Los atentados perpetrados en Paris y Bruselas, con el elevado número de muertos y heridos, nadie se los hubiera imaginado hace pocos años. Este tema de los atentados eran propios de otros países en donde se libraban batallas políticas extremas, y donde los involucrados actuaban movidos por una mezcla de desesperación y salvajismo. Nadie se imaginaría hace pocos años que Europa caería en las garras de la violencia irracional y sin sentido del terrorismo que perpetran células islámicas. Mucho menos que sería invadida por millones de islamistas que se niegan rotundamente a incorporarse a los patrones culturales europeos, sino que, más bien, exigen a los gobiernos de los distintos países en donde se asientan, que les otorguen fueros especiales y llegan incluso a expresarse de forma absurda de las costumbres y comportamientos occidentales.
Todo parece indicar que la herencia greco-romana-cristiana de Europa está en decadencia. En 1918, Oswald Spengler en su emblemático libro La decadencia de Occidente auguraba que a esta región ya le tocaba morir tal como había sucedido con los sumerios, los griegos, los babilónicos o los romanos. De acuerdo con el autor, uno de los síntomas claros de la decadencia de una civilización es el paso de una sociedad religiosa a una sociedad racional que ha perdido sus bases religiosas. Criterio bastante extraño para quienes pensamos diferente a Spengler, en el sentido de que si bien las religiones cumplen un papel importante en el control social, la racionalidad no está divorciada de la convivencia pacífica y la tolerancia de la diversidad.
Lo que sí es cierto es que en Europa las iglesias cristianas se cierran, se convierten en bares y en discotecas o están medio vacías con unos pocos ancianos, y las que perviven son objeto de turismo por los tesoros artísticos que poseen, mientras que el número de mezquitas aumenta vertiginosamente y están llenas de gente joven. No hace falta ser alarmista, xenófobo o islamofóbico para deducir que a Europa no le faltan muchas generaciones para convertirse en un continente con una porcentaje muy alto de población musulmana, quizá hasta llegar al 51%.
A Europa le da vergüenza llamarse cristiana. Como un hijo se avergüenza de sus padres, Europa se niega a reconocer sus raíces y como tiene pudor en reconocer su herencia, tampoco se preocupa de los continuos asesinatos y persecuciones en los países musulmanes a los cristianos, a los budistas o a quienes profesan otras religiones. Ya no quedan apenas judíos en esos países, debido a que tuvieron que huir.
La cultura occidental basada en los principios cristianos y los ideales de la Ilustración —que todos los hombres son iguales porque fueron creados por el mismo Dios y que se reivindique la tolerancia, libertad, derechos humanos— ha sido muy abierta a los ciudadanos musulmanes. Atacar o vilipendiar a los musulmanes en Europa sería una traición a su propia cultura. Pero una cosa es ser xenófobo o islamofóbico, y otra muy distinta es pecar de ingenuidad. Los hechos están demostrando que la tolerancia religiosa tiene sus límites, sobre todo cuando religión y política se mezclan, cuando deberían estar separadas. Y el precio que Europa está pagando es un precio de sangre.
Uno de los problemas a que se está enfrentando Europa en la actualidad es el terrorismo islámista sobre el cual no posee mucho control, pero algo más profundo y difícil de atajar es la mentalidad de muchos musulmanes.
Como señala Pedro Cobo, en alertadigital.com, es posible que con el tiempo el Islam evolucione, pero como bien dice el intelectual egipcio Samir Khalil Samir —autor de Cien preguntas sobre el Islam—, los pocos intelectuales que han intentado conciliar el Islam con la modernidad y con los derechos humanos han sido perseguidos en sus propios países. Refiriéndose a esos modernizadores dice: “A corto plazo, debemos admitir que las llamadas de los reformistas tienen consecuencias más bien limitadas sobre la formación de la mentalidad y sobre la organización social”. Pero como dijo un intelectual musulmán palestino en Damasco en junio de 2010: “Los llamados intelectuales musulmanes moderados en Occidente son para consumo occidental, aquí nadie los conoce”. Y ese es el problema, hoy por hoy se puede decir que para la inmensa mayoría de los musulmanes no puede existir una democracia pluralista tal como se la concibe en Occidente —con separación Iglesia-Estado—, ya que en el Islam tradicional que perdura hasta hoy en la mayoría de los musulmanes del mundo, el Estado y la religión son un todo, tal y como lo previó Mahoma en el Corán, y es inconcebible que todas las religiones tengan el mismo estatus. Esa separación sería la mayor herejía para la inmensa mayoría de los musulmanes.
