Pablo Dávalos, en un artículo de su autoría denominado Neoliberalismo Político y Estado Social de Derecho señalaba lo siguiente: “El neoliberalismo es uno de los discursos referenciales a la hora de explicar y comprender la realidad no sólo de América Latina, sino del mundo. Empero de ello, la referencia a la “larga noche neoliberal” amerita un proceso de reflexión, análisis y discusión sobre lo que verdaderamente significa el neoliberalismo. Se ha cuestionado tanto al neoliberalismo que su mención ha pasado a ser un tópico, es decir, un tema sobre el cual todo el mundo habla pero pocos lo comprenden. Sin embargo, la razón neoliberal lo abarca casi todo. Es un discurso fuerte, sólidamente estructurado, y epistemológicamente fundamentado. Se piensa al discurso neoliberal en sus coordenadas económica, mas el neoliberalismo no es solo economía, es básicamente geopolítica y también biopolítica.
El neoliberalismo tiene que ser comprendido de una manera totalizante e histórica al interior del sistema-mundo capitalista. Debe ser visualizado como la compleja búsqueda de los centros del poder, por sistematizar, legitimar y racionalizar la regulación del sistema mundo en una fase particular, aquella de la preeminencia del poder financiero mundial.
Entiendo por regulación del sistema-mundo capitalista las formas por las cuales el capitalismo busca su propia reproducción, esto es, la forma por la cual el propio sistema crea y recrea las condiciones históricas que le son propicias para su existencia en términos de tiempo y espacio
Esa regulación del sistema-mundo, que abarca múltiples aspectos, en lo que se refiere a lo económico se establecería en la disputa y el control sobre dos dimensiones básicas: la primera es la administración de los recursos (los problemas de la asignación de recursos “escasos”); y, la segunda, es la regulación social (las decisiones sociales sobre: qué, cómo, cuánto, producir, distribuir y consumir).”
Entiendo por “poder financiero mundial”, señalaba el autor, al proceso que emerge desde la crisis del sistema de Bretton Woods en 1973, y que conforma un espacio propio de control y arbitraje de recursos financieros, y que empieza con la creación de los euromercados de capitales (1973-1979), se continúa con el financiamiento privado al desarrollo, la crisis de la deuda externa(1982), y culmina con la creación de una finanza corporativa transnacionalizada, autónoma y autárquica, que ha creado marcos institucionales propios y con una gran capacidad de intervención mundial, como las bancas de inversión o las negociaciones sobre el mostrador (Over The Counter, OTC‟s), que tienen capacidad de movilizar enormes sumas de capital en forma instantánea y hacia cualquier parte del mundo, que pueden generar decisiones de arbitraje a nivel mundial sobre las decisiones de producción, inversión, empleo y valor de los tipos de cambio, entre otros procesos y fenómenos económicos. Este “poder financiero mundial” se imbrica con la banca multilateral de desarrollo, la OMC, el G8 y el Foro de Davos, en un complejo proceso que otorga sustento institucional a nivel global a la regulación neoliberal del sistema-mundo (Cfr. Chesnais, F., 1996)
Así entendido, el neoliberalismo es más que una doctrina económica, política o social. Es economía porque estudia la regulación a través de una analítica concreta, aquella de la economía clásica. Es política, porque trata de fundamentar al Estado moderno, la democracia, y el sistema político moderno, desde el liberalismo clásico. Es ética, desde su óptica, porque establece los fundamentos de la convivencia social desde una posición determinada por la razón de mercado y el individualismo. Es histórica porque construye a la razón de mercado como heurística y hermenéutica de la historia. Es jurídica porque establece un modelo de Estado y de contrato social desde el cual se regula y administran las sociedades. Es simbólica porque ha generado una ideología de éxito individual sustentado en el consumo y el mercado.
Al menos, todo lo anterior son los argumentos que los neoliberales esgrimen frente a quienes, desde el otro lado, le acusan de producir fundadas deformaciones sociales y del empobrecimiento progresivo de las masas. Tratan de vestirse con los honorables trajes de la lógica por más que la realidad nos señale de qué forma y manera es una actitud que evade las responsabilidades sociales frente al altar del mas aberrante egoísmo.
El neoliberalismo, como tal, nace en su disputa contra la planificación expresada en dos formas: como planificación central (estado socialista), o como planificación descentralizada (estado de bienestar). Es decir, en la coyuntura histórica del New Deal del Presidente Roosvelt (1935), el Plan Beveridge, de Churchill (1942), y la planificación centralizada de la URSS, y los planes quinquenales de los años treinta (GOSPLAN).
