Celebro la apertura del diálogo entre los huelguistas y el Gobierno, con mediación episcopal. Esa ha sido siempre la vía costarricense, desde la alborada republicana. “Pacto de Concordia” se llamó nuestro primer acuerdo constitucional propio. Se parte en las conversaciones de posiciones encontradas, en procura de una ruta intermedia. Ambas partes cederán algo. El arte de la política consiste en armonizar los extremos.
Los ciudadanos agradecemos a los líderes del movimiento popular, a los conductores de la Administración pública y a los señores obispos, el primer paso en la dirección correcta. Es tradición que cada Gobierno enfrente una huelga al comienzo de su cuatrienio. La violencia verbal o física circunstancial, de ninguna manera debe imperar sobre la razón.
Me agrada que la vocería de la huelga sea ocupada por tres damas. En una coyuntura tensa, es primordial qué, cómo y quién comunica decisiones colectivas. Es forzoso bajar la temperatura al conflicto a objeto de encontrar la solución.
Reconozco la prudencia y el aplomo del presidente Carlos Alvarado. Su periodo constitucional tiene 1319 días por delante. Él representa a todos los costarricenses. Otros presidentes menores de 40 años dominaron desafíos mayores.
Ojalá que esta mediación eclesiástica sea útil para resolver las cuestiones inmediatas y abrir las puertas a un acuerdo superior, que alumbre un futuro compartido para los cinco millones de conciudadanos. Y que el país reencuentre el “principio cristiano de justicia social” en el artículo 74 de la Constitución Política, aplicado “por igual a todos los factores concurrentes al proceso de producción, a fin de procurar una política permanente de solidaridad nacional”.
