Las lecciones que nos deja la primera actividad electoral de los Estados Unidos son diversas y variadas. Y aunque el sistema electoral norteamericano no es, precisamente, el mejor del mundo, si sirve para desenmascarar todas las deformaciones, porquerías y manipulaciones que se realizan allá, de la misma forma que se llevan a cabo acá. Proporciones guardadas.
Voy a señalar algunas de esas lecciones, que me parecen más interesantes y significativas.
La primera es la de la derrota del precandidato, medio bufón y demagogo, llamado Donald Trump, a quien los medios informativos mantenían como su preferido, por la cantidad de tiempo y atención que le dedicaban, y que las encuestas (que se equivocan casi siempre) daban por ganador, para terror y espanto tanto de los mismos norteamericanos como de los que veíamos desde otros países su ascenso como el principal peligro para la estabilidad mundial. Lo cual demuestra que la ignorancia, la grosería y la vulgaridad puede que atraigan en un momento inicial para llamar la atención, pero que para el momento de tomar decisiones no sirve.
La segunda, vinculada con esta misma, es que el triunfo del senador por Texas, líder de los evangélicos y apoyado por el tea party (ultraderecha retrógrada norteamericana) es tan peligroso como era el eventual triunfo de Trump. La tea party es lo más aberrante de la política norteamericana, pues resulta ser el ala más absurda de la absurdidad general de los republicanos, responsables de los daños que han causado al mundo desde la época de Reagan, impulsando las políticas neoliberales a los extremos más destructores de las economías de otros países y el deterioro de la propia.
La única esperanza que tienen los republicanos es que el senador por Florida, a su vez preferido por la cúpula partidaria, aventaje al ganador del primer caucus, y se corone al final como el candidato del partido. Pero nada está dicho todavía, el proceso es largo y complicado. Y como nada es seguro en la política, no sabremos nada a ciencia cierta hasta que termine el proceso.
La tercera es más llamativa que la anterior, porque todos esperábamos la derrota el payaso político norteamericano que perdió esta primera prueba. Y es el empate de la candidata demócrata Clinton, que cuenta con un apoyo muchas veces millonario para su campaña y la bendición de la cúpula de su partido, con el anciano senador que se declara socialista, cuando en realidad en nuestro medio sería socialdemócrata, que basa su campaña en pequeñas donaciones de individuos particulares, y que propone una verdadera revolución política en los Estados Unidos.
Dos cosas están demostrando esta situación. La primera es que no siempre el dinero tiene la última palabra, y de ello me alegro enormemente. Y la segunda es que el pueblo norteamericano, sobre todo la juventud, está cansada de las imposiciones del neoliberalismo en su país, de las consecuencias en el bajonazo del nivel de vida a que estaban acostumbrados, el incremento de la pobreza, la concentración inmoral de la riqueza, la pérdida de prestigio e influencia en su país, las guerras continuas e interminables en que se involucran, y muchas cosas más, y que un mensaje como la del senador contendiente está más cerca de sus pensamientos que la postura de Clinton, que representa el establishment norteamericano.
El análisis no es fácil y las posibilidades de equivocarse son innumerables, pero de que los ciudadanos comunes y corrientes de ese país ya están cansados de tantos golpes recibidos es más que evidente.
A la larga las elecciones norteamericanas perderán coherencia por culpa de la imagen de los candidatos y de los temas tratados. La derecha blanda y la derecha dura, la izquierda blanda y la izquierda dura, y un espacio para maniobrar y conseguir alguna ventaja en los sondeos de opinión están ahora en juego. He aquí la versión corta: todos estos tipos están jodidos y tienen fallos porque el juego es así. He aquí la versión corta ampliada: las decisiones políticas de ambos pasan por encima de sus deficiencias de carácter y no ramifican ni anulan la política. He aquí la versión larga: los acontecimientos externos y las fisuras que se producen en todas las repúblicas se ramifican y anulan rutinariamente. La designación de mentirosos y estúpidos manipula el proceso y nos perjudica mucho más a los que contemplamos desde lejos los juegos internos del imperio. Así sucede allá, de la misma forma que ha sucedido acá.
Veamos ahora las notas más llamativas que tienen que ver con dos no ganadores numéricamente, pero auténticos ganadores en cuanto a imagen.
Marco Rubio, republicano, de 44 años, empezó su carrera política llamando a las puertas de las casas para darse a conocer. Ocurrió hace casi dos décadas en West Miami, una pequeña ciudad de poco más de 6.000 residentes ubicada en el condado de Miami-Dade (Florida). La cara aniñada que aún conserva suscitaba las dudas de sus vecinos, que a menudo le preguntaban si era mayor de edad. Rubio despejaba cualquier sospecha, sonreía, conversaba un rato y, al poco tiempo, los tenía en el bolsillo. Hoy, ese precoz político es la figura emergente de la derecha en Estados Unidos tras el arranque de las primarias presidenciales, donde ha logrado suficiente apoyo para aspirar a convertirse en el hombre más poderoso del planeta.
