Costa Rica debe dirigirse hacia una gran acuerdo nacional. Este debe abrir las puertas a la fundación de un nuevo pacto social en el cual se incluyan a todos aquellos sectores que, producto de la evolución natural de la sociedad, se encuentran cada vez más al margen del ajedrez político actual y que cuentan con un peso imposible de seguir ignorando.
Parte de la gran apatía y sentimiento antipolítico que desde hace ya varios años se viene perpetuando entre la ciudadanía, tiene que ver no solo con el funcionamiento deficiente y poco eficaz del Estado Costarricense, sino también ante la desesperanza de no ver alternativas reales a las situaciones que en el día a día están acabando con el famoso “pura vida” que nos ha caracterizado. Otro fenómeno que ha desvanecido el ímpetu de la gente por lo que es relacionado a la política es que se perdieron los referentes históricos que tradicionalmente han servido de brújula para alimentar un espíritu de compromiso o de cambio.
En nuestros días existen varios temas en los que podríamos ponernos de acuerdo: pobreza, empleo, ambiente e infraestructura. Son temas que atañen directamente a todos los partidos y sobre los cuales se está trabajando aunque sea por caminos un poco diferentes, pero el objetivo es el mismo y los diagnósticos están sobre la mesa.
Es tiempo para la madurez política, esa que nos permita elevar el discurso para que en lugar de estar discutiendo por colores, personas o hechos que ya pasaron y que ya no se pueden remediar, empecemos a ver propuestas, ideas y con humildad por parte de todos los sectores, ceder para de esta forma mover las palancas que edifiquen una gran alianza por el país, donde no se piense en la exclusión sino en la integración y la unidad nacional.
En épocas anteriores Costa Rica fue ejemplo en lo que a una política de alto nivel y de alianzas se refiere. Los resultados fueron tan exitosos, que ninguna fuerza política actualmente puede desestimarlo o negar. Me refiero al gran acuerdo de los años cuarenta, cuyos actores fundamentales eran la Iglesia Católica, representada por Monseñor Sanabria, el Partido Comunista, dirigido por don Manuel Mora Valverde y el Partido Republicano con el doctor Calderón Guardia, presidente en ese entonces. Todos cedieron algo y aportaron algo, pusieron de lado sus intereses individuales y primero al país, dando como resultado la gran reforma social que el doctor Calderón aprobó durante su mandato. Ese gran aporte que hizo de esta nación una muy diferente al resto de sus vecinas.
No cabe duda que en la segunda década del siglo XXI es menester recuperar ese espíritu de diálogo y acuerdo para sentar nuevamente las bases de la Costa Rica del futuro. De parte de la ciudadanía contamos con toda la autoridad moral para pedir respetuosa, pero vehementemente, a nuestros partidos y políticos, que adopten con humildad una actitud constructiva, de diálogo, abriendo paso nuevamente a la confianza de que solamente juntos es que se pueden sacar las cosas adelante.
Si están representando al país, deben tener claro que la realidad ante la que nos enfrenamos hoy es mucho mas compleja y no es posible enfrentarla solamente desde una única perspectiva ideológica o partidaria. El esfuerzo a realizar requiere de una mesa de negociación abierta, con los mas altos ideales al servicio de la patria. Quienes comprendan la señal de los tiempos y estén a la altura, serán los transformadores y constructores de la Costa Rica del futuro.
(*) Mauricio Ramírez Núñeza, magister en estudios latinoamericanos con énfasis en cultura y desarrollo.