martes 23, abril 2024
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Algunas consideraciones desde la perspectiva de las ciencias económicas al voto 18-019511 de la Sala Constitucional sobre el Proyecto de ley con #20.580 del expediente legislativo.

El punto central que debe objetarse de las consideraciones que fundamentan el fallo en cuestión es que se basan en derivaciones de estudios e investigaciones que arrojan resultados y proyecciones particulares sobre algunas de las variables macroeconómicas que “determinan” la condición o el “estado” de la economía de la nación.  Pero tanto las variables a considerar, sus relaciones, como las fuentes y datos escogidos y, por tanto, los resultados obtenidos para describir o valorar la condición de la economía nacional, fueron producto de una determinada perspectiva teórica sobre el comportamiento del sistema económico en general y, en particular, del sistema económico de nuestro país.  El objeto de esta nota es presentar la perspectiva económica subyacente al fallo como una perspectiva específica, determinada por la dinámica histórica del pensamiento científico.  Derivar de ella y sus resultados el fundamento para definir la validez de un proyecto de ley, sin consultar otras perspectivas parece a todas luces judicialmente improcedente.

Ver: Derechos Humanos y Fondos Públicos

El pensamiento científico y los paradigmas científicos

Es de conocimiento general hoy día (desde el trabajo fundamental de Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas (1962), en el campo de la epistemología y en el de los estudios del conocimiento, que los resultados de las investigaciones empíricas están fuertemente afectados por la perspectiva teórica con que se aborda la investigación.  Es en base a esa perspectiva que se escogen las variables a estudiar, se definen sus relaciones y se deciden los métodos de recolección y análisis de los datos.  El concepto de paradigma científico (hoy también denominada matriz disciplinar) para denominar una especie de “acuerdo” epistemológico entre un conjunto de investigadores y teóricos (comunidades científicas) para coadyuvar en el desarrollo y fortalecimiento de determinada perspectiva teórica, se debe a Kuhn, que señala que debido a esta tendencia del pensamiento humano, las disciplinas científicas caen en una especie de bucle del conocimiento del que sólo pueden salir por medio de una revolución científica.

Kuhn fue un científico natural, un físico, pero se decanta hacia la historia de la ciencia y la teoría del conocimiento.  El concepto de sus revoluciones científicas por tanto, surge, por una parte, de la tozudez del comportamiento de los objetos naturales, de las leyes de la materia; de manera que es ese comportamiento porfiado y obstinado de los objetos materiales el que coadyuva al rompimiento de las preconcepciones que mantienen a las teorías encerradas en el paradigma dominante.  Pero la revolución científica no se instaura sólo por la verificación o la falsación de sus hipótesis (a lo Popper), sino que en el proceso de revolución científica incide un conjunto grandes de variables que tienen que ver con lo que podríamos denominar el weltamshauung o cosmovisión de la época; de manera que la misma presencia hegemónica del paradigma dominante limita el surgimiento del paradigma sustituto.

Mas un paradigma no desaparece para que otro emerja, la principal condición que requiere este tránsito es que aparezcan nuevas interpretaciones de los hechos o situaciones estudiados, distintas y alternativas a las surgidas del paradigma dominante, que sean más simples, más incluyentes, más convincentes en la explicación y comprensión de tales hechos y situaciones. [1]

«La transición de un paradigma en crisis a otro nuevo del que pueda surgir una nueva tradición de ciencia normal, está lejos de ser un proceso de acumulación, al que se llegue por medio de una articulación o una ampliación del antiguo paradigma. Es más bien una reconstrucción del campo, a partir de nuevos fundamentos, reconstrucción que cambia algunas de las generalizaciones teóricas más elementales del campo, así como también muchos de los métodos y aplicaciones del paradigma» (La Estructura de las Revoluciones Científicas, cap. VIII, pág. 139)

