Ho Chi Minh (Vietnam), 17 jun (EFE).- El ancestral rechazo de los vietnamitas a su vecino chino es el principal combustible de la creciente presión de la disidencia contra el Partido Comunista que rige los destinos del país desde que terminó la guerra en 1975.
Vietnam, uno de los países más restrictivos del mundo con la prensa, aprobó el pasado martes una ley de seguridad de internet que priva a los activistas de su último reducto de libertad de expresión, pero no fue eso, sino el debate sobre una adjudicación a 99 años a empresas extranjeras en tres zonas económicas especiales lo que provocó la ira de miles de vietnamitas.
Muchos ciudadanos temen que esas concesiones sean una entrega disfrazada de una parte del país a China, el incómodo vecino con quien los vietnamitas han lidiado desde hace siglos y con quien ahora se disputan la soberanía de las islas Spratly y Paracel, en el mar de China Meridional.
Las zonas económicas especiales, un concepto creado en 1979 por la China de Deng Xiaoping e imitado por Vietnam desde su apertura comercial en los años 90, son una manera de atraer inversión extranjera con una burocracia agilizada, privilegios fiscales y aduaneros y mayor flexibilidad legal.
Sin embargo, muchos ciudadanos han visto en la propuesta de concesiones a 99 años a empresas extranjeras, en su mayoría chinas, una camuflada cesión de soberanía a Pekín.
«Para los vietnamitas, zona económica especial no es más que una metáfora destinada a engañar al pueblo para referirse a la anexión progresiva de Vietnam a China a través de una concesión territorial», opina el bloguero Dang Phuong Nghi en su página SOS Vietnam.
Este sentimiento era evidente en las movilizaciones que el pasado 10 de junio recorrieron todo el país y en algunos casos se tornaron violentas, como en la provincia meridional de Binh Tuan, donde más de cien personas fueron arrestadas.
En un país donde la prensa está controlada por el Estado y las manifestaciones están prohibidas, las protestas en las 63 provincias son un acontecimiento insólito que obligó al Gobierno a posponer unos meses el debate sobre las adjudicaciones a 99 años.
En los últimos años ha sido la animadversión de los vietnamitas hacia China, con quien mantuvieron el último enfrentamiento bélico en 1979, lo que más problemas ha creado al régimen de Hanoi.
En 2009, cuando las redes sociales aún no tenían el poder de convocatoria actual, la explotación de unas minas de bauxita en el centro del país por parte de compañías chinas levantó una ola de críticas apoyadas por figuras relevantes del Partido Comunista, incluido el legendario general Vo Nguyen Giap, héroe en las guerras contra Francia y Estados Unidos.
Cinco años después la tensión en la calle alcanzó un punto álgido, cuando miles de personas salieron a protestar contra la instalación de una plataforma de prospección petrolífera de Pekín cerca de las islas que se disputa con Vietnam.
Las revueltas tomaron un cariz violento contra empresas chinas (y algunas taiwanesas por confusión de los asaltantes) con al menos dos muertos en Formosa, un complejo industrial de capital taiwanés pero con decenas de trabajadores chinos en la provincia de Ha Tinh, en el centro del país.
Formosa volvió a situarse en el ojo del huracán en 2016, cuando un vertido tóxico proveniente de sus instalaciones mató a millones de peces en las costas del centro de Vietnam y provocó nuevas manifestaciones y críticas al Gobierno, que tardó más de tres meses en reconocer el origen de la contaminación.
Para el analista Rémy Baraize, autor del blog Vinageo, existe una «animosidad general desde hace unos 2.500 años contra el ‘Imperio del medio’, pero el Gobierno se ve obligado a entenderse con Pekín, tanto por la tiranía geográfica como por el parentesco del régimen político, colocándose así en una mala posición respecto a sus administrados».
Hasta el momento Hanoi ha ido enfrentándose al descontento popular con una mezcla de mano dura (arrestos de activistas) y medidas apaciguadoras, como el reciente aplazamiento de las concesiones a 99 años, un camino que se verá obligado a mantener según la mayoría de expertos.
«La amplitud de los movimientos de protesta -explica Baraize- no permite a las autoridades responder con brutalidad, sobre todo cuando las posiciones antichinas existen en el seno del Partido Comunista y se basan en la noción de independencia nacional en las que se apoya una gran parte del régimen». EFE
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Juan Félix Montero Aguilar
Ya van preparando la primavera vietnamita.