Más allá de los ataques a las Torres Gemelas, de los atentados en Londres, en Madrid, Bruselas o en contra de Charlie Hebdo y del ejército islámico con sus crímenes horrendos contra todos aquellos que no comparten su visión del sunismo, ¿desea Europa llenarse de ciudadanos que en un porcentaje bastante alto piensan de esa manera? Sinceramente, creo que no.
No soy un seguidor de Vladimir Putin, pero creo que ante la situación del Islam tiene una posición mucho más clara y adecuada que la tibieza e ingenuidad de Europa Occidental. El 4 de agosto de 2013 al referirse a los musulmanes Putin les dijo: “En Rusia vivan como rusos. Cualquier minoría, de cualquier parte, que quiera vivir en Rusia, trabajar y comer en Rusia, debe hablar ruso y debe respetar las leyes rusas. Si prefieren la sharía y vivir una vida de musulmanes, les aconsejamos que se vayan a aquellos lugares donde esa sea la ley del Estado. Rusia no necesita minorías musulmanas, esas minorías necesitan a Rusia y no les garantizamos privilegios especiales ni tratamos de cambiar nuestras leyes adaptándolas a sus deseos. No importa lo alto que exclamen “discriminación”, no toleraremos faltas de respeto hacia nuestra cultura rusa.
Por su parte, la Iglesia ortodoxa rusa a finales de 2008 se negó a que se construyera una mezquita con dinero saudita en Moscú con esta clara respuesta: “Ustedes a menudo dicen que el Islam es una religión de justicia. Sin embargo, Arabia Saudita construye docenas de mezquitas en países cristianos. ¿No sería justo construir una iglesia para los cristianos que viven en su reino? Quizá el Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, el cardenal Jean Louis Tauran, estuviera en lo cierto cuando dijo que “si los musulmanes creen que tienen el derecho a tener una gran mezquita en Roma, también sería justo que los cristianos construyeran una iglesia en Riad”. Finalmente, por sentido común, la mezquita no se construyó en Moscú.
Leí algo sumamente interesante que señalaba que la islamización comienza cuando se alcanza en un país un número suficiente de musulmanes como para poder comenzar campañas en favor de privilegios religiosos. Cuando en las sociedades políticamente correctas, tolerantes y culturalmente diversas se aceptan las demandas de los musulmanes en favor de sus privilegios religiosos, algunos de los restantes componentes tienden también a infiltrarse en el resto de los aspectos de la vida ciudadana.
He aquí cómo funciona todo esto:
En tanto la población musulmana permanezca alrededor, o por debajo del 2% de la de cualquier país, esta será vista por la población local como una minoría amante de la paz, y no como una amenaza hacia los demás ciudadanos.
Con una población que alcance entre el 2% y el 5%, los musulmanes comienzan con el proselitismo entre otras minorías étnicas y grupos descontentos del lugar, a menudo con reclutamientos considerables en cárceles y entre las bandas callejeras.
A partir del 5% de población musulmana, estos ejercen una influencia desorbitada con respecto al porcentaje de población que representan. Por ejemplo, insistirán en la introducción de los alimentos halal (limpios de acuerdo a los preceptos islámicos), asegurándose de esta manera empleos de manipuladores de alimentos reservados a los musulmanes. Empezarán las presiones sobre las cadenas de supermercados para que muestren alimentos halal en sus estanterías – junto con las correspondientes amenazas si no se cumplen estos requisitos.
Llegados a este punto, trabajarán para que la autoridad gubernamental les permita que ellos mismos se regulen bajo la Sharia, la Ley Islámica (dentro de sus ghettos). El objetivo último de los islamistas es establecer la Sharia en todo el mundo.
Cuando los musulmanes se aproximan al 10% de la población, tienden a aumentar la anarquía como un medio de quejarse sobre sus condiciones de vida en el país. En París ya hemos visto las revueltas imparables con quema de coches y de mobiliario urbano. En esta situación, cualquier acción no musulmana ofende al Islam, y resulta en insurrecciones y amenazas, como las de Amsterdam tras la oposición a las viñetas de Mahoma y películas sobre el Islam.