Como puede comprenderse, si en el campo de los fenómenos naturales y materiales la presencia de paradigmas teóricos y comunidades científicas hegemónicas o dominantes condicionan el desarrollo del estudio científico, en el campo de los fenómenos sociales, en el que los hechos y situaciones tienen un alto grado de complejidad por la multivariabilidad que los determina y define y por las relaciones normales que establecen entre ellos para generar el comportamiento social, la formación de estos paradigmas y de unas comunidades científicas de pensadores influyentes ejercería una hegemonía de pensamiento que definiría con gran peso la perspectiva con que se observa, se explica, y en el caso de estas ciencias, hasta se modifica la realidad social; haciendo los procesos de sustitución paradigmática mucho más engorrosos (y acerbos y hasta violentos).

Así, el pensamiento científico que se propuso estudiar las sociedades (como Ciencias Sociales) ha estado dominado por la lógica paradigmática descubierta por Kuhn, incubando revoluciones de los paradigmas tradicionales que han engendrado interpretaciones más complejas y comprensivas, y más competentes en su explicación y previsión de los resultados esperados en el campo disciplinario específico.[2]

La ciencia económica y sus paradigmas científicos

El pensamiento científico que se propuso estudiar las relaciones económicas (como Ciencias Económicas) no ha estado exento de la dinámica epistemológica descrita.[3]  Por muchos años, la perspectiva teórica que dominó los estudios económicos estuvo basada en lo que Paul Samuelson en 1955 denominó la “Síntesis Neoclásica”, que define una supuesta tendencia al equilibrio –concebida como una deriva hacia un “centro de gravedad”− entre ciertas variables fundamentales, que conduce a la mejor combinación de los factores de la producción existentes (y escasos) en el todo social, para obtener los resultados que mejor satisfagan sus necesidades.  En realidad como bien lo reconocen De Vroy y García Duarte (2013), no es una síntesis como integración consistente de elementos de dos teorías para conforma una; sino que es un consenso que articula dos teorías en un “estado de mente” o de entendimiento entre una determinada comunidad científica (ob. cit., p.6) a la mejor usanza del concepto de paradigma kuhmiano.

La síntesis neoclásica

Esta visión que hegemoniza la ciencia económica desde finales de la I Guerra Mundial hasta la década de los años 70 del siglo XX se propone explicar el comportamiento económico de las sociedades que organizan su producción bajo un conjunto de relaciones específicas que conforman un sistema conocido como capitalismo, en el que, entre sus principales características, los medios de producción y la tierra se constituyen en capital, demandando así una alícuota del excedente socialmente generado de la que se apropian y usufructúan sus dueños y dueñas.

Leon Walras y los teóricos de la perspectiva marginalista, elaboran un modelo por el cual, suponiendo un conjunto de situaciones, este sistema alcanza un equilibrio guiado por la competencia perfecta en los mercados; por el cual los precios de los productos así definidos, alcanzan el vaciado perfecto de la oferta y la demanda en el plazo inmediato (tâtonnement).  Y es en ese momento, en que el uso de los recursos escaso disponibles por determinada sociedad es el más eficiente y el más eficaz. (Esa eficiencia y esa eficacia suponen una remuneración de los factores productivos correspondiente a su contribución).

No obstante, los frecuentes “rompimientos” o desórdenes en el funcionamiento del sistema, con los efectos adversos en las condiciones de la producción y las poblaciones, (y con especial rudeza, la doloras situación de los años 30 del siglo pasado), motivaron a revisar sus postulados.  Pero el modelo de explicación del sistema que surge con Maynard Keynes, particularmente pragmático, no se plantea el equilibrio del sistema total, sino explicar y resolver una situación (que algunos ven como particular o coyuntural) y que padece de un corto placismo y de una especificidad que no puede reclamar, por sí misma, la existencia de un tâtonnement que asegurara la eficiencia y la eficacia del sistema.

