El papa Francisco bendice a varias parejas de recién casados durante la audiencia general de los miércoles en la Plaza de San Pedro en el Vaticano el miércoles 30 de septiembre de 2015. Foto Osservatore Romano
Ciudad del Vaticano, 2 oct (dpa) – Altos dignatarios católicos de todo el mundo inician este domingo un encuentro de tres semanas en el Vaticano para abordar una cuestión central: cómo cerrar la brecha entre lo que la Iglesia predica sobre la familia y lo que sus fieles realmente cumplen.
«Los debates del sínodo serán el mayor desafío que ha enfrentado el papa hasta ahora, mucho más difíciles que las reformas burocráticas en el Vaticano, porque tocan cuestiones de doctrina y enseñanzas de la Iglesia», señaló a dpa John Thavis, comentarista vaticano afincado en Estados Unidos.
Bajo el pontificado de Francisco el Vaticano no ha cambiado su posición sobre la familia, pero tiende a no enfrentarse y condenar a las personas que se apartan de su doctrina, en tanto que el papa ha promovido una discusión especialmente abierta de cómo hacer más inclusiva a la Iglesia. Este tipo de esfuerzos generan enfado entre los conservadores, que no creen que se puedan cuestionar los dogmas fundamentales.
Sin embargo, los líderes católicos están bajo presión para actuar debido a la gran cantidad de fieles en continentes como Europa y América para los que es cada vez más difícil cumplir las prohibiciones de la Iglesia en lo que respecta al aborto, el uso de anticonceptivos, el sexo antes del matrimonio, el divorcio y las relaciones homosexuales.
Por el contrario, los creyentes son mucho más conservadores en África y Asia, donde la Iglesia católica está en expansión, por lo que no hay un consenso global sobre las reformas necesarias entre las bases ni en la jerarquía.
El año pasado, una encuesta hecha por el canal Univision mostró que el 94 por ciento de los católicos franceses se oponía a una prohibición sin matices del aborto, frente al 27 por ciento de los filipinos. El matrimonio gay fue apoyado por el 64 por ciento de los católicos españoles, frente al uno por ciento de los ugandeses.
Un primer sínodo sobre el tema hecho en octubre de 2014 mostró a los obispos profundamente divididos sobre temas como los divorciados vueltos a casar y los homosexuales, en medio de las propuestas de abandonar la prohibición de la comunión a quieres hayan entablado una nueva relación tras la ruptura de su matrimonio.
Finalmente acordaron volver más sencillo el proceso de anulación matrimonial, el único camino dentro de la Iglesia católica para volver a casarse sin infringir las normas eclesiásticas. El papa aprobó la medida este mes.
Esta misma semana se presentó un llamamiento con 790.000 firmas reunidas en todo el mundo que pide al papa no hacer más avances y «aclarar la creciente confusión entre los fieles» excluyendo la posibilidad de una mayor apertura a los divorciados y las uniones homosexuales.
En el escrito se exige a la iglesia que resista ante «la revolución sexual promovida hace décadas por una alianza de poderosas organizaciones, fuerzas políticas y medios de masas que trabajan consistentemente contra la existencia de la familia como unidad básica de la sociedad».
Los cardenales conservadores Raymond Burke, de Estados Unidos, y Carlo Caffarra, de Italia, también defienden el status quo. «Queridos (participantes del sínodo) ¡los instamos a generar una reafirmación integral de la tradición católica!», señalaron en una comparecencia pública.
En el otro extremo, la Iglesia católica alemana lidera los llamados a la reforma. «Hay que encontrar un camino para los creyentes que se han vuelto a casar tras el divorcio civil para que vivan en y contribuyan a la Iglesia», señalaron los obispos germanos la semana pasada.
También los homosexuales exigen un mayor reconocimiento. «Hoy en día, las opciones que nos ofrecen son: vivan escondidos o salgan a la luz discretamente y vivan en celibato. Si el sínodo no aporta nada nuevo, estaré muy decepcionado», señaló a dpa Andrea Rubera, presidente de la asociación gay católica Nuova Proposta.
El sínodo, que comenzará con una misa solemne en la basílica de San Pedro encabezada por Francisco en el día de su santo, también debatirá otras amenazas contra la unidad de la familia, como la caída de la tasa de nacimientos y de matrimonios, la pobreza y la migración.
Un documento final reunirá todas las posibles propuestas de reforma, pero como máximo jefe de la Iglesia será el papa el que tenga la última palabra.
Thavis cree que podría alcanzarse un compromiso. «El sínodo podría aceptar que el total cumplimiento de todas las enseñanzas eclesiásticas no es un requisito indispensable para participar en la vida de la Iglesia», indica. Los católicos que no cumplen las premisas no deberían ser rechazados sino que hay que darles «espacio» y «llevarlos gradualmente» a la ortodoxia, opinó.
La cuestión más complicada del sínodo -la comunión para los divorciados vueltos a casar- pasará probablemente a una comisión «que siga silenciosamente la agenda papa», señaló Thavis.
El padre Bernd Hagenkord, director del servicio en alemán de Radio Vaticano, rebajó sin embargo las expectativas de una revolución que acabe con 2.000 años de tradición. «No vamos a refundar el catolicismo, eso es seguro», indicó a dpa.