(A propósito del libro ANARQUÍA Orden sin autoridad de Rodrigo Quesada Monge Coedición EUNA Costa Rica Y EDITORIAL ELEUTERIO Santiago de Chile 2014-2015).
“Valga la aclaración que la palabra libertario es de procedencia anarquista, y nada tiene que ver con los postulados del anarco-capitalismo de extrema derecha, para el cual el mundo es una jungla, en que sobrevive el más fuerte” Rodrigo Quesada Monge ‘ANARQUÍA Orden sin autoridad’ p. 15.
Pienso que para Rodrigo Quesada Monge, historiador, apasionado ensayista y escritor costarricense con una abundante producción, a lo largo de varias décadas, esta obra que pretendemos comentar y presentar constituye uno de sus trabajos capitales, no sólo por la intensidad del tiempo invertido en innumerables horas de lectura y reflexión cuidadosa, sino también por el compromiso afectivo y militante que lo fue llevando a su elaboración, como resultado de sus propias experiencias personales al provenir de una familia de tradición socialista comunista, sus lecturas y la necesidad que sintió de separarse de la rigidez estalinista que predominaba en el marxismo local durante los años de su juventud, tal y como se lo comentó a sus amigos de la Editorial Euleterio de Santiago de Chile, durante una entrevista realizada el año anterior. Sin embargo, resulta esencial destacar, desde la partida que, con esta obra, el autor busca deslindar las falsas acusaciones o asociaciones interesadas entre anarquismo y terrorismo, una falacia por generalización en la que incurrieron las clases dominantes y su legión de cortesanos e ideólogos, a partir de lo ocurrido entre la década de 1890 y los primeros años del siglo XX, un período en el que algunos anarquistas acudieron a la acción directa, incluso bomba en mano, como sucedió cuando un anarquista ajustició al tirano español Antonio Cánovas del Castillo, verdugo del pueblo cubano que luchaba por su independencia bajo el liderato de hombres como José Martí y Antonio Maceo. El anarquismo, en realidad es enemigo declarado de la guerra y de toda violencia injustificada, como las que se han ejercido desde las llamadas democracias burguesas o proletarias, según sea el caso de que se trate.
Para presentar el tema del anarquismo desde una perspectiva general, o desde las múltiples dimensiones de su influencia o convergencia en relación con algunos de los componentes más importantes de la vida social, política, cultural contemporánea, con serias implicaciones en la cotidianidad y otras aristas estrechamente vinculadas a la determinación de la vida misma de las gentes, se requiere de una gran dosis de paciencia y empatía, pero sobre todo de persistencia y coherencia de pensamiento y acción frente la mirada de reojo que nos lanza, de manera tácita, un público lector que resulta ser por lo general desaprensivo, poco informado y en esencia enormemente prejuiciado, hasta el punto de que llega a ser sordo cuando se le ofrecen otras posibilidades de reflexionar acerca de este capítulo un tanto olvidado de la historia reciente de la humanidad. Dado lo anterior, es que nos parece oportuno reiterar que esta tarea se constituye en algo que resulta ser, entre las arenas movedizas de este cambio de siglo, una tarea de suyo difícil por no decir que imposible de toda imposibilidad, por lo que sacar el tema de los lugares comunes, de la simpleza y de la manifiesta vulgaridad con que se le aborda, en las pocas oportunidades en que esto ocurre, se constituye una dificultad todavía mayor a ser superada, todo un desafío para quien lo intente. Nada menos y nada más que la ejecución de esta tarea erizada de dificultades, al parecer muchas veces insalvables, es la meta que se ha propuesto alcanzar, en esta oportunidad el autor de semejante empresa, Rodrigo Quesada Monge, a través de lo que nos expresa en las más de cuatrocientas páginas que conforman este libro apasionante que hoy se nos ha dado la oportunidad de comentar y también, de alguna manera, glosar intentando extraer algunos elementos que nos permitan, al menos en cierta medida, evidenciar la enorme riqueza y diversidad de ángulos, perspectivas, acercamientos y evocaciones presentes en la elaboración de este trabajo, una de sus obras más importantes en la que se pone en evidencia, una vez más, el fuerte y pulido estilo propio de un incansable y apasionado escritor, de alguien que no escatima la sinceridad y la pasión en elaboración de su texto, tanto desde el fondo como desde la forma, a la manera de unas potentes herramientas que emplea, de una manera tan incisiva e implacable como para llegar a inquietarnos obligándonos así a salir de la modorra, la falta de sentido crítico, que junto con el espíritu cortesano y conformista prevalecen en nuestro medio social y político. En síntesis enfrentándose, de manera valiente y decidida, a una serie de obstáculos, al parecer insalvables que se constituyen, en última instancia, en las más poderosas armas de la monstruosa maquinaria del poder, construida a través de los siglos y siempre ajena a los anhelos, sueños y expectativas del ser humano concreto, una maquinaria representada por la nefasta trilogía del capital, el estado y la iglesia(o iglesias) para castrar, reprimir y hacer nulos los anhelos de una humanidad siempre a la espera de encontrar una vida plena y digna de ser vivida.
