lunes 13, enero 2025
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¿Hay derecho al berreo?

Desde hace muchos años, he tenido curiosidad por la expresión “derecho al berreo”. En un primer momento, ya desde mi adolescencia consideré –y aún hoy, lo hago–, como seguramente, tantas otras personas lo hacen, es que quizá esta práctica era parte de la “lista” de derechos que tenemos como ciudadanos. Pues, ¿por qué no iba a ser un derecho de cualquier costarricense quejarse hasta la saciedad como desahogo por los problemas y las trivialidades de la vida? Porque claro, después de los días difíciles, tristes, dolorosos, es justo que cualquiera tenga la opción de contar sus dificultades para aliviar sus dolencias.

Hasta este punto, no me atrevía a decir si había alguna inconveniencia con el derecho al berreo, ya que despejarse de las contrariedades es una acción necesaria para vaciar el espíritu y prepararlo para afrontar los retos que sin duda vendrán.

Sin embargo, pasado el tiempo y conforme avancé en mi formación profesional, fui comprendiendo cómo esta chabacana expresión es una parte de la malentendida idiosincrasia costarricense, porque lamentablemente, somos actores y víctimas de esta realidad. Y esto, en mi opinión, es un resultado directo, a que desde jóvenes, a los ticos se nos guía o adiestra para que en lugar de pensar, denunciar y actuar, nos distraigamos sólo con alegar.
Para ejemplificar el punto anterior, analicemos una situación fácil de ubicar en nuestro contexto: fin de año.

Como es ya costumbre, los titulares de todos los medios informativos dedican la mayor parte de sus espacios para informar acerca de sucesos, y adicionalmente, se incluye uno que otro artículo donde se denuncia la falta de cumplimiento de los compromisos adquiridos durante el año, por cualquiera de los miembros de la clase política radicada en Cuesta de Moras o Zapote. Inmediatamente después, -además del berreo, claro-, ¿qué es lo que la ciudadanía hace con la información? ¡NADA!

La mayoría de las personas, se limitará a proferir ofensas, escucharlas o implementar un “qué me importa” –reparar sobre esto último queda para otra ocasión–. Así entonces, se ve cumplido el objetivo de promocionar al berreo, siendo este una distracción ante la ausencia de proponer, alcanzar o exigir respuestas y acciones de quienes están en la obligación de hacerlo.

En consecuencia, lo más penoso del llamado derecho al berreo es una realidad intrínseca de este, y es el hecho de que los costarricenses nos contentamos sólo con las quejas. De esta manera, no hay resultados, ya que nadie tiene que ofrecer explicaciones y, por ende, nadie debe asumir responsabilidades. La realidad que se nos oculta es que, en suma, el derecho al berreo no existe, es sólo un espejismo: es sólo un engaño.
(*) Johanna Quesada Rodríguez Abogada. Maestría en Derecho Constitucional, Universidad: UNED

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