lunes 2, diciembre 2024
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¿Público vrs privado? Mito inaceptable

En meses pasados se discutió sobre salarios «públicos de lujo”, incluso se los publicó. La forma de abordaje no solo me pareció tendenciosa, sino además parcial y con la pretención de generar un odioso enfrentamiento entre sectores de una población que, a parte de ser una, se dice pacífica, armónica y asalariada en su gran mayoría.

Hoy, ya los ánimos un poco más tranquilos, quizá sea importante al menos una precisión que me parece necesaria. La premisa inválida de la que partió se la podría explicitar así: Por tratarse de “salarios públicos”, son materia de dominio popular y por lo tanto, se los puede ventilar públicamente sin ninguna reserva.

Subyasce entonces la dicotomía siguiente: lo “público”, pagado por toda la ciudadanía, versus lo privado, erogado por los patronos y no por la ciudadanía. Por tanto, aquello debe y puede regularse con transparencia total, ésto no. Desde luego que tal modo de razonar oculta una ideología que para este servidor es equivocada, carente de precisión y basada en un mito inaceptable, según el cual hay una especie de dicotomía irreductible entre lo público y lo privado.

Soy de la convicción que lo privado es tan público como lo estatal. Ejemplo de ello la materia salaria, la fuente de financiamiento es única: los ciudadanos y las ciudadanas, aun cuando los mecanismos sean diferenciados. Más radicalmente, recuérdese que lo privado está cedido por el Estado democrático para que sea administrado temporalmente por manos no estatales. Confundir lo estatal con lo «público» es un error de lógica elemental, por cuanto se habla sin dominio semántico y según se dice en el argot popular: “se confunde la gordura con la hinchazón”. Así por ejemplo las universidades del Estado son estatales y públicas y las llamada privadas son privadas y públicas; distinción sutil pero radical y fundamental.

Etimológicamente público proviene de dos raíces latinas: publikos y populicus (o pópulum), que en el fondo se traduciría en dos sentidos: lo que se publica y, a su vez, lo que procede de la población, lo que es del pópulo, lo común a todos y a todas. Pero cuando esta semántica se ignora, el error lógico señalado se traduce en una reificación ontológica (se inventa un modo de ser que se supone natural y cierto), lo que induce a otra errónea suposición, según la cual lo privado no tiene nada que ver con lo público y escapa totalmente de su control; ideología que para el pensamiento liberal es muy cómoda, pese a ser un pensar inmaduro por acrítico.

Desde este falso pensar el escrutinio de lo privado (por ejemplo los salarios del sector privado, la riqueza de sector privado, la lista de accionistas de las sociedades, etc.) queda como materia prohibida para el populum, lo que es una ficción basada en la ignorancia definitoria, histórica y social. Por eso: entre más limitado el populum conceptual y lógicamente, más libre lo privado, es decir, entre menos entienda la ciudadanía el contenido profundo de sus palabras, mejor para los que usufructúan, en este caso, de lo privado. El confort de ellos es total y a la libre. La ciudadanía ignorante se autolimita y renuncia a un dominio que también es suyo.

En síntesis, lo privado también es público y de dominio ciudadano general. Es decir, público es todo, tanto lo estatal (mal y exclusivamente llamado público) como lo privado. Y en el mundo actual, en que el aparato de estado y sus instituciones cada día se los pretende más disminuidos e inútiles, lo privado debe ser lo primero que se someta, en todas sus manifestaciones, a escrutinio ciudadano.

(*) Dr. Eval Antonio Araya Vega es Filósofo, UCR.

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