De cal y de arena
El grueso de los ciudadanos sigue apático y con su vocación cívica a media asta, tanto como que ni la intensa campaña de propaganda realizada por el Tribunal Supremo de Elecciones (por cierto, desabridamente omisa de la exaltación de los valores y sí sesgada hacia el culto de la varilla y el cemento) logró inyectarle siquiera una leve pero suficiente dosis de entusiasmo que provocase la concurrencia a las urnas en número suficiente como para dar crédito a la consigna de que “la municipalidad sí importa”. El ausentismo cayó del 72.1% registrado en las elecciones municipales del 2010 al 64.8% ahora. Los mayores índices de abstencionismo los acusan los principales centros urbanos donde se presume la presencia de altos niveles de cultura cívica (en San José fue de 73,62%) en tanto en Nandayure, San Mateo, Turrubares, Hojancha y Montes de Oro estuvo abajo del 40%. El TSE debe imponerse como tarea prioritaria una meticulosa disección social para dar con las causas del resfrío ciudadano y estructurar una tarea de amplia base inclusiva, idónea para cambiar este cuadro. De otro modo los cantones se hundirán en un pantano de gobiernos de minorías, más susceptibles a los influjos de grupos de presión.
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El anémico ejercicio ciudadano del pasado domingo dejó marcadas las escasas victorias que hubo este 7 de febrero. Los tres movimientos políticos que se proclamaron victoriosos, acuñaron triunfos pírricos: Johnny Araya fue electo alcalde de San José por 23.000 votos. Las papeletas de Liberación Nacional –que fue el que entró a la meta en la punta de la carrera- se impusieron en 29 cantones con un porcentaje inferior al de 2010 en tanto la Unidad Social Cristiana acopió un 18,4% de los sufragios (apenas cuatro puntos más que en 2010, aun así suficientes para emerger del cenizal en que le habían dejado las pendencias internas y para marcarse como segunda fuerza política). Por el lado de las derrotas sobresalen la del Movimiento Libertario (que no consiguió elegir a uno solo de sus postulados), y las del Republicano Social Cristiano y del Frente Amplio (que acumularon el 6,4% y el 4,7% de los votos), resultados dramáticos toda vez que ni uno ni otro concurrieron a esta justa con la suicida pretensión de elegir a uno o dos de sus postulados. En el caso del ex presidente Calderón Fournier adquiere mayores signos de angustia porque él entró a la carrera con la determinación de darle el jaque mate a la Unidad Social Cristiana y fracasó.
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Partidos cantonales como la Yunta Escazuceña y Curridabat Siglo XXI han dado una nueva demostración de arraigo por confiables y creíbles, virtudes por cierto escasas en el arco partidista nacional. Hay casos puntuales que llaman a reflexión, como el de los alcaldes que buscaron su reelección en hombros de partidos distintos a los de su origen político y que consiguieron renovar mandato; queda a prueba su fidelidad a la nueva bandera. También el del alcalde de Limón que consiguió un terminante triunfo a pesar de las andanada de objeciones a su integridad que recibió, y el de Johnny Araya, contra quien nada pudo la maquinaria del partido Liberación Nacional a la que dejó en la lona.
(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista