Han transcurrido más de diez años durante los cuales, y a través de varios medios de comunicación electrónica, nacionales y extranjeros, y algunos impresos, he expresado opiniones acerca de diversos tópicos que afectan el comportamiento ciudadano, de las actuaciones gubernamentales, sobre la corrupción generalizada que se observa en todas las dimensiones del espectro social del país, sobre el comportamiento de políticos y gobernantes, sindicatos, iglesias y sus jerarquías, sobre temas álgidos que afectan a minorías y sobre temas internacionales que de alguna forman nos afectan, y así otros más.
Y siempre expresé que no debe solamente calificarse como corrupción los casos sonados de contratos estatales, tráfico de influencias, inoperancias institucionales, sentencias judiciales con claras intenciones de beneficio hacia personas o grupos, inacción de la Fiscalía General de la Republica, convenios colectivos de grupos laborales en las organizaciones del Estado con beneficios odiosos, injustificados y desproporcionados, generación de legislación para beneficio de grupos específicos, y cosas así. Existe una dimensión cotidiana de corrupción en el irrespeto de las leyes del tránsito, el irrespeto a los ciudadanos de la tercera edad, el mantenimiento de la mediocridad en la educación, y la forma en que se realiza la prestación de servicios públicos al ciudadano indefenso que se acerca a las organizaciones públicas y es tratado como si se les estuviera haciendo un favor.
Hoy me asombro al ver el apoyo recibido por los lectores, tanto positivo como negativo, porque disentir, contradecir y atacar las ideas expresadas es un acto positivo, buscado intencionadamente por el articulista, ya que el diálogo es lo que le concede importancia a un tema, así como el expresar conformidad y coincidencia señala en algunos casos que los lectores tienen suficiente conciencia cívica como para darse cuenta que no todo se encuentra bien en nuestro país.
La expresión de opiniones personales no es más que eso, un acto de libertad de pensamiento y expresión fundamental en un país en donde se respetan las libertades individuales, y nunca jamás la expresión de poseer la certeza absoluta o la razón indiscutible sobre cualquier tema. Nadie es dueño de la verdad, pero la malicia y la buena información, así como la capacidad para saber observar los fenómenos sociales, conceden un cierto grado de percepción acertada acerca de dichos fenómenos, sus orígenes, causas y manifestaciones.
Esta actividad se ha realizado en todos estos años sin buscar absolutamente nada en beneficio personal, ni reconocimientos ni ganancias algunas, y aclaro que jamás he cobrado un cinco por mis artículos, No solamente lo he hecho de forma gratuita, sino que he autorizado siempre su reproducción en otros medios de comunicación, electrónicos o impresos sin cobrar nada. Esto lo aclaro porque se me ha hecho la pregunta de cuánto gano con cada artículo publicado, como si fuera un negocio. Y siempre he respondido que nada, que lo he hecho como un deber cívico y como una muestra de amor hacia el país.
Lo más importante, según mi criterio, de todo lo que he expresado a través de estos largos años, es que la corrupción, como lo hemos venido señalando, no es solamente de las figuras públicas y políticos de ciertos partidos, es una metástasis que ha tomado el cuerpo entero de nuestra sociedad. Por ello es que algunos dicen que la inmoralidad personal, cuando se convierte en algo colectivo, se transforma en corrupción.
Las naciones en vías del desarrollo han sufrido durante su existencia de lo que se ha llamado corrupción en el Estado. Sin embargo, lo que más daño ha hecho es la corruptela social. Los representantes de las empresas privadas ya funcionan de manera parecida, o corruptas o corrompiendo. Por cada funcionario del Estado que es corrupto tenemos que contar a decenas de empresarios que pagan, o mejor dicho, corrompen a esos empleados estatales. Podemos decir que sin pagar no se puede llegar a los objetivos, pero también podemos recordar que si malo es el corrompido, peor es el corruptor.
La evasión impositiva, por ejemplo, es una práctica muy metida en muchas culturas y ha llegado a corroer a las sociedades que la practican. El beneficio de una evasión lo ve solamente el más pudiente, ya que los de menor ingreso normalmente no pagan grandes cantidades de impuestos, ni se benefician indirectamente por el abaratamiento de los productos que compra. En la realidad el que peor la pasa es el empleado, el cual le descuentan directamente o le cobran cuando hace una compra. Por ende, la clase que más sufre es la clase media, el sostén de los países.
