Columna “Pensamiento Crítico”
Introducción
El tiempo se agota para que la clase política nacional comprenda (y lo mismo haga el Gobierno PAC-Solís o GPS) que, dado el multipartidismo de los últimos 15 años, ya no es posible gobernar este país aferrándose a un vetusto y agotado sistema político de corte presidencialista con raíces en el siglo XIX. Y que, por tanto, la más importante acción estratégica de corto-medio plazo a emprender debería consistir en comenzar a impulsar lo más pronto una transición hacia un régimen parlamentario o mixto, si es que se desea superar la creciente inestabilidad política y evitar una crisis de régimen de mucha mayor envergadura que lleve la democracia a un fatal colapso.
En varias ocasiones hemos dicho desde esta columna que el Presidencialismo imperante es una herencia del pasado liberal de la Primera República (1870-1948) y que funciona satisfactoriamente solo bajo un “sistema de partido dominante”, o bien en un “sistema bi-partidista”, como los tuvimos a ambos en Costa Rica entre 1953 y 1998. El primero, estuvo caracterizado por un dominio del Partido Liberación Nacional (PLN) sobre una débil y fragmentada oposición de centro-derecha, entre los años de 1953 a 1986; y, el segundo, se impuso a partir de este último año hasta 1998, cuando el PLN tuvo que enfrentar por vez primera a un Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) salido de una coalición de todas las agrupaciones de aquella antigua oposición. Amalgamarse en el PUSC, se les facilitó el competir mejor contra el PLN y alternarse con él en el ejercicio del poder, al tiempo que ambos se acercaban al centro ideológico al cobijarse bajo las banderas del neoliberalismo en bogo.
El sistema presidencialista sobrevivió a lo largo de ese período porque se reunieron al menos tres condiciones esenciales aparte de la cercanía ideológica de los actores, todas ellas ya superadas por la Historia: a) el PLN siempre pudo mantener una mayoría parlamentaria por sí mismo o en alianza con pequeños partidos, b) aunque el PLN no lograra elegir suficientes diputados para formar esa mayoría por su cuenta, se entendía bien a la hora de negociar con la oposición anterior a los años de 1980 y luego con el PUSC, a cambio de darles a esos actores políticos parte del llamado “botín electoral” o prebendas, y hacerles graciosas concesiones para mantener un clima de consenso y facilitar que el presidente de la República en ejercicio no tuviese que enfrentar una oposición atomizada ni hostil. En este sentido había una relativamente bien fundada gobernabilidad a pesar de la alternancia en el gobierno.
Condiciones para la gobernabilidad presidencialista
No olvidemos que en el Presidencialismo costarricense, el primer mandatario de la República es electo directamente por votación popular directa mayor al 43% de los votos válidos emitidos en las urnas en cada elección; y puede contar con una mayoría parlamentaria si por arrastre logra que su partido elija por lo menos 29 diputados, o una mayoría simple de la mitad más uno del número total de 57 diputados electos en cada elección cuatrienal. Y mejor le va al presidente si puede contar con una mayoría calificada de 38 diputados (dos tercios del total) a su favor, necesaria para aprobar ciertas resoluciones, nombrar algunos funcionarios de alto rango, y hacer cambios constitucionales. Otra posibilidad, es la de agenciárselas para formar una mayoría simple o calificada mediante alianzas multi- o bi-laterales con otras agrupaciones. Una tarea que se le facilita mucho al presidente cuando tiene enfrente a un partido grande y disciplinado de oposición, respecto de cuyo perfil ideológico el partido gobernante no se aleja mucho, y que además es al mismo tiempo una agrupación respetable y confiable que cuenta con una numerosa bancada dispuesta a negociar acuerdos sostenibles y productivos con el Poder Ejecutivo; como sucedió en tiempos del sistema de partido dominante y luego bajo el bipartidismo del PLN y el PLUSC, o PLUSC. Precisamente, fue ésa la época de oro del Presidencialismo nacional.
Pero el Presidencialismo se vuelve inoperante bajo el multipartidismo
En cambio, la labor de gobierno se le dificulta muchísimo al presidente, cuando en el Congreso hay muchas bancadas o fracciones disgregadas, de diferente tamaño (hoy día existen 9) y con orientación ideológica esparcida a todo lo largo del espectro “izquierda-centro-derecha”. Y adicionalmente son muy indisciplinadas y conducidas por líderes oportunistas, muchos de los cuales son emergentes o improvisados sin experiencia parlamentaria ni política. Aquí, el partido de gobierno funciona como uno más entre todos los minoritarios que no alcanzan a conformar una sólida mayoría diputadil. Y eso es lo que le sucede al GPS.
Tal es el momento cuando puede afirmarse que reina el mayor desorden del multipartidismo, bajo un régimen que continúa siendo el de un caduco Presidencialismo. Y esta crasa contradicción, precisamente es la que en nuestro país vemos creciendo desde al menos las elecciones de 1998; año cuando en nuestro criterio comenzó el irremediable declive del PLUSC-bipartidismo, al reducirse en todas las contiendas siguientes el caudal electoral de ambos. También creció entre la ciudadanía el abstencionismo, la apatía y el cinismo político-electoral
Mientras tanto, después de 1998, el poder de la base electoral de los presidentes fue también empequeñeciendo y aumentando su debilidad relativa, al ser electos recurrentemente por alrededor de un 30% de los electores inscritos en el padrón electoral. Fue desde entonces cuando se habló con más insistencia del tema de la ingobernabilidad del régimen, aparte de otras limitaciones y dificultades que conlleva, y las cuales aún arrastra -y de la peor manera- por su excesiva maraña o complejidad legal, por los abusos del centralismo burocrático, y los vicios del clientelismo y la corrupción planificada.