La planificación implica la idea de racionalización al interior de la regulación social y económica y en la asignación de recursos. En ese sentido, es la respuesta a la crisis del sistema capitalista, sobre todo aquella de 1929-32.
En esta respuesta, se asume que la autorregulación social realizada por el libre mercado puede provocar más problemas que aquellos que pueden solucionar y que a la larga implican un peligro para la pervivencia histórica del mismo sistema capitalista.
La crisis de 1929 creó la recesión, el paro laboral y la pérdida de referentes sobre las promesas de la sociedad de mercado. El impacto de la crisis de 1929-32, fue tan profundo que muchos sectores vinculados al propio sistema capitalista consideraron que éste estaba condenado a desaparecer. En 1942, el economista austríaco Joseph Schumpeter , un crítico despiadado del marxismo y el socialismo, expresaba: “he intentado demostrar que inevitablemente surgirá una forma socialista de sociedad de la descomposición igualmente inevitable de la sociedad capitalista”(Schumpeter, 1983, 16).
El neoliberalismo -como en sus campos fueron el neopositivismo, el neocolonialismo, el neofascismoy todos los «neos»- es el liberalismo en la época actual, es la reacción más salvaje del capitalismo contra el Estado social, el Estado benefactor, el Socialismo de Estado o el Nacionalismo revolucionario, que poco a poco se habían impuesto en el mundo haciendo crecer el poder del Estado. El neoliberalismo, formado en los años treinta del siglo XX, se dedica a ensalzar la competencia capitalista, aseverando que su mecanismo garantiza automáticamente las mejores condiciones para la evolución de las fuerzas productivas.
El elogio del libre juego espontáneo de la oferta y la demanda está indisolublemente vinculado a la defensa de la no intervención del Estado en la economía. Combina la exaltación de la libre competencia y la instauración automática del equilibrio con el reconocimiento de la necesidad
De la introducción del Estado en la economía, pero sólo como premisa para el normal funcionamiento de la economía capitalista. Apoyan la intervención del Estado -dicen los liberales- para evitar las tendencias monopólicas, pero cuando se aprueban medidas prácticas contra los monopolios se ve que su «oposición» sólo es demagógica, que le sirve sólo para enmascarar el saqueo.
A la prensa, al cine, a la radio, a la televisión, se les ha llamado «medios masivos de información», «medios de comunicación de masas», «medios masivos» o simplemente «los medios». Sin embargo, al parecer, sólo son de información, no de comunicación porque no se comunican con la audiencia, porque no dejan participar, no consultan, están cerrados, informan de lo que quieren y sólo obedecen a las indicaciones de sus propietarios, gerentes o directores. Por eso, por informar lo que ellos desean y de acuerdo con su particular criterio, se les define generalmente como medios de información. Leamos lo que a continuaciónnos dice el analista en comunicación, venezolano Antonio Pascuali:
«Comunicación es tal cuando produce una interacción biunívoca del tipo del consaber, lo cual sólo es posible cuando entre los dos polos de la estructura rige una ley bivalente: todo transmisor puede ser receptor, todo receptor puede ser transmisor. La comunicación descansa en la conservación de un contacto trascendental no fusionante, de una presencia alejada o presencia-ausencia. Es la acción recíproca entre agente y paciente. La comunicación, en el terreno de los medios, se reconocerá en el intercambio de mensajes con posibilidad de retorno no mecánico entre polos igualmente dotados del máximo coeficiente de comunicabilidad» (Pascuali. 1969)
Hay que decir de entrada que, como señalaron diferentes escuelas ortodoxas marxistas -las leninistas, las stalinistas y las maoístas- los medios de comunicación, o de información, forman parte de la superestructura ideológica de la sociedad. Si bien, como dijera Engels, la relación entre base económica y estructura no es mecánica o automática, «en última instancia» el ser determina la conciencia, es decir, el hombre piensa de acuerdo con las condiciones en que vive.
Por eso, cuando se habla de medios de comunicación de masas, más que contabilizar las salas de cine, el número de periódicos o revistas, la cantidad de estaciones de radio o las televisoras que funcionan en la entidad, así como la cantidad de seguidores que tienen, lo importante es ir más allá para lograr ver la influencia que han tenido y poseen -para bien o para mal- en la conformación del pensamiento y la actuación de los lectores, cinéfilos, radioescuchas o televidentes.
