Hace más de siete días se presentó, en un programa nacional, un segmento sobre el afamado caso Burgos. La noticia, si bien trató la agresión al género femenino, tomó los últimos minutos para resaltar que, en este país de tradición patriarcal, también existe la violencia hacia el hombre. Rápidamente el reconocimiento previo contra el femicidio y las demás agresiones que pueden vivir las mujeres se desvirtuó.
No se trata aquí de restar importancia a los problemas que sufre el hombre, su reconocimiento debería de ser tan discutido como la agresión hacia los niños o los adultos mayores. Es cuestionable, sí, el tratamiento a un tema que no tenía espacio y que restó importancia a la discusión ya se había planteado, como si esta no fuera suficiente para cubrir un segmento del programa.
Equiparar ambos temas implicó al espectador, de manera simplista, que “igual, las mujeres son tan agresoras como el hombre”. De manera irónica, el discurso que pudo funcionar para cuestionar las imposiciones machista, el asesinato de ellas o profundizar en la imposición de roles o etc., connotó que no es valioso abarcar solo las problemáticas de las féminas, porque las del hombre siempre se pueden imponer, aunque la discusión central no tenga referencia a ellos como seres violentados.
¿Era necesario tratar someramente otro asunto cuando ya que el de la agresión estaba planteado? ¿Por qué no abarcaron en los tres últimos minutos del programa los asesinatos de más de 119 mujeres a manos de sus parejas desde el 2011? ¿O de los acosos — y hasta golpes— que diariamente sufre cualquier mujer en la calle, o de que la mitad de asesinatos de mujeres se debe a agresión? (“Mitad de asesinatos de mujeres se debe a violencia de género”. La Nación. 28 de setiembre de 2015). ¿Era necesario poner en paralelo otra problemática cuando los mismos medios periodísticos proponen que hace falta la conciencia y debate sobre la agresión femenina? (“Femicidios: el drama de las mujeres asesinadas por sus hombres”. La Nación. 28 de abril de 2015).
En tiempos de pruebas de acoso callejero, de la constante objetivación de la mujer en la publicidad, de muertes de turistas extranjeras, de la gama de ataques diarios, es difícil justificar un periodismo que no ha logrado desprenderse de las ataduras del patriarcado y no se convierte en vocero de una lucha que está más viva que nunca.
(*) Sigrid Solano M. es Profesora Escuela Filosofía y Letras, UNA.
«Una Sociedad que antepone la equidad a la libertad obtendra ninguna, una sociedad que antepone la libertad a la equidad obtendra gran cantidad de ambas».
Milton Friedman.
Cómo que no viene al caso la cita de Milton Friedman, que más que nada es un teórico del liberalismo económico que favorece por mil a las empresas y que pone en segundo plano al ser humano.
Creo sinceramente que en la construcción de esa sociedad de igualdades entre hombres y mujeres, pasa necesariamente por educar a las mujeres, a abrir sus mentes para que dejen de justificar tantas veces los atropellos que reciben; es patético pero conozco muchas mujeres machistas que se resisten a abandonar esos esquemas impuestos desde mucho tiempo atrás y no estoy hablando precisamente de mujeres humildes, he visto mujeres profesionales que resienten un esquema de igualdad, les cuesta asumir el rol de igual y no la que se somete al varón y depende de el en todo.
El libro «Mujer víctima y cómplice», es un relato que pone en un contexto claro y responsable de lo que debe hacer la mujer para asumir y luchar por esa igualdad.
Usted mismo explico porque la frase de Friedman es importante, lo que usted explico fue darle libertad de escogencia a las Mujeres a través de la educación, la igualdad vendría con eso porque a la gente no se le puede obligar para que crea en “X” valor, solamente se le debe convencer.
Por cierto, Friedman era un humanista, sus puntos de vista y propuestas eran para quitarle poder a las empresas monopolisticas y manipuladoras que conseguían poder a través de un sistema ineficiente y políticos corruptos.
Su apollo al «Impuesto Negativo» es la mayor prueba de ello.
Minos está enamorado de Friedman.
¿Qué tal si lo estoy?
¿Es usted un homofóbico que considera que ser gay es un insulto?
Debe ser bastante triste el tener no solo que recurrir al insulto ad-ominen cuando se acaban sus argumentos y no solo eso, hacerlo mientras se burla de las preferencias sexuales de un 10% de la población.