De esta bifurcación teórica necesaria para explicar el comportamiento del sistema, surge la Síntesis Neoclásica que se propone explicar el equilibrio del sistema en el plazo inmediato (plazo de los mercados) y en el corto o mediano plazo recurriendo a las proposiciones keynesianas, mientras que en el largo plazo la explicación del equilibrio del sistema discurre recurriendo a las relaciones definidas en el marco de la teoría clásica por Leon Walras y Alfred Marshall.[4]  La inconsistencia que presenta esta perspectiva consensuada es que mientras la explicación del comportamiento económico en el corto plazo debe suponer la existencia de desempleo y sobreproducción, en el largo plazo debe suponer que los mercados “se vacían” perfectamente, eliminando los excesos (o escasez).  Y los distintos intentos de sus cultores por resolver teóricamente este enigma fracasan, porque en el fondo, las proposiciones de Keynes parten de una situación de desempleo involuntario incompatible con los supuestos de la teoría clásica (ob. cit, p.8).[5]

Es en el marco de ese “equilibrio” o más bien, es en el momento de esa conjunción de resultados, que la sociedad, guiada por las relaciones económicas existentes, lograría el uso más eficiente de los recursos disponibles de acuerdo con sus necesidades sociales, y la mejor o más justa remuneración, según sus contribuciones reales, de los factores de la producción (principalmente trabajo y capital).  Así, la consecuencia inmediata de esta inconsistencia es que el paradigma de la “Síntesis Neoclásica” no puede suponer, ni asegurar, que los resultados en la distribución del producto y del excedente social, así como el uso correspondiente de los recursos disponibles, obtenidos en una sociedad organizada bajo la égida del capital, definan en un plazo históricamente relevante, un óptimo de Pareto.

No obstante esta seria limitación en la consistencia teórica del modelo explicativo, éste dio pie a la formulación de un conjunto de políticas económicas y sociales que fundaron lo que hoy se conoce como los proyectos nacionales de Estado Interventor o Estado de Bienestar.  Estos proyectos se basan en acciones de regulación y de intervención en los mercados y en los sectores de la producción y distribución del producto social por medio de políticas públicas, sobre la base de decisiones  con fundamento político; principalmente de gasto e inversión públicos.  Se buscaba así, asegurar (o al menos acercar) el fugaz e incierto “equilibrio del sistema” de manera que en un plazo históricamente significativo, la organización asegurara un desempeño acorde con las necesidades sociales expresadas por medio de los mercados y de las “demandas” expresadas políticamente al Estado por medio de las “correas de transmisión” sociales.  Estas organizaciones nacionales desplegaron los períodos de crecimiento económico y de bienestar social que caracterizaron las décadas de los años 50, 60 y parte de los 70 del siglo XX.

Las crisis económicas en los países de alta acumulación de capital (productiva y comercialmente más desarrollados) a finales de los años 70 y durante la década de los años 80 del siglo XX (la denominada estanflación), así como el despliegue global de la acumulación de capital, la apertura de los mercados internacionales y ciertos fenómenos sociales y políticos antagónico y adversos que aparecen en esas sociedades, dan pie para que surjan las primeras críticas, tanto al paradigma neoclásico, como a los modelos de política económica basados en él.

El Ciclo Real de los Negocios y la Nueva Generación de Keynesianos

Dos nuevos esfuerzos teóricos se asientan en el terreno de las ciencias económicas.  El fundado por la crítica a la visión keynesiana de la “Síntesis Neoclásica” por Robert Lucas (1983), que en los últimos años se conoce como teoría del Ciclo Real de los Negocios (Real Business Cycle), (RBC) y el conjunto de economistas impulsados por los escritos de Gregory M., Mankiw, (1991) conocido como la Nueva Generación de Keynesianos.  Al comparar estas dos perspectivas, aun cuando haya un cierto acercamiento de ambas postura sobre el papel del tiempo en el proceso de vaciado de los mercados, las dos visiones mantienen sus puntos irreconciliables de manera que a nuestro juicio no puede hablarse ciertamente de una síntesis; por el contrario, es durante esta época (entre finales de la década de los 70 y mediados de la década de los años 90 del siglo pasado) cuando el pensamiento económico presenta mayor dicotomía teórica (De Vroy, García Duarte, 2013, p.15-16 y 20; Blanchard, 2009, p.210; Solow, 1997, p51-52).

