La globalización que conocemos (y padecemos), en su forma actual realmente existente, resulta socio económicamente injusta por su carácter jerárquico y su dimensión excluyente de grandes masas, habiendo hecho aumentar la pobreza y las desigualdades, así como lo es por su conformación antidemocrática de las fuerzas políticas que la sustentan. Por otro lado, en cuanto nuevo paradigma tecnológico, marca un punto de no retorno que se caracteriza por la concentración del conocimiento en pocas manos, y a su vez la del poder económico. Es más, en función de las formas organizativas que genera en el orden social, posiblemente estamos asistiendo a un nuevo paradigma, esta vez de carácter político democrático engañoso, como resultado de la disolución del socialismo real y la crisis civilizatoria que estamos viviendo. Todo indica que vamos en camino hacia la aniquilación del pensamiento contestatario, a través de la trivialización del asequible a las nuevas generaciones, convertidas en masas maleables a través de la ignorancia.
Por ello mismo se está instaurando la barbarie en diferentes niveles en una regresión cultural sin precedentes por su profundidad y extensidad, y por estar en manos de la más amplia red tecnológica de las comunicaciones. Y lo más importante es que esa forma de barbarie distinta es la que se traslada al orden de la cultura, que tiene que ver con lo sociopolítico, al poder, al dominio, a la imposición.
El siglo pasado cerró toda una época de pensamiento en diversos campos del quehacer humano. Se había soñado alimentando la configuración de un horizonte en el que se habrían superado las divisiones de orden social, político, económico, que tuvieron su origen las revoluciones norteamericanas y francesa, con sus claros referente hacia la filosofía de la ilustración, que a su vez había sacado al mundo de una barbarie anterior, más rudimentaria y grosera. El nuevo siglo se inició con el recrudecimiento de todo lo malo que anteriormente se quería erradicar, pero esta vez vestido de los oropeles tecnológicos que lo hacen atractivo.
Si bien triunfó a finales del siglo pasado el que parecía el más idóneo de los sistemas en pugna, no parece que ello lleve necesariamente a que el sistema resultante sea el adecuado a las demandas culturales, a las exigencias políticas, a las necesidades de lo humano que han sido objeto de atención teórica y de propuestas prácticas, orientadas a superar los problemas surgidos históricamente en las democracias occidentales. Más bien, en la lucha contra el leviatán público se creó un leviatán privado, más cruel y sanguinario. Y que busca la masificación de la mente y su permanencia en los niveles más bajos posibles.
Uno de los instrumentos utilizados por esta corriente destructora de la diversidad mental de los individuos es la superficialidad intelectual. Enemiga del pensamiento profundo y del pensamiento crítico. Todo ello basado en el escepticismo moral característico de las sociedades liberales, que no comportan la idea del bien común, lo cual está conduciendo a los que hoy llamamos democracias a problemas de difícil solución.
Y dentro de lo anterior, como una de las estrategias tendientes a debilitar la mente de las nuevas generaciones, se encuentra el debilitamiento de la formación universitaria en los campos de las ciencias humanísticas, entre ellas la administración, sea pública o privada. Porque en los campos de la ciencias exactas y las que se orientan hacia el crecimiento tecnológico, ya se habían despojado de cualquier orientación filosófica, para hacerlas inocuas en ese campo.
Resulta asombroso el abandono del pensamiento profundo, histórico y multifactorial del área administrativa, y la sustitución de éste por recetas puntuales de lo que parecen ocurrencias de algún mercader de los que ahora existen en el ámbito de la enseñanza. Ofrecen recetas de éxito y para la solución de problemas profundos y complejos que surgen en las organizaciones, orientadas a mentes débiles e incultas que previamente han sido condicionadas así a través de la superficialidad de la enseñanza.
Es harto conocido que el pensamiento neoliberal tiene como propósito fundamental el debilitamiento de la capacidad de las masas, lo cual logró a través del empobrecimiento de la enseñanza primaria y secundaria, y que pasó luego a acomodar la enseñanza superior al mismo nivel de superficialidad, para crear –por ejemplo- técnicos en administración, en vez de administradores profesionales con conocimientos amplios y profundos de sus diversas disciplinas.
Ya había eliminado, por ejemplo, la disciplina y la realización de la planificación estatal, con los resultados desastrosos que hemos visto en las últimas décadas. El abandono de los métodos y técnicas de investigación administrativa, orientados hacia el mejoramiento de los componentes estructurales y funcionales de las organizaciones, el manejo de los recursos y de la tecnología.
Dada la múltiple y compleja dimensionalidad de éstos, se debe tener en cuenta el nivel ideológico – político, el administrativo, el científico y el técnico, todos ellos inherentes a la formación de nuevos profesionales.
Toda acción educativa supone elementos axiológicos (principios fundadores) y una orientación teleológica o de búsqueda de fines; por lo tanto, en los procesos pedagógicos están presentes las doctrinas y principios que animan y definen la acción educativa, como: una visión del hombre, de la naturaleza humana o de las formas de organización social que pretende recrear la acción educativa. En la base de toda concepción pedagógica estarán el sentido de cambio social e histórico y el prototipo de hombre que corresponda a una cultura y sociedad determinada. De allí, precisamente, que la pedagogía no puede ser ajena, ni puede sustraerse a los principios y debates de la política educativa. Ésta será la que defina sus objetivos, sus metas y el sentido de sus acciones, es decir sus conceptos, sus métodos y sus normas.Por otro lado, la administración académica de programas se presenta compartimentalizada en distintas unidades, por lo tanto son necesarios los mecanismos de coordinación entre las distintas disciplinas y una inserción coherente con el desarrollo de las prácticas docentes.
