viernes 13, diciembre 2024
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El enredo de cables del poder

En algún lugar leí lo siguiente: “Contrariamente a lo que se dice, el poder tiene más interés en confundir que en engañar a los ciudadanos, pues la confusión es más eficaz e inutiliza más las mentes. La inteligencia está programada para buscar la verdad y cuando la mente encuentra varias verdades posibles, todo se nubla y la confusión hace estragos. El resultado es que sin la luz de la verdad y con la mente confundida, los ciudadanos se hacen más débiles y buscan una autoridad que les conduzca y les guíe en la perdición.

La batalla más importante que se libra a diario en el mundo no es contra el terrorismo, ni contra el delito, sino la que libran los poderosos por controlar la mente de los ciudadanos e impedirles por todos los medios que piensen libremente, puedan discernir entre el bien y el mal y consigan autogobernarse.

En esa batalla, el arma más poderosa utilizada por el poder no es el engaño ni la mentira, sino la confusión. De lo que se trata es de que existan varias versiones posibles y verosímiles de la misma realidad para impedir a las mentes descubrir la verdad, la luz y el camino. Sin saber a qué atenerse, cualquier mente, incluso las más lúcidas, se sienten desprotegidas, confundidas, débiles y sedientas de orientación y tutela por parte de los grandes poderes, que, curiosamente, siempre proyectan una intensa sensación de seguridad.

La verdad es la principal aliada de la libertad y el componente más importante de la democracia.”

Todo el sistema democrático está orientado a establecer competencia entre los poderes para que de esa competencia surjan la luz y la verdad. Cuando el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial se controlan y marcan mutuamente, es más que probable que los secretos no existan y que la verdad reluzca, pero cuando un solo poder se impone, emerge la confusión y se entroniza el relativismo, haciendo creer a la sociedad que nada es verdad ni mentira y que la verdad única nunca existe. Por eso el papel de la prensa libre es decisivo en democracia, porque tiene el deber de informar sobre todo y de fiscalizar a los poderes para que la luz penetre por todos los rincones, lo que impediría que crezcan la tiranía, la corrupción y el abuso de poder. Por esa misma razón, controlar a los medios de comunicación suele ser una de las primeras obsesiones de los grandes poderes.

Estamos viendo cómo el tradicional sistema de representación política basado en partidos de fuerte identidad, sostenidos en anclajes sociales y culturales, está siendo sustituido por la convergencia de espacios políticos, muchos de ellos de perfiles ideológicos sustantivamente diferentes y en muchos casos competidores electorales en un pasado reciente.

No podemos olvidar que la democracia representativa existente en nuestro país es, ante todo, producto del desarrollo cultural y científico del pueblo. Cuanto mayor es el grado de comprensión del mundo existencial en que se desarrolla el ser humano y del que él mismo forma parte, que le permita superar y salirse de la imposición ideológica individualista dominante, mayor es su compresión del ser social que es, mayor es el grado de compromiso participativo, mayor su necesidad de compartir sus inquietudes creativas que lógicamente dejan de ser individuales para convertirse en colectivas cuando se ponen en común.

Es fundamental que desde la actual situación, desde la democracia formal burguesa, los partidos conscientes del poder alternativo protagonizado por las masas populares, su trabajo principal se enfoque en la educación de las grandes masas alienadas y sometidas mediante la subyugación ideológica que el imperialismo oligárquico ejerce a través de los funcionarios políticos, los eruditos, escritores y filósofos burgueses, gracias a los poderosos medios técnicos de información, de alienación cultural y de represión que disponen. Ese tipo de organización para la educación, implícitamente lleva parejo la propia organización antisistema, que a medida que se consigue la formación ciudadana provoca una mayor organización y participación de los sectores sociales objetivamente necesitados e interesados en la lucha antisistema y de que se garantice la nueva forma de poder una vez producida la revolución.

En la sociedad dividida en clases, la defensa de los intereses no se resuelve en luchas directas, sino a través de la lucha por el poder del Estado, pues éste es el instrumento mediante el cual se asegura la persistencia de esos intereses encontrados y por tanto del sistema productivo que los genera.

