“Más allá de los hechos ya consumados, Berta fue una mujer excepcional, lideresa nata que condujo a su pueblo lenca más allá de las reivindicaciones básicas, para elevarlos a la conciencia de pueblo indígena, de pueblo digno, de pueblo con derechos y con voluntad para defenderlos. Berta estará siempre en el corazón de su pueblo. Se eleva con la luz de su corazón, con la fuerza de Lempira y Etempica, con la sangre de los mártires…” Guido Eguigure En memoria de Berta Cáceres “ME LO DIJO EL RÍO”.
Ha sido como el sonido de un trueno en medio de una mañana tranquila y radiante de sol, pero que de manera sorpresiva, se torna sombría y tempestuosa, con fuertes vientos, nubes oscuras y amenazas de lluvia torrencial, la manera como nos ha llegado la noticia del asesinato de la dirigente ambientalista de los lencas de Honduras, Berta Cáceres, es más fue algo que vino en principio de una manera escueta, violenta y seca para convertirse, con el paso de las horas, en un gigantesco aluvión de datos e informaciones de lo más variado, entremezclado con nuestras reacciones y sentimientos ante el crimen en sí mismo, los que terminaron por sacudir hasta los cimientos del discurrir de nuestra cotidianidad, perturbada por todo un cúmulo de elementos de una historia reciente y dolorosa, a los que ha habido que prestar atención para poder ubicar la gravedad y la trascendencia de semejante suceso, más allá de lo puramente anecdótico, y así poder reaccionar, siempre en consonancia con la magnitud de un acontecimiento que, de ninguna manera, puede asumirse como aislado: se trata de un evento encadenado con la violencia sistemática a la que ha venido siendo sometido el pueblo hondureño, a partir del golpe de estado del día 28 de junio de 2009 con el que los militares, en contubernio con la cúpula de los partidos políticos tradicionales, derrocaron al presidente Manuel Zelaya Rosales, quien se había apartado de la línea de lo considerado como políticamente correcto, por parte de las viejas elites oligárquicas del país. Desde entonces, se ha instaurado en Honduras un régimen político, basado en terror y la represión más violenta contra las organizaciones populares, pero especialmente en contra del poderoso movimiento de resistencia al golpe militar de aquel año que surgió entonces, la líder de los lencas ahora asesinada formó parte, de manera destacada, de esa resistencia cívica y popular contra la arbitrariedad y el atropello a los derechos humanos, a lo largo de los casi siete años transcurridos desde aquellos hechos.
Ahora bien, no hay que olvidar que todo esto ha sido ocultado, de manera sistemática, por los grandes medios de comunicación de nuestro país y del resto de la región, para cuyos propietarios estos temas no son de su interés y prefieren incluso soslayarlos, para de esta manera, establecer en términos prácticos su inexistencia. Los crímenes del régimen hondureño o del mexicano no están en la agenda de la dictadura mediática regional e internacional, a diferencia de lo que ocurre con el caso del gobierno de Venezuela, cuyo derrocamiento figura en las prioridades de la agenda imperial estadounidense y de las oligarquías locales. Si hoy informan algo en sus periódicos y televisoras, esto ocurre por la gran indignación del pueblo hondureño que se ha vuelto inocultable, pero también por la reacción que se ha producido en todo el mundo, una escena planetaria donde muchos han hecho saber su pesar e indignación por este crimen, gentes que van desde la diputada Nancy Pelossi, la líder demócrata en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, pasando por el actor Leonardo Dicaprio, recientemente premiado con el Óscar, hasta figuras intelectuales destacadas como la escritora canadiense Naomi Klein, por sólo mencionar algunos(as) de ellos.
