El férreo control de la así llamada “opinión pública” por parte de un reducido grupo de propietarios de los medios de comunicación social de más cobertura y alcance, a la que alimentan y configuran con informaciones falaces, además de tendenciosas, sobre una gran diversidad de temas, manteniéndola secuestrada y alejada de cualquier posibilidad de contrastar la veracidad o no de lo que esos medios emiten a título de verdad universal, no sólo es incompatible con la democracia, sino que convierte en el escenario de una farsa gigantesca a la sociedad o el país que proclame ser democrático, mientras mantiene fuera del alcance de la población los componentes esenciales de una serie de informaciones básicas y complejas, las que podrían permitir el establecimiento de la verdad o verdades relativas, porque verdades absolutas no pueden haber en una sociedad que sea de verdad democrática, dentro de un escenario histórico en el que, tal y como indica el sociólogo argentino Atilio Borón: “América Latina viene protagonizando, desde finales del siglo pasado, una tremenda batalla por construir una democracia digna de ese nombre. Esto quiere decir, algo que vaya más allá de la sola alusión a la mecánica electoral y que se sintetiza en la tentativa de fundar sociedades más justas en este, el continente más desigual e injusto del planeta. En otras palabras completar el tránsito entre una democracia eleccionaria a otra de carácter sustantiva y fundamental” (Atilio A. Borón Los medios y la batalla por la democracia en América Latina www.rebelion.org). Esto es lo que ocurre desde hace bastantes años en este pequeño país centroamericano llamado Costa Rica, donde el diario La Nación y los noticieros de las principales estaciones de radio y televisión controlan los procesos esenciales que permitirían hacer real el ejercicio democrático, o en caso contrario, continuar con el falso ejercicio de una maquinaria totalitaria que fabrica candidatos presidenciales y presidentes a los que, una vez concluido el proceso electoral, controla u obliga a no salirse de los guiones preestablecidos por los poderes fácticos, verdaderos detentadores del poder en estas sociedades latinoamericanas de fachada presuntamente democrática, las que terminan por hacer nulo cualquier ejercicio democrático verdadero y acaban con las ilusiones de quienes, con candor, piensan que ganaron una contienda electoral, tal y como nos ocurrió con el triunfo de Luis Guillermo Solís ¿o acaso del insondable PAC? un resultado electoral cuyas consecuencias todavía no hemos podido dirimir, si bien los poderes fácticos ya se encargaron de condicionar sus límites o alcances. Los que creyeron que el electorado había rechazado las pretensiones de los gurús del neoliberalismo al derrotar al candidato de la derecha vergonzante, se vieron desmentidos por la campaña mediática y cortesana de aquellos que procuran la profundización del modelo social y económico neoliberal/conservador cuyo fracaso resulta de suyo evidente, después de más de treinta años de haber dado inicio su aplicación. No hay duda de que estas son cosas de los poderes fácticos, sus dogmas e intereses materiales más funestos para nuestro país.
Es así como, en América Latina y en este país, la más sorda y dramática batalla por la democracia se viene librando, a partir de la urgencia de abordar en serio el tema de los medios de comunicación social, concebido por los poderes fácticos dominantes sólo como un tema empresarial y comercial, jamás como un derecho humano de todos los habitantes de un determinado país ¿se puede seguir permitiendo, no sin graves consecuencias para la salud democrática de nuestras sociedades, que un puñado de empresarios continúe manejando a su arbitrio los principales medios de comunicación social? ¿es qué acaso se puede pensar siquiera en la posibilidad de una democracia verdadera sin el concurso de medios de comunicación alternativos y accesibles para las grandes mayorías nacionales? la concreción de una respuesta positiva a esas dos preguntas sería apenas el inicio de un complejo proceso de educación política, dirigida a la ciudadanía para la toma de conciencia de lo que significa un ejercicio crítico de la información y la opinión, además de que significaría un fuerte golpe para los intereses y privilegios de quienes conforman los poderes fácticos en nuestro país, sobre todo porque ya no podrían denigrar a sus adversarios con la impunidad y el descaro con que hoy lo hacen, sobre todo al no permitirles desmentir y aclarar la falsedad y tendenciosidad con que presentan las noticias o informaciones, sobre todo en aquellos medios con más cobertura territorial y sintonía. Esos poderes fácticos sí están conformados por personajes que son privilegiados de verdad y no como se pretende, de manera falsa, afirmar que lo sean los funcionarios públicos que pudieran haber alcanzado, al cabo de una larga vida de trabajo, algunas remuneraciones más altas en materia de salarios y jubilaciones.
Como la definición misma del término guerra supone un concepto mucho más amplio que el de conflicto bélico, dentro del que tienen lugar las así llamadas operaciones efectivas de combate, es de esa acepción restringida y amplificada a la vez, de donde se desprende esa guerra psicológica y mediática presente en nuestro medio, algunas de cuyas manifestaciones mencionábamos e intentábamos analizar en días pasados, la que es entendida como una noción que rebasa lo puramente bélico, resultando un rasgo esencial de la particular guerra declarada a la democracia costarricense, por parte del diario La Nación y las principales estaciones de radio y televisión de nuestro país, una guerra que comprende el lavado de cerebro cotidiano y machacón que llevan a cabo esos medios de (in)comunicación social, actuando a semejanza de lo que ocurría en el universo totalitario de que nos hablaba el escritor y periodista inglés George Orwell(1903-1950) en su novela “1984”, donde nos esboza un escenario en donde la verdad de los hechos históricos está siendo modificada todos los días, de acuerdo con los intereses de quienes detentan el poder, algo así el accionar propio de los poderes fácticos existentes en nuestras sociedades latinoamericanas, además de que con la creación de una neolengua (newspeak) se empobrece, cada vez más, la expresión oral y escrita del pensamiento, de tal manera que se haga imposible o cada vez más difícil, la elaboración del pensamiento crítico o crimental, por el crecientemente reducido número de palabras que la conforman. También aquí, y en medio de nuestra circunstancia histórica, además de los minutos del odio contra un personaje al que se satanizaba dentro del universo totalitario orwelliano, en la Cámara Nacional de Radio de Costa Rica, se le rinde culto al pensamiento económico neoliberal/neoconservador y se descalifica, no digamos ya a quienes defienden o profesan una adhesión al socialismo o comunismo del siglo anterior, sino al pensamiento económico y social keynesiano, propio de la era del estado providencia o benefactor, convertido en una peligrosa e innombrable bestia negra, capaz de suscitar todos los males del universo.
