De cal y de arena
Inteligente, astuta, hábil, abogada de fuste, experimentada política con escuela y con espuela, Hillary Clinton no pudo convertir sus virtudes en un activo indestructible ante sus críticos. Pudo más su fama de maniobrera, de personaje sin recat0 para cruzar la frontera que separa los intereses privados de los públicos. Fue evidente que su candidatura presidencial se levantaba sobre un pedestal vulnerable. Desde que Bernie Sanders la desafió en la carrera interna del Partido Demócrata con la bandera de las redenciones agitada por una izquierda hasta entonces silente, se confirmó que Clinton se paraba sobre terreno minado. Más en evidencia con la nominación de Donald Trump como su rival, todo un “caballero de industria”.
Lo que siguió fue una carrera de cojos: ninguno de los dos exhibía una hoja de conducta irreprochable, sí con más manchas y deformidades de lo recomendable, Trump arrastró la campaña a lo fangoso, sucio, ruin, envilecedor, impropio de una nación de las características que exhibe Estados Unidos de América, lo que posiblemente inhibió a millones de electores de votar. O a franquearse ante las encuestadoras de opinión que terminaron sumidas en el ridículo porque sus mecanismos de trabajo no supieron interpretar a un ciudadano que cuando se pronunciaba lo hacía con el dedo pulgar inserto entre el índice y medio (la seña de “la guatusa” como la llamaba don Teodoro Picado).
Clinton obtuvo el mayor número de votos ciudadanos. Pero ganó Trump por aplicación de la ley electoral adoptada por la Federación de Estados que da el triunfo a quien acumule mayoría en el Colegio de Compromisarios. Su victoria está signada por quienes gritaban –como él- contra el stablishment. Se amalgamaron contra el deterioro de la calidad de vida de su sociedad en buena parte inducida por la cuestionable calidad de los migrantes que han arribado en buena parte sin observancia de la ley, contra la apertura de fronteras al comercio, contra las políticas sociales de Obama, contra la forma en que se está encarando la ofensiva del terrorismo internacional, contra los términos de la relación con la OTAN, contra los acuerdos de París sobre cambio climático, contra la institucionalidad,… y muchos apartados más que alimentaron la simbiosis entre Trump y un electorado pleno de inconformidades y deseos de cambio. Un electorado que prestó oídos de sordo a las denuncias sobre el historial de abusos de Trump pero que sí estuvo receptivo ante sus variopintas promesas de campaña. De ahí emergieron los contingentes mayoritarios que en ciertos Estados clave le aseguraron la mayoría en el Colegio de Compromisarios. Así se selló la caída de Clinton y el ascenso de Trump.
Ah, con algo importantísimo: la atrevida irrupción del director del FBI en el escenario político/electoral, que tuvo un claro efecto descarrilador sobre la carrera de Hillary, suficiente para “detener su impulso” como lo denunció ella este domingo.
Su elección ha planteado múltiples interrogantes en torno a la gestión del nuevo Presidente, particularmente con las promesas de campaña que despiertan todo tipo de suspicacias, temores, objeciones y desafíos. ¿Cómo manejará sus relaciones con los amplios sectores críticos de su Partido Republicano, se allanará esa lujosa mayoría parlamentaria, se atreverá a salirle al paso?.
Trump se juega su futuro político. Tiene todo derecho a salir airoso y triunfante, incluso como para acariciar un segundo mandato. A tal fin es preciso que acierte en sus decisiones y que no defraude a sus simpatizantes.
Cabe preguntar qué suerte le esperaría si echa carpeta a sus principales promesas de campaña y ese electorado termina protestando en las calles. Por lo pronto, el pasado domingo en “60 Minutes” – programa de la CBS- confirmó que deportará a los millones de inmigrantes con antecedentes penales y que cuando haya hecho “segura” la frontera decidirá sobre los restantes sin papeles.
Mientras, los populistas europeos celebran. Nigel Farage, el líder del brexit en el Reino Unido, fue el primero en acudir a la Tower Trump a congratularlo. Hacen fila Marie LePen, del Frente Amplio francés, y el rebelde holandés Geert Wilderes. ¿Será su concepto del populismo igual al de Trump?. Los españoles de Unidos Podemos tienen claro que no.
Con claro sentido realista, desde los muros del Kremlin trasciende la satisfacción por las perspectivas de cambio regenerador en el enfoque de las relaciones de Estados Unidos con Rusia.
¿Donde esta el salto al vacio? ¡Ambos son son un tremendo acantilado!
No es los mismo bungee jumping que salto al vacio ¡ Si alguien no se da cuenta que los que Donal Trump y su campaña hizo fue bungee jumping donde usted se tira , pero la presion del cordon lo levanta , entonces comprendaran la inteligencia de la estrategia ¡ La Hillary se lanzo al vacio ¡ Sin Casco ¡
Terminará aplicando el mismo principio de LGSR: no es lo mismo verla venir…
De acuerdo con que Hilary sub estimó a Trump… donde el sistema le jugó a su favor.