Persisten en estos esfuerzos no sólo la ausencia de reconciliación teórica entre ambas visiones, sino la ausencia de articulación teórica al interior de ellas mismas: la falta de una coherencia entre la explicación de los fenómenos económicos en el corto-mediano plazo con la explicación de los fenómenos en el largo plazo, como se había señalado arriba para el caso de la visión keynesiana, y de coherencia entre la existencia de fenómenos como el desempleo persistente o la imposibilidad en la realidad de un vaciado perfecto de todos los mercados para el caso de la visión clásica.  Las dos visiones son incapaces de cerrar teóricamente sus modelos de manera que puedan sostener consistentemente que las relaciones económicas que tratan de explicar logran realmente un uso eficiente de los recursos escaso de que disponen y una remuneración justa de los factores de la producción.

Mientras tanto, el comportamiento económico que presentan las sociedades se ha transformado, presentando un largo período de cerca de 30 años, caracterizado por hitos de estancamiento en el crecimiento económico y de hitos de recesión; mientras, contra toda previsión de la Síntesis Neoclásica (que pronosticaba el surgimiento de una necesaria deflación de los precios que corrigiera el disparate), aparece una persistente inflación arreciando, según dicha perspectiva, el desequilibrio (Stiglitz. 2008).  Las políticas económicas dispuestas en el parque neoclásico no logran tampoco arreglar el discurrir de la lógica del sistema, haciendo patente su incapacidad de explicar su verdadero funcionamiento.

No obstante la presencia de esa pugna teórica en el terreno de las políticas económicas, es durante esa época que se establece lo que se conoce como el Consenso de Washington, alentado también por el avance de una nueva síntesis que se está trabajando ahora entre los teóricos del RBC y una nueva generación de keynesianos: Que dará a luz a lo que hoy se conoce como el Equilibrio General Dinámico Estocástico (DSGE en Inglés).

El Equilibrio General Dinámico Estocástico

Este es el último intento, hasta nuestros días,  hecho por la teoría económica de acoplar un sistema conceptual o teórico con las relaciones económicas que articulan la actividad productiva y distributiva capitalista (Solow, 1997, p.51).  De acuerdo con De Vroy y Duarte las dos visiones que han venido tratando de explicar el comportamiento económico de las sociedades, convergen en esta ocasión en una síntesis por cuanto la reserva que ha venido guardando la visión keynesiana de la clásica, en cuando a la imposibilidad de un vaciado perfecto de los mercados, junto con la existencia de la competencia imperfecta…, etc., y, por tanto, la necesidad de una intervención política del sistema para enfrentar esta imperfecciones, se resuelve ahora con la promesa del manejo político de los macro precios por medio de la política monetaria de los Bancos Centrales (ob. cit. p.14). [6]  Así, la fijación de una tasa de inflación (y una tasa de cambio) por medio de la política monetaria sería suficiente para definir una nivel general de precios que sería el que asegurara el cierre del sistema en un nivel óptimo.

No obstante que esta nueva síntesis teórica articula algunas de las relaciones objetivas presentes en el capitalismo contemporáneo, tales como la presencia de los mercados imperfectos por la diferenciación de productos, o la existencia de empresas con capacidad de fijar precios incrementados (mark up), o la existencia de empresas dominantes de sus sectores económicos; esto es, no obstante que en esta nueva síntesis se han racionalizado las perturbaciones más frecuentes que impedían a los modelos anteriores confirmar la eficiencia del sistema, el DSGE lo que hace es racionalizar los desequilibrios como rompimientos a una “normalidad” que debiera romperse para asegurar la continuidad del sistema.  Y asume el acto de fe, de que mientras no haya interferencias políticas en él (excepto la monetaria restringida), el sistema es lo suficientemente consistente para resultar en situaciones en las que los factores son remunerados según sus contribuciones, lográndose un nivel óptimo.