Vemos desde lejos y con cierta tristeza lo que está sucediendo en Europa, con terror lo que sucede en el norte de Siria, y con estupor la forma en que los organismos internacionales que se dicen defensores de los derechos humanos callan cobardemente. Estamos entrando a una época obscura de intolerancia y fanatismo, como lo fue la edad media, cuando el cristianismo impuso a sangre y fuego sus creencias, y luego cuando fue cómplice y actor oficioso de la destrucción de las grandes civilizaciones originarias de América durante la conquista. La diferencia es que los postulados islámicos de hoy son todavía más retrógrados que los cristianos medioevales.
Todo lo anterior amerita una reflexión despaciosa de parte nuestra, sobre todo cuando se están trayendo de nuevo los temas del Estado Laico en nuestro país. Pues, aunque estamos de acuerdo con ello, hay que tener las precauciones de no abandonar los principios básicos de nuestra cultura de civilidad y tolerancia respetuosa. Pues una cosa es la separación de lo laico y lo religioso y otra muy distinta la indiferencia a la agresión de formas de pensar la convivencia social, bajo parámetros totalmente ajenos a nuestra cultura, como es el pensamiento islámico. Aprendamos de Europa y lo que está padeciendo, al parecer si solución a la vista.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Cierre de fronteras sera el primer paso.En Alemania la sociedad se abrio a recibir una cantidad de inmigrantes y hoy se arrepienten de ello.
En Francia impresionan la cantidad de musulmanes circulando,algunos ya ciudadanos europeos.Menudo problema que ha despertado el nacionalismo.
Cuerdo , objetivo , logico y evangelizador el ensayo de Don Alfonso ¡ Mis respetos , por introducir un tema de tantas aristas , digno de revision para la politica local. En hora buena ¡
Este es un artículo que le cierra la bocota a muchos que han acusado al articulista de ateo… en el peor sentido del término. Pues, aunque el mismo articukista se ha declarado areligioso, muestra el profundo respeto que tiene sobre las enseñanzas de Jesus de Nazaret, cosa que ya habia expresado en otros artículos. Y para aquellos burros que no distinguen una cosa de la otra, ser areligioso no es lo mismo que ateo. El problema es que las religiones, convertidas en ideologías extremistas, causan más daño del que nos podríamos imaginar.
El párrafo de este artículo que dice… Estamos entrando a una época obscura de intolerancia y fanatismo, como lo fue la edad media, cuando el cristianismo impuso a sangre y fuego sus creencias, y luego cuando fue cómplice y actor oficioso de la destrucción de las grandes civilizaciones originarias de América durante la conquista. La diferencia es que los postulados islámicos de hoy son todavía más retrógrados que los cristianos medioevales. Deja tyodo en la perspectiva justa.
ACLARO…El cristianismo, representado en la manifestación visible del Dios invisible: Jesucristo no «impuso a sangre y fuego sus creencias», eso fue el accionar del poder imperial católico de la época, que es muuuuuuuuuy diferente.
El cristianismo modelado en JESUCRISTO, siempre será la respuesta espiritual para el ser humano que es comunión con el Padre, y esta es posible basada en el amor verdadero; si odias a quienes no piensan ni creen como tu, ya estas de hecho separado/a de Dios.
Excelente articulo, don Alfonso, debe enviarlo a Casa Presidencial y a la Asamblea Legislativa, pues ningun pais puede ya pecar de ingenuo, ni perder el tiempo en politiquerias intrascendentes. Costa Rica no puede seguir siendo tierra de nadie, y menos en estos tiempos.
Dudo de la racionalidad de nuestra civilizacion, pues ningun animal destruye su propio habitat , solo el hombre. Nos hemos inventado una sociedad de consumo que todo lo arrasa, hasta el propio planeta.
En mi experiencia como educadora, pude observar como las generaciones iban dejando atras los valores tradicionales, morales y espirituales, para dar paso a valores materiales y a actitudes competitivas. En la decada de los noventa cuando les preguntaba a mis alumnos de setimo que querian ser cuando fueran grandes, algunos me contestaron que «narcotraficantes» pues ganaban mucha plata y no tenian que estudiar tanto.
excelente reflexion don Alfonso