Utilizando el lenguaje como una poderosa arma de lucha para derribar muros, prejuicios y visiones anquilosadas, pero sobre todo hipócritas y temerosas frente a una realidad a la que es preciso mirar con los ojos de la verdad, si es que alguna vez aspiramos sinceramente a la conquista de la libertad, como un hecho real y tangible, es como el maestro Quesada Monge nos conduce por caminos apenas sospechados para poder entender, pero también para poder actuar sobre una sobrecogedora y empobrecedora vida social que nos transforma, día a día y casi sin darnos cuenta, en meros componentes de una maquinaria que, en sentido contrario a lo que suelen afirmar sus corifeos y palafreneros de toda clase, está destinada a acabar con la humanidad y el propio hábitat del ser humano, como resultado tanto de su frenético e incontrolable accionar en este cambio de siglo como también, a partir de las consecuencias, a largo plazo, de sus acciones liberticidas en el transcurso de los dos siglos anteriores.
Derribando, antes que nada, la idea y el enunciado mismo de la existencia de un presunto orden en la organización social de nuestro tiempo, que no es ni ha sido nunca tal cosa y que se ha empleado para descalificar sañudamente las nociones mismas de anarquismo y anarquía, a las que el autor define precisamente como los sustantivos que designan un orden sin autoridad, sin coacciones externas que impidan la libertad plena del ser humano y su realización como individuo, es que las fuerzas de la reacción pretenden seguir adelante con su obra de destrucción y deshumanización.
A lo largo de estas páginas Rodrigo Quesada nos invita a sacar nuestras propias conclusiones acerca de los temas tratados en las distintas secciones o capítulos de este libro, en cuya primera parte nos habla en detalle acerca de las implicaciones del legado ético del anarquismo en asuntos o ejes temáticos como los de la familia, el trabajo, la religión, la sexualidad, el arte, la religión, la guerra, el amor, el tiempo libre, la tecnología, el terrorismo, la comida, la mujer, el estado y la propiedad privada, junto con otros no menos importantes para poder elaborar una crítica de ellos desde una ética anarquista o libertaria, una tarea que el autor va realizando al mismo tiempo que nos da sus opiniones, paso a paso, letra a letra, línea a línea, con una enorme dosis de pasión y compromiso, totalmente alejados de la frialdad del taxonomista que esboza y describe los componentes de una determinada estructura, en este caso de naturaleza social, sin entrar en mayores consideraciones axiológicas, ni poner tampoco en juego su propio pellejo. De esta manera, partiendo de consideraciones éticas de raíz libertaria y humanista Rodrigo Quesada Monge emprende el análisis y la crítica desmitificadora de las distintas esferas de la vida social, especialmente en relación con aquellas en las que se evidencia mejor la instrumentalización del ser humano, por parte del estado, las iglesias, los partidos políticos y los intereses hegemónicos del gran capital, en cada país o sociedad determinada y a través de un largo proceso histórico, no exento de profundas mutaciones, seguidas de períodos de inmovilismo a los que suceden, después de algún tiempo, nuevos momentos de tensión y transformación social.
