Los que vivimos en Costa Rica, conocido como el país más feliz del mundo, contemplamos diariamente hasta qué punto nuestra felicidad está basada sobre unas bases bastante endebles, por decir lo menos. Porque –en realidad- vivimos en el país que al parecer posee el pueblo más estúpido que se haya conocido en este continente. Y digo ello porque los ciudadanos todos contemplan de qué forma y manera los políticos de turno hacen fiesta con los recursos públicos (que son nuestros) para beneficiar a pequeños grupos o sectores, condonando deudas.
Es decir, socializan las pérdidas de quienes encontraron que el mejor negocio de mundo consistía en solicitar créditos en la Banca del Estado, guardarse las ganancias obtenidas, no pagar dicho crédito y, poco tiempo después, conseguir que algunos diputados más interesados en sus prebendas y beneficios que en el bien común, les condonen las deudas.
Detrás de estas jugarretas, que ya suman más de veintitrés mil millones de colones en los últimos años, en el sector agrícola, y se esconde una verdad que nadie contempla. Y es que, en buen castellano, por los productos que compramos pagamos más del doble.
Hacen fila en ese “mercado de influencias y practicas perversas” que se llama la Asamblea Legislativa, otros proyectos como es el de la condonación de las deudas de los empresarios del turismo, sin que nadie se atreva a levantarse en contra de esta práctica institucionalizada desde hace decenios, como correspondería a un pueblo digno e inteligente, que además sabe tirarse a las calles para reclamar sus derechos. Y entre ellos, el de exigirle a los gobernantes y legisladores manejo honesto, limpio y sin beneficiar a sectores específicos con los recursos del Estado, que son los recursos de todos los ciudadanos, y no la caja salvadora de quienes resultan unos verdaderos sinvergüenzas, además de ineptos en el manejo de sus negocios.
Otra cosa sería establecer algún tipo de refinanciamiento en casos de desastres naturales impredecibles, por ejemplo, como resulta lógico. Pero no, acá, en este feliz país de inconscientes, no importa que suceda lo que estamos viendo, y no nos extraña porque siempre ha sido así.
Vivimos en un país con precios y costo de vida de país desarrollado con ingresos de país subdesarrollado. Creyéndonos superiores porque aspiramos a un nivel de consumo impropio de nuestra realidad económica, y engañados por una clase política que hace de las suyas con los magros fondos públicos. Y si lo pensamos bien, esta sería otra forma de reducir el déficit fiscal: dejar de condonar desudas privadas con fondos que pertenecen a todos los ciudadanos.
Para participar en este lucrativo negocio hay que pactar, antes de las elecciones, con los partidos políticos. Vender el apoyo necesario para que puedan obtener un número de diputados suficientes en la Asamblea, a cambio de una condonación futura de deudas contraídas en el periodo anterior.
A riesgo de parecer subversivo me pregunto: ¿dónde están los miembros y las jefaturas de los sindicatos, las agrupaciones laborales de otra índole, los colegios profesionales, los universitarios? Y respondo: pegados a sus teléfonos inteligentes y desconectados de la realidad que los circunda, en unos casos, o atemorizados por posibles represalias, o deseosos de ocultar beneficios recibidos en el pasado de la misma forma. ¡Por eso somos el país más feliz del mundo, porque vivimos inmersos en un mundo virtual de majaderías, en vez de contemplar la triste realidad que nos circunda y luchar por mejorar la situación presente!
Es decir, somos nosotros los responsables de la presente situación. Jamás hemos reaccionado ante las veleidades del poder que le otorgamos en las urnas a una caterva de sinvergüenzas agrupados en las cúpulas de los partidos políticos que se aprovechan del modelo de centralismo existente en el país.
El centralismo, como fenómeno político y económico que caracteriza a nuestro país, tiene dos hechos a destacar. El primer hecho, es que en la población se ha desarrollado una cultura de la dependencia del centro del poder y los actores sociales desarrollan estrategias orientadas hacia la acción del Estado, esperando que sea éste quien resuelva los problemas, demandas o conflictos.
En este sentido, un rasgo típico en la ciudadanía es la pasividad política, fenómeno que se caracteriza porque la población tiene la concepción que el Estado es una especie de rey y todos nosotros debemos comportarnos como súbditos y lacayos… Debemos recordar, como lección histórica que el Estado en Latinoamérica no surgió desde la propia sociedad civil sino que fue impuesto desde paradigmas foráneos, eso aceleró el desarrollo de una cultura estatista. El segundo hecho, se caracteriza por participar de una cultura del conformismo caracterizada por aceptar hechos y decisiones del nivel central sin protesta alguna.
¿Ha llegado el momento de un levantamiento ciudadano en contra de las prácticas perversas de los políticos? Parece que sí. ¿Serán los costarricenses capaces de llevar a cabo una reacción ciudadana en esta sentido? Al parecer no. ¿Existen en el país las personas que podrían liderar una revolución de la decencia? No creo o al menos no las conozco.
Sobre esto hemos escrito en años anteriores en varias ocasiones sin que nadie haya mostrado un poco de lucidez en sus reacciones. Por ello seguiremos siendo –en consecuencia- el pueblo más estúpidamente feliz del mundo.
Alfonso J. Palacios Echeverría
El estado Paternalista, ese el el gran problema.Han hecho creer, Alfonso a los ciudadanos, que el estado esta para resolver todo.
Por ello aboguemos por un estado mas pequeno,mas efficiente, dedicado a gobernar y a velar por el bienestar.
El gran deficit fiscal que tenemos, se debe precisamente a otorgar beneficios,sueldos y pensiones de primer mundo, en un pais que no tiene minerales preciosos, sino que el 100 % de sus ingresos provienen de lo que ciudadanos y empresa privada aportan a traves de sus impuestos.Es por ello que debemos, tenemos que ser liberales y respetar la propiedad privada.
Los politicos de turno hacen oleo con los escasos recursos del estado,olvidando la infraestructura y bienestar social del pueblo,para arrogarse mas privilegios.
El colmo es que hasta pretenden la «Marcha de los Conchudos «, irse a la calle a defender sus privilegios.Ojala lo hagan para que el pueblo identifique a semejantes sinverguenzas.
Sí, tiene usted razón, los responsables somos nosotros. Es parte de nuestra cultura, de nuestra historia, estamos bien domesticado, somos sumisos, con mucho miedo al conflicto y censuramos al que levanta la cabeza, incomoda el que exige derechos, el que protesta. Ese comportamiento adquirido y mantenido por décadas nos vuelve cínicos e hipócritas. La educación en la escuela y en la familia nos preparan y condiciona para ese tipo de comportamiento. Ni siquiera los que tienen estudios universitarios son capaces de cuestionar y argumentar abiertamente, muchos, muchos son incapaces de superar ese peso cultural, de manera que se ve con malos ojos al que cuestiona, al que pide cuentas, al que exige derechos. Pero somos felizmente inconscientes y nuestra solidaridad social no pasa de «sálvese quien pueda».
Lo extrapolo a mi país y donde pone Costa Rica, pongo España…y es la misma realidad….así que no es tanto una cuestión local, sino más bien global…se ha globalizado la corrupción….lo estamos viendo en todos los países.. .creo que estamos en un momento de cambio, aunque mis dudas vienen hacia qué lado, si reaccionaremos o seguiremos igual de pasivos por puro cansancio.