Bogotá, 23-06-15 (PL).- Habitantes primigenios de Bacatá, topónimo de la capital colombiana, los indígenas muiscas reclaman hoy respeto por sus territorios ancestrales, donde siembran alverja, maíz, tabaco y plantas medicinales usadas desde hace varios siglos por sus antepasados.
Radicados en zonas como la localidad de Bosa, esas poblaciones han visto reducidos sus espacios originales debido a la proliferación de proyectos de urbanización, explicó a Prensa Latina la alcaldesa mayor de esa agrupación, Mónica Coz, de sólo 25 años de edad.
Amantes de la orfebrería desde tiempos precolombinos y ligados a la famosa leyenda de El Dorado, los muiscas radican también en Chía, Suba, Cota y Sesquilé, otras demarcaciones del distrito capital, donde preservan prácticas agrarias centenarias, bailes y cantos, además de su predilección por la chicha, bebida venerada por varios pueblos aborígenes de América.
Queremos visibilizar nuestras prácticas, tradiciones, el legado de una cultura vinculada a los orígenes de Bacatá, insistió la líder de ese grupo.
Asentados en el altiplano cundiboyacense desde el siglo VI a. C, los muiscas o chibchas adoran aún a la laguna de Guatavita, en la cual según la tradición oral, un cacique cubría su cuerpo con polvos de oro para navegar por el espejo de agua y arrojar objetos confeccionados con ese codiciado mineral.
Representantes de la etnia viajaron hasta el cerro de Guadalupe, el cual custodia a esta ciudad, para entregar su bastón de mando a la abogada y economista Clara López, aspirante a la alcaldía bogotana.
Se trata de un sitio donde desde épocas lejanas las mujeres de esa comunidad pagaban sus promesas con cuarzos, semillas y piedras preciosas.
Me he comprometido a ayudarlos en sus luchas para rescatar escenarios sagrados de los muiscas, además de fomentar la vigorización de sus costumbres y lengua, insistió la presidenta del partido de izquierda Polo Democrático Alternativo.
Sanear un río fundamental para el desarrollo de la agricultura muisca es otro de los retos, insistió López.
Ritmos andinos y la antigua danza del maíz, protagonizada por ancianas y jóvenes, cerró la ceremonia en Guadalupe.
Más de medio centenar de indígenas compartieron allí alimentos y saberes.
Colombia acoge a 84 grupos aborígenes, distribuidos en distintos departamentos.