De cal y de arena
Ni andábamos perdidos ni el rumbo que llevaba nuestra Costa Rica era equivocado. A partir de la reforma social de Calderón Guardia y de su consolidación por José Figueres, el país implanta un modelo de desarrollo económico y social con el que alcanzó cotas envidiables en el concierto latinoamericano. Atrás quedaba la sociedad de descalzos, baja escolaridad, altos índices de mortalidad y enfermedad, de ofensiva distribución de la riqueza y marcada dependencia de pocas líneas de actividad económica. Para la década de los ’70 la pobreza se había reducido del 50% al 25%, el índice de desigualdad medido por el Coeficiente de Gini bajó al 0,44%, más del 90% de los niños asistía a la escuela y las familias tenían mejoras en la provisión de servicios médicos. De 1960 a 1971 se duplicó en términos reales la inversión en infraestructura y la extensión agrícola había provocado un sustancial cambio en la estructura de la producción y en la distribución de la tierra. A partir de los ’80 vino la apertura comercial y la atracción de inversiones, con importantes resultados en el mercado de trabajo y la oferta exportable. Fueron décadas de avances económicos, sociales, políticos y de conservación ambiental que dieron relumbre internacional a esta nación pacífica, democrática e innovadora. Estas conquistas, no obstante, entran en un ciclo de deterioro para fin de siglo al grado de que para los primeros años del XXI ya se habla de una sociedad en declive –lo anotó el último Informe del Estado de la Nación- y de un país entrabado, desigual, inseguro, con un generalizado malestar ciudadano, un marcado descrédito de los partidos y carencia de liderazgos políticos. El horizonte se tupe con densos nubarrones al lado de una crispación con tonos de crisis cuando se evidencia que el Estado ha infartado y que más de una de sus instituciones está en cuidados intensivos.
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¿Qué pasó con aquel nuevo modelo adoptado en los ‘80, exitoso para producir riqueza, pero sofocado por grandes falencias a la hora de distribuirla?. El Estado quedó impotente para atender la misión que le encomendó el constituyente de 1949 de ocuparse de un mayor bienestar para los habitantes, estimular la producción y amparar un adecuado reparto de la riqueza. Impotente y débil, su astenia fue aprovechada por los grupos de presión para secuestrar sus instancias e imponerle una serie de cargas con cara de privilegios en las planillas, gravosos e imposibles de sobrellevar, en tanto otros se procuraban ventajosas ventajas fiscales y no pocos lo desplumaban con fraudes y evasiones. ¿Qué hicimos mal?. Una vez determinados los errores, ¿podremos emprender su corrección, podremos forjar una plataforma política de amplia base para trabajar por una agenda muy puntual y directa en torno al desempleo, inequidad, inseguridad ciudadana, educación y asistencia social, el descalabro fiscal y la reactivación de la economía?. Claro, conspira el pesimismo con que se ve el futuro, la desconfianza en las instancias partidistas y la carencia de liderazgos así como la presencia del narcotráfico y el crimen organizado. Es decir, el reto no es precisamente de menor cuantía.
(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista
Costa Rica está acabada y va a convertirse en una anarquía violenta y miserable en unos años…han degenerado demasiado la mentalidad de la población como para que puedan esperarse tiempos mejores. Véase a los jóvenes de estos días, a muchos los han convertido en afeminados que no saben lo que es comportarse como un hombre…a las mujeres les metieron que son «iguales» (o al menos eso creen ellas) y que pueden decidir embarazarse cuando les dé la gana y matar a sus hijos sin ningún problema. A la familia la han debilitado con estas filosofías puretes a la vez que han hecho de la droga algo que ya muchos ven como algo normal, ahora resulta que drogarse no es nada de malo. Nótese el grado de degeneración que ya ahora uno les habla a estos cínicos de las costumbres de nuestros antepasados y de los valores familiares de antaño y lo toman como algo ridículo. Piensan además (varios de ellos) que la religión es algo ridículo e innecesario y que debe evitarse. Son gente sin un norte moral, espiritual, de ningún tipo, que dentro de si consideran que la única seguridad real es el dinero. Con una mentalidad tan errada…qué se podrá esperar?
Viendo esto como la realidad contemporánea: cree usted, estimable lector, que algo bueno le puede esperar a Costa Rica?