Esta iglesia significa mucho en nuestras vidas. Cuando, el 4 de marzo de 1924, el terremoto de San Casimiro cuarteó la antigua iglesia de este pueblo, fue evidente que había que construir una nueva. Por coincidencia, poco tiempo después atravesaba el mar Atlántico, desde Croacia, nuestro padre Pasko. Tras un periplo azaroso, que inicialmente debió haberlo llevado a California, donde se había instalado su hermano Niko, iba rumbo a Argentina, donde ni siquiera tenía conocidos. Pero, advertido de que en el Valle Central podría haber trabajo debido a los estragos del terremoto, se bajó del barco en Limón y se dirigió a San José.
Diestro obrero y artesano como era -había aprendido el oficio de albañilería al lado de su padre Niko-, ahí en la capital conoció a don Gerardo Rovira, hábil constructor catalán, quien le dio trabajo en el Club Unión. Pero, más que eso, surgió una sólida amistad entre ambos, al punto de que, años después, cuando el padre José del Olmo decidió edificar la nueva iglesia en Naranjo y el contrato le fue asignado a don Gerardo, invitó a Pasko a acompañarlo. Este bello y sólido templo -que ha resistido numerosos embates telúricos- es una muestra fehaciente del esmero y calidad de Rovira, Pasko y los trabajadores que se les sumaron en la obra.
Alguna vez culminé un poema con los versos «Naranjo, / ¡un errante extranjero / sembró en tu estirpe / la gota de mi génesis!». Y esto obedece a que fue aquí donde Pasko halló un cálido alero de afectos y amistades en su extenso y tortuoso peregrinar y, a tan solo metros de donde laboraba, a la mujer de su vida. De seguro que, en más de una ocasión, desde la altas torres de la iglesia contemplaba expectante, hacia el sureste, la hermosa casona esquinera donde moraba su amada Carmen, a quien la gente llamaba Carmela, la hija de doña Moncha y del finado Chon Quirós.
Vendría el año de 1929, lleno de buenos augurios, cuando aún no se asomaban los fatídicos nubarrones de la depresión económica mundial. Comenzando nomás el año, el 6 de enero se unían en matrimonio Carmela y Pasko, bendecidos por el padre del Olmo, en abril se inauguraba el magnífico templo -en medio de grandes festividades-, y el 19 de octubre venía al mundo su primogénito. Por curiosidades del destino, a Eugen le correspondió nacer en San José, en la casa de la familia Rovira, y no en Naranjo, como nos ocurriría a los otros diez de la prole, de la cual soy el urás, el benjamín o cumiche, como le decían antes al menor de la familia.
Tristemente, su corpulencia le complicó el nacimiento, de lo cual le quedarían varias secuelas en la parte izquierda de su cuerpo. Y, peor aún, recién superada la adolescencia, el descuido tras una delicada operación derivaría en una gangrena y en la amputación de su pierna, lo que lo obligó a usar una prótesis para siempre.
Por necesidades familiares, relacionadas con el trabajo y el estudio, un día de marzo de hace exactamente 60 años, hubo necesidad de alejarnos del terruño naranjeño y mudarnos a la capital. Pero, irónicamente fue Eugen, el único no nacido aquí, quien no se marchó, pues llevaba la contabilidad de varias empresas.
Por muchos años soportó la soledad de su soltería, entregado con esmero, probidad y ética a su trabajo -sobre todo como contador municipal-, así como a su firme devoción por Dios y la Virgen María, en tanto que su mayor diversión era jugar ajedrez, en lo cual siempre estimuló a otros para que aprendieran. Infalible, eso sí, todos los sábados tomaba la cazadora de Naranjo, para visitarnos en San José, y pasar el fin de semana en familia. Nada le alegraba más que vernos juntos a todos, sentir la palpitación del afecto y la fraternidad, y así sucedió hasta estos últimos días cuando, sabedor de que su final estaba cerca y a sus casi 87 años, con gran lucidez y entereza nos esperó a todos para despedirse.
De joven pudo haberse amargado, debido a sus dificultades de movilización y hasta a cierta exclusión que sufrió, pero no lo hizo. Por el contrario, con gran sapiencia y un rebosante corazón de niño grande, supo hallar la felicidad y la belleza en las manifestaciones más sencillas y prístinas de la cotidianeidad y de la familia, así como en el indeclinable respeto hacia los ancestros de acá y del otro lado de mar. Tuvo el inmenso tino de discernir en todas las cosas su lado positivo.
Un venturoso día, ya entradito en años, comenzaron a escasear las visitas a la casa capitalina, y empezamos a percibir que algo extraño ocurría. Pronto las evidencias confirmaron que, en efecto, se había enamorado de una lugareña, Inés Matamoros, con quien en 1977 contraería nupcias. ¡Nunca he visto a un novio tan, pero tan feliz! Con los años vendrían Walter y Myriam, más su nieta María José, a completar ese su círculo más íntimo de felicidad.
