Para finalizar esta serie de reflexiones sobre la mirada prospectiva indispensablea nuestro país, se señalan las siguientes variables:
La transformación del concepto de Democracia, de la participación ciudadana y de las instituciones de gobierno.
La visión del proceso democrático extiende las posibilidades humanas hasta su límite. Es una visión de un sistema político cuyos miembros se consideran unos a otros iguales, son colectivamente soberanos y poseen todas las capacidades, recursos e instituciones necesarios para autogobernarse.
Se sostiene que el proceso democrático es superior en tres sentidos a otras formas factibles de autogobernarse. En primer lugar, promueve la libertad como no puede hacerlo ninguna otra opción factible; libertad en cuanto autodeterminación individual y colectiva, en cuanto al grado de autonomía moral que estimula y permite, así como en lo que atañe a toda una serie de libertades específicas inherentes al proceso democrático, o precondiciones de su existencia, o que existen porque las personas que apoyan la idea y la práctica del proceso democrático se siente inclinadas a conceder su generoso apoyo a otras libertades. En segundo lugar, porque el proceso promueve el desarrollo humano, sobre todo en lo tocante a la capacidad para ejercer la autodeterminación, la autonomía moral y la responsabilidad por las propias acciones. Y en tercer lugar, es la forma más segura (aunque en modo alguno sea perfecta) de que disponen los seres humanos para proteger y promover los intereses y bienes que comparten con los otros seres humanos.
En la medida en que la idea y la práctica de la democracia están justificadas por los valores de la libertad, el desarrollo humano y la protección y promoción de intereses humanos compartidos, presupone asimismo tres clases de igualdad: la igualdad moral intrínseca de todos los individuos; la expresada por la presunción de que todos los adultos tienen derecho a la autonomía personal cuando se trata de determinar qué es lo mejor para ellos; y, como consecuencia de los anterior, la igualdad política de los ciudadanos, según la definen los criterios del proceso democrático.
Sin embargo, el proceso democrático no puede existir, ni ha existido nunca, como entidad etérea, ajena a las condiciones históricas y a los seres humanos condicionales históricamente. Sus posibilidades y sus límites dependen en gran medida de las estructuras sociales y la conciencia social existente o en formación.
Por ello, se vislumbra en el horizonte una transformación en el concepto y la aplicación del proceso que tienen que ver con cambios en las condiciones en que se aplica y ejerce, cambios en la escala de la vida política, y cambios en las estructuras y la conciencia sociales que permitiría hacer más democrática la vida política en algunos países como el nuestro, hoy gobernados por poliarquías.
Analizando nuestra realidad, se hace evidente que el concepto de democracia que hemos manoseado hasta ahora está sufriendo una transformación importante: de la representativa tradicional a una nueva participativa, aunque las manifestaciones sean todavía endebles y se estén dando solamente en el inicio de un movimiento para fortalecer la participación ciudadana a nivel de los gobiernos locales; la de superar las formas tradicionales de participación, circunscrita solamente a la justa electoral, mediante el estímulo y la fuerza que se ejerce para “democratizar” los partidos políticos, en un primer estadio, y de “democratizar” la democracia que poseemos, dándole a los ciudadanos una mayor participación en la toma de decisiones trascendentales; y finalmente una nueva regulación de las estructuras sociales, económicas y políticas, de modo de propiciar la igualdad política.
El tema es sumamente complicado, porque aunque no lo queramos aceptar, existen en nuestro país desigualdades políticas que se manifiestan en la forma de distribuir los recursos y las posibilidades para emplear el financiamiento que otorga el Estado a las partidos políticos; las diferencia de posición, recursos y oportunidades con que pueden contar los ciudadanos comunes para acceder a cargos de elección popular, si no cuentan con el respaldo de una agrupación partidaria que lo impulse; y las diferencias de conocimientos, información y capacidad cognitiva de la ciudadanía para entender la democracia, pues aunque una de las principales responsabilidades del Tribunal Supremo de Elecciones es la “educación” de los ciudadanos en esta materia, prácticamente se restringe a sí mismo a las actividades puramente electorales.
A futuro, en consecuencia, se vislumbra un escenario bastante distinto del actual. Con la emergencia de pequeños partidos políticos; la disidencia de figuras de renombre de las agrupaciones tradicionales, que acusan a estas mismas agrupaciones de corrupción, aunque fuera por cálculo solamente; y la indiferencia creciente de los ciudadanos a participar en las elecciones, por desilusión con las agrupaciones tradicionales, que ha hecho aumentar el abstencionismo, todo parece indicar que se impondrá una serie de medidas tendientes a transformar el proceso y el ejercicio del poder.
Cambios deberán darse a futuro también a nivel de las mismas instituciones: el fortalecimiento de los gobiernos locales; la redefinición del papel del Tribunal Supremo de Elecciones o, lo que es igual, el obligarlo a cumplir las funciones que no cumple; hoy la Reforma del Estado de que tanto se habla y poco se hace, donde definitivamente se incorporarán medidas de rendición de cuentas y de participación ciudadana más real en las instituciones del Estado, son elementos de los escenarios futuros.
En consecuencia, las medidas que hay que tomar hoy parecen ya tardías, pues es una fuerte corriente que en nuestro país no parece se podrá contrarrestar por la violencia, dado que hemos sido bendecidos con la ausencia de fuerzas castrenses, que son las que en otros países, inclinan la balanza hacia el lado que les asegura financiamiento y prioridades odiosas por encima de los ciudadanos todos.
Un nuevo concepto para la administración pública ante la aparición de nuevas formas organizativas.