La figura de Berta Cáceres(1971-2016), de quien hasta ahora habíamos escuchado hablar en términos generales, siempre en relación con sus luchas ambientalistas, sociales y políticas, como alguien que luchaba al frente de la etnia de los lencas, uno de los pueblos originarios más importantes de Honduras, comenzó a surgir ante nuestros ojos con contornos más nítidos, a medida que llegaban las informaciones y nos poníamos a estudiar el tema. Los sórdidos hechos, ocurridos hace apenas unas horas en la localidad de La Esperanza, en el occidental departamento hondureño de Intibucá, me parecieron por un instante como algo ocurrido hace ya mucho tiempo, al menos esa fue la primera impresión que tuve, al informarme de manera sorpresiva mediante las redes sociales, dada la frecuencia con que nos llegan ese tipo de noticias procedentes de Honduras. Sólo al rato, probablemente al cabo de una hora, pude captar el sentido y la gravedad de los acontecimientos, en especial por haberme dado cuenta de las luchas que libró desde su juventud, cuando esta líder lenca, y madre de cuatro hijos, fundó el Comité Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), en defensa de los derechos de los pueblos originarios de su país, en especial los de los lencas de los que formaba parte. En los últimos años, su determinación al frente de la gigantesca lucha de los lencas, emprendida en defensa de las aguas del río Gualcarque, amenazadas por la posible construcción de una gigantesca represa dentro del proyecto hidroeléctrico “Agua Zarca”, por parte de una transnacional china, al desviar unas aguas que son vitales para la existencia de la etnia de los lencas, la puso en un plano primerísimo, habiéndosele otorgado el Premio Internacional Goldman para los ambientalistas, un galardón planetario que recibió el año recién pasado, pero también acentuó las amenazas de muerte en su contra, las que ahora se materializaron cuando estaba a punto de cumplir los 45 años, todavía en plena juventud y con su inmensa voluntad de lucha.
Tanta es la violencia política de que hemos tenido noticia en Honduras, a partir del golpe de estado del 28 de junio de 2009, cuando los militares sacaron del poder al entonces presidente Manuel Zelaya Rosales, que innumerables dirigentes populares han sido asesinados desde entonces, dado el hecho de que: “El Estado de Honduras no sólo no implementa medidas para proteger a activistas amenazadas de muerte como Berta, sino que criminaliza cada vez más las luchas sociales e incrementa la represión, creando un clima de impunidad donde los asesinatos de activistas sociales y medioambientales se multiplican. Según el Observatorio de la violencia en Honduras, desde 2009 ha habido más de 130 asesinatos de campesinos en el contexto de la lucha contra el expolio de la tierra y el agua que llevan a cabo con la complicidad del Estado las oligarquías empresariales locales junto con empresas transnacionales” (Concepción García Herrera y Yago Martínez Álvarez CONDENA DEL ASESINATO DE LA LIDER INDIGENA Y CAMPESINA HONDUREÑA BERTA CÁCERES Rebelión 5-3-16).
Podemos concluir diciendo que este asesinato es un atropello más contra la naturaleza, nuestro hábitat que hoy agoniza y en contra los derechos de los pueblos originarios del continente, en la persona de una de sus más valientes hijas, una auténtica líder del pueblo lenca, digna guardiana de los ríos entre ellos su amado Gualcarque, cuyas aguas protegió en la comarca de los lencas junto con los restantes recursos naturales de esta región, también amenazados por la codicia de los intereses del capital transnacional. No podemos sino unimos al sentimiento de dolor del pueblo lenca y de todos los hondureños que resisten al arbitrario régimen de la oligarquía cachureca y liberal, la indiferencia y el cinismo no pueden ser nuestro norte de vida ni afincarse en nuestros corazones, como si fueran el fundamento de una paradojal razón de ser no siendo, al reducirnos a la condición de unos hedonistas cobardes, algo que debemos rechazar sí que de verdad amamos la justicia y la libertad de los seres humanos. No más indiferencia frente a la impunidad e injusticia contra los pueblos originarios, denunciemos la falsa paz que nunca se construyó en el istmo centroamericano: la paz de los cementerios impuesta por las oligarquías y el imperio, la que pende como una amenaza sobre todos nosotros, imposibilitando la convivencia democrática entre los pueblos centroamericanos.
(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA).
Y así quiere el Señor Aurífero, promotor y soporte del Golpde de Estado en Honduras junto con la mediocre de clinton, ser presidente otra vez. ¡No gracias!
De Jesús González Pazos(En Rebelión) en ME LO DIJO EL RÍO “Cuando las comunidades lencas, en su lucha contra el proyecto hidroeléctrico se fueron a la capital, a Tegucigalpa, se enteraron que el gobierno había entregado la práctica totalidad de los ríos de sus territorios, los derechos para explotarlos, a empresas privadas por más de 30 años. Y en este sentido los ejemplos se multiplican en todos territorios indígenas.
Lamentable lo sucedido. Ojala se haga justicia, y no olviden su legado