sábado 14, diciembre 2024
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El problema y la solución está en los ciudadanos

Las palabras tienen un poder oculto al evocar goce con su capacidad de seducción, con su sonido o su entonación, con todo lo que está más allá del significado. Indiferencia es una palabra que tiene una evocación de lo frio, que no despierta el calor del afecto, la curiosidad o el interés. Y esto es lo que dice el Diccionario de la Real Academia, que indiferencia es un “estado de ánimo en el que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado; no hay ni preferencia, ni elección”. Desde la palabra indiferencia es fácil deslizarse a lo “indiferenciado”, que nombra lo que no posee una característica o identidad diferenciada.

La indiferencia tiene diferentes matices, puede ser sabia e inspirarnos profundo respeto, por ejemplo la profunda indiferencia de Sócrates ante las demandas de amor de Alcibíades, o la indiferencia del maestro Zen ante la pregunta angustiosa del principiante por cómo alcanzar la sabiduría. Freud mismo fue indiferente respecto a la ética burguesa de su época. La indiferencia también es útil en algunas ocasiones, por ejemplo como parte del método científico, que no considera para nada la dimensión subjetiva o afectiva.

Para Elie Wiesel, escritor rumano sobreviviente de los campos de concentración Nazi y quién obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1986, la sociedad que le tocó vivir estaba compuesta por tres sencillas categorías: los asesinos, las víctimas y los indiferentes. De su conferencia de fin del milenio en Washington LOS PELIGROS DE LA INDIFERENCIA, extraigo los siguientes párrafos.

¿Qué es la indiferencia? Un estado extraño e innatural en el cual, las líneas entre la luz y la oscuridad, el anochecer y el amanecer, el crimen y el castigo, la crueldad y la compasión, el bien y el mal, se funden. ¿Cuáles son sus cursos y sus inescapables consecuencias? ¿Es una filosofía? ¿Es concebible una filosofía de la indiferencia?

¿Puede uno ver la indiferencia como virtud? ¿Es necesario, de vez en cuando, practicarla, simplemente para conservar nuestra sanidad, vivir normalmente, disfrutar una buena comida y un vaso de vino, mientras el mundo alrededor nuestro experimenta una terrible experiencia?

Por supuesto, la indiferencia puede ser tentadora, más que eso, seductora. Es mucho más fácil alejarse de las víctimas. Es tan fácil evitar interrupciones tan rudas en nuestro trabajo, nuestros sueños, nuestras esperanzas. Es, después de todo, torpe, problemático, estar envuelto en los dolores y las desesperanzas de otra persona…. La indiferencia, después de todo, es más peligrosa que la ira o el odio. La ira puede ser a veces creativa.  Aún el odio a veces puede obtener una respuesta. La Indiferencia no obtiene respuesta. La Indiferencia no es una respuesta. Y por lo tanto, la indiferencia es siempre amiga del enemigo. El prisionero político en su celda, los niños hambrientos, los refugiados sin hogar, se sienten abandonados, no por la respuesta a su súplica, no por el alivio de su soledad sino porque no ofrecerles una chispa de esperanza es como exiliarlos de la memoria humana. Y al negarles su humanidad traicionamos nuestra propia humanidad. Indiferencia, entonces, no es sólo un pecado, es un castigo. Y es una de las más importantes lecciones de la amplia gama de experimentos del bien y el mal del siglo pasado.

La historia universal nos indica que un pueblo que capitula ante la ignominia que significa vivir en la casi absoluta indiferencia, es un pueblo que ha perdido el derecho a vivir en libertad y, por ende, a vivir en democracia, y cuando esto sucede, lo que se avecina es la enorme variedad de dictaduras, desde la miliar hasta la mafiosa disfrazada de partido político, y la cancelación de derechos, garantías y libertades democráticas, y en cuyo escenario lo único que cuenta es la voluntad que se ejecuta sin dubitación alguna por un conjunto de “servidores públicos”. Teniendo en cuenta estos precedentes en ningún caso es saludable ni patriótico para el país el que la sociedad, y en nuestro caso la costarricense,  opte por la indiferencia o la pasividad, porque estas conductas a lo único que conducen son al sometimiento de los pueblos y al envilecimiento de un sistema que se precia de democrático.

No hay peor actitud ciudadana que la indiferencia frente a los múltiples conflictos que hoy azotan al país. Indiferencia traducida en la inacción ciudadana ante un escenario político y social corroído por el mercantilismo de la política, aporte nefasto que trajo a nuestro país el neoliberalismo, y en el que el ejercicio abusivo del poder político pareciera que se hubieran impuesto ante una sociedad que se mantiene inerme y cuya indiferencia y/o pasividad en unos casos está motivada por el miedo e intimidación sembrado por fiscales y jueces prestos a perseguir a todo aquel que pretenda disentir con el estado actual de las cosas, conducta que hoy se conoce como la “judicialización de la política”.

