domingo 16, febrero 2025
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El camino hacia el suicidio

Hace un tiempo leí algo que llamó poderosamente la atención y decía así: El neoliberalismo consiste en hacer pasar las puñaladas en la espalda por una clase de esgrima. Sus jefes nos sonríen mientras afilan las tijeras (con que recortan los programas de asistencia social, agrego), dominan el arte del engaño y la magia negra de la seducción porque nueve veces de cada diez han llegado arriba a fuerza de golpes bajos. Como ejemplo, no hay más que echarle un vistazo a la historia reciente del Fondo Monetario Internacional y ver cómo sus tres últimos mandamases están imputados por delitos de esos que a la gente normal le cuestan la cárcel, para darse cuenta de en qué manos estamos: son las mismas manos que vacían las cajas fuertes.

El neoliberalismo, ese que viene siendo impulsado por los organismos internacionales, se basa en enseñar los dientes y que quienes te ven crean que les sonríes. Es una invasión cuya táctica consiste en que los invadidos te abran personalmente la puerta de sus casas. Es una teoría según la cual los que tienen hambre nunca van a comer mejor que cuando se conformen con las sobras del banquete. Es sustituir lo que pasa por lo que nos cuentan. Es hacer de la gente una mezcla de bestia de carga y escudo humano. Es el fascismo de guante blanco del siglo XXI. Por cada aplauso que les des, te devolverán una bofetada.

Y para entender este fenómeno, como siempre, hay que remontarse hacia atrás sobre las alas de la historia.

La esencia de la teoría económica clásica fue la reforma del capitalismo industrial, su reordenamiento, a fin de liberar a las economías europeas del legado del feudalismo. El legado del feudalismo eran terratenientes extractores de renta de la tierra que vivían como una clase que se apropiaba de ingreso sin producir nada. Ocurría también que los bancos no financiaban a la industria. Los grandes industrialistas, desde James Watt y su máquina de vapor hasta los ferrocarriles.

Marx traumatizó a los economistas clásicos haciendo suyos los conceptos de Adam Smith, John Stuart Mill y otros, y llevándolos hasta sus últimas consecuencias lógicas. Los partidarios de un capitalismo progresista –socialistas ricardianos, como John Stuart Mill— querían gravar fiscalmente las tierras o nacionalizarlas. Marx quería que los Estados tomaran el control de la industria pesada y construyeran infraestructuras capaces de suministrar servicios básicos a bajo coste y, eventualmente, gratuitos. Eso resultaba traumatizante para la clase terrateniente y para el Uno por Ciento más rico. Y respondieron. Respondieron proponiéndose que todo fuera parte “del mercado”, el cual funcionaba través del crédito, el cual, proporcionado por ellos, les daba buenas rentas.

Más o menos, por allí nace la versión que hoy conocemos como liberalismo económico, y que en la actualidad, con las modificaciones del caso para ajustarse a las realidades del presente, se le denomina neoliberalismo.

Por ello, casi nadie entiende el triste fenómeno del endeudamiento de la economía del país, que está llegando a límites incontrolables y que por ese camino llegaremos al colapso total, por más que nos quieran convencer de lo contrario.

Michael Hudson, señala en su obra Matar al huésped: o cómo los parásitos financieros y la deuda destruyen la economía mundial que “Hace mucho tiempo que Adam Smith señaló que a menudo los mayores beneficios se registran en las naciones que más rápidamente se encaminan hacia la ruina. Hay muchas formas de generar un suicidio económico a escala nacional. La principal, históricamente, ha pasado por el endeudamiento de la economía. La deuda siempre se expande, hasta llegar al punto en que un gran sector de la economía no puede seguir honrándola. Llegados a ese punto, se impone la austeridad, y la apropiación de la riqueza se polariza entre el 1% y el 99%. Esta no es la primera vez que sucede eso en la historia. Pero sí es la primera vez que el proceso de endeudamiento se ha diseñado adrede. Como si el grueso de los deudores pudiera hacerse rico endeudándose, en vez de quedar, como es el caso, reducido a una condición de servidumbre por deuda.”