Esta última tendencia parece, al finalizar mi intervención, como algo obligado o consecuencia de todo lo anteriormente señalado. La administración pública debe mirar hacia fuera, intentar de averiguar el valor de lo que está haciendo; y también hacia dentro, intentando determinar la eficacia y la adecuación de los medios que utiliza.
Existe un triángulo estratégico que puede ayudarnos a conceptualizar este argumento fundamental: los directivos públicos deberán desarrollar una concepción útil del valor público de su gestión, intentando la reflexión sustantiva sobre lo que es valioso y eficaz para los ciudadanos, el diagnósticos de las expectativas políticas, y el análisis detallado de lo que es viable operativamente.
En una sociedad como la nuestra se tiende a concebir el gobierno y sus instituciones como un sector improductivo (excepto para aquellos que gozan de las prebendas que otorgan las instituciones gubernamentales a quienes son colocados políticamente para dirigirlas, o los grupos de presión que a su interior chantajean a los políticos y a la ciudadanía, para obtener su parte). En dicha concepción el gobierno no puede crear valor. Cuando mucho se le concibe como un mal necesario: una especie de árbitro que dispone las reglas según las cuales la sociedad civil y la economía de mercado pueden operar, o una institución que llena los huecos que deja el capitalismo de libre mercado. En otros casos, bajo el modelo del Estado Benefactor: como aquel que puede disponer de los bienes de todos, no ya para solucionar problemas sociales reales, sino como a quien se puede presionar políticamente para obtener ventajas gremiales, o para que obsequie lo que en muchos casos deberíamos conseguir con el trabajo y el ahorro personal.
La aparición de nuevas formas organizativas a nivel de la sociedad, a futuro, obligará al Estado a buscar nuevas formas organizativas para la administración pública, esto es evidente. En el sector público el dinero utilizado para financiar las actividades orientadas hacia los ciudadanos, no deriva de una decisión o una elección voluntaria de cada ciudadano, sino del poder coercitivo de la tributación. El problema, desde este punto de vista, consiste en que el uso del poder coercitivo cuestiona la soberanía de los ciudadanos, el vínculo crucial entre la valoración individual, por un lado, y el control sobre lo que debe producir, por otro, que proporciona la justificación normativa que las rige. En otras palabras, no estamos seguros que los ciudadanos quieran lo que el Estado produce, cómo lo produce y para quién lo produce.
Como hemos podido ver en este rápido vuelo sobre los posibles escenarios, se trata de un desafío que, con frecuencia, no se percibe porque la administración pública se encuentra obsesionada por el corto plazo y ello la vuelve torpemente miope, impidiéndole encarar los retos estratégicos con menores dosis de riesgo e incertidumbre. Pero no es exclusivo de la administración pública, se nota también en las empresas privadas y en el conjunto de la sociedad, ya que la mayor parte de los males que nos aquejan se derivan, fundamentalmente, del hecho de tener que trabajar en el día a día.
Por ello, introducir la cultura prospectiva en un país que está acostumbrado a vivir “al día” puede convertirse en la principal actuación estratégica si se quiere salir victorioso de los retos que nos depara el futuro. El ejercicio que hemos realizado juntos hoy no es más que una breve aproximación, que espero genere alguna reflexión futura.
La presentación breve de las principales tendencias o variables que, según parece, serán de importancia para el futuro de nuestro país, impone a la administración pública un reto sin precedentes, solamente comparable a los esfuerzos que hicieron nuestros padres y abuelos a mediados del siglo pasado, para darnos una Costa Rica que fue orgullo de nacionales y sana envidia de extranjeros. ¿Tendremos la entereza moral para cambiar el rumbo? El valor para reconocer los errores? La creatividad para enfrentar los futuros posibles con estrategias presentes?
El reto está planteado, aunque sea a nivel de esta serie de artículos y en este pequeño ámbito; pero la historia nos enseña que el valor de una idea es – en muchos casos – más grande y poderoso que las armas, cuando los que todavía no están contaminados creen en un futuro mejor.
Por todo lo anterior, resulta triste y decepcionante la forma en todos los partidos políticos, sin excepción, los legisladores, los gobernantes y los integrantes del Poder Judicial, carecen en absoluto de una visión prospectiva de Costa Rica. Cada quien solamente lucha en su ámbito respectivo por mantener prebendas y canonjías adquiridas en el pasado. Lo hacen de la misma forma que los sindicatos de las organizaciones públicas defienden privilegios ofensivos, y también quienes se benefician de regímenes jubilatorios absolutamente desproporcionados.
Pero más triste aún es observar la forma en que las universidades públicas no prestan la debida atención al análisis prospectivo en el que deberían ser actores importantes. No se puede esperar ello de las universidades privadas (52 universidades que llamamos acá de garaje, auténticas máquinas de producir mediocres), ya que son pura y simplemente entidades comerciales.
La conclusión, al parecer, es que no tenemos solución alguna a corto, mediano o largo plazo.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Hasta ahora no había leído una cátedra completa sobre un tema tan complejo y profundo, como lo expone el articulista en esta serie de cuatro artículos. Hay demasiado para reflexionar, los puntos señalados son realmente importantes, los aportes profundos. Felicito a Elpais.cr por esta oportunidad que nos ha dado de conocer algo de la cátedra del profesor Palacios. Mucho nos ilustra a los hombres de a píe,a los que no tenemosd ningún poder dedecisión en el manejo del país, aunque lamento que ningún político leerá estos artículos y mucho menos los entenderá.
Como vivimos en la tercera dimensión, desde el punto de vista físico, y es posible, que no se conozca, el futuro. Pero el vasto universo, no solo es materia, sino que esta conformado por la dimensión espiritual, muchas doctrinas y religiones explican ese concepto, mucho mas profundo que el mundo material.