No es casual por tanto, que algunos investigadores de la corriente keynesiana, se resistan aún a aceptar esta síntesis como un modelo explicativo suficiente del funcionamiento del sistema económico contemporáneo.  Robert Solow (1997, p.52-53) expresa su crítica al modelo DSGE en términos acres:

El truco es que la economía se ve perturbada por cambios irregulares e imprevisibles en las preferencias del consumidor representativo y / o en la tecnología disponible para el sector industrial. Las fluctuaciones económicas, por lo tanto, no son patológicas en absoluto; son lo mejor que se puede hacer para [que el sistema] se adapte a estas sorpresas agradables y desagradables.

Y continúa en el siguiente párrafo:

Sin duda, ha habido un cambio dramático en la doctrina. Una genealogía de modelos ha sustituido a otra. Un conjunto de implicaciones ha reemplazado a otro. Este [último] fue un cambio genuino de ideas, quizás relacionado con eventos de 1975 que fueron, al menos temporalmente, difíciles de explicar con modelos más antiguos, quizás relacionado con el estado de ánimo general del conservadurismo y la sospecha sobre la acción gubernamental que afectó tanto a los economistas como a otros. Tales cambios ocurren de vez en cuando, en la macroeconomía y en otros lugares. Este no representó un movimiento significativo hacia el formalismo. La nueva doctrina intenta apropiarse de un aire de «rigor»[…] pero esto es más bien publicidad.”, (Solow, ob. cit., p.52)

Pero como decía Marx, los hechos son tozudos. A escasos diez años de las primeras formulaciones del modelo del Equilibrio General Dinámico Estocástico (DSGE en Inglés) y en pleno despliegue de las políticas económicas derivadas de él (con el Consenso de Washington conocido también como el Neoliberalismo Económico), irrumpe impetuosa a finales del 2008 la denominada “crisis de las Subprime”.  Ante esta “perturbación” el truco de convertir los desequilibrios en parte del sistema y esperar un pronto ajuste hacia una nueva “normalidad” queda al descubierto cuando el gobierno de los Estados Unidos interviene los mercados financieros “nacionalizando” algunas empresas y cubriendo las quiebras de otras.[7]

Más aún, a estas alturas del experimento del Neoliberalismo Económico, las fuerzas incontroladas del proceso de acumulación de capital han generado unos sistemas económicos nacionales desbalanceados, desequilibrados, cuya principal característica es el crecimiento de la desigualdad en la distribución del ingreso nacional, particularmente entre el trabajo y el capital.

Conclusión

En esta sucinta y apretada síntesis del desarrollo del pensamiento de vocación científica de las relaciones económicas, hemos mostrado cómo éste muestra un transcurso fácilmente identificable con el descrito por Khun para los paradigmas científicos; con lo que podemos asegurar que sus expresiones como paradigmas económicos son meras alternativas de conocimiento parcial y sujetas a revisión y cambio, según ciertas comunidades disciplinarias y la cosmovisión de la época.  Su última expresión, el Equilibrio General Dinámico Estocástico, no obstante su invocación a articular dos paradigmas anteriores que explicaban momentos distintos del funcionamiento del sistema y, por tanto, su intención de lograr una teoría única, fracasa a nuestro entender al verse legitimando un sistema de relaciones económicas cuyos resultados no satisfacen a las amplias mayorías (en tanto que no logra una distribución justa según los aportes correspondientes de los actores participantes) por una parte, y por otra, porque no puede impedir las grandes perturbaciones encerradas en el sistema.

Nuestra impresión es que, ante este resultado ciertamente indeseable y perturbador de las políticas económicas fundadas en el DSGE y ante las falsas explicaciones que este modelo ofrece del comportamiento de las variables económicas, su utilidad ha comenzado a ser seriamente criticada y han comenzado a surgir nuevas propuestas teóricas que buscan ampliar la base factual de la disciplina.