El antes citado Atilio Borón nos dice con su referencia a un reciente libro suyo que tituló “Aristóteles en Macondo”, de la existencia de una incompatibilidad entre capitalismo y democracia: “Que las premisas fundamentales de uno y otra son antagónicas, y que la reconciliación entre ambos-durante la fase keynesiana de posguerra, clausurada con la contrarrevolución neoliberal de los ochenta-fue más aparente que real, y siempre parcial y transitoria”(ibid).
Esa contrarrevolución neoliberal/neoconservadora significó el inicio de la aplicación de una estrategia de largo alcance para destruir las instituciones más importantes de nuestros países, entre ellas la que manejan las áreas de la salud pública, las jubilaciones, las comunicaciones y la energía eléctrica, es allí desde donde se explican en gran medida, los crímenes contra la salud de los habitantes de nuestro país de que hablaba don Alfonso J. Palacios Echeverría en un artículo reciente(Alfonso J. Palacios Echeverría Crímenes del Neoliberalismo en Salud Pública Diario Digital Nuestro País 5 de agosto 2015), todo ello como parte de una estrategia de largo plazo para privatizar los servicios de salud, además de poner en peligro la salud y la vida de la gran mayoría de los habitantes. Las largas listas de espera para un tratamiento, un examen o una operación quirúrgica vienen a ser algo así como el corredor de la muerte de ciertas cárceles gringas, sólo que en ellas los condenados a esa pena aguardan, durante años, su ejecución. ¿serán acaso acciones desestabilizadoras para evitar que la gente común prolongue su existencia poniendo en peligro la salud de la finanzas, tal y como decía Christine Lagarde, la directora-gerente del Fondo Monetario Internacional(FMI), hace ya algunas semanas(Los ancianos viven demasiado y son un riesgo para la economía global, dijo entonces la mencionada funcionaria)?.
El saqueo de los fondos de pensiones del magisterio nacional, recaudados por los diferentes gobiernos, entre 1958 y 1995, fue ejecutado de manera sibilina e hipócrita dejando un gran agujero en el régimen de reparto de los trabajadores de la educación, al que se condujo arbitrariamente a la quiebra, sin que nadie fuese sancionado por tan graves hechos. En este sentido, los medios de comunicación social han continuado desinformando y tergiversando esos hechos para proseguir su ofensiva contra los pensionados de Magisterio Nacional.
También las reiteradas asechanzas contra el Instituto Costarricense de Electricidad(ICE), sus activos y sus trabajadores, son hechos que se remontan a la primera administración de Óscar Arias Sánchez(1986-1990), con el oscuro negociado de la empresa Milicon en caso de la telefonía celular, constituyendo parte esencial de una estrategia a largo plazo para desorientar a la opinión pública (cautiva de los medios más poderosos), procurando convencerla de la presunta necesidad de privatizar y vender las instituciones nacionales, eso sí a precios inferiores a los de su valor real en el mercado. Aquí también la desinformación y las campañas de corte totalitario llevadas a cabo por los medios resultan esenciales para el logro de esos propósitos, no siempre declarados por lo demás.
(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica(UNA).
De manera que aunque la pseudo-periodista llamada pili chisperos nos haya hecho el favor de irse a cuidar nieticos, la cosa sigue fea para la verdadera libertad de expresión en Costa Rica con la manada de inútiles que se dicen son sus «valiosos pupilos(as) y co-fascinerosos.
No veo porque los grupos opositores a lo que expresan los medios de comunicacion aludidos no puedan tener sus propios medios de comunicacion.
No es facil,pero el mayor incoveniente es encontrar un publico que los lea o los vea.Tantos y tantos ejemplos nacionales como internacionales de medios que han dejado de existir al no lograr la credibilidad de su grupo meta.
Muy acertado el comentario. En realidad tenemos una democracia secuestrada por los medios de comunicación poderosos que responden a la oligarquía conservadora, ellos nos hacen creen que dicen la verdad, ellos crean la «verdad», mnipulan cínicamente, asesinan la discrepancia, crean demonios y ángeles a su antojo y consumo. Es un tema primordial en nuestra democracia que se ufana de añeja pero por añeja se está pudriendo, se ha convertido en una máscara.
Con este comentario de don Rogelio termino por explicarme la feroz lucha de los medios en Ecuador o Argentina por decir apenas dos, porque cuando un gobierno los pone en evidencia reaccionan con furia y descaro y se hacen las víctimas inocentes.
Los medios de comunicación no tienen poder como antes, si fuera así Solis no sería presidente y el Frente Amplio no hubiera ganado diputados