Otro ejemplo, incrustado por el pensamiento neoliberal, es el de las contrataciones y consultorías que alegremente se utilizaron para repartir fondos públicos a amigos y socios en negociados, o recibir coimas sustanciosas. Muchos ejemplos de ello los tuvimos en los gobiernos anteriores.
Me consta que muchas personas, al compararnos con países como los centroamericanos, que son los más cercanos y parecidos a nosotros, señalan que estamos mucho mejor que ellos, y que acá no han sucedido casos como el de Guatemala, en donde el pueblo se levantó en contra del gobierno corrupto que tenía, logrando la renuncia de los gobernantes y el encarcelamiento de ellos. Pero es una ilusión vana, es cierto que no llegamos a esos extremos, pero de que vamos en camino, vamos ciertamente, si no ponemos freno los ciudadanos de una vez por todas.
“El poder no corrompe, desenmascara” dice una conocida frase. Muchas personas que pasan a tener poder, ya sea en las instituciones estatales o en la empresa privada, quedan al descubierto de quienes son realmente, podemos ver que tan frágil es su integridad.
Malo es el corrompido, peor es el que corrompe, pero hay otro aún peor: es el que se queda viendo sin hacer nada, ¿Cómo definiríamos a este? ¿Como un imbécil? A la corta o a la larga será perjudicado, y mucho más de lo que él piensa ya que los impuestos evadidos, por ejemplo no se transformarán en obras de bien común, también hará que las empresas serias quiebren dejando empleados y familias enteras sin sustento, o en el peor de los casos hará que la competencia también se convierta en corruptora.
Entonces tenemos que la corrupción hay que combatirla entre todos, tanto los que están involucrados en la lucha por erradicarla, como los que están en la acera de enfrente, ya que los que perdemos somos todos. Sé que es muy idealista este pensamiento, pero la realidad es que la corrupción no es un problema del Estado, sino un desastre de la sociedad.
Existe una dimensión aún mayor en los efectos de este sacar a la luz la corrupción: el desenmascaramiento de tantas actitudes egoístas, indebidas, corruptas y hasta delictivas algunas, que grupos privados o gremios incrustados dentro de la organizaciones públicas, asumen para drenar los recursos públicos en beneficio propio. Y la bofetada a esa sociedad complaciente con el pillo, el vivazo, el ladrón, el corrupto, que la convierte en cómplice de su propia miseria moral.
Han sido más de quinientos artículos publicados en estos diez años, que lo único que lograron fehacientemente ha sido crearme un grupo de enemigos gratuitos, entre los que están los que se sintieron aludidos por alguna observación, o porque se sacaba a la luz pública sus trucos y artimañas, o los resentidos de siempre, con quienes nunca se queda bien, o los fundamentalistas políticos o religiosos, contra quienes nadie se atrevía a señalarles sus mentiras y su doble moral. Pero nada de ello importa, cuando las cosas se hacen de buena fe.
Hoy nos encontramos en una situación diferente, sumamente interesante desde el punto de vista del análisis político y social, cual es el que se encuentre a cargo del gobierno un partido político que se vendió a sí mismo como la antítesis de la corrupción de los partidos tradicionales. Sin embargo, las voces en su contra, concertadas por medios de comunicación masiva, gremios empresariales o sindicales, agrupaciones políticas resentidas por sus derrotas pasadas, y los testaferros de personajes obscuros que ponen a otros a decir cosas en contra de cualquiera, pero que nunca dan la cara porque son cobardes y calculadores, arrecia desde hace unas cuantas semanas. Y por otro lado, los pequeños escándalos al interior del partido, así como la percepción de cierta debilidad de las autoridades de gobierno, suman puntos para que la ciudadanía, que antes se mostraba anuente a apoyarlos, ahora les dé la espalda en una actitud muy tica, muy propia de nosotros. No son todos, es cierto, pero las estadísticas publicadas demuestran una caída bastante fuerte.