Y para entender nuestra situación nacional hay que traer a colación lo que Juan Félix Montero, en un artículo publicado aquí mismo, señalaba: que la definición más resumida de neoliberalismo que pude encontrar, lo caracteriza como: “Movimiento de actualización del liberalismo, aparecido después de la Primera Guerra Mundial, que limita la intervención del Estado en asuntos jurídicos y económicos”. Y continuaba, yo agregaría sin embargo que este modelo privatizador y excluyente  se infiltra, permea y condiciona la sociedad en todos sus extremos.

Algunos insisten en establecer como el inicio del modelo neoliberal en Costa Rica, el primer gobierno de Oscar Arias Sánchez. Cierto que este gobierno fue particularmente importante en ese sentido, no debemos olvidar que Álvarez Desanti, quien fuera presidente legislativo, junto al diputado Walter Coto, durante el primer gobierno de Oscar Arias, fueron los artífices legislativos para aprobar la ley de concesiones de obra pública, columna vertebral del modelo neoliberal y que ha auspiciado tantos chorizos como la ruta 27 y otros. Además, mediante ella le pasaron por encima a la Constitución Política, con el subterfugio de las concesiones, para entregar a transnacionales  los puertos marítimos y aéreos.

Incluso, otros van más allá y afirman que en Costa Rica, gobierna la derecha desde tiempo inmemorial, que en su última etapa se llamó neo-liberal, pero desde el gobierno de Daniel Oduber, inició la etapa que estamos viviendo, apoyados internacionalmente por la USAID con becas en la formación de sus cuadros.

Luego, en el gobierno de Luis Alberto Monge se dio la entrega de la soberanía nacional para facilitarle a EEUU la contrarrevolución antisandinista. Asimismo en ese gobierno se aprobaron importantísimas leyes contra el Estado de derecho, como las reformas a la ley de la moneda, que auspiciaron la apertura bancaria y reformas al Código de minería, que abrirían años después las puertas a la minería canadiense en Crucitas y el primer PAE (Programa de Ajuste Estructural). Además fue en este gobierno donde se privatizaron las empresas de CODESA.

El “modelo neoliberal” fue la opción que vino implantando la derecha más conservadora como respuesta a la crisis del capitalismo de los 1970s y a la insurgencia en diversos países, incluyendo los movimientos de liberación nacional de lo que llamarían “tercer mundo”, que se inclinaban por la opción socialista de desarrollo sin pasar por el capitalismo.

Más allá de los distintos timbres apocalípticos que sonaron a lo largo de la historia, ahora, a izquierda y derecha, ya se sabe que el mundo (y especialmente nuestro país) marcha hacia una catástrofe final. En nuestro caso por el torpe manejo de la economía que se ha hecho desde hace decenios. Y que las decisiones que habría que considerar para poner freno a este desenlace, no lograrán su cometido. Se podrán diferir, se podrán retrasar indefinidamente, hasta que finalmente se realice. Es en este horizonte, en este plus de certeza alojado en un futuro sin escapatoria, que Jacques Lacan afirmó que el Discurso Capitalista marchaba hacia su «consunción», palabra que intenta designar en castellano un determinado modo de consumirse desde adentro.

Loa neoliberales han fracasado una y otra vez desde el punto de vista de las masas empobrecidas, pero el pueblo, a falta de una alternativa con orientación social de cambio, sigue expuesto a la demagogia neoliberal. Frente a ello, las organizaciones sociales y sindicales progresistas tienen la responsabilidad histórica de asumir su rol de sujetos políticos y asumir la tarea de representar al pueblo, en su lucha por el desarrollo sostenible, el poder popular y el gobierno democrático, porque los partidos políticos renunciaron a ello hace mucho tiempo, y se convirtieron en organismos propulsores de ideas neoliberales, unos, o grupos de mafiosos, otros. Y de ello en nuestro país existen innumerables ejemplos.

Por otro lado, José Pablo Feinmann señala en un artículo de su autoría que la cuestión –cuando desgajamos toda la hojarasca de la cebolla– es una: ¿hasta dónde se puede? Siempre el poder se pregunta esto: cuál es el límite. El límite es lo que pone vallas a la posibilidad. Tanto la derecha como el centro como la izquierda plantean el tema de lo posible. Que es: la relación entre las propias fuerzas (y el propio poder de decisión) y todo lo que se opone a esas fuerzas (cuyo poder de decisión también hay que evaluar). No siempre triunfa el más fuerte. A veces, el más decidido. Cierto es que la decisión es fuerza, forma parte constitutiva de ella. De aquí que la política sea algo que hacen los seres humanos. Los hombres, que son hombres y son mujeres. La política es un humanismo. Todo humanismo es praxis.