En este sentido, lo que algunos han denominado la macroeconomía pluralista, consiste no solo en criticar la “racionalidad” de la maximización de la utilidad individual como fundamento de la explicación de los modelos enmarcados en las tradiciones económicas herederas de la Síntesis Neoclásica, y, por tanto buscar nuevas formas de comportamiento “racional” determinada por valores y principios distintos a la “utilidad”.  Mas también esta intensión pluralista se propone la discusión de algunos postulados fundamentales de ese paradigma neoclásico, como la supuesta independencia de la competencia de las variables económicas, o el supuesto logro del bien común por medio de la competencia entre “pares”, proponiendo, por el contrario, como lo hace la Behavioral Economics o Economía del Comportamiento; que postula a la cooperación (en contraposición a la competencia) como el mejor ambiente para alcanzar acuerdos colectivos robustos y agrupadamente más satisfactorios (DeDonder y Roemer, 2013), (Roemer, 2012, 2015), (Ghosh, A., y Van Long, N., 2015).[8]

Estamos así ante un nuevo panorama para las Ciencias Económicas.  Ante un proceso de recambio del marco disciplinar, con una tendencia hacia inclusión de nuevas variables que le den más especificidad a las relaciones estudiadas, pero sobre todo con la intensión de modificar algunos postulados fundamentales de la microeconomía, fundamentos a su vez de los paradigmas clásicos.

Llegados a este punto es necesario concluir, que los acuerdos de política económica tomados con fundamentos en los preceptos del modelo del Equilibrio General Dinámico Estocástico, como los que vienen postulando las propuestas de política del Neoliberalismo Económico no pueden ser considerados, desde el punto de vista del pensamiento científico, como las que conducen a generar un estado de bienestar social óptimo.  La hegemonía que adquirió esta visión o perspectiva teórica  en los últimos años obedece a ese fenómeno tan bien descrito por Khun de los paradigmas científicos, asociados y defendidos por comunidades de, en este caso, economistas; y respaldadas por sectores sociales cuyos intereses se ven favorecidos con las explicaciones de la realidad económica asociadas a dicha visión.

Hubieran hecho bien los jueces de la Sala IV en contrastar los estudios hechos con base en la perspectiva hegemónica, con estudios surgidos desde otras perspectivas económicas; ya no sólo las originadas en las tradiciones del paradigma neoclásico y sus evoluciones, sino las más recientes que se mencionaron antes, o más aún, con perspectivas teóricas surgidas del paradigma marxista, hoy nuevamente en boga en el seno de la comunidad de economistas, por su notable capacidad de explicación de los fenómenos del ciclo económico y de los principales determinantes de las crisis del sistema capitalista.

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[1] – Por la naturaleza de este trabajo no podemos adentrarnos en la propuesta y discusión de la idea de Kuhn, y mucho menos en sus derivaciones; la proponemos porque ocasionó una verdadera revolución del –ahora sí llamémoslo por su nombre− paradigma popperiano en el terreno de la teoría del conocimiento.

[2] – Tampoco podemos en este comentario presentar el desarrollo de este proceso de complejización de las ciencias sociales, baste señalar algunos hitos importantes tales como la obra de Edgar Morin (2008) sobre la complejidad en las ciencias humanas, la teoría de la comunicación colectiva de Jürgen Habermas (1973) y las propuestas sobre la vida social y el sistema mundo de Immanuel Wallerstein.

[3] – Tampoco vamos a hacer en esta reflexión el análisis de los distintos hitos del desarrollo paradigmático de la Ciencia Económica.  Baste pensar que el marco teórico disciplinario fue constituido por Adam Smith y David Ricardo en el Siglo XVIII; y este marco fue extendido y articulado con un nuevo conjunto de variables por Karl Marx en el siglo XIX, en lo que puede entenderse como su primera revolución paradigmática.  No obstante, en esta nota no vamos a presentar y discutir el desarrollo de este marco disciplinar y su eficacia en la explicación del comportamiento social.  Hemos querido mantenernos dentro del marco de la tradición económica neoclásica, como luego la definimos.

