasiadas cosas han cambiado en nuestro entorno social, aunque las antiguas tendencias humanas de venerar objetos materiales o simbólicos no se ha trasformado en absoluto.

Tenemos claro que el trabajo humano como sustancia que nutre el sistema capitalista, es enmascarado ideológica, política, económica y socialmente, para destacarse el dinero y las técnicas como trascendentes en el crecimiento e incluso en el desarrollo. Esto es, el dinero, objeto creado socialmente para viabilizar el intercambio, así como las técnicas pensadas y diseñadas para propósitos particulares, se les asigna cualidades que subordinan relaciones en las sociedades. La cosificación de las relaciones sociales, es una inversión alienante que está presente en la base misma del sistema capitalista existente.

La valoración de la técnica como la base para la competitividad y rentabilidad de las organizaciones, ignora u oculta el papel y significación del trabajo humano, así como las relaciones en las organizaciones y sociedades.

Las relaciones económicas capitalistas ha fetichizado a los objetos y les ha atribuido cualidades mágicas omnipotentes, como nuevos dioses paganos en las sociedades contemporáneas, pero esa significación, ahora también está asignada a la tecnología informática y los software. No se cuestionan los resultados de los programas informáticos, se creen que son correctos y perfectos, más exactos que cualquier cálculo humano, a pesar que son programas construidos y diseñados para propósitos no necesariamente justos ni honestos. Hoy en día se engaña mediáticamente como informáticamente. La manipulación fraudulenta de la información, es aceptada por el mito de objetividad de los objetos, encarnado como prejuicio social. Los medios en manos de negociantes y políticos, para distorsionar, combatir, así como, para destruir la democracia y las formas organizativas de la sociedad.

Las relaciones sociales se cosifican en la sociedad mercantilizada, como un medio que enmascara la manipulación del poder. Así, el poder se transfigura en una magnitud de dinero; la capacidad productiva del trabajo, se metamorfosea en supuestas capacidades de las máquinas y herramientas. Los objetos como el dinero, los medios productivos o de comunicación, otorgan una apariencia objetiva, tangible, unívoca y representativa de las relaciones sociales. Sin embargo, los objetos no sustituyen la comunicación ni representan las relaciones sociales y sus contextos. No existe comunicación entre cosas, máquinas o sistemas cibernéticos, la comunicación es entre sujetos y en contextos sociales.

Es cierto que la élite del poder real se ha preocupado siempre más por la estrategia destinada a conquistar y conservar el poder. El poder social es conferido hoy más que nunca por el poder sobre las cosas. Pero cuanto más intenso resulta el interés de un individuo respecto al poder sobre las cosas, tanto más lo dominarán las cosas, tanto más le faltarán rasgos verdaderamente individuales, tanto más su espíritu se transformará en autómata de la razón formalizada.

En la sociedad globalizada, signada como la sociedad del conocimiento, paradójicamente se desprecia o se ignora la riqueza, diversidad y complejidad de las relaciones sociales, para ponderarlas como relaciones entre objetos. La valoración de la comunicación como un acto mecánico de transmisión de signos, palabras y mensajes, fetichiza las relaciones sociales, así como, la razón instrumental en la comunicación, diluye la distinción entre el medio con el fin, a la vez que aliena una relación para apreciarla como una articulación entre cosas.

El sistema imperante requiere de una red de comunicaciones para la incesante expansión global del capitalismo, desde luego, no es una relación que se deba a la expansión mercantil de la industria de la comunicación y la información. En la reciente crisis económica, los medios trasmitieron velozmente los signos negativos a la valorización financiera del capital, pero lo hicieron desde una interpretación estereotipada y superficial, basada sólo en signos funcionales con los intereses de poderes empresariales globales. Una información completa de la complejidad del fenómeno estaba ausente, era una información sin sustancia, donde se destacaban magdnitues en relación con las inversiones. De este modo, la comunicación se convierte en un factor de crucial para ponderar y evaluar rendimientos y perspectivas de la inversión, así como para el control de los mercados productivos y financieros.

El mercado global aprecia la comunicación, no sólo porque permite la velocidad de rotación del capital y por ser fuente de lucrativos negocios, sino porque también ha contribuido a validar mediáticamente las relaciones económicas y consolidar los poderes predominantes. En las transferencias de datos, para las decisiones empresariales y gubernamentales, no interesan las implícitas relaciones sociales, así como tampoco la significación de las magnitudes, dado que las asumen como incuestionables.

Así, en tales circunstancias, muchos de los actos decisorios empresariales, suelen ser rotundos fracasos por atribución de veracidad o significación absoluta a los contenidos de pretendidas comunicaciones de cosas y entre cosas. Consecuencias de actos valorativos sesgados y parciales, que afectan a las sociedades en su conjunto y de modo particular a los más pobres del mundo.

El tema de las comunicaciones tecnificadas ha sido, en cierta forma, consecuencia de la mercantilización de todo, la deshumanización de todo, al menos al nivel interpersonal. Y todos los de la cabeza gacha viven felices creyendo que enviarse mensajitos es comunicarse. Y han llegado al punto de ir prostituyendo el idioma, llegando a aceptar la ausencia de ortografía y sintaxis como algo natural.

Una conversación por teléfono puede ser muy gratificante, pero un mensaje casi en clave para iniciados no resulta más que frustrante.  Este es un tema al que los padres deberían poner atención, mucha atención, pues estamos creando generaciones de individuos aislados por la tecnología.

Alfonso J. Palacios Echeverría

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2 COMENTARIOS

  1. La tecnología nos ha hecho más egoístas y distantes que nunca, porque mientras dice que nos conecta, la conexión no se ha vuelto mejor”, indica el rapero en el video.

    La adicción a las redes sociales y a los celulares se está volviendo una preocupación social creciente al punto de que se ha acuñado el término nomofobia para describir el miedo irracional de salir de casa sin un teléfono móvil.
    https://www.youtube.com/watch?v=tMOvqsHe3g0

  2. Mariel y don Alfonso, ese ha sido mi parecer desde hace años y mi experiencia como ex trabajador pensionado del ICE después de 40 años de laborar para la institución sin haber tenido un solo celular ni haber participado en redes sociales en mi vida ha sido algo que extrañaba a mis compañeros del ICE y gente fuera del ICE con los cuales tuve contacto desde que incursionaron los celulares y las redes sociales por el internet en Costa Rica. Imaginensen un trabajador de una empresa de telecomunicaciones el ICE, sin celular. Hay muchos estudios científicamente elaborados que confirman la tesis expuesta por don Alfonso Palacios y el vídeo que nos ofrece Mariel; saludos y muchas gracias por demostrarme que no soy el único que considera estos medios tecnológicos como medios enajenantes de la naturaleza humana, de su libertad y realización como personas..

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