Sería la culminación del sueño americano del que tanto habla y que encarna mejor que ninguno de los demás candidatos a la Casa Blanca. Al fin y al cabo, el senador de Florida es hijo de un matrimonio de cubanos que dejó la isla hace justo 60 años para ganarse la vida. Su padre, Mario, fue camarero y su madre, Oria, limpiadora y cajera. La tenacidad de ambos hizo que el joven Rubio terminara graduándose en Derecho por la Universidad de Miami.
Ideológicamente, Rubio responde al arquetipo del conservador estadounidense: un halcón en política exterior que se opone al pacto nuclear con Irán y a la reanudación de las relaciones diplomáticas con Cuba; contrario al aborto; partidario de bajar los impuestos para estimular la economía; de reducir el poder del Gobierno federal; y de la mano dura con la inmigración, pese a que en su momento promovió una ley junto a los demócratas para resolver este problema endémico. Carismático, buen orador y mejor contendiente en los debates, sus oponentes le achacan su inmadurez y su inexperiencia política.
Bernard (Bernie) Sanders es el otro candidato demócrata para Presidente de los Estados Unidos, que ha dado una enorme sorpresa al empatar con Clinton, sin contar con el multimillonario respaldo de ésta.. En 2006, fue elegido al Senado estadounidense después de 16 años como congresista de Vermont en la Cámara de Representantes. Ahora Bernie está cumpliendo su segundo periodo en el Senado de los Estados Unidos después de ganar su reelección en 2012 con el 71% de los votos.
Nacido en Brooklyn, Nueva York, fue estudiante en James Madison High School, Brooklyn College y la Universidad de Chicago. Después de graduarse se mudó a Vermont donde trabajó como carpintero y documentalista. En 1981, fue electo alcalde de Burlington, la ciudad más grande del estado, por un margen de tan sólo 10 votos.
Como alcalde, el liderazgo de Bernie ayudó a transformar a la pequeña ciudad de Burlington en una de las urbes más vibrantes y habitables de Estados Unidos. En el transcurso de su administración la ciudad logró importantes avances en proveer viviendas asequibles, en fiscalización progresiva, en protección al medio ambiente, en cuidado de los niños, en derechos de las mujeres, en programas para jóvenes y en las artes.
Como Congresista, Bernie ha luchado sin descanso en pos de las familias trabajadoras, enfocándose en detener el desvanecimiento de la clase media y la disparidad entre la clase rica y el resto de nosotros. Bernie ha sido llamado “un legislador práctico y exitoso” y fue apodado el “Rey de la Enmienda” en la Cámara de Representantes por lograr la aprobación de más enmiendas que cualquier otro miembro del Congreso. Como presidente del Comité Senatorial de Asuntos de Veteranos, Bernie trabajó con ambos partidos políticos para fungir como un “puente entre la división tóxica y partidista que existe en Washington y cerró uno de los tratos más importantes en años”. En 2015, los líderes del Partido Demócrata designaron a Bernie para servir como líder de oposición en el Comité Presupuestario del Senado.
Presume con orgullo de ser tanto socialista como un antiguo hippy. Y de nadar a contracorriente de todos o casi todos en un Congreso en el que lleva más de dos décadas defendiendo, como congresista primero y como senador ahora, pero siempre como independiente, las causas casi perdidas del Estados Unidos más progresista y liberal.
Estas son algunas, hay más, lógicamente, pero creo que vale la pena estar bien informado cuando en el imperio se debate su propio futuro y como rebote el nuestro.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Tu analisis no anda largo de la realidad.Hay 2 puntos que si son claves.En el caso republicano Trump esta muy fuerte y Rubio es la nueva estrella.Hay que estar claro que estan primarias comienzan en Iowa,y luego pasan a New Hampshire,estados con muchos evangelicos uno y liberales el otro.Por ello Cruz aparece en 1 er lugar ,y Trump que no participo del debate de Iowa entro fuerte de 2do.Rubio la gran sorpresa y si, la alternativa entre uno religioso y otro populista.Apenas comienza la contienda.
Con los democratas la cosa esta mas complicada.Hilaria la favorita, tiene encima la sombra del FBI,lo que la puede descalificar como candidata.Y luego esta Bernie,cuyas ideas tienen aceptacion en muchos estados del norte,pero uno ves que llegas al sur y al «heart of America «,sus posiciones no son bien recibidas.
A estas alturas las apuestas son que EEUU pasara de un presidente con raices africanas a uno con raices latinoamericanas.Que grande EEUU !!
de qué sirve toda esa payasada de las elecciones? Ya sabemos que los políticos solo pueden decir lo que piensan antes o después de ser presidentes…allá los guichos que se siguen creyendo «electores» de lo que nunca eligen