[4] – La diferencia más importante entre los dos “cierres” teóricos de estos dos economistas reside en la naturaleza “virtual” del equilibrio walrasiano en cada plazo de mercado, contra una propuesta marshalliana de “vaciados de mercado” (clearences) desequilibrados pero como medios para que en el largo plazo se produzca el “vaciado” perfecto.  Dejando así abierto ambas posturas el problema de los plazos y el “tiempo” sin resolver, como para comprender cuándo se alcanza el equilibrio y, por tanto, el comportamiento eficaz y eficiente del sistema.  Para una más completa exposición de ambas propuestas véase De Vroy, 2000, pp.66-79.

[5] – En el artículo ya mencionado, De Vroy y García Duarte discuten de manera amplia y abierta los distintos esfuerzos hechos por los más reconocidos economistas en las distintas perspectivas teorico-metodológicas que abordaron el tema, y muestran con toda claridad la imposibilidad de la pretendida “síntesis neoclásica”, cuya verdadera síntesis sólo es posible eliminando ciertos supuestos de una u otra teoría (cf. ob.cit., p.10-11).  Puede verse también, con cierta perspectiva distinta, Backhouse, R., y Boinanovsky, M., (2006, p.15-16) y Colander, D., (p,7-11).

[6] En este caso, la política monetaria es concebida fundamentalmente por medio de la fijación de la tasa de interés nominal, basada ésta en la desviación entre la tasa observada y la tasa de política monetaria,  entre el producto total observado y el buscado y un eventual choque monetario externo.  Desaparece pues la importancia de la cantidad de dinero con sus agregados monetarios.

[7] – No vamos a extendernos con referencias a los efectos dramáticos que esta nueva crisis tuvo para el pueblo norteamericano y, ante el nivel extendido de la globalización de la acumulación de capital, en general en todos los países de grandes economías, alcanzando sus reverberaciones a todos el globo.  El año pasado (2018) se cumplió el décimo natalicio de esa crisis y está fresca en la memoria y en los análisis económicos y sociales.  Para el lector o la lectora que desee referencias a sus causas recomiendo dos artículos publicados en la Revista de Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica Reuben 2008, 2012.

[8] – “De acuerdo con estos trabajos teórico-empíricos, el proceso de trabajo cooperativo implica un esfuerzo de convencimiento al grupo de manera que cada agente actúe no en función de su beneficio personal o individual sino en función del beneficio colectivo, y que produce un resultado que es más estable, robusto y favorable en términos generales, que el que se alcanza con el equilibrio descrito por Nash, basado en la busca de su bienestar por cada uno de los agentes” Reuben, 2017, en proceso de publicación.

(*)  Sergio Reuben Soto

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5 COMENTARIOS

  1. Buen artículo, yo le habría puesto un título más digerible como «Las teorías económicas y el voto de la Sala», lástima que dejás por fuera toda la corriente de economía solidaria y humanista y a economistas como Amartya Sen.

    • De acuerdo con que el título no es digerible periodísticamenge. No fue pensado el trabajo para su divulgación por esa vía. Pensé en principio presentar una sólida argumentación contra la pretención de cierto pensamiento económico de «pensarse único». Y mostrar la ingenuidad de algunas personas de creérselo.
      Hago una corta referencia a otras visiones que han venido surgiendo como respuesta a la eneficiencia del paradigma económico convencional para explicar el comportamiento real del sistema. Pero concuerdo con usted de que no abundo en ellas. Ya las diez o más páginas me parecían suficientes para alcanzar el objetivo.
      Gracias por su comentario.

  2. No soy economista ni aficionado a la lectura de estos temás, pero me animé a leer hasta el final, y lo volvería a hacer, porque me gustó el rigor conceptual del autor. Le brindo mi humilde felicitación por el esfuerzo y propiedad explicativa.

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