Fue un hombre feliz, de veras, y él siempre lo manifestaba así, absolutamente agradecido con Dios y con la vida. Nunca he conocido a un ser humano tan bueno y tan puro. Un hombre colmado de bondad y de virtudes. Un santo laico, en pocas palabras.
Ante su cuerpo exánime, en esta iglesia que tanto significa para nuestra familia y que él frecuentaba a diario, hoy debo decirle «¡Gracias, infinitas gracias, querido hermano, por ser un inmarcesible ejemplo de vida para todos quienes tuvimos la fortuna de tenerte cerca!».
Y lo hago con la certeza de que, desde la eternidad que te has ganado con creces por tu paso por este mundo, tu cálida y amorosa luz siempre alumbrará nuestros caminos.
(*) Luko Hilje
9 Comments
Gioconda Muñoz Hernández
Gracias por compartir tan Hermoso relato de don Eugen, a quien recordamos con mucho aprecio. Familia Muñoz Hernández
Luis Vega
Un enorme abrazo. Que palabras más puras y lindas
Rogelio Cedeño Castro.
Luko: No sin una gran dosis de sentimiento y emoción, es que he leído este, más que sentido texto, sobre la memoria su hermano y la profunda huella de su paso en la vida de tu familia. Cuanto amor le profesaste y hoy nos lo compartes , tal vez para alentar en nosotros el amor y la esperanza, de las pocas cosas ciertas con que puede contar el ser humano. Gracias.
Emanuel Corrales Morera
No he podido evitar mis lágrimas ante tan bello relato. Don Eugen fue un ilustre Naranjeño querido y respetado en nuestra comunidad. Se que el Señor le ha acogido con amor pues él supo hacer presencia del Reino de Dios en medio de su vida, su familia y su comunidad. Llevaremos su recuerdo en nuestra mente y corazón pues nos dio un gran ejemplo de vida.
ROGER LIZANO MARIN
A DON EUGEN QUE DESCANSE EN PAZ EL ERA MI AMIGO DE VERDAD ME DEJA MUCHOS RECUERDOS UNO DE ELLOS ERA VERLO CON SU SEÑORA ESPOSA TODOS LO DOMINGOS EN LA SANTA EUCARISTIA DE LAS NUEVE DE LA MAÑANA Y LES SALUDABA CON GRAN APRECIO SENTIA QUE ETA MI AMIGO DE VERDAD ES POR ESO QUE LE VOY A EXTRAÑAR EL ERA CON QUIEN COMPARTIA MIS PROBLEMAS Y EL ME AYUDABA A SARLES SOLUCION A ALGUNOS DIOS LES BEMDIGA PORQUE SE QUE EL FUE UN GRAN ESPOSO PADRE Y AMIGO DE LOS NARANJEÑOS QUE LO APRECIABAMOS
Luis Alberto Vargas
La mejor forma de predicar y manifestar el amor de Dios en nuestras vidas es con el ejemplo. Don Eugen era de esos grandes hombres que marcan positivamente a una comunidad y no necesitaba hacer mucho discurso, su sola presencia inspiraba respeto, cultura, educación y amor por los demás. ¡Qué Dios le tenga en su gloria recogiendo los merecidos frutos de su extraordinaria existencia!
Javier Solís
Luko: me has conmovido hasta las lágrimas. Ese mundo de tu padre y tu hermano está acabado. Pero el que nos engendró a los viejos y nos mantiene construyendo sin cesar un mundo nuevo. Literariamente impecable. Lo voy a «compartir». Un fuerte abrazo. js
Erika Henchoz
Don Luko, no teniendo el gusto de conocerlo, permítame darle las gracias en mi calidad de hermana mayor de Gabriela Henchoz que por años me comparte sus artículos, y de paso su grandeza y estatura personal. Me han conmovido mucho sus palabras, mucho, y en el fondo observo otro hombre bueno y puro hablando de su hermano mayor. Don Luko, le envío mi abrazo sincero, enorme, como debe ser usted. De lo más bello que le he leído está Un día en el volcán Turrialba. Esta zona telúrica ciertamente es nuestra cintura amada de este hermoso continente. Usted escribe maravillosamente.
gerardo varela
El sábado pasado, en la iglesia de Naranjo, que ese día en misa de 4 de la tarde estaba repleta, cuando Don Luko terminó de leer este texto ante el féretro de su hermano Don Eugen, lo que siguió después fue un muy emotivo e intenso aplauso general. Sin duda que en las palabras dirigidas a su hermano fallecido, Don Luko también le dijo algo a todo el mundo. Muchas gracias.