Para analizar el problema de la prensa, por lo general parto de aquella reflexión de Marx, escrita en sus años juveniles para deslindarse del idealismo hegeliano de su época, en su voluminoso libro, La ideología alemana, en el que categóricamente señala: «En cada época de la historia las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes; la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, la fuerza intelectual dominante; la clase que dispone de los medios para la producción material tiene al mismo tiempo el control de los medios de producción mental» (Marx K. y Engels F. 1968)
Esa tesis de Marx, también explicada y desarrollada 120 años después por Louis Althusser en sus «Aparatos ideológicos… «, me ha parecido básica para entender el papel que los medios de información de masas han venido cumpliendo como aparatos ideológicos de Estado. Más que caer en lo secundario, en su presentación formal: imagen, sonido, redacción, tamaño, color, agilidad, etc.; más que observar sus técnicas de distribución, venta de publicidad o de suscripción, lo que realmente interesa descubrir en los medios de información, es la ideología que difunden, el conjunto de ideas que manejan para convencer a su clientela con el fin de que elijan uno u otro camino o asuman determinada conducta. Esas conductas que eligen las masas subyugadas, son las enseñanzas del modo de vida establecido.
Para explicar con detalle la manera como los medios de comunicación, la ideología (sobre todo neoliberal) y el individualismo han convertido todo en mercancía en las sociedades capitalistas, Mattelart, especialista en análisis sobre comunicación, escribe: «Toda actividad y todo producto de la sociedad capitalista participan del mundo y de la lógica de la mercancía. La comunicación es parte de este mundo y sigue su lógica a través de la fechitización.
La comunicación es un producto fetichizante. En el fetichismo los hombres se vuelven «cosas» y las cosas viven. La ideología es la reserva de signos que son utilizados por una clase para imponer la idea de sociedad que conviene a sus intereses. La ideología, al penetrar en las diversas esferas de la actividad individual y colectiva, cimenta y unifica el edificio social. La forma de operar del proceso ideológico es silenciar los orígenes del sistema, de tal manera que los individuos puedan vivirlo como un orden natural.
El medio de comunicación de masas es un mito en la medida en que se le considera como una entidad dotada de autonomía sin relación con la sociedad. Entonces, los medios de comunicación pueden ser «culpados» de crear o fomentar la violencia, la pornografía, etc.
En la sociedad capitalista, el medio de comunicación neutraliza y desorganiza a las clases dominadas. Se encarga de hacer funcionar diariamente la norma del individualismo. La transmisión de noticias es anárquica y sensacionalista. Se despoja de los hechos del contexto que les da sentido. La ley de organización de la noticia es aquella que privilegia los intereses de la clase en el poder. El análisis de las noticias revela cuáles son los frentes en que trabaja la burguesía; el hecho noticioso es la materia prima a partir del cual trata de crear representaciones colectivas, imágenes, estereotipos»(Mattelart.1974)
En la actualidad se habla mucho de que se debe respetar la libertad de prensa y, como contraste se dice que el autoritarismo debe ser combatido; que la información que se da a conocer en los medios debe ser muy objetiva y, para ello se deben evitar las intervenciones manipuladoras; se ha analizado el enorme papel que juega el pago de publicidad para la supervivencia de los medios de información, pero también se ha dicho que no deben predominar criterios comerciales en la programación. Por último, entre otras ideas, se plantea la necesidad de hacer un código de ética que rija la conducta de los medios de información.
En fin. Mientras la propiedad de las empresas de los medios de información sigan en manos de unos cuantos capitalistas, la defensa de la libertad de prensa será la defensa de la propiedad. Los dueños de los medios de comunicación, al abogar por la libertad de prensa, lo estarán haciendo para defender sus intereses como propietarios. La libertad de prensa ha tenido repercusión internacional y ha sido usada por poderosos monopolios para defenderse. La realidad es que la burguesía ha sido incapaz de llevar a sus últimas consecuencias la libertad de prensa. Se contradice al aplicar la censura y obligar a los periodistas a autocensurarse.
Contra la libertad de prensa o de información, se aplica el autoritarismo donde el medio de comunicación obedece a una dirección rígida; desde un emisor que trasmite la ideología del modo de producción capitalista hacia un receptor que constituye una mayoría que no ve reflejada su forma de vida y sus aspiraciones. Un grupo de especialistas nombrados por los mismos empresarios para seguir normas imponen un mensaje a un auditorio que no participa en su elaboración. El mensaje refleja la práctica social de la clase dominante, jamás o raramente la práctica social de la población.
