De Cal y de Arena
De lo que ha significado para Costa Rica la proscripción del ejército como institución permanente, hay suficientes comprobaciones. Hechos duros y ciertos por completo alejados de la especulación, determinantes en la forja de la construcción de un régimen democrático con la razón de ser que deriva de la voluntad de los ciudadanos externada en las urnas. Lo que ha sido y es y será la Costa Rica sin ejército está ante nuestros ojos. Pero qué sería de Costa Rica si la Reforma Social del Presidente Calderón Guardia con toda su amplia repercusión social, institucional y política hubiese sido derogada por la Junta Fundadora de la Segunda República, eso sí que queda hundido en los recodos de la especulación. Pienso yo que sin los capítulos de la Reforma Social, esta Costa Rica sería muy distinta de la que emergió con los impulsos que desató ese proceso reformador conjuntamente con las transformaciones económicas y políticas que dictó la Junta que presidió José Figueres Ferrer. No es aventurado imaginar una Costa Rica con las trazas visibles del desgarre social, con la injusticia social que se acusa también con manchas de sangre en nuestro vecindario. La gran diferencia, lo que ha hecho de esta Costa Rica algo muy distinto y por bastantes tramos envidiable, es lo que se parió en la década de los ’40.
En la proscripción del ejército y la garantía de la consolidación de la Reforma Social está la consagración del más grande aporte de Figueres a la construcción de la democracia costarricense. Don Pepe lo dijo en una de esas lapidarias frases con que solía sorprender a sus conciudadanos: “Lo más grande es lo que hicimos y lo que no hicimos”. Allí, en los entresijos de esta sentencia, está el significado monstruoso de la abolición del ejército y de la consolidación de la Reforma Social. En “lo que hicimos” la proscripción del ejército como institución permanente. Y en lo que “no hicimos”, la derogatoria de las leyes sociales.
En “La Guerra de Figueres”, Guillermo Villegas Hoffmaister recoge de qué modo Figueres dejó escrito ese incidente armado por “representantes del periódico La Nación, es decir –puntualiza don Pepe- de los intereses conservadores y reaccionarios del país”. Agrega: “Entonces, envuelta en frases equívocas y sibilinas, me hicieron una propuesta que en el fondo era muy simple: que se eliminaran las Garantías Sociales, el Código de Trabajo y el Seguro Social”. Y sigue Figueres: “Llegaron a decirme, sin ambages, que comprendían que en nuestra propaganda de guerra hubiéramos estado mintiendo en cuanto al mantenimiento de las llamadas conquistas sociales pero que ahora, ganada la guerra, deberíamos tener en cuenta que la guerra se había hecho para eliminar todas esas leyes sociales. Las fuerzas que ellos representaban me darían todo el apoyo que podría suministrar el gran capital y la prensa, para que me quedara con la Presidencia de la República, desconociendo la elección de don Otilio Ulate. Con firmeza rechacé como antipatrióticas las proposiciones que me hacían, como si fuera un politiquero dominado por la lascivia del poder”.
Figueres blindó las reformas de Calderón Guardia. Su gente, en cambio, años después se anudó con los intereses conservadores y reaccionarios del país para despedazar el grueso de las reformas del general victorioso. ¡Así es la vida!
(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista
2 Comments
Fernando
Esa es la realidad. Solo quiero concentrarme en un punto desde ese tiempo y hasta la fecha el periódico La Nación ha sido la voz y caballería de lo más sórdido, lo más retrógrado de la oligarquía criolla, es un periódico que siempre ha querido despedazar ,lo que queda de esa gran obra de esos dos hombres del siglo pasado; y si muy paradójico que los sucesores de esos grandes personajes hayan sido los precursores e instrumento para la destrucción de esas obras. En estos tiempos esos sucesores se visten más a la izquierda por pose y conveniencia y cuando llegan los tiempos de hacer campaña, son unos impostores que han vendido el alma al diablo.
La Nación nunca le perdonó a Figueres Ferrer no seguir sus mandatos antidemocráticos, y mientras vivió lo persiguió y mintió acerca de el.
Rogelio Cedeño Castro
Muy acertado su análisis, por no decir bosquejo de una encrucijada histórica excepcional que vivió nuestro país, a mediados del siglo anterior. Sin duda como señala el autor del artículo don José Figueres Ferrer le dio un portazo por las narices a la vieja oligarquía y marcó la diferencia con el resto de los países de la región, un hecho que recogió de manera admirable mi recordado amigo, escritor y periodista alajuelense don Guillermo Villegas Hoffmeister( de grata memoria). Gracias don Álvaro por la claridad y la concisión de su texto.