Conmemoramos hoy un aniversario más de la terrible muerte del prócer Juan Rafael Mora Porras, lo que debe llevarnos a reflexionar sobre qué entendemos como Patria y cómo se manifiesta nuestro amor y vocación hacia ella. Muchos hemos entendido que a la Patria se le sirve, no como otros suponen que de ella –más bien – hay que servirse.
Honrar su memoria y destacar la dignidad de nuestro pueblo.
Doy gracias a Dios porque por tercer año consecutivo puedo referirme desde mi curul al papel desempeñado por este Benemérito de la Patria en la conformación del Estado e identidad nacional.
Hemos asociado su figura a la gloriosa campaña nacional de 1856 y 1857 donde el pueblo costarricense, hermanado con las otras naciones centroamericanas expulsó a la falange extranjera y filibustera de William Walker y a otros esclavistas del sur de los Estados Unidos.
Su señera figura constituyó el símbolo de unión y concordia de la gran familia centroamericana en momentos de desasosiego e incertidumbre.
Tuvo las agallas para enfrentar los retos que desentrañaba el futuro. Con fe y determinación se lanzó a combatir al enemigo. En el imaginario costarricense este es el recuerdo que perdura y debe seguir perdurando, por muchísimas generaciones más, el de patriota memorable.
Estadista memorable que estimulara la actividad cafetalera y el desarrollo de Guanacaste, impulsara el alumbrado público en 1851, construyera el edificio de la Universidad de Santo Tomás así como el de la Fábrica Nacional de Licores en 1853, para fomentar la industria cañera, salvaguardar la salud pública y dotar de renta al gobierno con el fin de que llevara a cabo las tareas más apremiantes para el desarrollo nacional, entre otras grandes facetas en el marco de relaciones internacionales y del desarrollo económico y social costarricense.
Pero rara vez señoras y señores diputados, se hurga sobre las causas que originaron su violenta desaparición física. El violento y cruel asesinato perpetrado en Puntarenas, el 30 de septiembre de 1860.
Juan Rafael Mora había presidente de la República en dos ocasiones e hizo méritos suficientes para un tercer período. Dicha aspiración contribuyó, como un elemento más, para que desde las sombras, poderosos intereses de grupos económicos de la época, que lo consideraban una amenaza, se confabularan para segar su vida tras las inmisericordes y anónimas balas de un batallón de fusilamiento.
Si bien a principios de 1859 Juan Rafael Mora había sido reelecto para un tercer período, para el 14 de agosto de ese año fue derrocado. Ese día al ser las tres y media de la madrugada, en su casa, ubicada pocos metros al Oeste de la Plaza Principal, actual Avenida Segunda, fue despertado de súbito por el militar Sotero Rodríguez y una escolta, con la excusa de tener que ir a atender una supuesta revuelta en el Cuartel de Artillería, donde hoy está el Mercado Central. Sin embargo, de repente fue empujado hacia la calle y conducido a dicho cuartel, como prisionero.
Fue derrocado por José María Montealegre Fernández, quien llegó a la presidencia mediante un golpe militar, logrado con la compra de conciencias de los comandantes de los dos cuarteles del ejército, Lorenzo Salazar y Máximo Blanco, con el fin de deponer al gobierno de Mora. Recibieron junto con sus colaboradores 15.000 pesos, en una época en que el presidente de la República ganaba si acaso 250 pesos mensuales. Monto supuestamente aportado por prominentes individuos, como los ingleses Eduardo Joy, hermano de la segunda esposa de Montealegre, y Eduardo Allpress, yerno del empresario y político Vicente Aguilar Cubero, ex-socio comercial del mismo Mora.
Esa conducta sórdida y mordaz fraguada en traición y revanchismo traspasa el tiempo y es uno de los elementos que nos ayuda a entender como se hace política, aún hoy en día. Urdir en nuestra historia patria pasiones y motivaciones infames, no nos resulta extraño hoy en día, toda vez que el ejercicio del poder se ha convertido en un fin en sí mismo para ciertos grupos que ven en la política el escenario ideal para sus despropósitos nacionales. El asalto al poder fraguado en oscuros bufetes y como respuesta a apetitos leoninos ha conseguido someter al Estado, ya no como vehículo de cambio y trasformación social, sino como medio para perpetuar diversas formas muy sutiles de acumulación de riqueza y riqueza, propias de intrigas palaciegas.
De modo que no está por demás decir que la misma clase de motivaciones que originaron el horrendo crimen de Juan Rafael Mora, están presentes en nuestro entorno, para que de alguna manera desde la esfera política, entiéndase en el ejercicio del poder, algunos hagan prevalecer por cualquier medio sus intenciones, sin importar el atropello a la institucionalidad y convertir a la mentira y la demagogia en filosas espadas capaces de decapitar a todo aquel que se les interponga.
