sábado 18, enero 2025
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Repensando el mundo en el siglo XXI

Los métodos y las formas con las que algunos países juegan a la política internacional para acceder a sus objetivos e intereses en el siglo XXI, parecen ser cada vez más pragmáticas, cínicas, y con un manejo y uso de la violencia de todo tipo y nivel; desde la fáctica hasta la psicológica y mental. Ello hace de esta realidad mundial, una especie de matrix donde la indistinción es absoluta y lo que apenas se logra ver en la superficie no es más que simples imágenes o reflejos de decisiones y acciones que en otros planos, se toman de forma discreta. Así lo plantea el profesor ruso y experto en geopolítica, Andrey Fursov. Las categorías tradicionales que las ciencias sociales y las ciencias políticas utilizan para interpretar y analizar la realidad internacional, social, política y económica, simplemente se quedan cortas para la complejidad que existe en el entretejido del poder mundial actual: sociedades secretas, oligarquías o elites económico-financieras poderosas, empresas transnacionales legales e ilegales (narcotráfico, trata de personas, tráfico de armas, etc), grupos extremistas, entre otros. Una de las características del poder en el mundo contemporáneo es que trabaja de forma inteligente y al estilo de nodos, de forma descentralizada geográficamente, ya que tiene la capacidad de operar desde cualquier parte del planeta, incluso de forma aislada de otros centros de poder, pero tienen la cualidad de que son capaces de reconocerse e interactuar en momentos específicos o de crisis, cuando se consideren en peligro. No basta por ende, solamente un análisis “por encima” o usando las viejas categorías analíticas de la ciencia política tradicional al mejor estilo de la Guerra Fría.

Para tratar de realizar un acercamiento a la interpretación y comprensión de lo que en verdad sucede en el mundo, es menester hacer arqueología tal como lo planteó Michel Foucault en su momento, establecer relaciones entre temas, sectores y categorías que quizás el mismo método científico tradicional puede rechazar. Por ejemplo, estudiar la importancia y relación que tiene la biología con la geografía militar o la geo-estrategia y las movilizaciones sociales actuales. O las ordenes secretas con la política y las élites económico-financieras que detentan el poder mundial, puede sonar descabellado y conspirador, pero así funciona el verdadero mundo de la política. El entender que la realpolitik se está pensando de forma sistémica y compleja (total), nos hace mirar nuevos nortes en cuanto a la forma de estudiar, analizar y hacer política. Nos encontramos ante una redistribución espacial del poder sobre el planeta, reflejado en una reconfiguración del Sistema Internacional, de ese poder que toma la tierra, la distribuye y la explota. Esto implica una reconfiguración de espacios y territorios que se traduce en una nueva geografía política planetaria, de una nueva configuración espacial u orden mundial.

¿De qué manera se ve reflejado lo anterior en la vida cotidiana del mundo? A continuación planteo la categoría de bio-geopolítica, que se ha venido debatiendo entre algunos teóricos y que puede ser útil para comprender el tipo de protagonismo que juegan algunas potencias en esa redistribución del espacio. Esta entendida como el establecimiento de relaciones y/o conflicto de carácter político, económico y/o militar, sobre aquellos espacios, regiones o zonas geográficas de alto valor estratégico, incluyendo todos los grandes sistemas de vida que existentes en la tierra, sobre los que hay un interés de ejercer y aplicar un poder soberano. Todo esto, comprendiendo que es un poder que se encarga de administrar la vida humana a través de leyes y mecanismos disciplinarios, así como de gobernar todas las formas de vida no humana existentes en el planeta (biodiversidad por ejemplo), partiendo de la influencia y el interés de los factores biogeográficos que afectan, interesan o intervienen en la vida de los Estados y los demás actores políticos vigentes en el actual Sistema Internacional, siendo uno de los más importantes las corporaciones transnacionales, mismas que ingresan y abren nuevos mercados a través del establecimiento de relaciones políticas con los países en los cuales tiene un interés concreto.

Esto nos podría facilitar el análisis de los conflictos actuales, en especial aquellos que tienen que ver con zonas con gran cantidad de biodiversidad y grandes reservas de recursos energéticos, inclusive hasta las contradicciones a nivel interno de los países donde hay diferencias por el control y manejo de los recursos, el tema de las semillas, los transgénicos, las comunidades indígenas, formas de agricultura así como modelos de economías alternativas y cosmovisiones. Es la lucha entre el mundo multipolar que se vislumbra y se está tratando de construir versus ese mundo unipolar que con su ideología busca homogenizar gustos, pensamientos, sentimientos, economías y culturas.

Las disputas en África, Medio Oriente, América Latina y Asia Pacífico cuentan con denominadores comunes que permiten visualizar desde otra perspectiva y no solamente como antiguamente nos lo plantea occidente: los otros “malos, incivilizados y bárbaros”, nosotros los “buenos, guardianes de la democracia y gendarmes de la paz”. Más allá de lo ideológico se encuentra lo económico en el juego de la política internacional del siglo XXI, bajo esa lógica, no es lo mismo que el Estado o las comunidades controlen los mantos acuíferos a que lo hagan grandes transnacionales por ejemplo. No se trata de satanizar a uno u otros, ni de decir que estos son buenos y los otros malos, pero sí es de sentido común entender que dadas las profundas crisis existentes y el evidente agotamiento de recursos vitales para la existencia, no es sano que estos estén solamente en unas pocas manos y mucho menos que se permita que se cobren cifras irracionales por aquello que la misma naturaleza nos ha dado de gratis, con la vida no se puede jugar y es aquí donde entra el rol tan importante que debe tener una verdadera política comprometida con la vida, el ser humano y el planeta. En ciertos temas es menester ver las cosas no solo desde la perspectiva económica. Al parecer, hemos perdido el equilibrio que el caos imperante nos está cobrando.

En un mundo donde todo tiene un precio y donde la lógica de la sobreproducción irresponsable para promover rituales como el consumismo viene a ser el motor primordial de las economías que se autodenominan “modernas”, la paz y los más altos y nobles principios democráticos parece que seguirán durmiendo el sueño de los justos en un siglo cada vez más convulso.

(*) Mauricio Ramírez es Mágister en Estudios Latinoamericanos.

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