El periodismo, para evitar caer en la simple manipulación ideológica, debe manejar un código de la objetividad; sin embargo no se puede olvidar que así como la empresa tiene una ideología como clase dominante, también los periodistas poseen una ideología que les impide ser totalmente objetivo, lo que no quiere decir que no busquen serlo; los juicios de valor, la ideología y la lucha de clases están siempre presentes e interfieren en la redacción y transmisión de la información. Lo que hay que evitar es la utilización de un lenguaje que limite o que encarcele a los protagonistas del proceso social entre dos posiciones irreconciliables que muchas veces dividen al mundo en dos esferas (los buenos y los malos) y utilizan la justificación del orden, la armonía y la tranquilidad para llamar a la represión.
Hay un problema importante que ata y subyuga a los medios de comunicación porque, al parecer. «El que paga manda». Veamos lo que nos dice la investigadora Patricia Arraiga, al respecto:
«Los medios de comunicación masiva se desarrollan en función del gasto publicitario y, en algunos casos, como al inicio de la radio en Estados Unidos, las empresas mismas de bienes de consumo, eran las dueñas de las primeras estaciones transmisoras y las utilizaban para hacer su propia publicidad… Al decir que los medios de comunicación masiva dependen de la publicidad, afirmamos en realidad que dependen del sector de bienes de consumo. Al decir que la publicidad depende de los medios de comunicación masiva, afirmamos que el sector de bienes de consumo depende de estos últimos. Sin embargo es el sector de bienes de consumo el que, en última instancia, determina a los medios de comunicación masiva, es decir, estos medios están sometidos al desarrollo de dicho sector.
Prueba de ello es que si el sector de bienes de consumo disminuye su gasto publicitario, fenómeno común en época de crisis, los medios de comunicación masiva se ven profundamente afectados» (Arriaga Patricia. 1982)
A través de décadas se han hecho comparaciones acerca del comportamiento de los medios de comunicación en los países capitalistas y en los llamados países socialistas. Generalmente se ha aceptado que en los regímenes capitalistas, los medios y los propietarios se plantean como objetivo central el lucro, sus negocios sólo buscan ganancias vendiendo diversión y entretenimiento, aunque anuncien que buscan «elevar» los niveles educativo y cultural de los receptores. Los que se encuentran en manos del Estado en los regímenes socialistas y también en algunos no socialistas, los medios, sobre todo la TV y la radio, quieren convencer, educar, tienden a propagar una ideología, y por otra parte -como no buscan el lucro-, proponen valores de «alta cultura»: charlas científicas, música y obras de teatro clásico, etc.
Tanto la dirigencia estatal como la privada, tienen un objetivo común: la búsqueda de un gran público, de las mayorías. Para lograrlo, en ambos bloques hay quienes sostienen la tesis de: «al público, lo que quiera», es decir, parten de la visión simplista y burda de que el público hace los medios, o manejan la idea contraria (igualmente burda y simplista), de que los medios hacen, crean el público. Ambas posturas niegan y evaden el problema específico de los medios, niegan la dialéctica entre el sistema de producción cultural y las necesidades culturales de los consumidores.
La cultura de masas es pues, el producto de una dialéctica de producción-consumo en el seno de una dialéctica global que es de la sociedad en su totalidad.
Para concluir estas reflexiones acerca del papel de los medios de información en la sociedad capitalista, me ha parecido importante plantear alguna salida que ayude a cambiar la imagen negativa que se tiene de las informaciones que llegan al gran público. En tanto las empresas de información sigan en manos de unos cuantos capitalistas cuyo único interés sea acrecentar sus ganancias, las cosas no podrán cambiar; pero en la medida en que el público comienza a exigir mayor responsabilidad, limpieza y veracidad en lo que consume, los mismos capitalistas entenderán que para vender tienen que ofrecer buena mercancía. Por eso un código de ética periodística, como plantea el comunicólogo Riva Palacios, puede ser una salida mediata interesante:
«Periodista que no tenga ética, no es un periodista pleno. Periodista que no coloque la ética como cimiento de su trabajo tendrá una profesión endeble, vulnerable y con poca credibilidad. Por desgracia, la ética periodística es un concepto que, en la práctica es casi nulo en el contexto nacional.
Ningún medio tiene como herramienta de trabajo un código de ética, ni tampoco existe el concepto de «conflicto de interés», cuya ausencia sólo distorsiona y vicia enormemente al periodismo (…) La prensa, con sus excepciones, no se ha convertido en un foro plural, real, sino que se ha vuelto una especie de altoparlante del gobierno y de aquellos sectores a los que quiere apoyar.