Don Juan Rafael Mora Porras por el consejo de sus allegados durante su exilio en El Salvador, decide organizar junto con su cuñado José María Cañas su retorno al país en 1860, con el fin de retomar el poder. Desafortunadamente fueron tomados presos y fusilados, don Juan el 30 de setiembre de 1860 a las tres de la tarde, y don José María el 2 de octubre, a pesar de que los golpistas Francisco Iglesias y José María Montealegre, falsamente y con gran vileza habían prometido a don Juanito no asesinar a sus colaboradores una vez que fuese ejecutado.
Juan Rafael Mora muere tras una lluvia de balas provenientes de aquellos propios que le consideraban una amenaza, una amenaza para la cómoda posición social y económica que ostentaban, una amenaza de que el Estado interviniera más allá de lo conveniente en el juego económico.
Ciertamente en 1857 Mora había impulsado establecer un banco con el fin de dotar al Estado con una fuente sólida de crédito para cubrir sus gastos. De este modo el gobierno firmó un contrato de un banco emisor con Crisanto Medina, comerciante argentino radicado en Puntarenas, quien operaría el banco por veinte años a cambio de que se le otorgarán al gobierno créditos equivalentes a una cuarta parte de los billetes en circulación y el diez por ciento de las ganancias. Sin embargo, el banco abrió en 1858 por sólo diez meses, debido al manejo económico de cierta élite con las acciones en dicho banco, como hoy algunos lo hacen en paraísos fiscales, y a la quiebra de la casa comercial inglesa de John Carmichael, depositaria de parte importante del capital inicial, que llevara a Medina a un litigio en Costa Rica con Tinoco y Compañía, con el fin de salvar el banco, situación cuya tardanza dio al traste con el proyecto del Banco Nacional, que sirviera no sólo como cartera crediticia para las exportaciones y las importaciones privadas, sino también para atender la administración financiera estatal, la función monetaria y una banca de desarrollo para pequeños y medianos productores cafetaleros.
Aquel valeroso hombre que supo unir a todo un pueblo, a toda una región ante la amenaza extranjera, fue sorprendido por el tiro que vino desde atrás, dirigido por los propios, no por lo extraños.
Esa conducta malinchista de grupúsculos obsesionados con el poder y de inconfesables intereses económicos, capaces de cualquier cosa, revestida de legalidad o no, pareciera ser la misma que se enquista actualmente en la política tradicional como parásito hematófago.
Aquel personaje, consagrado Benemérito de la Patria en vida en 1850, se convertiría en el primer y único presidente costarricense que moriría fusilado por sus propias tropas.
Aquel valiente personaje, que blandió su sable victorioso en la gloriosa campaña nacional de 1856 y 1857, no vio venir la amenaza que se cernía sobre su figura, proveniente de las cúpulas de poder que no estaban dispuestas a ceder ante nuevas ideas de democratizar el acceso al crédito, de una soberanía plena sobre nuestro territorio, de un fortalecimiento de nuestra democracia, como régimen sustentado en libertades civiles, y del desarrollo de un Estado más fuerte que hiciese infraestructura, que compitiera con un débil régimen municipal y fuera espacio de convivencia armónica entre costarricenses.
La grandeza del legado de Juan Rafael Mora para esta generación y las venideras es que su amor al país también fue capaz de despertar vanas pasiones, donde la infamia y la mentira revestidas de lindas palabras, encontraron terreno fértil en aquellos sedientos de poder, que para nada comprendían la Política con “P” mayúscula, como la ruta apropiada para la consolidación de un régimen democrático y republicano que descanse en las ideas y la ley y no en la fuerza y las armas, dirigidas contras aquellos que osen a pensar diferente a nosotros.
Así como aquellos que se opusieron a que el crédito fuera una herramienta para afianzar pequeñas economías, que comenzaban a despuntar a través de la riqueza del café, del mismo modo otros hoy se oponen a sacar de la opacidad el manejo de cuentas, depósitos, ahorros y fondos de riqueza que bien pudieran dinamizar nuestra economía, prefieren persistir en prácticas nada transparentes manteniendo fondos en dudosos y cuestionables paraísos fiscales, en evadir impuestos, exigiendo que el Estado le cobre a pequeños empresarios y productores, a asalariados y a empleados públicos, pero no a ellos. Parecieran ser los mismos cuyo concepto de Patria se reduce a saludar la bandera y cantar el himno cuando gana la selección de fútbol, si acaso, pero poco o nada quieren saber de justicia fiscal redistributiva y de dar a través de los impuestos.