Hace algún tiempo escribí lo siguiente, que viene muy a pelo en la actual situación. Para la mayoría de las personas que contemplan el accionar de las organizaciones que conforman el aparato burocrático que posee cualquier Estado, para la realización de las actividades que el conglomerado social le ha asignado, su comprensión, o diríamos mejor la comprensión de la lógica de su funcionamiento, resulta al menos un tanto difícil. Y esta realidad incluye no solamente al ciudadano común, que no posee formación en las disciplinas de la Administración Pública o de las Ciencias Políticas, sino incluso a los mismos profesionales de éstas. Debido, en gran medida, a la ausencia de una formación que pretenda integrar versiones holísticas de las disciplinas que versan sobre la comprensión del Estado y de su funcionamiento.
Se plantean interrogantes de importancia a todo aquel que quisiera comprender a fondo el tema: ¿cuál ha sido la evolución de la conformación organizativa del Estado? y ¿en qué manera el pensamiento político predominante en cada una de sus etapas evolutivas ha influido en su conformación y funcionamiento? A ello deberíamos agregar: ¿de qué forma los intereses políticos, económicos, gremiales y de otra índole inciden en el funcionamiento del Estado?
Quizá nadie, en este momento en que le achacan al nuevo gobierno ausencia de efectividad para impulsar el cambio prometido, se ha puesto a pensar en el por qué las cosas no avanzan en nuestro país, sea el partido político que sea el que se encuentre en el gobierno. Y ello se debe al hecho de que nadie, hasta el momento, ha realizado una investigación seria y profunda referida a la evolución del Estado Costarricense, la forma en que el pensamiento socialdemócrata originalmente y luego el neoliberal influyeron en la conformación estructural y funcional del mismo, y qué intereses se encontraban detrás de los cambios experimentados.
En consecuencia, mirando hacia atrás considero que haber traído a la luz estos temas ha valido la pena. No hemos sido muchos los que nos hemos atrevido a señalar lo que estaba mal. Temas como las sospechas que pesan sobre el Tribunal Supremo de Elecciones, la Fiscalía General de la República, los tribunales de justicia, los sindicatos que se apoderaron de las organizaciones públicas y las han drenado a su antojo y beneficio, señalamientos sobre los ocultamientos sobre casos escandalosos como el de las actividades financieras ilícitas de la Conferencia Episcopal, y muchos más.
Tengo informaciones ciertas que algunas personas que mostraron su oposición a lo realizado por el gobierno de Arias Sánchez con relación al TLC con los EEUU, y que efectuaron denuncias bien fundadas, fueron amenazadas en su integridad física, porque tenían alguna importancia sus opiniones, lo cual no fue mi caso, porque no poseo esa importancia. Pero ello nos da una muestra de hasta dónde llegan ciertos intereses en este país.
Y me pregunto si valdrá la pena seguir luchando por el adecentamiento de la sociedad costarricense. Y respondo en mi interior que sí, pues en la medida de se vayan uniendo más y más ciudadanos al grupo delos que aman al país de forma racional, limpiando las inmundicias que se han entronizado en nuestro comportamiento social, tendremos una mejor convivencia como sociedad.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Don Alfonso. Le animo a continuar en su paciente y larga labor de sacudir las conciencias de los ciudadanos. Comprendo que es una voz casi aislada en medio de bullicio de todo lo demás. No se preocupe por lo del enemigos que le nacieron a traves de estos año, es natural que asi sea. Algun dia le reconoceran su labor paciente y continuada, aunque no creo que sean muchos los que leen esta periodico digital, y que debrian hacerlo.
En algunas oportunidades , cuando he comentado sus articulos, me han tachado de lamebotas,al darle la razon a Usted, y ello no me importa ni me interesa. Lo unico importante es que las cosas sedigan como son y que los ciudadanos nos entermos de lo que tratan de ocultar los maleantes que pululan por toda la sociedad.
A Ricardo Vilaforte Pons: por alguna vez en su vida trate de dejar de ser un lavaguevos…ser un adulador desmerece tanto al lavacojones como al que los recibe los elogios….pero sé que esto es mucho pedir, el lamesuelismo es propio de mucho tico sin carácter en costa rica.
Exacto Jackes, toda la razón. En muchos casos uno puede estar de acuerdo en otros no. La intención del señor Alfonso José es buena y la experiencia no se regala, pero de ahí a ser un lamebotas crónico hay mucho trecho. En lo personal me gustaría hubiera tenido algún puesto político el señor para ver en marcha aquello del Estado articulador de intereses.