El sistema social mismo aparece gobernado por una casta técnica amorfa, hipereficaz en tanto que se asume –siguiendo el modelo hiperestable de la mafia- como víctima de sus propios designios, y que es aceptado por los ciudadanos como un mal menor. Por ello vivimos en un mundo puramente fáctico, de hechos consumados antes de pensárselos y que se suceden sin dar espacio para ser pensados después, y que expulsa la racionalidad. Nos hemos convertido en una sociedad víctima de sus propios designios. (Norberto Chávez, 1993)
Es así como el actual gobierno, del Partido Acción Ciudadana, que fundamentó su propuesta a los ciudadanos para conseguir el poder en la ética en la función pública, y sobre el que todos supusimos que tenía bien claro de que estaba hablando, ha lanzado la idea (asombrosa para muchos) que los ciudadanos aporten sus criterios acerca de lo que consideran corrupción. Y en esta propuesta se encuentra una trampa bastante clara: el tema está ampliamente debatido, clarificado y clasificado desde diversos ángulos y posturas, y no se entiende la razón de semejante propuesta, a no ser que se trate de una forma de medir la percepción ciudadana, y no del fenómeno en sí.
Por ello, a pesar de haber tratado el tema múltiples veces en el pasado, consideré realizar un primer aporte, señalando, inicialmente que la perversidad de la corrupción debe interpretarse mediante una doble lectura. Como desviaciones respecto de la racionalidad del propio sistema interno en que ocurre, y también respecto de los preceptos vigentes en el marco más amplio del conjunto social. Se trata de procesos, situaciones, estructuras, modelos conceptuales y modos de razonar, y no solamente de actos reñidos con la moral y la ética de la conducta individual o grupal. Porque, al fin y al cabo, los valores éticos y morales tienen a transformarse en el transcurso del tiempo.
La perversidad, como señala Etkin, carece de historia, no evoluciona; pero la sociedad va alterando su modelo de relación con ella; engrosa o adelgaza los vínculos que con ella mantiene. Y es evidente que atravesamos una época en que el área de influencia de lo perverso se ha ampliado hasta casi lograr un modelo puro; confundirse con la realidad al desaparecer, ante la mirada espontánea, todo posible fuera de la perversión.
A medida en que un observador externo avanza en la lectura de estas situaciones va quedando claro el carácter reiterativo de los esquemas de perversidad y también las bases de poder y legitimidad que los sustentan. Es decir, que muchas veces se fundamentan en inhibiciones que se les imponen a los ciudadanos o participantes con el argumento de defender las libertades individuales, como se demuestra en la enseñanza de un solo enfoque de la realidad. Allí entran el sectarismo, el fundamentalismo y el pensamiento único.
El primer aporte que podríamos hacer para la construcción de una topología es una clasificación de la corrupción en: situaciones, procesos, pautas de relación e instituciones.
Las situaciones se refieren al estado de cosas, momentos de una relación en los cuales se quieren destacar las fuerzas que actúan, los motivos, los fines y los espacios que ocupan las partes en dicho momento en particular. Los procesos, a su vez, la conexión entre actividades en grupos y organizaciones, analizadas en el tiempo, como una realidad que está en movimiento. Que es continuo y reiterado, y cuyos productos de orientan en un sentido determinado. Las pautas de relación se refieren a aquellas formas o medios de articulación entre las partes que se autosostienen por la acción de fuerzas que se necesitan mutuamente. Y por instituciones deberíamos entender las creencias y valores que conforman el orden social vigente y que atraviesan las distintas organizaciones del medio social. Como podríamos apreciar de inmediato, el concepto de corrupción no es tan simple. Es un fenómeno mucho más complejo de lo que podríamos imaginar.
El segundo tendría que ver con campos específicos, como serían: en lo político, en lo económico, en lo cultural, en lo jurídico, en lo organizacional, en las comunicaciones, y en la trama del poder. Y aquí se abre una gama enorme de posibilidades. Pero lo importante se reduce a tener presente los rasgos recurrentes de la perversidad de la corrupción, a pesar de que se muestra en un espectro muy amplio de situaciones sociales y en una diversidad de instituciones sociales.