Hay muchas formas de matar a Juan Rafael Mora, lo hacemos cuando traicionamos las formas democráticas para resolver nuestras diferencias, cuando intentamos en este plenario frenar iniciativas que pudiesen constituir una amenaza a quienes se acostumbraron ejercer el poder de cierta manera, a quienes se acostumbraron a hacer negocios de cierta manera, y que para eso colocan sus representantes en este parlamento. Nunca podre estar en desacuerdo con una práctica parlamentaria apegada a los más latos valores del civismo costarricense, a la decencia y a la ética. Nunca podre estar en desacuerdo con aquellas formas de crear riqueza en forma legal, que crea prosperidad y genera empleo de calidad. La política debe servir para eso. No debe ser para dar cabida al inmovilismo y evitar que el Estado y futura legislación se meta con aquellos que protegen y promueven negocios turbios a espaldas de las formas usuales, honestas y honradas, como hemos entendido de fraguar riqueza habitualmente. Por eso se alejan del Espíritu Morista quienes persisten en que nada pase, que nada les incomode.
Mora supo acometer con valentía los retos de su época, lo hizo con gallardía y patriotismo. Enfrentó a propios y extraños ¿Lo está haciendo este grupo de diputados y diputadas?
(*) Javier Cambronero Arguedas, Diputado Partido Acción Ciudadana
Muy interesante su comentario; Juanito Mora fué un verdadero costarricense, con una gran visión, deseoso de una Costa Rica verdaderamente libre y soberana, pero desgraciadamente los cobardes, rastreros y traidores, siguen hasta nuestros días. Son capaces de traicionar todo un pueblo, con tal de llenar sus ambiciones.
¿Por qué llama a Juan Rafael Mora Porras, un conocido xenófobo para estándares de la época, un símbolo de centroamericanismo? Pregunto ya que sus ideas sobre nuestros vecinos del Norte son bien conocidas y el era un gran opositor a un «unionismo centroamericano» que incluyera a Costa Rica.
Moe Mae, indiscutiblemente usted no es costarricense; usted habla de «unionismo centroamericano», William Walker, que por esa época se hizo con el poder en Nicaragua, debido a sus disputas internas, sus verdaderas intensiones no eran unir Centroamerica, sino más bien esclavizarla. Juanito Mora fué un gran visionario y libertador, no un xenófobo, por lo tanto, no traten de distorcionar la historia.
Para Mae Poe —- William Walker, físico, abogado, médico y periodista, estadounidense, nació en Nashville, Tennessee, en mayo de (1824). Como producto de la ideología del “Destino Manifiesto”, decidió dejar su profesión y emprendió una serie de aventuras militares con el fin de apropiarse de territorio latinoamericano para expandir el dominio anglosajón. Siguiendo el ejemplo dentro de la historia filibustera, invadió Baja California en (1853) y proclamó la creación de la República de Sonora. Su intento falló, y fue enjuiciado en California por romper las leyes de neutralidad. El juicio fue en realidad una farsa y Walker quedó libre para iniciar su próxima aventura, esta vez en Centroamérica.
No satisfecho con haberse convertido en amo de Nicaragua, aspiraba a serlo de las cinco repúblicas centroamericanas, su verdadero objeto era establecer una república militar dividida en tres castas: la de los blancos de habla inglesa, compuesta principalmente de naturales del Sur de los Estados unidos, que serían los dueños de la tierra; la de los esclavos para cultivarla, formada de indios y negros de pura raza, y la de los mestizos.
https://ideaspresentes.com/2014/09/01/la-republica-filibustera-de-william-walker-3/
¡Excelente don Javier, y sea ésta la ocasión para sugerirle y sumarme a que realicemos una actividad el año entrante que enaltezca la figura de este inmenso latinoamericano, con los estudiosos e investigadores como Raúl Arias, Dionisio Cabal y don Armando Vargas.
La figura señera de Mora no podrá ser opacada nunca, como trataron durante décadas aquellos que fraguaron su defenestración como Presidente y su fraudulento asesinato, cobarde y sanguinario. No obstante Mora tenía sus propios intereses económicos y se estaba apropiando de muchos negocios y fundó con su socio argentino el Banco Mora & Medina, que fue la gota que derramó el vaso de los Montealegre y demás oligarcas criollos que mandaron y pagaron a Blanco y Salazar para dar el golpe de Estado y luego fusilarlo en Puntarenas. Por eso se lo apearon, por celos y disputas comerciales, económicas. Nada patriótico, nada noble, nada digno de perdurar en la historia, tal y como hacen hoy día los mismos angurrientos «dueños del país» que han desatado toda la jauría (empezando por sus empleados en la prensa comercial de LN, TV7, TV6, CRhoy, Amprensa, etc.etc.)contra el actual gobierno, que no los deja hacer sus tradicionales negociados a costa del Estado; eso los tiene furiosos y quisieran fusilar a LGS si pudieran… Son los mismos espíritus mezquinos de siempre, desde Mora hasta el 2016; los que se llevan sus capitales y empresas a otros países donde se pagan sueldos de hambre, porque más les importan sus utilidades que las garantías sociales. Esos son.