sábado 8, febrero 2025
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Las preferencias políticas en un periódico

De cal y de arena

El hecho de que el periódico La Nación tenga preferencias por un determinado candidato presidencial–como lo atribuye José María Figueres- no configura delito ni implica error estratégico alguno. La transgresión ética que el hecho entraña nacería más bien porque se oculte esa querencia y porque ese ocultamiento incube el manejo de las informaciones en general y de las notas políticas en particular impregnado de un sesgo favorecedor de la precandidatura de Antonio Álvarez Desanti.

La Nación nunca ha podido salir bien librada de las imputaciones que se le han hecho en una y otra campaña política, de cultivar preferencias por un determinado candidato. Es cierto que nunca lo ha admitido y que tal negación ha sido estéril ante la contundencia de los hechos. Su historial la muestra como uno de los poderes fácticos más belicosos del arco costarricense con la particularidad de desempeñarse como virtual partido sin asumir los deberes de un partido ni correr los riesgos de un partido aunque sí cosechando todas las resultantes de gozar de influencia en un partido, siempre próximo a una candidatura. Ha jugado un papel influyente en la política nacional y en determinados casos personeros suyos han conformado papeletas presidenciales (su Director, don Ricardo Castro Beeche, acompañó a don Fernando Castro Cervantes en la papeleta vicepresidencial de 1953), en gabinetes (don Manuel Jiménez de la Guardia en la administración Trejos) y sus más importantes accionistas han sido directores en el sector descentralizado del Estado.

Un grupo de presión en favor de determinado ideario tiene en un periódico una valiosa herramienta para influir en decisiones del poder estatal. Para construir o para destruir. Es histórica aquella reunión en la que sus personeros pidieron al triunfante líder de la guerra civil (lo relata don José Figueres en “El Espíritu del 48”) la eliminación de las Garantías Sociales, el Código de Trabajo y el Seguro Social.

Siempre fue tensa la relación entre La Nación y el presidente Figueres Ferrer. Evidentemente, este periódico nunca tuvo simpatías hacia él como tampoco hacia otros mandatarios de esta filiación –Oduber, Monge y Figueres Olsen- aunque sí hacia Chinchilla, durante cuya gestión se pusieron de manifiesto  los puentes construidos entre Zapote y Llorente y las influencias que se evidenciaban con la cercana presencia de gente identificada con el diario en los pasillos de gobierno.

Los grupos de presión dueños del aparato productor saben que los medios son una importante y útil herramienta para influir en la gestión de gobierno. Por eso es preciso que el público al cual se dirigen conozca la vocación ideológica y las simpatías políticas de los medios. Son actores políticos autónomos que entran al escenario político sin correr los riesgos de los partidos políticos, a veces con capacidad de inflar una candidatura o –al revés- de arrastrarla al ocaso. Esto tiene sus riesgos pues –y así lo anotaba el ex presidente Miguel Ángel Rodríguez hace años en un seminario sobre medios de comunicación y poder político- cuando se actúa como poder autónomo resulta peligroso situarse por encima de la sociedad y autoerigirse en un poder moral con reglas de juego propias.

Por ahí también va el comentario del politólogo Constantino Urcuyo en ese mismo seminario cuando advertía que “los medios representan conglomerados económicos y el periodista que trabaja en un medio no es un periodista que esté ajeno a los intereses y a la dinámica de los propietarios de esos medios”.

Es obvio el sentido del dicho del precandidato presidencial Figueres Olsen cuando atribuye a La Nación simpatías políticas hacia su rival Antonio Álvarez Desanti, hecho del cual –ese es el alcance de las palabras de José María- puede desprenderse un acento, un sesgo, una parcialidad en los contenidos de las noticias políticas a favor de su rival y en daño deliberado de él. Ergo, las noticias políticas de La Nación hay que recibirlas a beneficio de inventario. Profesionalmente las descalifica. Así, la imputación que hace Figueres se dirige a devastar la autoridad profesional y el rigor ético de las informaciones políticas de La Nación, arbitrio precautorio en la puja que libra con Alvarez.

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

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3 COMENTARIOS

  1. Ya lo sabemos: esas ‘peleas’ de la nazi contra ‘los mismos’ son de mentirilla. ¡Pura hipocresía histórica! Lo que hace Chema es ayudar a los pseudo-periodistas a vender sus productos al alicaído mamotreto tintero.

  2. Totalmente cierto el comentario. No es nuevo desde siempre LN ha tenido sus simpatías en lo político y en lo económico, y quizá sería mejor que lo manifestaran claramente y no lo hagan como un supuesto ejercicio objetivo de la noticia , porque no es así.
    El segundo aspecto negativo del proceder de LN, es que no se inmutan en mentir, tergiversar, disminuir o aumentar lo que ellos tengan bien hacer, para favorecer o desfavorecer a un personaje o a una corriente política o económica.
    Con el advenimiento de internet, de las redes sociales, y medios alternativos, LN y sus secuaces han venido a menos, ya no es tan fácil engañar, en construir verdades a su medida, en inflar o desinflar a un personaje porque si.
    No es Figueres santo de mi devosión, pero que bueno que haya puesto en la picota, las oscuridades y perversidades de LN.

  3. Si en algo coincido con el finado tata de Chema EL MALO es que ese panfleto debería hoy día ser parte de la historia, convertido en cenizas (don Pepe dijo en su momento que lamentaba no haber quemado ese chinchorro cuando tuvo la oportunidad).

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