Comentario al Rojo Vivo
El nuevo imperio del globalismo neoliberal
Uno de los mayores retos del sistema tributario costarricense es el impacto de una globalización incontrolada que nos ha arrojado una gran cantidad de daños colaterales, a los que el Estado no puede enfrentar por su cuenta. La norma de tal proceso es que los Estados-Nación se dejen avasallar por ultra-poderosos agentes del capital y la banca transnacional y, además, paguen los costos y platos rotos.
Entre los más importantes agentes globales están los organismos financieros internacionales y sus socios de la banca, los gigantescos consorcios telemáticos (complejo de las industrias informática, electrónica y mediática), y las corporaciones transnacionales productoras y distribuidoras de bienes y servicios en gran escala que acaparan el 60% de los intercambios mundiales.
Se trata de grandes consorcios incontrolados de rango y alcance planetario, para quienes las soberanías y las fronteras nacionales han dejado prácticamente de existir como barreras efectivas frente a sus intromisiones e injerencias directas en los mercados locales “liberados”; o sea, sujetos a tratados de libre comercio y a múltiples “aperturas” forzadas. Una historia de privatizaciones y desregulaciones que conocemos bien en Costa Rica desde los años de 1980, cuando comenzó la liquidación de los modelos de Estado-Nación y de Estado Social, o de Bienestar; y de toda la institucionalidad de la Segunda República socialdemócrata (1948-1986) a manos de una Nueva Oligarquía neoliberal, donde el sector hegemónico es el financiero-comercial-exportador.
La desmaterialización y desespacialización de la economía
Así las cosas, es lógico que el debilitado sistema tributario costarricense no haya podido sustraerse a los embates del entorno global, en el cual los actores económicos y financieros foránesos no están interesados en pagar impuestos al gobierno local; un ente también rebasado y socavado por ellos y sus estrategias de penetración y conquista de mercados. Como los agentes globales no admiten regulaciones ni controles nacionales para sus redes mundiales de operaciones y flujos electrónicos de comunicaciones, las autoridades fiscales se ven imposibilitades de gravar sus transac ciones y recaudar los tributos; puesto que,en el inmenso y complejo tráfico electrónico de los intercambios globalizados, es imposible determinar con precisión el espacio geográfico dónde ocurre la fabricación y/o la venta de los productos y servicios. Tampoco se puede precisar cuál es el valor agregado en cada segmento de las cadenas de valor cuya existencia no es grávida, material o física, sino ingrávida, electrónica y virtual; por tanto intangible además de desespacializada, todo lo contrario al superado modelo de la economía que funcionaba centrada en la producción industrial de mercancías f´sicas de tiempos atrás. Lo mismo puede decirse de las transacciones bancarias e interbancarias.
En ese inmaterial mundo tecnotrónico, regido por un dinero desmaterializado y por mercados telemáticos virtuales – que operan dentro de una “economía-red” sumamente digitalizada y cuyas actividades se descomponen y recomponen dentro de pequeños paquetes o “clusters” de información inasibles, dispersos en el tiempo y el espacio – , realmente no se sabe dónde ocurrieron los intercambios ni los pagos, mucho menos cómo gravarlos por parte de algún gobierno de un Estado-Nación.
Se intercambian, pues, “objetos” pero de un mundo inmaterial, propio de las economías digitalizadas e intangibles que poco tienen que ver con las antiguas economías industrializadas de mercado; implantadas geográficamente y regidas por actores, objetos, sistemas de propiedad y activos todos tangibles y verificables por parte de autoridades tributarias de los Estados nacionales.
La visión miope de nuestra CGR
Hay conciencia entre estudiosos de nuestro sistema tributario y funcionarios de la Contraloría General de la República (CGR) acerca de lo expresado anteriormente. Y hay consenso en cuanto a cuáles son los retos y problemas claves planteados por la globalización y la toma del país por el capital extranjero, acompañado por sus aliados e intermediarios locales.
Por ejemplo, en un estudio de la CGR titulado “El sistema tributario costarricense: contribuciones al debate nacional”, editado por Fernando Herrero Acosta en el año 2002, se reconoce que las transacciones de las corporaciones transnacionales y sus subsidiarias se producen al interior de ellas mismas y de un conjunto de proveedores dependientes. Entre ellos conforman un conglomerado-red movido digitalmente, fraudulento y amoral, en el cual son esos mismos actores quienes se fijan los precios y transfieren valores y utilidades a lugares donde los impuestos son muy bajos. Allí, no interesa saber dónde se generaron los beneficios.