Desde sus consideraciones acerca del ámbito específico de la religión y desde las pretensiones de quienes, como los clérigos y los integrantes de un tremendo engranaje burocrático eclesial, quienes lideran esta esfera de la dominación de la vida de los seres humanos de carne y hueso, con las que la Iglesia, el estado y las clases dominantes aspiran a perpetuar el desorden social propio de la negación de la esencia de lo humano, un régimen al que los anarquistas aspiran a sustituir por una sociedad libre, entendida como un ámbito para la realización plena de la libertad, es que el maestro Rodrigo Quesada nos conduce a captar el hecho de que mientras los clérigos y los burócratas prosiguen, de esta manera, con sus pretensiones pseudo-moralizantes, y antes que nada manipuladoras, expresadas en la intencionalidad manifiesta de constituirlas en una serie de pautas de acción, tendientes a disminuir al ser humano mediante el empleo reiterado del temor y la culpa, como condición indispensable para obstaculizar su camino hacia el reino de la libertad, este último es asumido a título del bien más preciado por parte de los ácratas o libertarios. Para el autor, todo esto evidencia la riqueza del pensamiento y la acción del anarquismo exteriorizada por sus militantes, quienes han propugnado por el respeto a la libertad efectiva del ser humano y por la asunción plena de una moralidad libre de las descalificaciones que se introducen desde un discurso en el que un Dios, de la tradición monoteísta, violento y celoso, lo tiene todo y el ser humano nada, en el tanto que es considerado como una creatura imperfecta, impura e indigna a los ojos de su creador.
El brutal y devastador impacto de la tecnología sobre la vida familiar, no hace otra cosa que acentuar muchos elementos que evidencian la naturaleza enajenante y castradora que asume la institución matrimonial dentro del orden burgués en esta era neoliberal, un ámbito de su accionar en el que la existencia del amor, el afecto y la solidaridad están ausentes por cuanto no son rentables a los ojos del burgués frío y calculador, en otras palabras un verdadero winner para emplear el tan vulgarizado término anglosajón, en un vivo contraste con el perdedor o looser, un ganador que no está dispuesto a dañar la imagen que vende en medio de esa trama enajenante y llena de falsedad, tan evidenciada en nuestro medio social y político –no sin una cierta dosis de candor- cuando se discutió, a escala nacional y regional, la posibilidad de aprobar el TLC con los Estados Unidos(TLC CAEU RD). En esa inmensa telaraña, conformada por una cadena de relaciones de naturaleza puramente mercantil y fabricante de violencia doméstica, neurosis, depresión y hasta suicidios, es en la que se mueven terriblemente condicionados tanto la pareja como sus hijos, dentro de la institucionalidad de los matrimonios, al parecer siempre exitosos, pero en realidad cada vez más alejados entre sí por la ausencia del diálogo o la abrumadora emergencia de un duro y persistente monólogo que se entabla cada día, algo que jamás podrá conducirlos a una salida justa y humana, pero sobre todo digna de su condición de humanidad. Para el totalitarismo contemporáneo y sus distintas expresiones o concreciones autoritarias la expresión del amor, los sueños, la evocación y la añoranza de otros tiempos son hechos o manifestaciones peligrosas, además de subversivas para el orden prevaleciente, dentro de una visión de mundo y una acción social tan caracterizadas por la hipocresía y el cinismo, pero también dentro de un culto cada vez más estrujante a la violencia, no importa si física o simbólica, sustanciadas en suma dentro de un conjunto de percepciones y creencias como las que profesan los individuos exitosos de esta era del consumo en masa y de los nuevos espacios urbanos, que por lo general son negaciones de la noción de lo urbano, representada por las viejas ciudades, como un ámbito donde tiene lugar su materialización en el tanto en que deviene en el espacio sagrado de las nuevas religiones, cuya epifanía se expresa en los artificios del consumismo más desenfrenado. De ahí en adelante, hoy como ayer, como ocurrió tanto en la mojigata España Franquista como también en la Rusia Soviética, o con lo que acontece ahora con las macrotendencias globales del acelerado y voraz capitalismo neoliberal de este nuevo siglo que ha dado inicio, las posibilidades para la realización humana espontánea en las esferas de la sexualidad, la afectividad y la vida familiar no son sólo peligrosas sino que difícilmente encontrarán un ámbito adecuado (no hostil) para su materialización. En cada coyuntura nueva, se hace más evidente la naturaleza liberticida, racista, etnocéntrica, clasista y hasta esquizoide, lindando en lo suicida, del régimen imperante con su irracional y violenta pretendida racionalidad, dentro de la que se disfraza el llamado universo de la civilización occidental y su equívoca pretensión de reclamarse cristiana, en un mundo donde la ganancia a toda costa y el éxito superficial son los que imperan.