Por ello, me atrevo a decir que los responsables de la presente situación del país, no son solamente las mafias políticas enquistadas en las cúpulas de los partidos, o las que ocasional y temporalmente ocupan los cargos de decisión de las organizaciones del Estado, ni tampoco las agrupaciones laborales de las organizaciones públicas o las gremiales del sector privado. Si ellas manipulan los bienes del estado en beneficio propio, lo cual se manifiesta desde el latrocinio descarado hasta la obtención de prebendas odiosas, ellos actúan así porque la ciudadanía se volvió indiferente. Ya que como no tiene metas en campos tan importantes como el desarrollo político, económico, social y cultural, sino que lo que buscan es el beneficio egoísta de sus propias pequeñas necesidades.

Creo que cometemos un error al acusar solamente a los actores de la corrupción que campea en nuestro país, porque la culpa y la responsabilidad la tenemos todos los ciudadanos, con nuestra indiferencia y mezquino egoísmo. Es ello lo que permite que políticos corruptos sean elegidos a cargos públicos, que jueces y fiscales no cumplan con la sagrada responsabilidad de impartir justicia pronta y cumplida, sino que se presten a componendas con políticos y otras fuerzas y grupos de poder, que grupos religiosos manipulen el funcionamiento de la Asamblea Legislativa e impongan sus criterios fundamentalistas religiosos por sobre el interés público y hasta los derechos humanos.

En consecuencia, el problema lo hemos causado los ciudadanos y la solución solamente puede venir de los mismos ciudadanos. Las prácticas de corrupción no aparecen solamente en sectores públicos o institucionales: ha penetrado los principios éticos de las personas, las familias, las comunidades, instaurando una forma de ser y comportarse frente a otras personas y a lo público. Algunas personas reconocen que a veces se es corrupto sin saber, creyendo que se está actuando bien.

Los ciudadanos deberían entender que la corrupción es algo más cotidiano de lo que parece. El problema se manifiesta en los siguientes casos: faltas en la convivencia (como el comportamiento de “el vivo vive del bobo” o el irrespeto permanente al otro); indiferencia frente a lo público (se indigna ante la corrupción, pero cuando tiene la posibilidad de participar de algún beneficio de forma irregular, lo hace); tráfico de influencias para el beneficio particular; evasión de impuestos, contrabando, especulación con los precios; detrimento del erario público (estafa, falsedad documental, fraude, soborno) y falta de transparencia electoral (manipulación de electores mediante compra de votos a cambio de beneficios con bienes o servicios).

Las propuestas de la ciudadanía para cambiar el panorama actual iría desde un cambio personal y familiar (cambios orientados a recuperar valores y principios éticos) hasta promover reformas normativas para establecer sanciones más severas contra los corruptos (como no aplicar casa por cárcel ni permitir reducción de penas por buen comportamiento). El espectro es muy grande, y en la base de todo se encuentra la transformación radical de un sistema educativo que se corrompió desde hace decenios, y que fue implementado bajo los lineamientos neoliberales  procedente de los organismos internacionales, para crear esa masa informe e ignorante que se deja convencer por las mafias políticas.

En conclusión, si existen los corruptos es porque todos los ciudadanos lo permitimos con nuestra indiferencia. Y ella es la que cubre con un manto de impunidad a políticos, funcionarios, jueces, jerarquías y representantes religiosos, empresarios deshonestos  y explotadores, agrupaciones laborales y gremiales egoístas. Y la solución está en nuestras manos, solamente en las nuestras. Nadie va a venir a solucionar un problema que nosotros mismos creamos y que solamente nosotros podemos solucionar con una postura fuerte de rebeldía y protesta, con un cambio de actitud,  y cuando dejemos de premiar con nuestra admiración a todos aquellos que se aprovechan de circunstancias y coyunturas para robarnos, no solamente los bienes públicos, sino nuestra dignidad como ciudadanos.

(*) Alfonso J. Palacios Echeverría

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3 COMENTARIOS

  1. Como siempre excelente comentario. Yo resumiría casi todo en esta estrofa.
    El espectro es muy grande, y en la base de todo se encuentra la transformación radical de un sistema educativo que se corrompió desde hace decenios, y que fue implementado bajo los lineamientos neoliberales procedente de los organismos internacionales, para crear esa masa informe e ignorante que se deja convencer por las mafias políticas.

  2. Es un excelente articulo que pone el dedo en la llaga: la indiferencia nos esta matando como sociedad, como pais. La consigna es no meterme en ningun problema, comunal o nacional, que otros lo solucionen. En muchos habita el miedo, pues puede haber represalias, amenazas, venganzas, no hay que exponerse. En otros, no hay sentido comunitario.
    Debido a nuestro comportamiento, muchos extranjeros hacen aqui lo que les venga en gana, pues nadie dice nada, es tierra de nadie. Posiblemente, ellos diran la ultima palabra.
    En algunos barrios, la gente sale y regresa en su carro, sin saludar a nadie; los vecinos no se conocen ni interesa conocerse, lo mejor es ignorarse.
    El problema mas que fiscal es de indole social y psicologico. Aqui donde vivo, mi mejor amiga es la perra de los guardas, que me va a topar, me viene a dejar al apartamento, y yo le recompenso su gentileza con un bocadillo.
    Podriamos inventar alguna campana para integrarnos como nacion, ya que los politicos, quieren desintegrarnos, dividirnos mas, porque sus intereses prevalecen sobre el sentido de Patria.

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