Por lo mismo, tampoco ha sido espejo fiel de los diversos sectores -representativo- de la sociedad… sólo realiza ese papel para aquellos grupos con poder económico que pueden comprar espacios informativos y otorgar privilegios a los periodistas (…) Mentir, ocultar, tergiversar, ser injusto o tendencioso. Permear el trabajo por intereses creados, son violaciones fundamentales a la ética periodística… No es casual que los noticieros de la televisión carezcan de credibilidad y que los periódicos y las revistas de información general tengan circulaciones tan bajas (Riva Palacio. (1998 p. 111,126 y127).
Con las reflexiones anteriores, quizá un poco largas, propongo a los lectores que analicen individualmente la campaña desatada desde hace semanas (aunque ello viene desde hace años) por un medio de prensa La Nación, en contra del Estado, con la no bien disimulada intención de desprestigiarlo a fin de facilitar el privatizar aquellas actividades que, en manos del Estado, consideran que deberían entregarse a la iniciativa privada, para lucrar con ellas sin control alguno. Y no ha importado cual partido político se encuentra en el poder, la campana siempre ha continuado, menos intensa cuando ha gobernado el neoliberal Partido Liberación Nacional, y extremadamente intensa ahora, cuando gobierna el Partido Acción Ciudadana, al que tildan de izquierda.
La campaña es tan burda que se transparentan las intenciones a la vista de todos.
Alfonso J. Palacios Echeverría
Yo como me despierto con solo oir la moto que me trae la edicion diaria de La Nacion, debo decir que independientemente de su contenido,que es compartido por la mayoria de los costarricenses,disfruto tanto con una taza de café que me hacen el dia.
«me hacen el día»…una frase que claramente no suena nada natural (a excepción de los «milenials» y otros delicaditos que ostentan una redacción pésima, producto de sus lecturas veleidosas en su diminuto teléfono celular inteligente -más que ellos- ), un claro anglicismo y traducción literal de «to make the day» del Inglés. ¡No suena bien decir eso en español! ¡Mejor hable como tico en lugar de ser una mala representación de un traductor literal pura tusa de esos que se encuentra uno en la Internet! Ya suenan como esas comedias gringas traducidas en México. Me da verguenza oir a estos payasos hablar de «chicos y chicas», haciendo constantemente traducciones literales del inglés y echando a perder nuestro glorioso Español. Aunque en su defensa se debe ser un poco condescendiente con ellos, porque al final… ¿que va a saber una chancha de aseo?
Siempre el ataque es con La Nacion,cuando el periodico de mas venta en el pais es el Diario Extra,no entiendo.
LN es desde siempre la voz y brazo de la oligarquía, revisen ediciones de los años 50, y se podrá leer los ataques a la Caja del Seguro Social, ahora es el ICE y otras instituciones pero siempre estará ahí para tratar de implementar ese capitalismo salvaje hasta sus últimos extremos; eso es ese periódico. En su desesperación han caído en violaciones flagrantes a la ética y a la verdad. Otrora crítica acérrima del PLN, se volvió su aliada cuando OAS y su jauría de neoliberales se posicionaron en ese partido para desechar la social democracia y cobijarse en el neoliberalismo. LN es cambiante a sus intereses y es a éstos a los únicos que le es fiel.
la nación para lo único que sirve es para limpiarse en caso de que no se tenga papel higiénico, e incluso de eso tengo mis dudas.
La nación es el periódico de los neoliberales, es parte de la élite millonaria de este país, yo lo comparo con CNN de USA, estos medios de comunicación no se dedican a informar, se dedican a desinformar y a manipular el pueblo,y sobre todo a destrozar cualquier gobierno que no sea del PLN,
Me parece bastante ingenuo pensar que La Nacion va a tener una posicion contraria a sus intereses.Es como querer que este diario o el Seamanario Universidad no fueran populistas y de izquierda.
Eso es lo lindo de la libertad de expresion, cada uno dice lo que quiere y el publico los acepta o no.Unos permanecen y otros cierran a base de preferencias.
Dice Horacio Verbitsky: «Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y poner piedras en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa».
(La Nación es todo lo contrario al Periodismo, propiamente dicho)
Entre los que atacan una forma de pensar y de interprtar la realidad y sus contraios, todos olvidaron la seriedad y profundidad del articulo del Sr, Palacios Echeverria. Y me muero de la risa cuando se le tilda a Elpais.cr de izquierda por decir las cosas como son y permitir que articulistas de la talla de el Sr. Palacios tengan la oportunidad de ilustrarnos. Hay que ser imbecil para expresarse de la formna en que lo hace el senor que asi se expreso.