La contradicción entre burguesía y proletariado (términos anacrónicos, pero vigentes), es la contradicción fundamental, básica, irreconciliable y antagónica. Los dos grandes bloques que se enfrentan en la contradicción fundamental, la burguesía y el proletariado, manifiestan el aspecto principal de esa lucha, en el ámbito político. Sin embargo, la contradicción fundamental se manifiesta en primer lugar, no por su aspecto principal – lucha por la conquista del poder político – sino de su aspecto más primario, la lucha por la mejora de las condiciones de vida, es decir por reducir la tasa de explotación capitalista. El interés fundamental de la burguesía consiste en mantener precisamente ahí, a nivel primario, la lucha del proletariado, pues sabe que, la tasa de explotación puede ser recuperada, y que mientras se luche sólo contra ésta y no contra la explotación en su conjunto, siempre terminará recuperándose. Para conseguir este objetivo, la burguesía utiliza el mecanismo de subyugación ideológico, penetración de la ideología burguesa en la clase proletaria.

Tanto en el Bloque Burgués como en Bloque Proletario, existen contradicciones internas que manifiestan los diferentes grados y formas de explotación entre los trabajadores y los diferentes grados y formas de apropiarse de esa explotación entre la burguesía. La complejidad del sistema productivo capitalista, es lo que genera todo un juego de contradicciones en segundo grado. Estas contradicciones internas en los dos bloques básicos no son, lógicamente antagónicas por naturaleza, aunque si pueden convertirse en tales, si el aspecto principal, es decir, su manifestación política las conduce a ello. Es de vital importancia para la garantía del Sistema de Dominación burgués, el que las contradicciones internas no lleguen a ese grado de antagonismo. La acción política de cada bloque va destinada a conseguir ese antagonismo en el bloque opuesto, como garantía de triunfo en la lucha de clases final.

Con estas ideas deberíamos analizar el actual gobierno del Partido Acción Ciudadana y del Presidente de la República, Luis Guillermo Solís, y nos daríamos cuenta de que están enredados entre los hilos del poder. Los del poder formal, institucional, y el poder real, el del gran capital, los grupos de poder e influencia, y la lucha interminable entre el proletariado (sindicatos, asociaciones y otros) y la burguesía (partidos políticos neoliberales y empresarios privados nacionales o representantes de transnacionales), sin que ninguno de los dos bloques se cuestione si el modelo existente de conformación político/social es el adecuado para las nuevas circunstancias.

En el momento actual se impone el “cuarto poder”, mal llamado así para darle un aire de independencia, pero que en la realidad de nuestro país es ni más ni menos parte del Bloque Burgués; la prensa escrita y televisada que defiende los intereses capitalistas neoliberales de las clases dominantes y mantiene una campaña sostenida y virulenta en contra de todo aquello que este orientado hacia el cambio prometido (y no cumplido) y la ruptura de los esquemas de favoritismo y protección existentes a su favor.

Y el poder ejecutivo, como el legislativo se dejan llevar por estas matrafulas del capitalismo neoliberal personificado en la prensa nacional, (del poder judicial no decimos nada, está durmiendo los dulces sueños de la corrupción), y se enredan entre los cables del poder real. Tendido especialmente para el engaño, la manipulación y el propiciomiento de errores.

Por ello, el pueblo, ignorante de estas luchas, reacciona nadando en su ignorancia ante la manipulación mediática. Y no se percata que los cables del poder (real)  están asfixiando al Poder Ejecutivo, que no se muestra firme, como lo prometió en campaña, porque es cómplice también de mantener el status quo.

La confusión de estas instancias no es ingenua. Es, por el contrario, un mecanismo de acumulación de poder que se autojustifica en pos del objetivo primordial: sumar espacios y personas mediante el ejercicio de una práctica que tiene su base de apoyo en la verticalidad y la lealtad. No es nada nuevo, viene sucediendo desde hace más de medio siglo, con mayor o menor énfasis, con mayor o menor suerte, pero, en la suma final arrojando resultados  positivos para quienes logran instalarse en la cúspide del poder.

(*) Alfonso J. Palacios Echeverría

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