Existe un monólogo que embrutece. Este “monólogo” expresa los principales elementos del proyecto de poder neoliberal. Si se lo lee correctamente se observará que ese poder radica en las limitaciones de quienes debieran ser sus adversarios. El neoliberalismo está sereno y sonríe porque cree que nadie lo enfrentará con rigor. De aquí que la prosa de Alvaro Vargas Llosa (no Mario, que es patético y le juega en contra a su causa cuando dice disparates tales como ese racismo al revés que inventó) y Andrés Oppenheimer sea descarnadamente irónica y soberbia.

Le temen, sin embargo, al populismo. Esta cuestión es interesante. ¿Por qué la izquierda y la derecha coinciden en escupir sobre el populismo? (El concepto bien entendido, claro) Salvo Mariátegui, todos los marxistas estudiaron la historia de América Latina en base al desarrollo hegeliano que propone el Manifiesto Comunista. Pero eso que los identifica con el neoliberalismo es el horror por la palabra “pueblo”. Escondería, escamoteándola, la lucha de clases en beneficio de la unidad del pueblo-nación.

El abandono, el olvido del pueblo, es lo que está llevando al país por el camino del suicido político, de la misma forma que la deuda nos encamina rápidamente al suicidio económico, de las finanzas nacionales. Y nadie se escapa. En los altos niveles políticos y económicos, que son donde se toman las decisiones que afectan al país, están los que han causado la situación presente y serán los responsables de las consecuencias futuras.

(*) Alfonso J. Palacios Echeverría

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7 COMENTARIOS

  1. José has dado en el clavo, nos han vendido la idea de que la culpa es del Estado, pero bien que esas empresas privadas se han llenado los bolsillos robándonos a todo el pueblo, pero eso la prensa neoliberal no lo dice. Y después nos dicen que la empresa privada es infalible, la platina lo que demuestra es que son infalibles para robar.

  2. Como siempre, excelente comentario Don Alfonso; pero no es de extrañar que te traten de desaparecer cuando te apliquen la palabra, que los neoliberales aplican para minimizar o destruir a sus enemigos, «COMUNISTA» y toda la masa de ignorantes, empiezan a temblar; sin detenerse a pensar que los verdaderos villanos, son los que emplean la palabra «COMUNISTA», para destruir a los que logran ver la realidad de los desastres que provoca «el neoliberalismo»

  3. El lingüista Noam Chomsky resumió en un decálogo (Que transcribo) las estrategias de las que la élite se sirve para manipularnos de forma mediática. Conociéndolas, no es más fácil entender la realidad a la que nos están conduciendo y si estamos dispuestos a permitir que solo “su mundo” sea el posible. El momento de nuestra rebelión está cada vez más cercano, ¿Te apuntas? O ¿Vas a permitir que tú y tus hijos formen parte de la escoria? Este mundo no es suyo, NOS PERTENECE A TODOS. REDISTRIBUYAMOS LA RIQUEZA Y ACABEMOS CON UN SISTEMA FINANCIERO QUE NOS ESTÁ ROBANDO CON UNA LEGALIDAD QUE NOS HA SIDO SUSTRAÍDA. Sin LIBERTAD, sin IGUALDAD y sin FRATERNIDAD NO DEBE HABER PAZ PARA NADIE. ¡DESPERTEMOS!

    • Chomsky es también un actor que juega el papel de criticar al sistema al mismo tiempo que vive en el y lo apoya…es como hacer contraespionaje pero en el ámbito intelectual. El sistema está lleno de estos cínicos camaleónicos, pululan tambien en las universidades….

  4. Excelente articulo que retrata nuestra realidad; pero la ignorancia producida por los medios de desinformacion no les permite a una gran mayoria darse cuenta de la verdad. Ademas, la indiferencia nos esta matando, indiferencia que es aprovechada por otros que les sobra astucia en contraste con un costarricense distraido de su propia realidad.

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