La debilidad electoral del GPS en la esfera parlamentaria
Aunque el presidente LGS fue electo por casi un 78% de los votos válidos el 6 de abril del 2014 cercano a los 1,3 millones; en contraposición, su partido obtuvo en la primera vuelta del 2 de febrero 480.969 votos para diputados, un bajo 23,5% del total válido. Por lo que solo pudo elegir 12 diputados del total de 57 que resultaron electos, un 21% de los escaños. Un grave desbalance que para nada favorece la gobernabilidad a favor del GPS bajo el esquema del Presidencialismo; y que nos revela el que los presidentes de 1998 a hoy se eligen sin contar con mayorías parlamentarias propias; ni obtienen ellos personalmente en las elecciones presidenciales el apoyo de más de un 26 a 32% de los votantes inscritos en el padrón, siendo LGS una clara y extraña excepción a la regla. Así vimos cómo Miguel A. Rodríguez fue electo con un 31,8% de los electores inscritos en el padrón electoral; Abel Pacheco lo fue en el 2002, en una segunda ronda, con 25,8%. Oscar Arias en el 2006 logró acumular un 26,08% y Laura Chinchilla en el 2014 un 31,6%.
Empero, el elevadísimo voto favorable a favor de LGS en la segunda ronda del 2014 no le compensa su irreparable debilidad por el flanco parlamentario y, por tanto, también la de su gestión en general, para la cual no ha querido, o no ha sabido cómo, utilizar su enorme capital político de arranque, el cual ha ido perdiendo y malgastando a pasos agigantados luego de un año en Zapote en medio de un gran extravío generador de una inmensa zozobra y un incontenible desorden del poder público.
La conflictividad parlamentaria se trae abajo la negociación política
Ahora bien, cuando hay un Congreso tan multicolor como el salido de las elecciones de febrero del 2014, la negociación política efectiva se vuelve muy excepcional, esto si no una quimera, porque surgen todo tipo de obstáculos y zancadillas a cada paso, como para poder tomar decisiones productivas y viables con eficiencia y eficacia en el eje Zapote-Cuesta de Moras.
Aprobar proyectos de ley bajo tales circunstancias, se complica en demasía, o no se logra del todo; tal como lo hemos venido observando de manera más aguda y generalizada en los últimos años hasta llegar al actual escenario de gran inestabilidad e incertidumbre, para no decir parálisis político-partidista e institucional.
Un escenario donde prevalece un elevadísimo grado de dispersión o “centrifuguismo parlamentario” entre todas las fracciones y al interior de las mismas, donde también se dan incesantes fisuras y un personalismo muy exaltado y destructivo entre los diputados que, sin excepción, mina la disciplina y cohesión interna de las bancadas de los partidos, siendo muy visible en el PAC.
Toda una situación caótica que no le permite gobernar al GPS, cuya fracción parlamentaria, para peor de males, es de solo 12 diputados y en su seno hay signos fuertes de una escisión que puede eventualmente reducirla a 8 o menos sin que el presidente LGS haya podido hacer algo para cohesionarla y coordinarla, sea personal y directamente o por medio de su ministro de la Presidencia.
Conclusión
Debemos entender que, al contrario de lo que piensan en el seno del GPS y en las filas de la clase política, no estamos ante una falla enraizada en la mente y la conducta de los actores políticos, como individuos ubicados en los Poderes de la República, incluido el Judicial; un poder que, por cierto y dicho sea de paso, poco o nada hace para contribuir a resolver el problema de fondo relacionado con la necesidad de diseñar una transición a un régimen multipartidista de tipo parlamentario con mejores grados de gobernabilidad.
Pues, la verdadera complicación es de carácter sistémico, o sea, de la forma y funcionamiento del régimen político-constitucional del Presidencialismo, cuando el sub-sistema de los partidos ya no lo sostiene y torna ineficaz porque impera en él un pluri- o multi-partidismo excesivo, generador de múltiples choques e incontrolables desequilibrios dentro de sus premisas.
(*) José Luis Vega Carballo es Catedrático de Sociología Política de la UCR
Buen comentario, estamos jodidos, rejodidos. Con todo este estado de cosas la que pierde es la democracia
La izquierda amalgamada en el FAC quedó sola en la Asamblea, será interesante ver como se desarrollan los temas importantes como el presupuesto y la reforma fiscal ante la oposición que supera en número a las mayores fuerzas de izquierda del congreso.
Desde este punto de vista y para que quede un poquito claro a algunos criticos con trastornos obsesivo- compulsivos, Doña Laura supo maniobrar con diplomacia y mucho atino, el juego y las corrientes nocivas dentro de la asmblea , las cuales atentan contra toda forma sana de gobierno, como en este caso se ha dicho.