3 COMENTARIOS

  1. Me sorprende el nivel de redacción de este autor y su vehemencia, claridad y la casi imposibilidad de argumentarle. Yo hablo inglés superbien y me he visto beneficiado laboralmente por esto y a pesar de ello me molesta tanto énfasis que pone el CINDE y otras instituciones en priorizar el empleo que ellos llaman ‘bilingüe’. A pesar de lo que dice el artículo 76 de la Constitución Política acerca de defender las lenguas nacionales, si uno es polígloto porque habla español, cabécar, bribrí, guaymí y maleku, en el ámbito laboral va a ser considerado solo como ‘monolingüe’, y por no hablar el dichoso inglés, quizá hasta como ‘analfabeto’.

  2. Muy buen artículo, sobre un tema que parece sencillo pero que en realidad es bastante complejo: ¿cuál tendría que ser la finalidad del aprendizaje de una segunda lengua? ¿Dónde está el valor formativo y cultural que eso tiene?

  3. Los artículos que ha venido escribiendo don Gerardo Barboza sobre el tema de la enseñanza y el aprendizaje del inglés son sumamente valiosos como para tomarlos con ligereza, en realidad requieren de una lectura atenta y crítica. Pocas veces he visto trabajos como los suyos tan certeros para poner las cosas en su lugar, pues el aprendizaje del inglés y otras lenguas modernas se constituye en una herramienta valiosa para ampliar nuestros horizontes culturales, sobre todo si evitamos las trampas que nos ponen los mercaderes del templo y así facilitar en diálogo intercultural con otros pueblos de la región caribeña y de la América del Norte. Entre las aportaciones más importantes de don Gerardo está en desenmascarar a quienes hablan de un supuesto bilingüismo en el sistema educativo que no aparece por ninguna parte, los interminables cursos que no conducen a la persona a apropiarse de la lengua extranjera, la necesidad de vincular ese aprendizaje a una dimensión cultural más amplia. Pienso que deberíamos valorar el inglés criollo limonense, un rico tesoro cultural que nos trajeron los afroantillanos durante los siglos XIX y XX, un inglés con resonancias británicas y antillanas que la autora estadounidense Paula Palmer (v.g.r w’ apin man 1995) supo valorar y que, en nuestro caso, no constituye una lengua extranjera al igual que el bribri y el cabécar que deberían ser mejor valorados, asumiéndolos de una manera radicalmente diferente. De esta manera, seríamos una nación más inclusiva y alejada del pernicioso etnocentrismo cultural, tan propio de las gentes del Valle Central. Don Gerardo yo no sé si usted estaría de acuerdo conmigo en la necesidad de recuperar un mejor conocimiento de nuestra lengua castellana, como un prerrequisito para un mejor aprendizaje del inglés, el francés, el alemán y otras lenguas extranjeras.

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