Kinshasa, 30 oct (EFE).- En N’djili, un barrio popular de Kinshasa al que no llegan las grandes avenidas sino los caminos de tierra y donde prenden las mechas de las protestas populares, el ánimo de cambio se siente en las elecciones de hoy, retrasadas desde hace dos años en la República Democrática del Congo (RDC).
«Hay que votar a Fayulu, Fayulu va a cambiar el país», aseguran a Efe dos jóvenes que, muy probablemente, es la primera vez que votan a su presidente, refiriéndose al candidato de la oposición y líder de la coalición Lamuka («Despierta», en lingala), Martin Fayulu.
«Fayulu!.. Quiero decir, buenos días», saluda al entrar uno de los vigilantes del colegio Bonsomi, en este barrio popular de las afueras de la capital.
El ambiente es tranquilo, como si fuera un domingo más, pero con la esperanza de votar, por fin, a un nuevo presidente en un país gobernado desde hace 17 años por Joseph Kabila y en unas elecciones retrasadas tres veces en dos años, desde que en diciembre de 2016 acabara el segundo y último mandato constitucional del jefe del Estado.
Sin embargo, en este colegio también esperaron, ansiosos, el voto de otro de los candidatos de la oposición, Félix Tshisekedi, que goza aquí de sus mayores apoyos.
Decenas de seguidores de Tshisekedi recibieron a su líder cantando «¡Ahí viene nuestro presidente! ¡Oé, oé, oé!» cuando llegó seguido de todo un séquito de coches y motocicletas.
Tshisekedi es el único de los principales candidatos que no ha votado en el lujoso barrio de Gombe, el antiguo distrito de los colonos belgas a orillas del río Congo donde hoy día se encuentran la mayoría de los edificios oficiales y los grandes hoteles.
Allí lo hicieron hoy Kabila, que llegó y se fue en un abrir y cerrar de ojos custodiado por una caravana policial, y su «delfín», el candidato oficialista Emmanuel Ramazani Shadary.
También votó en Gombe el gran favorito de los habitantes de Kinshasa, conocidos popularmente como «kinois»: Martin Fayulu.
Ese colegio electoral, ubicado en el Ateneo de Gombe, es un edificio colonial reformado recientemente.
La forma de votar ahí, con aglomeraciones en las puertas de las clases y varias personas votando al mismo tiempo, dista de la organización de la escuela de Bonsomi, donde los votantes esperan en filas de uno hasta una hora, bajo la atenta mirada de policías con chalecos antidisturbios.
En el aula, para votar, solo entra una persona: muestra su carta de elector, la comprueban, le explican cómo funcionan las máquinas de votación, le entregan la papeleta para introducirla en esa nueva modalidad de voto que estrena hoy la RDC, y, por fin, cuando el aparato ha imprimido sus preferencias, la mete en una urna de plástico plegable.
Al final le tintan al elector la uña, uno de los métodos más infalibles en países de África para evitar duplicidades de voto.
Este procedimiento no lo podrán seguir en tres circunscripciones -en Beni y Butembo (noreste), y Yumbi (oeste)- unos 1,2 millones de personas porque la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI) retrasó allí los comicios.
Tampoco lo han podido hacer durante buena parte de la jornada en Limeté, otro de los bastiones de Tshisekedi y su partido, la Unión por la Democracia y el Progreso Social (UDPS).
En la escuela de Ennodie en este barrio popular de Kinshasa, el nombre que suena no es Fayulu; «Necesitamos a Félix», dicen centenares de personas agrupadas a las puertas del centro, donde las papeletas, seis horas después de la apertura, aún no han llegado.
Varios jóvenes en motocicletas discuten en el idioma lingala; uno explica a los demás cómo tienen que votar, cómo funcionan las máquinas, aunque nadie tiene claro si lo podrán hacer.
«Vamos a hacer las elecciones aunque sea sin papel, lo escribiremos nosotros», dicen los votantes descontentos.
Y Albert Lubama, un señor mayor que lleva desde un cuarto de hora antes de que se abra el colegio esperando para votar, sintetiza ese sentir de forma clara: «Es el bastión de la oposición».
Dentro, en los pasillos de este pequeño colegio, con clases pequeñas y abarrotadas, una señora mayor se ha quedado dormida esperando, sentada junto a una mesa de madera.
«Que sean creíbles y transparentes, y que la verdad de las urnas sea lo que salga», es el deseo de Winnie Bakembo, pero también de tantos y tantos congoleños que no confían en el proceso electoral, precedido de violencia y sospechas de fraude.
Y «que gane mi candidato preferido», añade a Efe esta joven médica. Un sueño que, ahora mismo, es el de todos en la RDC. EFE