En la actualidad, la Administración de la Educación Superior no se limita a lo material ni a los aspectos estáticos de la burocracia administrativa, sino que se concibe como un instrumento dinámico dentro del proceso jerárquico que analiza y desarrolla políticas definidas a partir de los resultados obtenidos de una investigación operativa.
Estos resultados suponen las reformas, los planes, los programas y los proyectos institucionales, e implican una acción interdisciplinaria que abarca los aspectos económicos y presupuestarios, junto con factores tecnológicos, pedagógicos, sociológicos, políticos, etcétera.
Los aportes científicos también se hacen presentes en la conformación y en el desarrollo de los procesos educativos. Son una herramienta para la determinación de sus principios, la elaboración de sus teorías, la estandarización de sus concepciones, la definición de los métodos y la aplicación de sus instrumentos y técnicas en las prácticas educativas. El quehacer científico elabora indicadores y observa los efectos en condiciones rigurosamente controladas perfeccionando el proceso de adopción de decisiones educacionales.
Como podríamos apreciar de inmediato, la debilidad de la formación superior en el campo de la administración es el producto de la aplicación de una estrategia bien diseñada, que se orienta hacia hacer recaer la dirección de las organizaciones públicas – por ejemplo- en los políticos y no en los administradores profesionales, debilitando las bases del funcionamiento mismo, políticos que a su vez obedecen a los dictados de los poderes fácticos reales, que yacen en manos de quienes controlan los recursos económicos y financieros.
Una de mis principales críticas a la formación en administración pública, por ejemplo, ha sido la ausencia en los programas de estudio de formación en sociología, sicología y ciencias políticas, disciplinas intrínsecamente relacionadas con la administración, el abandono progresivo de los métodos y técnica de investigación administrativa, y el olvido intencionado de la planificación y programación.
Como el neoliberalismo busca reducir el poder del Estado, y disfraza su objetivo promulgando la garantía del derecho de libertad y propiedad, donde importa más el dinero y los bienes que las personas, la idea es que nadie se ocupe de los problemas sociales, silenciando así las verdaderas necesidades del país. Y una forma de ello es la aniquilación de las capacidades mentales para el análisis de los diversos elementos que confluyen en el desarrollo social.
Así como el efecto de la globalización hace que el control de la economía del país sea cada vez menos del país, sino que ha quedado en manos de otros, también éstas entidades multinacionales, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (impregnadas del pensamiento neoliberal) decidieron hace años sobre la educación que se llevaría a cabo en nuestro país; cuanto sería el presupuesto, cuántos estudiantes habrá en cada salón, el manejo de los campos culturales etc.
El neoliberalismo le concede el poder total al mercantilismo, en el cual, todo, hasta la educación, se convierte en un producto, por lo tanto le declara la guerra a la democracia, tratando de anularla totalmente, dándole la oportunidad de aprender solamente a quien tiene dinero, se exhibe la educación como un servicio, brindándola al mejor postor, quien da más, se ofrece el colegio más elegante, con la mejor tecnología, los profesores egresados de una universidad renombrada. Pero se obvia la profundidad y la amplitud del conocimiento en sí.
Todo lo anterior, encasilla a la institución estudiantil en una fachada, o una linda envoltura de colores vistosos como una chocolatina llamativa que dice ¡cómprame!
Pero se podría preguntar, ¿Qué hay de malo en esto? No es bueno que se ofrezca una mejor “calidad de la educación”, lo malo es que dicha “calidad” es solamente para unos cuantos, para quienes pueden, monetariamente hablando, ya que estas actualizaciones de la educación obedecen a las necesidades de esta minoría y no solucionan en nada el problema del acceso a la educación, generalmente hablando. Y agregaríamos que la oferta local carece absolutamente dela calidad, profundidad y extensidad requerida para el nivel profesional que el país está necesitando. Y se desconfía de quienes logran obtener una mejor educación en el extranjero, especialmente en Europa.
Para nadie es un secreto que la educación en nuestro país nunca ha sido la mejor, pero la era neoliberal tergiversa el concepto de “calidad de la educación”, engrosando la línea divisoria entre educación para ricos y educación para pobres, en donde lo único que se logra es restringir el acceso solo a quienes pueden pagar ciertas comodidades que ofrecen las instituciones.
Hemos llegado, pues, al nivel de la liviandad administrativa, en la educación superior y en la ejecución real en las organizaciones del Estado, que soñaba el neoliberalismo depredador, y de allí la enorme cantidad de desaciertos, despilfarros, duplicidades, y el surgimiento del cáncer de la corrupción.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Sin palabras, asi me ha dejado este profundo articulo sobre la realidad que vivimos. La realidad es dolorosa para los que sonabamos con un pais mas desarrollado y justo, que , ademas, se nos ha convertido en tierra de nadie, ante la mirada indiferente del costarricense -especie en extincion_ , ahora convivo mas con foraneos que con nacionales.
Gracias don Alfonso por compartir con nosotros su conocimiento y reflexion, fruto del estudio y esfuerzo.