Ahora bien, lo importante sería establecer cuáles son los rasgos de es perversión que denominamos corrupción, y para ello podrían existir los siguientes criterios:
- La existencia de una brecha entre el orden instituido, ya sea por una fractura de los objetivos en la organización social o por la falta de firmeza de los procesos internos que regulan el comportamiento social. La característica más evidente se obtiene cuando este vacío es ocupado por individuos que se conducen solamente pensando en sus propios propósitos. Ejemplo de ello son el comportamiento de las organizaciones laborales existentes dentro del Estado, en todos los poderes, que olvidan la misión de servicio público y buscan solamente su propio beneficio gremial. De la misma forma las presiones que ejercen los gremios privados para obtener, por ejemplo, la devaluación de la moneda de un país, para que el margen de ganancia (obtenido entre los costos en moneda nacional y las ventas en moneda extranjera) se amplíe, sin importar el efecto de ello en la sociedad.
- La desviación en los comportamientos de los actores respecto de lo considerado habitual o normal desde la perspectiva del orden instituido, que se caracteriza, por ejemplo, en el comportamiento de los políticos que exponen su hipocresía en las comunicaciones en algunas de sus formas (como lo hemos visto en los diputados), el doble discurso, el engaño, la falsedad, el enmascaramiento y la mentira.
- El carácter destructivo de los efectos de situaciones perversas sobre la sociedad como un todo, que puede ser incluso el uso de la presión o la fuerza no declarada, la compulsión o la intimidación. Aquí entran las actitudes discriminatorias hacia las minorías, la xenofobia, la homofobia, el favorecimiento de cultos y religiones, y varias cosas más.
- La impunidad legalmente creada para proteger gobernantes y legisladores, por ejemplo, o la que se pacta entre partidos políticos y las autoridades del Poder Judicial, de lo cual tenemos numerosos ejemplos. Otra forma sería la no intervención a tiempo y forma adecuada, con lo que se desnaturaliza el sentido de la justicia.
- Loa actitud intencional (conocedora de sus consecuencias) de quienes generan o apoyan las acciones corruptas, mediante el ejercicio deliberado del poder para obtener, por ejemplo, ventajas a favor de personas, grupos o gremios específicos. Un ejemplo claro de ello fue la forma y manera en que el expresidente Arias impulsó la minería a cielo abierto.
- Las prácticas o procedimientos perversos que coexisten con las situaciones consideradas normales en el contexto normativo del funcionamiento de las organizaciones públicas.
- La utilización de los medios de comunicación social para impulsar acciones corruptas e inmorales, tanto por los funcionarios públicos como por los empresarios privados, y agrupaciones sociales de cualquier índole. Un ejemplo claro de estas actitudes la tenemos en el comportamiento de ciertas ONGs y organismos internacionales relacionados con el tema de las migraciones y los refugiados.
- La evidente desigualdad entre las partes que conforman la relación perversa. De acuerdo a la particularidad de cada situación, aparecen víctimas, perjudicados, engañados, damnificados o castigados en forma injusta. Típico de la transgresión de las reglas del juego de la convivencia social. Un ejemplo claro de ello ha sido el reconocimiento por parte de las autoridades públicas del aumento de tarifas del transporte público cuando subía el precio de los combustibles, y su no reducción cuando el mismo bajaba, como lo experimentamos actualmente.
Y así podríamos abundar en la toponimia de la corrupción como la conocemos y la hemos experimentado en nuestro país. Los ejemplos sobran.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Excelente articulo que nos ayuda a entender la corrupcion vigente en nuestra sociedad y la aceptacion casi natural de ella, de manera que todo hay que judicializarlo porque los caminos son torcidos, con el inconveniente de que no hay justicia pronta y cumplida, ya que la corrupcion tambien entro en ella.
La vida se nos ha hecho mas dificil cuando se es honesto, la justicia se le aplica solo al que la cumple, la impunidad es el pan de cada dia.