Los celulares, i pad, tabletas o laptop que aparecieron en la escena de la vida cotidiana, anulando los espacios o intersticios que aún existían entre lo público y lo privado, todo ello como parte de un inmenso y abrumador paquete tecnológico, constituyen el aspecto más visible del accionar de poderosas fuerzas e intereses que han terminado por transformar radicalmente los modos de vida y los valores de la gente, llevándola a una visión de mundo donde el diálogo y la confraternización entre los seres humanos se torna imposible.
El sistema capitalista neoliberal, en su imparable voracidad y afán de lucro, condena a la mayor parte de la humanidad al hambre, mientras una minoría opulenta y avariciosa se alimenta a reventar y se hunde, en gran medida, en la obesidad más desenfrenada, al mismo tiempo que sus políticas dogmáticas aplicadas al agro llevan a la ruina a millones de agricultores y los lanzan a los cinturones de miseria de las grandes ciudades, tal y como ocurrió en México con la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Canadá y los Estados Unidos, recalca Rodrigo Quesada.
El autor nos llama la atención en la segunda parte del libro, acerca de la importancia del legado histórico del anarquismo y la presencia, muchas veces negada u ocultada, por parte de una gran diversidad de intereses y actores sociales, de los anarquistas y sus organizaciones de lucha, las que han marcado muchas de las tendencias o vectores que se han exteriorizado y materializado, de muchas maneras, en los alcances o en la significación más profunda que adquieren algunos combates callejeros de esta época, tal y como sucedió con las grandes movilizaciones contra las tendencias más destructivas de la globalización neoliberal, a partir de la que tuvo lugar, de manera simultánea, con la Cumbre Económico Social de las principales potencias capitalistas, efectuada en la ciudad estadounidense de Seattle, en el estado de Washington, durante los primeros días de diciembre de 1999, convirtiendo a esa ciudad en un importante escenario de las luchas callejeras antiglobalización; dejando además exteriorizada, de esa manera, la aparición de un nuevo anarquismo propio de esta nueva coyuntura, un antiautoritarismo que ha dejado siempre impresa su huella inconfundible en un escenario tan complejo como el de las luchas sociales de nuestro tiempo, llegando hasta a modificarlo sustantivamente al provocar notorios cambios en la agenda social y económica, todo ello a partir de su profunda incidencia en la escena contemporánea de un nuevo cambio de siglo, la que empezó con un pretendido y arrogante final de la historia esbozado por algunos de los ideólogos del régimen capitalista neoliberal, dentro de lo que constituye una particular versión del totalitarismo como una tendencia a negar la posibilidad de cualquier cambio sustancial en la naturaleza del régimen sociopolítico imperante, al haberse convertido en la versión canónica de lo que Ignacio Ramonet llamó el pensamiento único, como la expresión por excelencia del ideario y el accionar, propios del totalitarismo neoliberal.
