jueves 21, septiembre 2023
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No todo lo que reluce es oro

No es necesario ser demasiado sabio para aceptar la premisa de este título como verdadera. Como tampoco es verdadero que toda democracia es realmente una democracia ni que todo progreso  es verdaderamente progreso ni todo desarrollo verdaderamente desarrollo. En tanto y cuando no se hagan ingentes esfuerzos por salir de la oscuridad fundamental quienes creen promover la democracia están promoviendo la dictadura popular (populismo), el progreso en retroceso y el desarrollo en más subdesarrollo. De la evolución se ha pasado a la involución, de la luz a la oscuridad de donde no se puede salir a menos que exista una férrea voluntad de cambio en todas las direcciones y el firme propósito lejos de todo dogma, de todo fundamentalismo, de esparcir a través del ejemplo el deseo de alcanzar por fe en el Universo, la iluminación.

Pero no pretendo una disertación filosófica aunque de hecho sea necesaria en ciertas instancias. Aquí pretendo exponer sin ánimo de ofender a nadie en particular, el estado no solo material sino espiritual de este país donde se alega tener las tres grandes virtudes mencionadas al principio de este escrito: democracia, progreso, desarrollo. Nada más falaz, más falto de verdad, toda una malévola tergiversación de la realidad.

Cuando se habla de libertad de expresión nos encontramos con una férrea y bien disfrazada censura social que abarca todos los ámbitos del quehacer ciudadano todos los días amparándose en conceptos mal entendidos precisamente de democracia, progreso y desarrollo, en una doble moral que justifica la violación permanente a los más fundamentales derechos humanos. Después de un sistemático y permanente lavado de cerebro durante años, labor de hormiga, se ha llevado a una gigantesca mayoría a una estupidización masiva y una ignorancia total de todos los procesos histórico sociales que pudieron haber conducido al desarrollo.

Quienes habrán sido los responsables de tan deleznable hecho no es ya tan difícil de adivinar. Podemos culpar, sin temor de equivocarnos, a la clase política con la anuencia y complicidad de la religión y por último, de los intereses económicos espúreos y los exotismos y poses  de las izquierdas quienes con tal de satisfacer sus propias vanidades no solo han permitido sino alentado la corrupción y fomentado por alevosía u omisión la mayor ignorancia generalizada de una población de por sí domesticada pero verdaderamente subdesarrollada.

Esto ha conducido inequívocamente a un estado tanto mental como espiritual deficitario cuyo resultado final se traduce en ineficiencia, ineptitud, sinvergüenzada, desfachatez, descaro, violencia, robo, desfalco, mentira, manipulación, encubrimiento, seducción, acoso, intimidación, asesinato, envidia, xenofobia, racismo, sexismo, indolencia, irresponsabilidad, indiferencia, abuso, prostitución, drogadicción, debilidad, cinismo.

Sin que esta situación general constituya una exclusividad de esta atribulada república, tribulación que la mayoría de sus ciudadanos ni entienden ni aceptan dado el grado de ignorancia y de lavado cerebral, tanto más deleznable es al compararla con el estado de otras repúblicas del área quizá en peores situaciones pero que al menos no hacen alarde de las bondades de la falsa democracia que preconizan y reconocen en algún grado el nivel de vicio y de corrupción en que han caído.

Esta “ democracia “ se ha encargado por años de forma altanera e hipócrita de gritar a los cuatro vientos una falsa humildad, e intentado hacer creer a los demás que somos un oasis de paz y que debido a eso nos hemos constituido en defensores a ultranza de los  derechos humanos , de los animales y del medio ambiente cuando en realidad es todo lo contrario. Todo se convierte en un discurso vacío poco convincente en el exterior pero que adentro se reproduce en todos los niveles sociales como las termitas.

A una gigantesca mayoría vociferante le encanta creer que somos arios y por ende superiores a nuestros congéneres del área geográfica a la que pertenecemos. Bien haríamos en mirarnos en un espejo; soberbia sorpresa nos llevaríamos al vernos físicamente similares sino iguales a nuestros vecinos sobre todo del norte. Mientras en otros lugares, otrora odiosas dictaduras militares, se han conseguido ciertos logros en contra de la discriminación racial o sexista, aquí se ondea la bandera de la diversidad a sabiendas de que todos los proyectos de ley en el sentido de imponer severos castigos a quien discrimine y de conceder derechos a minorías que ya no lo son tanto, se encuentran empantanados en las gavetas de la Asamblea Legistativa que se pavonea impune ante las múltiples denuncias por los abusos y el clamor por igualdad de derechos.

Uno de esos proyectos es el derecho inalienable que tienen parejas ante la imposibilidad biológica de su reproducción, de recurrir a la fertilización in vitro. Muy a pesar de los mandatos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que el Estado resuelva a favor el uso de esa tecnología, los Padres de la Patria le dan largas al asunto, administración tras administración y permiten que organizaciones cavernarias se encarguen de propagandizar en contra e incluso que testaferros colocados dentro del seno mismo del cuerpo legislativo entorpezcan todo intento de discusión del tema. Lo mismo ocurre con el proyecto para conceder viabilidad legal a las uniones de convivencia entre personas del mismo sexo y la legislación urgente de protección a los animales para no mencionar leyes urgentes de protección del medio ambiente.

Toda la propaganda oficial, respaldada por la empresa privada, la religión , las derechas y las izquierdas políticas y el grueso de una población ignorante y embrutecida, hace aparecer al país como un modelo ético digno de imitar cuando la realidad es otra. Aquí la violación a los más fundamentales derechos de personas, animales y naturaleza es permanente, sistemática y descarada para no decir de una vez, cínica.

Con la aparición de las superintendencias, comenzando por la SUGEF el fenómeno de la elefantiasis se ha multiplicado y ahora todo ciudadano honrado o no es monitoreado hasta en el uso de su intimidad. Como aquí, debido a la escasa memoria histórica, siempre ha sido tradición mal copiar lo que mal se ve de otras culturas, nos hemos encargado de reproducir por supuesto todos los males que aquejan a otras sociedades y ninguna de sus bondades o sus logros espirituales. Somos una sociedad consumista por excelencia sin siquiera tener los medios que nos permitan alcanzar de forma desahogada los gustos por el buen vivir y nos hemos endeudado hasta las cachas para complacer vanidades y comprar caprichos de mal gusto solamente porque  lo miramos en la televisión y por aquello de la competencia desleal del vecino. La envidia pero sobre todo la serruchada de piso están a la orden del día incluso dentro del seno familiar. Aquí la cortesía y la amabilidad desaparecieron del quehacer diario y quien lo haga es visto como bicho raro.

(*) Oscar Méndez Sol es Profesor jubilado.

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