En mayo de 1930, el pequeño pueblo de Dharasana, en la provincia India de Gujarat, fue testigo de una de las masacres más inhumanas de la historia, masacre que tuvo repercusiones de trascendencia histórica mundial, contrarios a los fines de los victoriosos opresores.
Como parte del proceso de lucha por la independencia India del Imperio Británico, Gandhi, Nehru, Patel y demás líderes, iniciaron conforme al principio del Satyagraha (no violencia), una campaña nacional simbólica para recuperar la soberanía sobre la Sal, la cual era esencial para la preservación de alimentos en un lugar tropical en una época donde no existía la refrigeración y la mayoría de la población escasearía de recursos para procurarla en su advenimiento.
La campaña de la Sal enfureció a los británicos, quienes ordenaron el arresto de Gandhi y consejeros antes de la crucial y trascendental Satyagraha de la Refinería de sal de Dharasana.
Los indios, inspirados por el principio de no violencia, planeaban tomar la refinería para cerrar sus operaciones y así procurar obtener la respuesta que buscaban. Gandhi decía que el objetivo de la resistencia civil es generar respuesta, y en ese sentido, se debe provocar y provocar hasta generar la respuesta buscada, esa es la fuerza de la resistencia civil, apuntaba.
Poco sabía Gandhi lo violenta que tenía que ser la respuesta, para convertirse en la buscada.
La toma comenzaría con un grupo innumerable de personas, en columnas de seis a ocho, tratando de entrar caminando y pacíficamente a la refinería por el portón principal, donde se encontraba una barricada de soldados del Imperio.
A su arribo a la puerta, los soldados imperiales procedieron a machacar a palos, uno por uno, a los miles de indios que durante casi dos días ininterrumpidos intentaron entrar a la refinería. Los caídos iban siendo recogidos por otros voluntarios y atendidos según la gravedad del garrotazo, huesos, cráneos y vidas rotas, por miles, en un baño de sangre inmoral, sin una sola muestra de violencia de los indios resistentes.
Un periodista de apellido Walker, ante la magnitud de la masacre reportó por telegrama “Ellos caminaron, hindúes y musulmanes de la mano, con las cabezas en alto, sin esperanza de escapar de las heridas y la muerte… la masacre siguió y siguió toda la noche, las mujeres llevaban a los heridos hasta que cayeron de agotamiento… cualquier superioridad moral que el Oeste pudiera tener, hoy se perdió aquí, India es libre, por cuanto ha soportado todo lo que el acero y la crueldad pueden dar, y no se ha acobardado ni retirado”.
De aquí en adelante, la reacción de la comunidad internacional fue tal, que el Imperio debió ceder y la India y Paquistán obtuvieron su independencia, y así, el que parecía vencer no hacía más que perder la batalla final.
El señor Melvin Jiménez ha caído. Poco importa si el señor Presidente lo mantiene o no en su gabinete, o si busca algún puesto para acomodarlo como en principio habría hecho con el ex viceministro del Micitt.
El señor Melvin Jiménez ya cayó, por cuanto ha perdido total y absoluta legitimidad y credibilidad frente a TODA la comunidad nacional, política y apolítica.
El señor Jiménez, junto con quienes dirigían redes en Casa Presidencial, han sido los únicos dos funcionarios llamados por el señor Presidente que han superado su primer error. Todos los demás cesados, incluida mi persona, fuimos cesados a nuestro primer error, a pesar de que el señor Presidente sabía que debíamos aprender, tal y como debía aprender él y muchos le dábamos un año “de gracia” antes de realizar cualquier juicio sobre su gestión.
Así, tres diplomáticos fuimos removidos por reproducir artículos, hechos de conocimiento público y notorio, o una opinión personal sobre una experiencia personal. Otros ministros han cometido errores, mayores o menores y a la primera también se ha ido.
Sólo el señor Jiménez se mantiene ante viento y marea, como si fuera la Isla de Iwo Jima y su caída significara la derrota en la guerra.
El Señor Jiménez ha cometido más errores que todos los cesados juntos, no ha hecho su trabajo como interlocutor de la Asamblea, se reúne con Ministros y llega a acuerdos que el Presidente no respeta, poniendo de pleno manifiesto su falta de total y absoluta legitimidad y poder dentro del gobierno. El señor Jiménez ha llevado al presidente Solís a tal situación, que ya no hace lo que le toca hacer al Ministro de la Presidencia, y el Presidente le debe andar cuidando la espalda. No es sorpresa que el Presidente no “tenga tiempo” de ocuparse de lo suyo, si tiene que andar supliendo las innumerables carencias y errores del Ministro Obispo.
Mantener al señor Jiménez en su puesto, ha sido como la Masacre de Dharasana, el presidente cree estar ganando un juego de “poder político” manteniendo a Melvin como la bandera en Iwo Jima, lo que no se ha dado cuenta es que Iwo Jima ya cayó, por cuanto al igual que el Imperio Británico, el señor Jiménez ha perdido toda legitimidad y autoridad frente al país entero. Nadie se explica por qué sigue ahí ni qué está haciendo si muchas de sus funciones las hace ahora el presidente.
Melvin ha caído.
Don Luis Guillermo puede o no destituirlo, tal y como debería, pero aunque no lo haga Melvin ha caído. Como la masacre de Dharasala, el pueblo ha sido mancillado una y otra vez por el señor Jiménez, y por ello, así se mantenga en el puesto, no será Ministro de nada, no será representativo de nada y no tendrá autoridad de nada.
Luis Roberto Zamora Bolaños es Abogado
Brillante cronología. E interesantísima historia. Vigente, muy vigente.
He de compartirla en facebook a mis amigos y lectores.