La huella histórica del anarquismo y los anarquistas, sostiene Rodrigo Quesada Monge, quedó impresa con la sangre, la pasión, el coraje y la gran creatividad evidenciadas en algunos de los episodios revolucionarios más significativos de los siglos XIX y XX tales como la Comuna de París, de marzo-mayo de 1871, feroz y sanguinariamente reprimida por las burguesías francesa y prusiana, un corto periodo en que se conformó el poder obrero con una fuerte y decisiva presencia del anarquismo proudhoniano(v.g.r. Pierre Joseph Proudhon) y sus tesis que lo caracterizaron, entre ellas el federalismo y el mutualismo, además de la ejemplar y combativa presencia de figuras tan importantes para la causa del proletariado francés, tales como Louisa Michel, la incansable e inclaudicable combatiente del movimiento de los trabajadores, hasta el fin de sus días; la revolución rusa de 1905 y 1917, antes y después de la toma del poder por los bolcheviques, un largo proceso donde los anarquistas tuvieron una importante participación, influenciados por líderes y pensadores anarquistas como Mijail Bakunin, Alejandro Kropotkin, Néstor Makhno entre otros o por la vertiente de un anarquismo cristiano, representada en la vida y obra de León Tolstoy; la revolución mexicana, iniciada por el anarquismo magonista (encabezado por Ricardo Flores Magón y sus compañeros) mucho antes de 1910 y con la participación decisiva del Partido Liberal Mexicano(PLM)magonista, durante los primeros combates a que dio lugar el alzamiento maderista, de noviembre de 1910, posteriormente se enfrentó al liberalismo de Francisco Madero y sus grandes limitaciones para enfrentar el tema social desde su visión puramente política de la revolución contra el dictador Porfirio Díaz, esto ocurrió tanto desde las filas del primer zapatismo (el de Emiliano Zapata y su Ejército Libertador del Sur, con sus reivindicaciones agrarias expresadas en el Plan de Ayala), como también dentro de las distintas expresiones magonistas, entre ellas la Casa del Obrero Mundial, en la ciudad de México y finalmente en el transcurso de la revolución libertaria española de 1936 a 1939, en tierras de Cataluña, Aragón y el Levante donde florecieron la autogestión, el control de la producción y la gestión por parte de los obreros y campesinos, organizados en comunas, dentro de lo que fue una singular revolución social, encabezada por la Confederación Nacional del Trabajo CNT) y la Federación Anarquista Ibérica(FAI), organizaciones que contribuyeron, de manera decisiva, a la radicalización del proceso de transformación revolucionaria, según sostiene Rodrigo Quesada. Por desgracia, esta revolución nace y coincide con la siempre ingrata guerra (in)civil que desangró a ese país durante esos años y dio lugar la dictadura fascista del general Francisco Franco, caracterizada por el brutal aplastamiento de toda resistencia y por el intento dichosamente fallido de aniquilar al movimiento obrero español, una de cuyas vertientes más importantes estuvo representada por el anarcosindicalismo desplegado por la Confederación Nacional del Trabajo(CNT), fundada en 1910 y que llegó e convertirse en la organización obrera más numerosa e importante de España, durante los años inmediatamente anteriores al estallido de la revolución y la guerra civil. Ante el alzamiento fascista de los generales Franco y Mola, entre el 17 y el 18 de julio de 1936 contra el gobierno de la Segunda República Española, el proletariado catalán encabezado por la FAI y la CNT, bajo el liderazgo de Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso, entre otros destacados militantes ácratas, debió responder con un levantamiento armado en Barcelona y en toda Cataluña, el día 19 de julio de 1936, para enfrentar y derrotar al fascismo en esa parte de España, cosa que ocurrió hacia el final de ese día, lo que dio lugar al levantamiento exitoso del proletariado madrileño, al día siguiente, con la toma del cuartel de la Montaña y otros episodios decisivos en el plano político militar. La guerra civil había comenzado, pero también los años de la revolución libertaria del proletariado español, una experiencia única en el mundo. El autor intenta hacer un recuento y una valoración equilibrada, dentro de lo posible, de estos hechos revolucionarios tan importantes, destacándose allí la huella de corrientes como el anarcosindicalismo y el comunismo libertario, dentro de la tradición cara a las tesis de Kropotkin y Errico Malatesta para el caso de este último, en el tanto en que fueron unas expresiones de primer orden dentro del pensamiento y la acción ácrata o libertaria de aquel entonces, las que por momentos se entremezclaron, de muchas maneras, en medio del fragor de la lucha y la construcción de la autogestión revolucionaria de la producción.
Cabe destacar también, en esta obra de Rodrigo Quesada Monge, el intento de hacer un balance sobre el surgimiento del anarquismo en América Latina, en la América Central y en la Costa Rica de hace un siglo, donde destacados intelectuales como José María Zeledón, Carmen Lyra, Omar Dengo y Joaquín García Monge tomaron parte, con una intensidad y una periodicidad diversa, a lo largo de los primeros años del siglo anterior, en las primeras manifestaciones organizativas y divulgativas del anarquismo entre los artesanos, obreros e intelectuales costarricenses de aquella época, entre ellas en el nacimiento de la primera Confederación General de Trabajadores(CGT) de Costa Rica, a partir de 1913 y en la publicación de la Revista Renovación, entre los años de 1911 y 1914, en la que colaboró el gran dirigente ácrata español Anselmo Lorenzo, autor de una importante obra que tituló EL PROLETARIADO MILITANTE.
(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA).