Resulta tremendamente doloroso darnos cuenta que en Costa Rica los representantes las iglesias evangélicas (cristianas) en la Asamblea Legislativa y a su vez personeros de partidos políticos públicamente homofóbicos, han dicho cosas horribles en contra de la comunidad LGBT de nuestro país y del mundo, colaborando a crear socialmente el odio en las personas que cometen (según ellos) éste tipo de delitos, y que se ven reflejados en declaraciones que realizan ante los medios de comunicación. Por ello expreso que la violencia homofóbica no solamente viene en las balas de un desquiciado, puede venir de un político. Y cuando se repiten (porque ya es recurrente la postura de estos fanáticos evangélicos), el tema es motivo de preocupación. Ello va en contra de los derechos humanos y de acuerdos internacionales firmados por nuestro país, lo cual al parecer estos fanáticos furibundos y fundamentalistas religiosos ignoran o desconocen.
En primer lugar deberíamos preguntarnos ¿Por qué despierta tanto escozor la homosexualidad? Y la respuesta. Por múltiples razones. Pero hay algo cierto, existe una cuestión que se conoce como pánico homosexual, es una característica masculina que expresa justamente el miedo a reconocer que en el fondo de sí mismo existe, al menos, la curiosidad sobre la relación homoerótica. Y está ampliamente comprobado de muchos personajes homofóbicos albergan dentro de sí tendencias homosexuales reprimidas que perturban su equilibrio mental y emocional.
Pero también la homofobia es una forma de discriminación cuando se trata de pautas de comportamiento, un problema social que está a la altura de xenofobia y por eso suceden los crímenes de odio. Se calcula que en el mundo cada dos días muere un homosexual asesinado. El nivel de violencia es altísimo y para entender todo este proceso tenemos que decir que el trastorno paranoide incluye el miedo a convertirse en homosexual.
El término homofobia hace referencia a la aversión (fobia, del griego antiguo φόβος, Fobos, ‘pánico’) obsesiva contra hombres o mujeres homosexuales, aunque generalmente también se incluye a las demás personas que integran a la diversidad sexual, como es el caso de las personas bisexuales o transexuales, y las que mantienen actitudes o hábitos comúnmente asociados al otro sexo, como los metrosexuales y los hombres con ademanes tenidos por femeniles o las mujeres con ademanes tenidos por varoniles. El adjetivo es «homófobo» u «homofóbico».
Existe cierto relativismo sobre lo que abarca el concepto de homofobia. Así por ejemplo, los que rechazan las políticas de igualdad (entre personas de diferente orientación sexual) consideran que ese rechazo no es homofobia, sino simplemente una opinión igualmente respetable como la aprobación.
Homofobia no es un término estrictamente psicológico. Se calcula que en el año 2000 cada dos días una persona homosexual era asesinada en el mundo debido a actos violentos vinculados a la homofobia. Amnistía Internacional denuncia que más de 70 países persiguen aún a los homosexuales y 8 los condenan a muerte.
Algunas identidades religiosas y culturales mantienen una postura moral de rechazo hacia la homosexualidad. Es el caso de la ortodoxia cristiana, judía e islámica. Esto implica que la homosexualidad no es aceptada como condición sexual natural de una persona, sino que se observa como anomalía a ser combatida y «reparada». Según sus creencias, consentir en los actos sexuales propios de esta orientación sexual se considera un pecado, aunque la clasificación o gravedad del mismo ha variado a lo largo de la historia.
En muchas regiones del mundo con este tipo de raíces religiosas se persigue o discrimina la orientación homosexual, bien en forma de prohibición de actos afectivos o sexuales concretos (como ocurre en la mayoría de países islámicos y en Estados Unidos) o bien como rechazo hacia la homosexualidad como identidad vital. Este es el caso de países como China o Japón, una región cuya tradición sincrética (mayoritariamente budista y sintoísta) la aleja de las culturas monoteístas occidentales.
La Iglesia católica condenaba a los homosexuales durante la Edad Media, y en la actualidad sigue rechazando la homosexualidad y además ha vetado recientemente el sacerdocio a los homosexuales. Esa misma tradición ha seguido también la Iglesia Ortodoxa y las demás religiones que se escindieron la Iglesia Cristiana primitiva, como los protestantes; hasta el día de hoy mantienen estos prejuicios. En el caso del islamismo, en países donde se profesa esta religión se han aplicado legislaciones para penalizar la homosexualidad, y son pocos los países islámicos que no la penalizan. Los pertenecientes a estas religiones alegan que esta actitud no puede considerarse homofobia, en el sentido de que no se origina por un prejuicio, sino que es una postura razonada, basada en sus creencias y a partir de sus textos sagrados.
En la mayor parte de las culturas precolombinas los homosexuales eran respetados o al menos no reprimidos antes de la llegada de los europeos al continente americano. No obstante, en otras culturas existía la homofobia como prejuicio, como es el caso de los Aymaras donde se habla muy poco de este tema y se equipara con la infidelidad. Ciertas comunidades igualan los homosexuales a los infieles, que son castigados con penas severas y expulsados de los rituales.
La violencia física, psicológica, y la discriminación que están presentes en la Homofobia existen y han existido en diferentes ámbitos desde la familia, la escuela, el trabajo, en las religiones, en las calles. Tener una orientación sexual diferente a la heterosexual no debe ser motivo de rechazo, exclusión, violencia o coerción y gracias al trabajo de grupos, activistas e instituciones, actualmente, la discriminación es un delito. Hay muchos sectores de la diversidad sexual que han sido discriminados, las mujeres lesbianas también sufren discriminación, homofobia, violencia, acoso, y es importante visibilizar en los discursos y en las campañas a las lesbianas.
El argumento en favor de extender a las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (personas LGBT) los mismos derechos que gozan todas las demás personas no es radical ni complicado. Se basa en dos principios fundamentales que sustentan las normas internacionales de derechos humanos: igualdad y no discriminación. Las palabras iniciales de la Declaración Universal de Derechos Humanos son inequívocas: “Todos los seres nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.
Sin embargo, las actitudes homofóbicas sumamente arraigadas, a menudo combinadas con la falta de protección jurídica adecuada contra la discriminación basada en la orientación sexual y la identidad de género, exponen a muchas personas LGBT de todas las edades y en todas las regiones del mundo a violaciones flagrantes de sus derechos humanos. Se discrimina contra ellas en el mercado laboral, en las escuelas y en los hospitales y en ciertos casos hasta son maltratadas y desheredadas por sus propias familias. En las calles de aldeas y ciudades de todo el mundo son víctimas selectivas de ataques físicos: palizas, golpes, abuso sexual, tortura y asesinato. Y en más de 75 países las leyes discriminatorias tipifican penalmente las relaciones privadas y consentidas entre personas del mismo sexo, exponiéndolas a ser arrestadas, enjuiciadas y encarceladas.
Desde comienzos del decenio de 1990 los mecanismos de derechos humanos de las Naciones Unidas han expresado repetidamente su preocupación por esas y otras violaciones conexas. Entre esos mecanismos figuran los órganos creados en virtud de tratados para supervisar el cumplimiento por los Estados de los tratados internacionales de derechos humanos y los relatores especiales y otros expertos independientes nombrados por la anterior Comisión de Derechos Humanos y su sucesor, el Consejo de Derechos Humanos, a fin de investigar los retos apremiantes relativos a los derechos humanos e informar acerca de ellos. En 2011, el Consejo de Derechos Humanos aprobó una resolución en la que expresó su “grave preocupación” por la violencia y discriminación que se cometen contra personas por su orientación sexual e identidad de género. La necesidad de adoptar medidas para poner fin a esas violaciones se reconoce cada vez más, si es que no se la acepta universalmente.
La violencia motivada por prejuicios contra las personas diversas sexualmente es cometida típicamente por agentes no estatales, ya sea particulares, grupos organizados u organizaciones extremistas. Sin embargo, el hecho de que las autoridades estatales no investiguen ni sancionen este tipo de violencia constituye un incumplimiento de la obligación del Estado de proteger el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de todas las personas, como garantizan el artículo 3 de la declaración universal de derechos humanos y los artículos 6 y 9 del pacto internacional de derechos civiles y políticos.
Resulta pues, en conclusión, un acto de primitivismo irracional y de enorme ignorancia, cuando no de reflejo de profundos problemas sicológicos, toda aquella actitud y actuación homofóbica, además de ser una vergüenza en quienes ocupan cargos en la Asamblea Legislativa. La ausencia de conocimientos, clase y ponderación política, aunado a una postura religiosa fundamentalista, lleva a estos tristes personajes a realizar semejantes declaraciones. Hay que recordarles que no solamente representan a los fanáticos que los eligieron, sino que tienen también responsabilidad ante todos los costarricenses, sea cual fuera su orientación sexual, y por ello deben mostrar, al menos, respeto.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
1 Comment
Adrian H
LOS sectariospastores no son cristianos, son demonios de la sinagoga de satanás,…. miren esto….»La tragedia es que no murieran más»: Un pastor celebra la masacre en el club gay de Orlando https://actualidad.rt.com/ultima_hora/210424-pastor-celebrar-tragedia-orlando
Excelente artículo Don Alfonso Palacios