Para encubrir todos esos ilícitos las compañías y los bancos transnacionales llevan dobles o separadas contabilidades. Mas aquí no termina, solo comienza el asunto.
Porque bien se dice en el estudio citado de la CGR que “además de los precios de transferencia, las corporaciones utilizan los créditos entre las subsidiarias y la valoración de marcas y patentes para transferir excedentes de una jurisdicción tributaria a otra. Para recurrir a estos mecanismos no se precisa ser una gran empresa, alcanza con crear empresas relacionadas en el exterior y utilizar los precios de transferencia para trasladar recursos de un sitio a otro. En esta forma, el comercio internacional, que juega un papel cada vez más importante en el mundo, abre oportunidades globales de evasión y elusión de los tributos y plantea un reto gigantesco a los gobiernos y a las administraciones tributarias.”
Una importante admisión del lado gubernamental, cuyas implicaciones los autores del estudio irán desgranando en el texto, mas sin proponer estrategia alguna de solución. ¡Oh impotencia burocrática, que raya en resignación ante el surgimiento de una economía global desindustrializada, desmaterializada, transfronteriza y llena de intangibles!
Por supuesto que hay más que decir sobre este álgido tema de unas autoridades fiscales y tributarias endebles y conformistas frente a duras realidades del mundo exterior actual que parecen doblegarles.
Por eso, seguiremos tratando la problemática como parte de una aplicación del enfoque salido de una disciplina que el connotado economista austriaco Joseph Schumpeter llamó “Sociología Fiscal”; y con el cual venimos tratando en estos comentarios de comprender mejor los intríngulis de la inacabable crisis fiscal de nuestro Estado, a la que se une el de nuestra globalizada economía.
Una crisis bicéfala, pues, tanto del modelo como de la estrategia neoliberal, ambos impuestos desde arriba y desde afuera. El gran dilema que afrontamos es que tal crisis no se arregla, ni llega a su final de entierro, para que entonces el país pueda revivir en un nuevo y más prometedor escenario posneoliberal.
(*) José Luis Vega Carballo es Catedrático de Sociología Política de la UCR
Y no se va a arreglar… Costa Rica no es el único país con déficit fiscal… Vea la deuda pública de EE.UU.; o la de Japón, es para echarse a llorar… Costa Rica no es el único país con el «problema»…
Los paises exitosos conociendo de la situacion expresada,en vez de atacar y combatir a las transnacionales,( esta en sus genes pagar lo menos posible en costos e impuestos),las invitan a establecerse en su pais con un «flat tax».Un impuesto unico y bajo.
Generan trabajo e ingresos de las transanacionales.No las espantan.Ese es el mundo globalizado.Me voy donde me de la sombra.
«Una historia de privatizaciones y desregulaciones que conocemos bien en Costa Rica desde los años de 1980, cuando comenzó la liquidación de los modelos de Estado-Nación y de Estado Social, o de Bienestar; y de toda la institucionalidad de la Segunda República socialdemócrata (1948-1986) a manos de una Nueva Oligarquía neoliberal, donde el sector hegemónico es el financiero-comercial-exportador »
He aqui el gran problema de nuestro pais, un estado benefactor,que solo gastos genera ineficientemente,que no esta en manos neoliberales sino de grandes academicos universitarios,filosofos,politologos,sociologos que no tienen la menor idea de lo que es producir,por lo que viven arrimados y pidiendo mas y mas a ese estado benefactor,que son los ciudadanos que ya no dan para mas.
Eso último es una falacia ad hominem. Por otro lado, los grandes académicos tienen buena plata, y ayudan a mover a la economía, y si piden más y más, y les dan más y más, en esa misma medida, más y más van a gastar, lo que es bueno para la economía, para generar empleo, etc.
Yo insisto en que si se quiere dejar de patear la bola hacia adelante, es necesario crear una cultura empresarial local en Costa Rica, potencialmente de mipymes que desde un principio estén orientadas a lograr encadenamientos locales, y oportunidades para que la IED migre (por facilidades) para instalarse en nuestro país.
El único problema que veo de pedirle al Estado Benefactor el tener ingerencia en la economía, es el de que esa ingerencia en la economía venga de políticos que quieran sostener monopolios y oligopolios que les pertenezcan.