Santiago de Chile, 8 ago (dpa) – Los restos del temido jefe de la policía secreta durante la dictadura militar chilena, el ex general Manuel Contreras, que una vez aseguró que se iría al cielo tras su muerte, fueron cremados de forma privada hoy.
Contreras, de 86 años, falleció en las últimas horas del viernes en el hospital Militar de Santiago, en el barrio residencial de La Reina, ante cuyo edificio se manifestaron hasta la madrugada centenares de personas.
«Un asesino menos», se podía leer en algunos carteles que portaban los manifestantes, entre los cuales destacaban también rostros de algunas de las víctimas del régimen militar que figuran como detenidas-desaparecidas.
Las manifestaciones se trasladaron también hasta la Plaza Italia, un tradicional lugar del centro capitalino donde los chilenos festejan los triunfos deportivos y políticos.
Los restos del otrora brazo derecho del dictador Augusto Pinochet, y uno de sus alumnos más destacados en la Academia de Guerra, fueron cremados la misma mañana de este sábado en el cementerio Católico de la capital, ceremonia a la que sólo asistieron familiares y algunos militares, según medios locales.
«Seguramente iré al cielo cuando me muera, pero no sé si me encontraré con Pinochet (fallecido en 2006)», había dicho a periodistas.
Tras su muerte, el gobierno de la presidenta socialista Michelle Bachelet, quien también estuvo detenida junto a su madre tras el golpe militar de 1973, se refirió a Contreras en un comunicado como «uno de los personajes más oscuros» de la historia de Chile.
«Contreras ha muerto llevándose información valiosa para saber la verdad y hacer justicia respecto del horror cometido por la dictadura», lamentó en la nota.
Todavía se desconocen las causas que terminaron con su vida, después que un comunicado del director del hospital, Juan Eduardo Durruty, explicara que el motivo de su fallecimiento «se mantiene en reserva», en cumplimiento de una ley sobre «protección de la vida privada» de las personas.
El represor, que reiteró una y otra vez que su conciencia estaba «absolutamente tranquila», sufría de cáncer de colon, problemas renales y diabetes, entre otras enfermedades que lo tenían agónico desde hace varios días en el nosocomio castrense.
El general retirado, que se jactaba de haber llegado a tener una red de más de 50.000 informantes en Chile y en el exterior, «pagados y voluntarios», jamás mostró arrepentimiento por sus crímenes.
«No conocí la violación a los derechos humanos», declaró una vez a la prensa, tras afirmar desde su lugar de reclusión que se sentía orgulloso del trabajo realizado al frente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la primera policía secreta de la dictadura de Pinochet.
«La DINA me provoca orgullo, porque todo lo hicimos bien. Nunca hicimos desaparecer a nadie», aseguró, junto con afirmar que Pinochet, con quien se reunía todas las mañanas a desyunar, estaba «al tanto de todo» lo que hacía el organismo represor.
Entre las miles de víctimas de la institución que dirigió figuran Orlando Letelier, el ex canciller del presidente socialista Salvador Allende, quien murió en Estados Unidos al estallar una bomba colocada por agentes de la DINA bajo el piso de su automóvil, en septiembre de 1976. En el acto terrorista falleció su asistente, la norteamericana Ronny Moffit.
Ese crimen fue el comienzo del fin de la carrera militar de Contreras. Casi 30 años después la justicia chilena lo condenó a prisión.
«En 1995 fui a una cárcel que tuvieron que construir especialmente para mí. Si no, no voy a la cárcel», amenazó antes de ingresar a Punta Peuco, un penal ubicado al norte de Santiago que fue levantado para encerrar a sentenciados por violar los derechos humanos, principalmente militares.
También acabó en Buenos Aires con la vida del general Carlos Prats, el antecesor de Pinochet en la comandancia en jefe del Ejército chileno. En el atentado murió también la esposa del militar.
«No matamos a nadie que no fuera terrorista cuando se enfrentaron a nosotros. A nadie he mandado a matar jamás ni he dado ninguna orden de matar», se defendía.
Amigos suyos, como el ex general Luis Cortés Villa, ex presidente de la Fundación Pinochet, pidieron hoy respeto a quienes celebran o se alegran por la muerte del ex militar.
«Contreras murió como general, les guste o no les guste a algunos, y falleció como dijo, no en la cárcel, sino que en una unidad militar», subrayó en una entrevista radial.
Además, consideró que Contreras ya había sufrido bastante «estando en la cárcel y recibiendo la ira de la gente» cuando era trasladado desde la prisión hasta el hospital.
Durante el régimen militar, que se prolongó por casi 17 años, hasta 1990, unas 38.000 personas fueron torturadas, desaparecidas o ejecutadas, según informes oficiales elaborados ya en democracia.
«En el Ejército de Chile no se da orden de matar. Las manos no las tengo manchadas con sangre», declararía hace unos años a un canal de la televisión local.